Soledad JARQUIN EDGAR
¿Fanfarreas y vivas? 2012 será decretado como “el año de la no violencia contra las mujeres”, dio a conocer la titular del Instituto de la Mujer Oaxaqueña, Anabel López Sánchez, quien explicó que fue una instrucción del gobernador Gabino Cué.
Efectivamente así fue. El pasado 24 y 25 de noviembre, ante la magnitud del feminicidio, mujeres dedicadas a muy diversas tareas realizaron un movimiento denominado ¡Totalmente Indignadas! Para demandar el accionar de las autoridades ante esa tragedia provocada por el machismo, una de las principales fuentes de la violencia extrema contra mujeres.
Así que reunido el gabinetazo en pleno, justamente mientras las mujeres llegaban al zócalo para plantarse 24 horas y hacer visible el problema de la violencia misógina extrema llamada feminicidio, el gobernante escuchó la lamentación de la subprocuradora Ileana Hernández Gómez, quien sin que nadie se lo pidiera explicó que no eran 86 mujeres asesinadas como decían “ellas”, “las otras”, sino 70. Y su voz cantó. Yo soy la que tiene la realidad, pensaría Hernández Gómez pretendiendo no dar importancia al recuento que sobre los medios de comunicación hacen las organizaciones.
Entonces se hizo un breve silencio, era como si algo viniera, la pausa se interrumpió cuando vino la ocurrencia: “2012 será el año contra no la violencia hacia las mujeres”. Y será una ocurrencia más en tanto no haya resultados inmediatos, hechos concretos, acciones reales y efectos contundentes en ellas.
Irremediablemente ante estos hechos a mi me surgen preguntas y más preguntas. El buen juez –dice la sabiduría popular- por su propia casa empieza. Me inclino por hacer un repaso de los dichos y los hechos sociales a lo largo de nuestra historia humana. Porque todo lo que impida el ejercicio pleno de los derechos humanos de las mujeres es violencia, detrás de lo cual está uno o tal vez un entramado costumbrista de misoginia que sigue disminuyendo su potencial por el hecho de ser mujeres, consideradas objetos y no personas.
Para las mujeres los avances han sido parciales porque no han sido parejos. No todas las mujeres han disfrutado de su derecho a la educación por razones culturales y no es cosa del pasado. Consideremos sólo el daño que provoca la pobreza en los 172 municipios con muy bajos índices de desarrollo, donde las niñas no tienen ninguna otra oportunidad para sus estudios, su futuro es irremediable: o se casan o son enganchadas para el servicio doméstico en la ciudad de Oaxaca, Puebla y México, principalmente. Hoy, se corre un peligro brutal, la trata, otra de las ramificaciones de la delincuencia organizada que sabemos también le pega a las oaxaqueñas. Conocemos historias de esfuerzo sobresalientes y extraordinarias, pero son excepciones. Detrás de cada una de ellas hay relatos dolorosos de explotación laboral y muchas veces de abuso sexual.
¿Entonces qué política o acción afirmativa emprenderá este gobierno para revertir esa lacerante tragedia? Porque el hecho de que una sola niña de Oaxaca no estudie porque tiene que trabajar es un acto de violencia. Tendrían sin duda que darse un vuelta por los muchos comercios, tiendas de abarrotes y comedores que hay en los mercados públicos para mirar la enorme cantidad de niñas que son explotadas por sus “patrones” y por las noches por sus “padrotes”. Pero para dar ese paso es necesario que se salgan de sus oficinas y se den baños de pueblo.
Otro ejemplo de la violencia contra las mujeres es la falta de representación femenina en cargos públicos. Con esa facultad de nombrar a quienes son “los mejores hombres de Oaxaca”, el propio gobernante oaxaqueño se olvidó de las que pudieran hacer o tener un papel digno, algunas de ellas con capacidad académica y gran experiencia laboral no alcanzaron un sitio por sus relaciones de parentesco, otras porque militan en partidos que no eran afines a la coalición. Claro había que pagar por los favores recibidos y las sacrificadas fueron ellas.
Ahora, a reírse, al final nadie cuestiona a un funcionario varón por su militancia ni la familia a la que pertenece su esposa o compañera sentimental, ni tampoco tiene empacho en llamar a los priistas de corazón a su gabinete, curándose su propia y reciente herida. Si este va a ser el año de la no violencia contra las mujeres, Cué tendrá ineludiblemente que mejorar las cosas en su gabinete, ser justo y parejo con las mujeres o estará cometiendo violencia contra las mujeres, porque lo que se necesita es cambiar no repetir.
