jueves, 12 de febrero de 2015

Igualdad y no discriminación hacia las mujeres


Igualdad y no discriminación hacia las mujeres

Hacer una ley, no es nada, si la ley hecha no rehace,
de manera virtuosa, a la sociedad en sus fracturas y omisiones,
en su diversidad miserablemente creada por acción  y omisión.

Mtra. Laura Susana CHÍA PÉREZ*
En estos días el INE ha contratado en Oaxaca a Supervisores(as) y Capacitadores(as) Electorales para realizar actividades en la instalación del proceso electoral del 2015, privilegiando la contratación de hombres sobre la de mujeres, de igual manera, las evaluaciones, examen y entrevistas se elaboraron desde una política globalizadora (fuerza externa) de impulso homogeneizador, como si no fuera suficiente, para las mujeres, el impulso fundamentalista (fuerza interna) que opera -en sentido opuesto- en regiones y localidades que siguen articulando su vida en relación al pasado y aplastando los derechos humanos esenciales. Fuerzas que no se contraponen, sino todo lo contrario, se complementan para fortalecer el musculo del patriarcado neoliberal y la superioridad de occidente que impone sus valores al resto del mundo. ¿Qué no? ¿Quién dice que no?

¿Cuántas veces, las mujeres, no hemos sentido el maltrato y sentimiento discriminatorio viniendo de las instituciones de un gobierno o de cualquier grupo que se erige como autoridad simbólica social investida de valores hegemónicos y patriarcales?

