A Reserva
Soliloquio: la
homofobia y sus vaivenes
Bárbara GARCÍA CHÁVEZ
La conmemoración
del día mundial contra la homofobia nace en el contexto de dos declaratorias
fundamentales de la ONU: en el pronunciamiento de la Organización Mundial de la
Salud, precisamente el 17 de mayo en 1990, por el que se eliminó la
homosexualidad de su lista de trastornos de la salud (mentales) y en la firma
de la Declaración política de las Naciones Unidas sobre el VIH Sida (2006), en
cuyo resolutivo 11 afirma: Reafirmamos que la plena realización de todos los
derechos humanos y las libertades fundamentales para todos es un elemento
fundamental de la respuesta mundial a la pandemia del VIH/SIDA, sobre todo en
las esferas de la prevención, el tratamiento, la atención y el apoyo, y
reconocemos que hacer frente al estigma y la discriminación también es un
elemento fundamental en la lucha contra la pandemia mundial del VIH/SIDA.
Desde 1990, al
rubro de la homosexualidad, las luchas contra la homofobia en el mundo han
coincidido en ampliar su pronunciamiento a la defensa de los derechos humanos
de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales (LGBT), expresado en la
Declaración de Montreal en julio de 2006 en Canadá.
La declaración
delinea una serie de derechos y libertades relativos a las personas LGBT, los
cuales se propone que deben ser universalmente garantizados. Engloba todos los
aspectos de los Derechos Humanos, desde la garantía de las libertades
fundamentales a la prevención de discriminación en materia civil familiar, de
sanidad, educación, empleo e inmigración.
Así, cada 17 de
mayo, comunidades de todo el mundo celebran el Día internacional contra la
homofobia y transfobia, aun en un contexto de discriminación y muchas veces de
represión, supone una oportunidad para subrayar la necesidad urgente de aunar
esfuerzos con el fin de reducir y acabar con la discriminación, la violencia y
la penalización basadas en la orientación sexual.
En la trama
relevante de esta conmemoración cabe la reflexión individual y colectiva, sin
ambages ni cortapisas, no hacerlo o pronunciarse al respecto con ambigüedades
que permitan salir al paso con referencias genéricas y sonrisas hipócritas,
resulta en la mayoría de los casos posiciones facilistas, cuando menos, incluso
hasta actitudes fascistas enmascaradas. Frente a la diversidad sexual, ante
“otras” preferencias sexuales, la no discriminación implica pronunciamiento
claro y compromiso frente a la inercia social que parece tolerante pero busca
espacios para el desprecio y la discriminación.
La igualad
verdadera es un asunto de humanidad que desafía constantemente nuestra
inteligencia ética, el propio reconocimiento como seres humanos o como una
clase de seres humanos, requiere posicionamientos claros, de explicitación de
prejuicios y acciones constantes, congruentes y apropiadas.
Frente a la
homosexualidad no basta con la tolerancia a lo “diferente o diverso”, con la
aceptación pasiva de “a mí no me importa lo que haga, cada quién con su cuerpo
o su vida..”, se trata de considerar al otro u otra como par, en verdadera
igualdad, no solo actuando “modernamente” también pensándolo y sintiéndolo y
para eso se requiere convicción y la convicción requiere herramientas adjetivas
que rompa estereotipos y estigmas anclados culturalmente y fortalecidos sistemáticamente
por los medios masivos de comunicación.
Que tan
frecuentemente vemos y festejamos los personajes de programas de TV donde se
actúan parodias que hacen mofa y caricaturizan como gay, por ejemplo, a un
peluquero, o un hijo de familia ya mayor, o un cocinero o a un bailarín. Pero
eso si, después de las burlas muy seriamente como “gente normal” asumimos
-siempre frente a alguien- desde nuestra posición heterosexual la tolerante
aceptación a la diversidad sexual; claro que difícilmente se les nombra
-lesbianas, gays, bisexuales y personas transgénero-.
La igualdad y la
significación correspondiente a los derechos humanos de todas las personas,
pasa por las diferencias en un catálogo con aristas y temas que complican no
solo a las legislaciones sino y sobre todo a las sociedades –unas más rígidas
que otras-, y sus prejuicios en los que se basa la discriminación. Sociedades
que por un lado se pretende reculturizar en bases humanistas de igualdad y por
otra parte se utilizan todos los medios posibles para continuar y fomentar las
conductas homofóbicas más aberrantes.
Aunado a esta
situación esquizofrénica, los poderes fácticos en sociedades como la mexicana
ostentan los prejuicios más arcaicos en materia de homofobia, tal es el caso de
las jerarquías religiosas que esgrimen de un modo u otro, que la homosexualidad
y sus prácticas derivadas, constituye un atentado contra la moral y contra el
plan divino que creó al hombre y a la mujer como complemento, derivándose en la
cláusula jurídica casi intocable de la pareja mixta con el objetivo de procrear
hijos.
Es también
importante el impacto que ha tenido en México y en el mundo entero el
pronunciamiento político del Presidente Barack Obama de Estados Unidos,
respecto al matrimonio entre parejas del mismo sexo. No es poca cosa que en un
país profundamente conservador, su presidente se pronuncie favorablemente a
favor de una comunidad hasta ahora considerada minoritaria y vulnerable.
Obama comenzó
acercarse a esta posición desde 2011 cuando se pronunció públicamente a favor de
los derechos civiles de la comunidad LGBT, afirmando sólidamente en su discurso
“…merecen ser tratados con igualdad ante los ojos de la ley y de la sociedad.
Se trata de una proposición bastante simple”, recibiendo entonces una fuerte
ovación y la crítica despiadada de los sectores más conservadores de su partido
y por supuesto de los republicanos.
Claro que para
entonces en el Distrito Federal capital de México, ya se había aprobado la ley
de convivencia y posteriormente la ley que permite el matrimonio entre personas
del mismo sexo y más aún la adopción de hijos por parejas monoparentales, lo
que no ha impactado en los estados de la república y demuestra la falta de
consistencia en el avance de las libertades y de los mecanismos socio educativos
que modifiquen la esencia del sentir, pensar y actuar congruentemente en el
rubro de la desigualdad y la discriminación.
Se argumenta
conservadoramente el pasado como cómplice del hermetismo fundamentalista, se
actúa desde las posiciones de Estado hipócritamente, avanzando con argumentos
libertarios de justicia e igualdad, incluso legislando “democráticamente” a
favor de los derechos humanos universales y a la vez promoviendo o cuando menos
allanándose al anclaje discriminatorio y homofóbico que desde los medios de
comunicación se hace impunemente.
Además, en el
mundo 76 países todavía se criminalizan la homosexualidad y se condenan los
actos sexuales entre personas del mismo sexo con penas de prisión, y hasta de
muerte en naciones como Irán, Mauritania, Arabia Saudí, Sudán y Yemen y en
algunos lugares de Nigeria y Somalia.
En la actualidad,
únicamente ocho países en todo el mundo reconocen el matrimonio homosexual:
Holanda, Bélgica, España, Canadá, Sudáfrica, Noruega, Suecia, Portugal, además
de algunos estados de Estados Unidos y el D.F. en México.
Lo cierto es que
la homofobia es un asunto que debe considerarse desde los individuos de manera
personal, sin duda, un pendiente en la educación que forme conciencias libres
sin prejuicios. Nos toca a todos y a todas.
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