Deberá sin duda hacer una que otra limpia, muchas más limpias frente a la inoperancia, la ineficacia y la mentira. Tal es el caso del joven Héctor Iturribarría Pérez a quien premió con nuevo cargo inmerecidamente a pesar de que su nombre está inscrito en una denuncia ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos por violentar los derechos humanos de una trabajadora, precisamente en 2011 año de los derechos humanos en el gobierno de Cué.
En suma, habría que decirle al gobernante en turno que las mujeres pueden hacer mucho mas que pasar tasa de café, pastillas y cigarros. ¿Será posible?
Si este es el año de la no violencia contra las mujeres, sin duda, finalmente tendremos el tan anhelado Hospital de la Mujer, que sigue siendo una ilusión y ellas tienen que seguir yendo de la seca a la meca para atenderse. Tendrán entonces que doblegar el orgullo de quién sin ninguna perspectiva positiva decidió que ya no habría dicho hospital en Oaxaca, me refiero al titular de Salud, Germán Tenorio. En salud, se requiere de mucho dinero, bien invertido, para que las mujeres dejen de morir por los cánceres femeninos y como consecuencia de la maternidad, por cierto, tan venerada pero tan dejada “a la mano y voluntad” de Dios.
Y sin que parezca utópico, porque se puede, es cosa de voluntad, si este es el año de la no violencia contra las mujeres tendrá que entrar la barredora a todas las dependencias gubernamentales y aplicarles un test que permita medir sus niveles de misoginia y bueno se aprovechará también para medir su nivel de confianza. Así matará dos pájaros de un tiro y ahora sí tendrá a los mejores hombres en su gabinete.
Si este va a ser el año de la no violencia contra las mujeres, tendrán que acabar con la impunidad y ahora sí, de verdad, aplicar la frasecita cuasi “célebre” de CERO TOLERANCIA ello significa que habrá un programa para esclarecer, al menos, los 95 (NOVENTA Y CINCO) asesinatos cometidos contra mujeres en lo que va de la actual administración gubernamental. Los diarios, aclaro, no tendrían por qué mentir en este sentido.
Y la última pregunta ¿cómo decretar un año de la no violencia contra las mujeres cuando ya estaban hechos los programas operativos anuales de gobierno, ahora a qué le van a quitar dinero para que esto se haga realidad, qué cambios sustanciales harán para que se acabe la violencia contra las mujeres empezando por las instituciones?
Por eso digo, a menos que demuestren lo contrario, podremos echar las campanas al vuelo. Si nada de esto ocurre estaremos frente a una ocurrencia mediática y sólo eso.
@jarquínedgar
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lunes, 9 de enero de 2012
A Reserva. Intervención al Estado Laico
Bárbara GARCÍA CHÁVEZ
Vulnerar el Estado Laico implica resucitar antiguos privilegios: instrucción religiosa en las escuelas públicas, participación del clero en política electoral, obligación impuesta por los patrones de profesar una religión especifica, subsidio estatal para sueldos de los ministros de culto, además, de la posesión y control de medios de comunicación electrónicos. Es la apertura a la “confesionalización” de la sociedad mexicana.
La pretendida reforma al artículo 24 Constitucional, que asesta severo estacazo al Estado laico, ya aprobado el correspondiente dictamen el pasado 16 de diciembre en la Cámara de Diputados -no así en la de Senadores- con el acuerdo, otra vez, del PRI–PAN y, acusan los seguidores de López Obrador a la bancada del PRD, cuando menos buena parte de ésta de haber intercambiado su voto por el nombramiento de Guadalupe Acosta Naranjo como presidente de la mesa directiva.
Lamentable el albazo que en la Cámara baja se dio en evidente complicidad con la jerarquía católica, la más atrasada, la más intolerante, la que pretende apoderarse del control de las conciencias azuzadas por el fanatismo conservador que suscita coartar las libertades y violentar los derechos humanos, además de afectar las libertades de los grupos religiosos numéricamente minoritarios del país.
La manera más clara de analizar la citada reforma es sin duda hacer una reflexión analógica, a partir del artículo Tercero Constitucional y la comparación formal de los textos, el vigente y el de la reforma aprobada.
Veamos lo que dice el artículo Tercero en sus fracciones I y II sobre la educación que imparte el Estado:
“I. Garantizada por el artículo 24 la libertad de creencias, dicha educación será laica y, por tanto, se mantendrá por completo ajena a cualquier doctrina religiosa;
II. El criterio que orientará a esa educación se basará en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios.
Así dice textualmente el artículo 24 constitucional:
“Todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa que más le agrade y para practicar las ceremonias, devociones o actos del culto respectivo, siempre que no constituyan un delito o falta penados por la ley. El Congreso no puede dictar leyes que establezcan o prohíban religión alguna.
