Mujeres y Política
Soraya Jiménez
Soledad JARQUÍN EDGAR
Esta semana la nota más importante está opacada por las vacaciones de
Semana Santa, por los múltiples conflictos y enfrentamientos entre policías y
maestros, entre policías y quienes se oponen al proyecto eólico del istmo de
Tehuantepec, una vergüenza porque el empleo de la fuerza para reprimir no es
sino resultado del fracaso de la verdadera política y de quienes están al
frente de ella.
Fracaso total si analizamos que Oaxaca ocupa el lugar número cinco del país
por la cantidad de plagios que se cometen o que han sido denunciados según
datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública (El Imparcial/29/03/2013). Dato
noticioso que nos permite mirar los hechos concretos en la realidad.
Me pregunto ¿qué habría pasado si el que hubiera muerto fuera un futbolista
de esos que arrancan pasiones en los estadios aunque no den tantos resultados
pero que la publicidad del duopolio televisivo los hace “verdaderas” estrellas
de su espectro para fines netamente comerciales?
Bueno hasta la reacción del gabinete presidencial no fue tan pronta como se
habría esperado.
La noticia de la semana fue sin duda la irreparable pérdida de la
medallista olímpica Soraya Jiménez a consecuencia de un paro respiratorio,
según los datos que se difundieron en los medios de comunicación, que insisto
presentaron el hecho y tal vez dedicaron una primera plana en las secciones
deportivas o aumentaron el número de minutos en sus transmisiones vía radio o
televisión, pero no hubo más, lo que nos muestre una representación
desequilibrada entre el peso de unos y de otras aún cuando ellas han marcado
con sus actos el hacer cotidiano del resto de la población.
Soraya Jiménez, primera mexicana en obtener una medalla de oro en las
Olimpiadas de Sídney 2000, vivió las consecuencias de “romper” espacios y hacer
historia. La primera de ellas es la ocultación, en la medida de lo posible y
comparada con los otros, y la segunda la difamación. En consecuencia su historia
llena de gloria se vio opacada por el hecho concreto de haber nacido mujer a
poco de terminar el siglo XX.
Soraya Jiménez qué murió este 28 de marzo, como dicen los cronistas
deportivos, cubrió de gloria al deporte mexicano con resultados tan magros que
terminaban siempre por romper las esperanzas de los televidentes que ansiosos
esperaban un triunfo y los narradores o cronistas deportivos lo decían: “no lo
esperábamos…”. No ¿pues cómo? Si estábamos hablando de una mujer que había
decidido incursionar en una disciplina deportiva poco usual para las mujeres,
que incluso le ganó antipatías y reclamos tan machistas como (que) “mejor me
fuera a mi casa que me enseñaran a cocinar, tender camas y fue lo que me hizo
aferrarme a esto y demostrar que no es solo para hombres sino para quien quiera
hacerlo”, contaría en una entrevista televisiva hace años y que ahora gracias a
las nuevas tecnologías de la comunicación podemos ver (http://www.youtube.com/watch?v=DKXZa6a5DAo) y
que nos queda como testimonio de sus batallas.
Cito a Juana Gallego Ayala, profesora de Periodismo en la Universidad de
Barcelona, que afirma “los medios son, por tanto, sancionadores sociales de las
cosas permitidas y de las prohibidas. Premian lo que consideran positivo y
castigan las transgresiones a la norma”, así que Soraya Jiménez, como otras
muchas mujeres decidió practicar la halterofilia una actividad “propia” de los
hombres porque se trata de fuerza y llegó a conquistar campeonatos juveniles,
mundiales, centroamericanos, panamericanos y por supuesto una medalla de oro en
los juegos Olímpicos de Sidney, Australia, convirtiéndose así en la medallista
olímpica número 11 desde París 1900 hasta Sidney 2000.