¿Cuántas veces, las mujeres, no hemos sentido el maltrato y sentimiento discriminatorio viniendo de las instituciones de un gobierno o de cualquier grupo que se erige como autoridad simbólica social investida de valores hegemónicos y patriarcales? Todos los días se nos diluye el juicio ciudadano frente a la autoridad que discrimina por cuestiones de sexos, nos retraemos y en la mente cobra voz, la del tirano que llevamos con nosotros, entablamos una batalla a solas y en solitario entre desprecios privados y voces que salpican nuestra identidad y nuestro ser: “por mi culpa“hablo mal el español” “no venía arreglada” el tenía razón en reprobarme” “no le caí bien” “por no saber manejar” “por no tener licencia de conductor“ellas sabían más que yo” “no entendí muchas preguntas” “es que levanté la voz demasiado”, etc. Las políticas hetero-patriarcales su multiculturalidad homogeneizada –no la vemos pero vivimos con grandes dosis de culpabilidad- suelen ser indiscriminadamente agresivas hacia las mujeres, claro, pero no para cualquier persona en su condición de mujer, para unas son más depredadora que para otras.
Desde el feminismo no podemos desentendernos del paradigma de la igualdad ni actuar en un “dejar ser” “dejar pasar”, tenemos que hacer un grande muy grande esfuerzo para romper los pactos -institucionales, políticos, electorales, laborales, etc.- en los que se vuelve a pactar una y otra vez desde el patriarcado la posición social, económica, política, cultural y existencial de las mujeres, reproduciendo en ese actuar una pedagogía de la desigualdad y la idea de que ella es parte de “la” condición humana, algo “natural” inherente a la existencia humana, para con ello continuar perpetuando los estereotipos que en nada favorecen a las mujeres.
La diversidad poblacional que por acción y omisión se ha configurado en el planeta en beneficio y privilegio de procesos geo-políticos y de una desmedida explotación económica con cada vez más elaborados mecanismos de discriminación y desigualdad, no la hemos desarmado desde esas razones patriarcales y de un mercado liberado “libre mercado” que siguen avanzando y en su avance han ido aplastando a las mujeres reales y sus concretas condiciones de vida, agregándose pasadas, presentes y nuevas formas de discriminación, múltiples, acumuladas y sutiles, que se organizan y mantienen –históricamente- gracias a esos centros simbólicos sociales reconocidos y cargados de “valores” y “privilegios patriarcales” como por ejemplo los partidos políticos, los gobiernos y sus instituciones, sean municipales, locales o federales, la iglesia, etc., una prueba de ello ha sido la actuación que ha tenido el INE frente a 2 poblaciones de mujeres que participan de diferente manera en el actual proceso electoral 2015, una población como es el caso de las concursantes a Supervisora Electoral y/o a Capacitadora Electoral quienes han recibido un tratamiento laboral a partir de ser consideradas como una identidad femenina actuante disociada de la idea de TRABAJO, justo porque esta categoría corresponde a la figura del varón “trabajador” “ilustrado” “de corbata”  y/o a mujeres que actúan desde una serie de valores asignados a una masculinidad, mujeres “ilustradas” “ejecutivas” con códigos y personalidad cuyo imaginario social corresponde al trabajo en tanto figura del individuo varón, resulta inimaginable pensar, que el INE hubiera establecido para las mujeres medidas compensatorias al respecto, en un afán de lograr la igualdad y la equidad entre hombres y mujeres participantes en la oferta laboral que la institución puso a concurso. Una explicación que me dan es “es porque no vino explicitado este punto, el de “la equidad”, en el Manual de Contratación de SE y CAES, se nos pasó”.  ¿Cómo? ¿Y la CPEUM, y la LEGIPE Y Tratados Internacionales firmados por México?
El examen que elaboró en el INE y fue aprobado por el Consejo General para su aplicación en todo el país no consideró las diferencias socio-económicas, culturales, educativas e históricas de la población de mexicanas que se esperaba participarían en el mismo, por igual se aplicó a hombres que a mujeres, desde Baja California hasta Quintana Roo, por igual se aplicó y evaluó a una mujer de la zona Mixe que a una habitante de San Pedro Garza García en Nuevo León o a un varón habitante de Santa Fe en la Ciudad de México.
Por otra parte, está la otra población de mujeres que participarán en el proceso electoral 2015, las candidatas a diputadas, quienes han recibido –en comparación con el grupo anterior- diferente tratamiento por parte del INE en relación a la igualdad de oportunidades y equidad en la contienda respecto de los hombres, por alguna razón, a ellas sí se les ha garantizado el derecho a la equidad y la igualdad de oportunidades políticas, al establecer el INE como norma -de observancia obligatoria- para todos los partidos políticos la de igualar en las listas de candidatos(as) el número de aspirantes hombres y aspirantes mujeres a una diputación federal, aunque dicho sea de paso, ello no garantiza la igualdad ni la equidad a la hora del resultado final posterior a la jornada electoral, a la hora de conformar el Congreso. Hace falta, en política, el reconocimiento pleno a las capacidades y competencias de las mujeres, legislar sobre su permanencia para romper con la intercambiabilidad que en cada proceso electoral se da, sube una mujer baja otra, participa hoy en un proceso electoral y para el siguiente ella baja y sube otra mujer, pareciera que solo se trata de no desdibujar el imaginario social de un gobierno en “democracia” , además no hay que olvidar que las mujeres están en política porque han sido cooptadas por los partidos políticos, por varones y sus muy puntuales intereses y ante este panorama su actuar se ve limitado, temporal y reproduciendo un triste estereotipo masculino el del “político” ¿acaso hay rol femenino de política? no, dependemos de esos grupos de poder y de sus intereses que nada tienen que ver con los derechos de las mujeres ni con una consolidación de ellas en ese poder. Qué difícil es que una mujer jale a otras a ese espacio de androcéntrico patriarcal.
Tenemos políticas públicas de igualdad pero no la consolidación de derechos, el modelo de democracia de estos tiempos ha ido legitimando, paso a paso la desigualdad cotidiana por motivo de los sexos. Ya no hay tiempo para esperar a que nos caiga “el maná” del cielo, los derechos se construyen a través de las instituciones, el “habitus”, la ocurrencia, permanencia y continuidad  de las mujeres en política debe darse a través de políticas que vinculen obligadamente la vida de las personas (mujeres), conocer sus contextos y promover los apoyos (medidas compensatorias) para cumplir a cabalidad con dichas políticas. En el caso del INE este debe actuar con un compromiso cívico –sin primar otro interés por encima de este- en cada acto de aproximación con la ciudadanía, responder frente a la responsabilidad que se ha echado a cuestas con la transparencia, la democracia, la legitimidad, la legalidad, la objetividad y la AUTONOMÍA.
Nada va cambiar de lugar si no actuamos ahora desde el feminismo, comprometidas con una democracia real, preguntarnos si las transformaciones que nos vienen desde la “globalización” van en la dirección de fortalecer a las mujeres o a debilitarlas aún más. Preguntarnos si la agenda política en el tema de igualdad y no discriminación ha derivado o no en política pública o si dichas políticas públicas no aplicadas solo han debilitado (desactivado) el músculo de la lucha por la igualdad de las mujeres.
Es preciso llegar a comprender la importancia que tiene colocar la lucha discriminatoria en la política pública del estado porque no esta en ella ni ha estado en sus distintos momentos y no es a la fecha, una de las preocupaciones.
Para emprender nuevos caminos es necesario adoptar una nueva ética guiada por el principio de responsabilidad por el que somos responsables por lo que le ocurre a todo ser humano(a), en mi espacio, en mi compromiso como ciudadana, desde del INE, en mi compromiso como feminista en la función pública, preguntarnos quienes son responsables del incumplimiento de los derechos humanos de las mujeres en nuestro hacer institucional comenzando por nosotros(as) mismos ahora.  
Esta opinión es personal y no representa la voz de ninguna institución y/o persona alguna. 
*Consejera Local Electoral, INE-OAXACA