Los actos religiosos de culto público se celebrarán ordinariamente en los templos. Los que extraordinariamente se celebren fuera de éstos se sujetarán a la ley reglamentaria.”
Así, finalmente, se aprobó el texto de la reforma:
“Toda persona tiene derecho a la libertad de convicciones éticas, de conciencia y de religión y a tener o adoptar, en su caso, la de su agrado. Esta libertad incluye el derecho de participar, individual o colectivamente, tanto en público como en privado, en las ceremonias, devociones o actos del culto respectivo, siempre que no constituyan un delito o falta penados por la ley. Nadie podrá utilizar los actos públicos de expresión de esta libertad con fines políticos, de proselitismo o de propaganda política.”
( )… queda igual.
Por supuesto dicha reforma tiene palabras, conceptos y términos con grandes implicaciones sustantivas y adjetivas que habrán de redundar en obligaciones constitucionales en diversos aspectos. Tal es, por ejemplo, la relativa a la libertad de conciencia. En las propias consideraciones se explica a lo que se refiere: “Objeción de conciencia: toda persona tiene derecho a incumplir –ojo: incumplir– una obligación legal y de naturaleza personal cuya realización produciría en el individuo una lesión grave de la propia conciencia o de las creencias profesadas...”
Es decir, si una persona considera que la enseñanza que se imparte en una escuela pública sobre sexualidad y reproducción lesiona su libertad de conciencia, tendría entonces un fundamento constitucional para oponerse a que sus hijos o hijas asistieran a esas clases o leyeran los libros de texto correspondientes y no fueran evaluados sobre estos temas, sobreponiendo principios de conciencia a los principios científicos a los que alude el artículo Tercero Constitucional y contradice la reforma.
El Estado laico obliga a restringir lo religioso al ámbito privado, el texto de la reforma implica que los espacios físicos del gobierno, las escuelas públicas, tanto como los servidores públicos, eventualmente puedan ser utilizados y servirse de la difusión y predicando con salmos, versículos y liturgias para anular la razón por la confesión y alcanzar beneficios políticos y económicos, más allá de los espirituales que promete el dogma y la fe. Imaginemos concesiones de radio y televisión en manos de la representación divina, de por sí la fuerza mediática sirve de escalón al cielo.
Es muy importante revisar tanto el texto como el contexto de la multicitada reforma al 24 Constitucional, dado el literal madruguete, el dolo y desaseo del procedimiento legislativo, los catorrazos sin debate real y las alusiones entre las fracciones parlamentarias como las desafortunadas acusaciones y descalificaciones entre los mismos partidarios del PRD específicamente.
La consigna y el pragmatismo político se desborda en este tema tan sentido por las y los mexicanos, el juarismo se traduce en indecisiones de los que su historia reclama congruencia; priistas y perredistas se desdoblan y algunos prefieren la salida fácil antes de ser cuestionados, abandonan el recinto, se ausentan antes de la votación y solo votan poco más del 50 por ciento del total.
El PAN es contundente y el PRI se adjudica la devoción de su candidato presidencial con miras a la visita de Benedicto XVI, que por cierto, revierte amplia visita a México ajustando su agenda solo a Guanajuato, tierra histórica de cristeros, donde se le asegura su amplia, sumisa y controlada recepción de fieles, en marzo próximo, justo cuando comienzan las campañas electorales ¿casualidad?
Lo primero que debe quedar claro es que la reciente reforma al artículo 24 de la Constitución aprobada por la Cámara de Diputados, mediante la que se amplían los espacios para los cultos religiosos, no es un proceso concluido. El paso siguiente será su aprobación, corrección o rechazo por parte del Senado.
Mientras eso sucede, la y los presidenciables guardan un sospechoso silencio; el Estado laico no es un asunto de interés electoral, al contrario, parece que no solo al PAN le resuelve buena parte de su votación, lo cual para nadie es un secreto; es parte del pacto político con el Vaticano y su alta jerarquía en México, en el que se incluyen los convenios pro católicos guadalupanos con los monopolios televisivos.
Josefina Vásquez Mota, católica y apostólica, misionera de vocación, principal aportadora de recursos a asociaciones de beneficencia como la Luis María Martínez A.C., que tiene su sustento en la doctrina social de la iglesia, asociación que medió para hacer llegar un regalito que la precandidata del PAN le hizo a 84 obispos del país, nada menos que un Ipad a cada uno. Lo que implicaría un gasto promedio cercano a los 600 mil pesos.