Soraya Jiménez y Rosario Espinoza en taekwondo (Beijing 2008) son las
únicas mujeres que han obtenido la preciada medalla aurea, pero sus resultados
valen eso ORO, considerando lo poco que se apoya al deporte femenino en este
país debido, ni duda tengo de ellos, a los prejuicios. Pero no crea usted que
los varones han conseguido grandes triunfos, desde París (1900) hasta Londres
(2012) los deportistas apenas han obtenido 12 medallas de oro.
Fue su actuación lo que haría, entre otras cosas que algunos ojos se
volvieran a mirar qué estaban haciendo las atletas mexicanas, con el consabido
temor de lo que habría que pasar más adelante, sin embargo, las esperanzas de
este país en el fondo nunca estuvieron puestas sobre estas transgresoras de “lo
propio” y sus hazañas nacionales o internacionales en el deporte fueron, como
en el caso de Soraya Jiménez, objeto de miradas severas y del escrutinio
público, incluyendo toda clase de especulaciones sobre sus vidas privadas.
Especular sobre la vida de las
mujeres es una constante, Soraya Jiménez no fue la excepción. Toda atleta es
pasada por el ojo visor por la “cantidad de hormonas masculinas que posee”,
porque en la construcción cultural “lo propio” es que sólo los hombres pueden
alcanzar esas hazañas y entonces pensamos en su “enorme valor varonil” como los
historiadores calificaban en el siglo XIX
a las hoy heroína. Las mujeres hemos caminado trechos, pero no así los
colectivos humanos que siguen creyendo fehacientemente en la minusvalía
femenina.
Dos golpes públicos fueron asestados en la vida de Soraya, difamaciones que
a la postre y sin duda alguna mermaron su salud física, esto de acuerdo a las
explicaciones científicas que no descartan la relación entre enfermedad y el
estado emocional de las personas.
El primero, en el que la acusaron de haber ingerido sustancias prohibidas
para una atleta. De facto vino la condena mediática y lo que ella confesaría
más tarde el retiro del apoyo de las instituciones públicas que no creyeron en
su inocencia. Meses después, finalmente, el hecho fue aclarado, pero en el
imaginario colectivo había quedado sembrada la idea falsa de su dopaje.
El segundo hecho difamatorio en su contra fue que presentó documentos
falsos de la Universidad Nacional Autónoma de México con el objeto de
participar el campeonato mundial universitario que se celebró en Izmir,
Turquía. De nuevo la condena pública y al tiempo saldría la verdad, no fue la
atleta sino la presidenta de la Federación Mexicana de Halterofilia, Martha Isela
Elizondo quien de manera irresponsable había causado tanto daño.
Ambos golpes mermaron su salud que se convirtió desde 2008 en un largo
camino de un hospital a otro que terminaron con su carrera deportiva y este
jueves con su vida.
Para terminar cito de nuevo a la profesora Gallego que confirma la “regla”
patriarcal sobre el trato que las mujeres reciben: “Sea cual sea la actuación
de las mujeres, ésta casi nunca es juzgada por lo que hace sino por lo que
es…los hombres juegan en campo propio cuando son representados en los medios de
comunicación, mientras que las mujeres son observadas como el equipo
visitante”. Esto claro está como resultado de lo que somos y que nos pone a
pensar en lo mucho que los medios harían si cambiaran su actitud hacia las
mujeres, todas las que de una u otra manera tienen un papel que ejecutar en el
ámbito público.
Como sociedad y como medios, como instituciones y cómo gobierno mucho se le
quedó a deber, como diría mi abuelita Lucha, a Soraya Jiménez. Lamentablemente
la reacción será tardía habrá homenajes, calles, plazas y espacios deportivos
con su nombre y que ella no verá. Espero que las niñas y jóvenes aprendan a
mirarla no como un mito sino por sus logros deportivos y porque como diría el
cronista cubrió de gloria el deporte mexicano y demostró mucho más que eso,
además de abrir las puertas para las que van detrás de ella.