Ernesto Cordero Arrollo, quien asegura será el candidato oficial del PAN -porque así lo quiere Felipe Calderón-, de tendencia clerical católica, perteneciente al movimiento neo-panista, pro-empresarial, perteneciente a la pequeña gran burguesía, aliado de los liberales y del puritanismo religioso. Dispuesto, claro, a cumplir lo acordado por su tutor (Calderón), aun más si de canonjías eternales se trata.
Del candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, recordemos su excelsa educación en los colegios y universidad más conservadores del país, pertenecientes a lo más rancio del gremio católico: el Opus Dei. Ahí se formó el que muchos aseguran será el próximo presidente de México; en la doctrina que promueve el apostolado al que se sienten obligados a practicar; sus postulados se dirigen a la santidad heroica, la preparación rigurosa en el evangelio y la fe. El poder económico es de lo más destacado en su selección de fieles adscritos.
La visita que Enrique Peña Nieto y su flamante esposa le hicieron al Papa tuvo, sin duda, compromisos de orden apostólico: las indulgencias hacia la santidad si cumple con allanarle el camino al santísimo.
En cuanto al candidato de MORENA y los partidos que se conocen de izquierda, Manuel López Obrador, que anda aleteando por el país, haciendo gala de los principios cristianos del perdón y la indulgencia, que como mecías y sin criterios formales, de mutuo propio, decide que malosos del PRI pueden ser redimidos, aceptados y promovidos a diputados y senadores; así también ayuda a los fieles a ganarse el cielo siendo generosos con los que antes fueron de la mafia y promovieron la pobreza y la desesperanza. Pura bondad, amor del bueno y paz para los hombres de buena voluntad. Claro, solo los hombres, porque al mecías las mujeres le tienen sin cuidado, salvo que sea para concurso de belleza, como en Zacatecas. La república amorosa es un eufemismo utilizado como aceptación tácita del sablazo al estado laico. ¿Qué diría Juárez?
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Vulnerar el Estado Laico implica resucitar antiguos privilegios: instrucción religiosa en las escuelas públicas, participación del clero en política electoral, obligación impuesta por los patrones de profesar una religión especifica, subsidio estatal para sueldos de los ministros de culto, además, de la posesión y control de medios de comunicación electrónicos. Es la apertura a la “confesionalización” de la sociedad mexicana.
La pretendida reforma al artículo 24 Constitucional, que asesta severo estacazo al Estado laico, ya aprobado el correspondiente dictamen el pasado 16 de diciembre en la Cámara de Diputados -no así en la de Senadores- con el acuerdo, otra vez, del PRI–PAN y, acusan los seguidores de López Obrador a la bancada del PRD, cuando menos buena parte de ésta de haber intercambiado su voto por el nombramiento de Guadalupe Acosta Naranjo como presidente de la mesa directiva.
Lamentable el albazo que en la Cámara baja se dio en evidente complicidad con la jerarquía católica, la más atrasada, la más intolerante, la que pretende apoderarse del control de las conciencias azuzadas por el fanatismo conservador que suscita coartar las libertades y violentar los derechos humanos, además de afectar las libertades de los grupos religiosos numéricamente minoritarios del país.
La manera más clara de analizar la citada reforma es sin duda hacer una reflexión analógica, a partir del artículo Tercero Constitucional y la comparación formal de los textos, el vigente y el de la reforma aprobada.
Veamos lo que dice el artículo Tercero en sus fracciones I y II sobre la educación que imparte el Estado:
“I. Garantizada por el artículo 24 la libertad de creencias, dicha educación será laica y, por tanto, se mantendrá por completo ajena a cualquier doctrina religiosa;
II. El criterio que orientará a esa educación se basará en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios.
Así dice textualmente el artículo 24 constitucional:
“Todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa que más le agrade y para practicar las ceremonias, devociones o actos del culto respectivo, siempre que no constituyan un delito o falta penados por la ley. El Congreso no puede dictar leyes que establezcan o prohíban religión alguna.
Los actos religiosos de culto público se celebrarán ordinariamente en los templos. Los que extraordinariamente se celebren fuera de éstos se sujetarán a la ley reglamentaria.”
Así, finalmente, se aprobó el texto de la reforma:
“Toda persona tiene derecho a la libertad de convicciones éticas, de conciencia y de religión y a tener o adoptar, en su caso, la de su agrado. Esta libertad incluye el derecho de participar, individual o colectivamente, tanto en público como en privado, en las ceremonias, devociones o actos del culto respectivo, siempre que no constituyan un delito o falta penados por la ley. Nadie podrá utilizar los actos públicos de expresión de esta libertad con fines políticos, de proselitismo o de propaganda política.”
( )… queda igual.
Por supuesto dicha reforma tiene palabras, conceptos y términos con grandes implicaciones sustantivas y adjetivas que habrán de redundar en obligaciones constitucionales en diversos aspectos. Tal es, por ejemplo, la relativa a la libertad de conciencia. En las propias consideraciones se explica a lo que se refiere: “Objeción de conciencia: toda persona tiene derecho a incumplir –ojo: incumplir– una obligación legal y de naturaleza personal cuya realización produciría en el individuo una lesión grave de la propia conciencia o de las creencias profesadas...”
Es decir, si una persona considera que la enseñanza que se imparte en una escuela pública sobre sexualidad y reproducción lesiona su libertad de conciencia, tendría entonces un fundamento constitucional para oponerse a que sus hijos o hijas asistieran a esas clases o leyeran los libros de texto correspondientes y no fueran evaluados sobre estos temas, sobreponiendo principios de conciencia a los principios científicos a los que alude el artículo Tercero Constitucional y contradice la reforma.
El Estado laico obliga a restringir lo religioso al ámbito privado, el texto de la reforma implica que los espacios físicos del gobierno, las escuelas públicas, tanto como los servidores públicos, eventualmente puedan ser utilizados y servirse de la difusión y predicando con salmos, versículos y liturgias para anular la razón por la confesión y alcanzar beneficios políticos y económicos, más allá de los espirituales que promete el dogma y la fe. Imaginemos concesiones de radio y televisión en manos de la representación divina, de por sí la fuerza mediática sirve de escalón al cielo.
Es muy importante revisar tanto el texto como el contexto de la multicitada reforma al 24 Constitucional, dado el literal madruguete, el dolo y desaseo del procedimiento legislativo, los catorrazos sin debate real y las alusiones entre las fracciones parlamentarias como las desafortunadas acusaciones y descalificaciones entre los mismos partidarios del PRD específicamente.
La consigna y el pragmatismo político se desborda en este tema tan sentido por las y los mexicanos, el juarismo se traduce en indecisiones de los que su historia reclama congruencia; priistas y perredistas se desdoblan y algunos prefieren la salida fácil antes de ser cuestionados, abandonan el recinto, se ausentan antes de la votación y solo votan poco más del 50 por ciento del total.
El PAN es contundente y el PRI se adjudica la devoción de su candidato presidencial con miras a la visita de Benedicto XVI, que por cierto, revierte amplia visita a México ajustando su agenda solo a Guanajuato, tierra histórica de cristeros, donde se le asegura su amplia, sumisa y controlada recepción de fieles, en marzo próximo, justo cuando comienzan las campañas electorales ¿casualidad?
Lo primero que debe quedar claro es que la reciente reforma al artículo 24 de la Constitución aprobada por la Cámara de Diputados, mediante la que se amplían los espacios para los cultos religiosos, no es un proceso concluido. El paso siguiente será su aprobación, corrección o rechazo por parte del Senado.
Mientras eso sucede, la y los presidenciables guardan un sospechoso silencio; el Estado laico no es un asunto de interés electoral, al contrario, parece que no solo al PAN le resuelve buena parte de su votación, lo cual para nadie es un secreto; es parte del pacto político con el Vaticano y su alta jerarquía en México, en el que se incluyen los convenios pro católicos guadalupanos con los monopolios televisivos.
Josefina Vásquez Mota, católica y apostólica, misionera de vocación, principal aportadora de recursos a asociaciones de beneficencia como la Luis María Martínez A.C., que tiene su sustento en la doctrina social de la iglesia, asociación que medió para hacer llegar un regalito que la precandidata del PAN le hizo a 84 obispos del país, nada menos que un Ipad a cada uno. Lo que implicaría un gasto promedio cercano a los 600 mil pesos.
Ernesto Cordero Arrollo, quien asegura será el candidato oficial del PAN -porque así lo quiere Felipe Calderón-, de tendencia clerical católica, perteneciente al movimiento neo-panista, pro-empresarial, perteneciente a la pequeña gran burguesía, aliado de los liberales y del puritanismo religioso. Dispuesto, claro, a cumplir lo acordado por su tutor (Calderón), aun más si de canonjías eternales se trata.
Del candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, recordemos su excelsa educación en los colegios y universidad más conservadores del país, pertenecientes a lo más rancio del gremio católico: el Opus Dei. Ahí se formó el que muchos aseguran será el próximo presidente de México; en la doctrina que promueve el apostolado al que se sienten obligados a practicar; sus postulados se dirigen a la santidad heroica, la preparación rigurosa en el evangelio y la fe. El poder económico es de lo más destacado en su selección de fieles adscritos.
La visita que Enrique Peña Nieto y su flamante esposa le hicieron al Papa tuvo, sin duda, compromisos de orden apostólico: las indulgencias hacia la santidad si cumple con allanarle el camino al santísimo.
En cuanto al candidato de MORENA y los partidos que se conocen de izquierda, Manuel López Obrador, que anda aleteando por el país, haciendo gala de los principios cristianos del perdón y la indulgencia, que como mecías y sin criterios formales, de mutuo propio, decide que malosos del PRI pueden ser redimidos, aceptados y promovidos a diputados y senadores; así también ayuda a los fieles a ganarse el cielo siendo generosos con los que antes fueron de la mafia y promovieron la pobreza y la desesperanza. Pura bondad, amor del bueno y paz para los hombres de buena voluntad. Claro, solo los hombres, porque al mecías las mujeres le tienen sin cuidado, salvo que sea para concurso de belleza, como en Zacatecas. La república amorosa es un eufemismo utilizado como aceptación tácita del sablazo al estado laico. ¿Qué diría Juárez?
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Palabra de Antígona. Contra el silencio: un buen periodismo
Por Sara Lovera
Hay tiempos en que más vale mirar el horizonte desde una perspectiva amplia y abarcadora, que encerrarnos en nuestras cortas ideas. Los tiempos de México exigen eso, desde cada lugar y cada profesión, actividad o militancia.
Nada ha traído de bueno al mundo lo que conocemos como dogmatismo o cortedad de miras. Una de las desgracias de la desigualdad en América Latina, que enfrentamos en México, es el silencio. No sabemos casi nada de lo que sucede a las personas, a las comunidades y a los grupos de cara a la miseria, la discriminación o la estulticia que nos va hundiendo en establecimientos estancos. No vemos más allá de nuestras narices o intereses.
En cambio, el mundo es amplio y profundo. Lleno de luces y abatido por profundos pozos de opacidad. Mientras la gente trabaja, lucha, piensa, desea, se preocupa por sí y por su entorno. Vive.
En México el periodismo está dedicado a informar sobre la violencia y la política; sobre todos esos lados oscuros que nos han ido hundiendo en el silencio. No sabemos nada de la vida interna en una escuela primaria, menos de las conversaciones en clase de las y los jóvenes de bachillerato.
Desconocemos los pensamientos de quienes transcurren entre una parada del metrobus en la ciudad de México y su último destino, de hasta 45 o 50 minutos; no miramos los rostros ni interrogamos a la multitud de funcionarias y funcionarios públicos en las ventanillas de trámites. Nos ocupamos cada vez menos de las y los humanos.
Las y los periodistas decretan rápidamente sobre sus representantes en las cámaras; sobre los integrantes y las pocas integrantes en los gobiernos, en la administración y menos sabemos qué piensa y sucede a la gente que sólo aguanta el terror de los sicarios, de las policías y los militares. Tampoco nos ocupamos de esos policías, militares y sicarios, de dónde vienen o a dónde van, qué sienten.
El periodismo nacional decreta sobre ideas y acartonadas guías ideológicas. Desgasta todas su energías en seguir la pista de los jefes o jefas de grupos políticos o de organizaciones sociales. Nunca nos preguntamos por quienes conforman esos grupos.
Tal vez por ello es tan refrescante un tipo de periodismo que no quiere dejar morir la tradición profesional de hablar con la gente, no importa el lugar, el rango, la responsabilidad o su definición ideológica. Es una lucha silenciosa, también, contra el muro de las imágenes preconcebidas o de los guiones de preguntas y respuestas construidas en esos establecimientos estancos.
Quienes comunican, desde los foros, los espacios o los despachos organizados, en sociedad civil o como funcionarias o políticos o políticas, tampoco tienen en mente a quienes sirven o pretenden representar. Hablan de luchas y combates, de propaganda que se va filtrando en las páginas de los diarios, en los despachos de las agencias de noticias, en las imágenes y sonidos de los medios audiovisuales y luego se anuncia el tiempo, el movimiento de las bolsas y se pasa a otra cosa, siempre a los deportes.
Y el periodismo de la gente, como se llaman algunas ediciones especiales, siempre está lleno de prejuicios, de respuestas a preguntas comunes, como si se tuviera que respetar una guía limitada, a veces, la vida íntima de los artistas de las telenovelas, del número de divorcios o enamoramientos. También se inclina a saber sobre y el dinero, los lados opacos de humanidad, que pareciera contener móviles inconfesables.
Se llevan y se traen, sólo en la superficie, las vidas de quienes tienen un espacio público. Nadie sabe cómo fue realmente como se constituyó una organización, ni se profundiza en las experiencias humanas de quienes armaron un día la protesta por la discriminación, la exclusión sexual o la cadena de demandas económicas.
Por ello sorprende y refresca ante esta vida circunscrita a la sorda lucha por el poder que haya periodistas de antaño, que no sólo investigan y llegan a descubrimientos magnificados por la primera plana y el escándalo, y a veces, la justicia.
Esta semana estará circulando una edición especial de la Revista Proceso, denominada Heroínas Anónimas, con textos y relatos también escritos por mujeres. Leí en la página web de la revista tres historias espléndidas, sin el recoveco de lo bueno o lo malo; sin la queja de víctimas en frío o la ligereza de los datos.
Leí a las periodistas Marcela Turati, Anne Marie Mergier y Cristina L'Homme, recuperando las voces de varias mujeres que narran desde su propia vida los detalles de la discriminación en Francia, la lucha por la paz que hacen las Mujeres de Negro -una organización mundial- y cómo enfrenta el pueblo Mapuche su antiguo tránsito de sobrevivencia ante el deseo de desaparecer a esa etnia en Chile.
Tres textos de otros que seguramente tiene el Especial que ya circula, me han devuelto la confianza y la seguridad de que otra cosa se puede hacer en el periodismo llamado feminista. Estos relatos y escritos periodísticos me recordaron un excelente reportaje publicado en el diario español El País, sobre la jefa de estado socialdemócrata, Jóhanna Sigurdardóttir, de 66 años, que nos la devolvió como persona.
Probablemente rearmar un nuevo periodismo más humano, sin dejar de decir lo que se tiene que decir, sería mucho mejor que el encapsulado en la supuesta militancia o la tremenda denuncia, repetitivo e ineficiente, respecto de los derechos humanos de las mujeres. Me devolvió a mis primeros años de periodista, me hizo sentir que todavía tiene sentido deambular como testiga e incesante buscadora de almas y hechos para trasmitir a quienes consumen estos medios algo más que basura.
También me hizo pensar que no es posible dejarnos avasallar por las redes sociales de mensajes vacíos, de solidaridades que no comprometen, de frases sin sentido y siempre llenas de eso, lo que llamo dogmatismo y superficialidad de pensamiento. Hay cosas para rescatarle a esta hermosa profesión reporteril, que signifique llenar otra vez los diarios de historias de la gente, con la gente y destiladas por ese hermoso gusto de la conversación, el conocimiento y el intercambio. Cosas necesarias y urgentes, que no tienen que ver con las visiones pragmáticas, amorosas o religiosas de los gastados discursos de la política o la denuncia, que tanto espacio ocupan en los medios.
saralovera@yahoo.com.mx
Hay tiempos en que más vale mirar el horizonte desde una perspectiva amplia y abarcadora, que encerrarnos en nuestras cortas ideas. Los tiempos de México exigen eso, desde cada lugar y cada profesión, actividad o militancia.
Nada ha traído de bueno al mundo lo que conocemos como dogmatismo o cortedad de miras. Una de las desgracias de la desigualdad en América Latina, que enfrentamos en México, es el silencio. No sabemos casi nada de lo que sucede a las personas, a las comunidades y a los grupos de cara a la miseria, la discriminación o la estulticia que nos va hundiendo en establecimientos estancos. No vemos más allá de nuestras narices o intereses.
En cambio, el mundo es amplio y profundo. Lleno de luces y abatido por profundos pozos de opacidad. Mientras la gente trabaja, lucha, piensa, desea, se preocupa por sí y por su entorno. Vive.
En México el periodismo está dedicado a informar sobre la violencia y la política; sobre todos esos lados oscuros que nos han ido hundiendo en el silencio. No sabemos nada de la vida interna en una escuela primaria, menos de las conversaciones en clase de las y los jóvenes de bachillerato.
Desconocemos los pensamientos de quienes transcurren entre una parada del metrobus en la ciudad de México y su último destino, de hasta 45 o 50 minutos; no miramos los rostros ni interrogamos a la multitud de funcionarias y funcionarios públicos en las ventanillas de trámites. Nos ocupamos cada vez menos de las y los humanos.
Las y los periodistas decretan rápidamente sobre sus representantes en las cámaras; sobre los integrantes y las pocas integrantes en los gobiernos, en la administración y menos sabemos qué piensa y sucede a la gente que sólo aguanta el terror de los sicarios, de las policías y los militares. Tampoco nos ocupamos de esos policías, militares y sicarios, de dónde vienen o a dónde van, qué sienten.
El periodismo nacional decreta sobre ideas y acartonadas guías ideológicas. Desgasta todas su energías en seguir la pista de los jefes o jefas de grupos políticos o de organizaciones sociales. Nunca nos preguntamos por quienes conforman esos grupos.
Tal vez por ello es tan refrescante un tipo de periodismo que no quiere dejar morir la tradición profesional de hablar con la gente, no importa el lugar, el rango, la responsabilidad o su definición ideológica. Es una lucha silenciosa, también, contra el muro de las imágenes preconcebidas o de los guiones de preguntas y respuestas construidas en esos establecimientos estancos.
Quienes comunican, desde los foros, los espacios o los despachos organizados, en sociedad civil o como funcionarias o políticos o políticas, tampoco tienen en mente a quienes sirven o pretenden representar. Hablan de luchas y combates, de propaganda que se va filtrando en las páginas de los diarios, en los despachos de las agencias de noticias, en las imágenes y sonidos de los medios audiovisuales y luego se anuncia el tiempo, el movimiento de las bolsas y se pasa a otra cosa, siempre a los deportes.
Y el periodismo de la gente, como se llaman algunas ediciones especiales, siempre está lleno de prejuicios, de respuestas a preguntas comunes, como si se tuviera que respetar una guía limitada, a veces, la vida íntima de los artistas de las telenovelas, del número de divorcios o enamoramientos. También se inclina a saber sobre y el dinero, los lados opacos de humanidad, que pareciera contener móviles inconfesables.
Se llevan y se traen, sólo en la superficie, las vidas de quienes tienen un espacio público. Nadie sabe cómo fue realmente como se constituyó una organización, ni se profundiza en las experiencias humanas de quienes armaron un día la protesta por la discriminación, la exclusión sexual o la cadena de demandas económicas.
Por ello sorprende y refresca ante esta vida circunscrita a la sorda lucha por el poder que haya periodistas de antaño, que no sólo investigan y llegan a descubrimientos magnificados por la primera plana y el escándalo, y a veces, la justicia.
Esta semana estará circulando una edición especial de la Revista Proceso, denominada Heroínas Anónimas, con textos y relatos también escritos por mujeres. Leí en la página web de la revista tres historias espléndidas, sin el recoveco de lo bueno o lo malo; sin la queja de víctimas en frío o la ligereza de los datos.
Leí a las periodistas Marcela Turati, Anne Marie Mergier y Cristina L'Homme, recuperando las voces de varias mujeres que narran desde su propia vida los detalles de la discriminación en Francia, la lucha por la paz que hacen las Mujeres de Negro -una organización mundial- y cómo enfrenta el pueblo Mapuche su antiguo tránsito de sobrevivencia ante el deseo de desaparecer a esa etnia en Chile.
Tres textos de otros que seguramente tiene el Especial que ya circula, me han devuelto la confianza y la seguridad de que otra cosa se puede hacer en el periodismo llamado feminista. Estos relatos y escritos periodísticos me recordaron un excelente reportaje publicado en el diario español El País, sobre la jefa de estado socialdemócrata, Jóhanna Sigurdardóttir, de 66 años, que nos la devolvió como persona.
Probablemente rearmar un nuevo periodismo más humano, sin dejar de decir lo que se tiene que decir, sería mucho mejor que el encapsulado en la supuesta militancia o la tremenda denuncia, repetitivo e ineficiente, respecto de los derechos humanos de las mujeres. Me devolvió a mis primeros años de periodista, me hizo sentir que todavía tiene sentido deambular como testiga e incesante buscadora de almas y hechos para trasmitir a quienes consumen estos medios algo más que basura.
También me hizo pensar que no es posible dejarnos avasallar por las redes sociales de mensajes vacíos, de solidaridades que no comprometen, de frases sin sentido y siempre llenas de eso, lo que llamo dogmatismo y superficialidad de pensamiento. Hay cosas para rescatarle a esta hermosa profesión reporteril, que signifique llenar otra vez los diarios de historias de la gente, con la gente y destiladas por ese hermoso gusto de la conversación, el conocimiento y el intercambio. Cosas necesarias y urgentes, que no tienen que ver con las visiones pragmáticas, amorosas o religiosas de los gastados discursos de la política o la denuncia, que tanto espacio ocupan en los medios.
saralovera@yahoo.com.mx
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