miércoles, 26 de septiembre de 2012

Oaxaca, lejos de la paridad




Oaxaca lejos del equilibrio representativo que rige la paridad              

Bárbara GARCÍA CHÁVEZ
Dice la teoría que desde el enfoque de género podemos ver la realidad con claror y percibir las desigualdades entre mujeres y hombres en un lugar y tiempo determinados. Utilizando esta herramienta desde sus vertientes operativas nos encontramos con datos desagregados muy desalentadores en lo que respecta al ejercicio de derechos y participación de las mujeres en los ámbitos político y económico, considerando dos premisas fundamentales:
a)  El indicador de la participación de mujeres en puestos públicos de alto nivel en México es de 8.76
b) En México,  23 de cada 100 hogares se reconoce como jefa del hogar a una mujer.
Es evidente entonces que estamos muy lejos del equilibrio en la representación que lo rige el principio de paridad, tanto en el ámbito de la representación política como en la actividad intelectual, laboral y profesional, económica y otra actividades humanas.
Sin embargo, la participación de las mujeres no es lineal, es tan disímbola como injusta. Se desarrolla inequitativamente en porcentajes desfavorables para ellas.
Mientras las mujeres representan el 41.8% de la fuerza laboral, muy cerca de la paridad, ellas ganan 22% menos que los varones; además el 70% de la economía informal está en las mujeres, lo que hace que el 57% no cuente con acceso a seguridad social, según datos del INMUJERES con base en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2011.
En el ámbito político cabe decir que el padrón nominal tiene el 52% de electoras y en las dos elecciones federales recientes se registra una votación casi paritaria de mujeres y hombres.
Aún con las últimas reformas legales en materia electoral en México, sin duda se ha avanzado en relación a las cuotas de género, logrando mayor participación de las mujeres en puestos de elección popular, han quedado rezagadas en su participación en los cargos de decisión política en la administración pública.
En Oaxaca, como la mayoría de las entidades federativas, las mujeres no aparecen en la designación que realiza el ejecutivo, lo cual parece una actitud discriminatoria per se si consideramos que la discriminación se refiere a aquella práctica cotidiana que consiste en dar un trato desfavorable o de desprecio inmerecido a determinada persona o grupo de personas.
Reforzando esta reflexión, el Instituto Interamericano de Derechos Humanos, ha definido el derecho a la participación política y el acceso a cargos públicos como: “la facultad en virtud de la cual las ciudadanas y  los ciudadanos intervienen en forma directa o indirecta en la formación del gobierno del Estado”.
Si a las mujeres no se les permite o de facto se restringe esta participación entonces están siendo discriminadas por el propio Estado.
La participación política como componente clave de la democracia tiene tres manifestaciones sustanciales: 
a) El derecho a votar y a ser elegido o elegida, 
b) El derecho de toda persona a participar en la dirección de los asuntos
públicos,  y 
c) El derecho a tener acceso a la función pública.
La ausencia de mujeres en la Administración Pública estatal, nos hace preguntarnos frente a la cacareada democratización del gobierno si no habrá mujeres capaces en Oaxaca y la única respuesta posible es “si hay muchas pero casi ninguna al gusto de quien designa o tal vez los compromisos que existen  en el grupo patriarcal de la político impiden reconocer las capacidades y talentos de las mujeres oaxaqueñas”.
La importancia de la participación de las mujeres en la vida democrática de nuestra sociedad, reside en que es un indicador de cambios profundos y estructurales en la misma, no sólo de discursos, ya que no son conjuros que posibiliten los cambios que se necesitan para trascender las desigualdades históricas.
En nuestro Estado las políticas públicas deben reforzar las libertades democráticas, desde la toma de decisiones, incluso desde su planeación deben ser ellas las actoras clave del cambio -refiriendo específicamente a las mujeres-.
Desde otro punto de vista, resultaría verdaderamente importante la inclusión de mujeres en los espacios de poder de decisión para una verdadera transformación cultural hacia la igualdad, ya que impulsa modificaciones en las percepciones subjetivas de las ciudadanas y los ciudadanos.
Es decir, la participación de más mujeres en estos puestos directivos, en términos simbólicos, construye ydifunden nuevos modelos de ser mujer, con poder y capacidad de decisión. El mensaje que su participación envía al ámbito cultural, para ambos géneros, es que compartir y ejercerel poder no es un hecho aislado, sino que puede ser una práctica cotidiana, que coadyuvaría eficientemente a revalorar  el valor de la igualdad.
Que a una mujer se le reconozca y llegue a un cargo destacado, muestra la posibilidad del cambio mismo y la superación de los prejuicios.

Las cifras
De las 15 secretarias que conforman el Gabinete Legal, una es mujer.
 6.6% de las secretarias están ocupadas por mujeres.
De las 41 dependencias que conforman el Gabinete Descentralizado, hay 14 funcionarias
34% de las dependencias descentralizadas son dirigidas por mujeres. 

Deficit democrático



Déficit democrático en materia de igualdad de género 

Norma REYES TERÁN
A lo largo de varios años, he sostenido que la infrarepresentación de las mujeres en la política contradice la esencia de la democracia y le resta legitimidad, postura crítica que la mayoría de las veces incomoda, otras tantas molesta y, hasta ofende.
En efecto, la democracia, tal como la conocemos -y tal como la imaginan muchos y muchas-, arrastra desde su origen un déficit de legitimidad, mismo que será subsanado sólo si se garantiza y practica la paridad de los sexos en el poder público, sin dejar de insistir en la relevancia superlativa que tiene democratizar las tareas domésticas y de cuidados ¡ya!
En este sentido, encuentro en las políticas públicas de igualdad una vía de acceso al futuro de las mujeres, por ello es importante alterar el perfil de caridad que hasta ahora las ha carácterizado y transitar hacia políticas que constituyan derechos.
Contra las múltiples voces de reaccionarios que reclaman más tiempo para asumir estas causas, antepongo el consenso planetario que existe para lograr la igualdad.
Una prueba de ese consenso, que lo mismo se expresa en Europa que en América, la constituyen las voces del feminismo que plantean una Democracia Paritaria.
Ahora bién, el trabajo académico sobre las falencias del derecho respecto a la discriminación de las mujeres por razones de género, debe favorecer con éxito la generación de nuevas políticas públicas en el sector justicia, desde luego en pos de superar el androcentrismo que priva en el derecho. 
En el mismo tenor, son innumerables los trabajos académicos sobre el sexismo en la filosofía, la educación, la ecología y la política que provienen del feminismo ilustrado español, un movimiento autonómo que ha sido capaz de impulsar medidas igualitarias en diversos terrenos de la sociedad y la política.
Los estudios aludidos sirven como testimonio para hacer evidente que la igualdad de género no es un concepto huérfano de respaldo social o una entelequia sin oportunidad de ser puesta en práctica.
Siendo Oaxaca el estado más multicultural de México, resulta fundamental abordar el tema de la diversidad cultural.
En Oaxaca, si bien es cierto aspiramos a construir una sociedad donde los pueblos indígenas se expresen en pie de igualdad con el resto de culturas que conforman nuestro famoso mosaico, nos oponemos a que, en nombre del respeto a lo plural, se mantenga la subordinación de las mujeres y se postergue la igualdad plena; esto resulta inadmisible desde todos los ángulos: sea como postal de nuestro folklor o como indigenismo romántico.
La sabiduría y el valor, son necesarios para defender una postura progresista como la que se plantea, pues habremos que afrontar los embates misóginos de la cultura política que prevalece en nuestra entidad y en el país.
La historia nos demuestra que es más fácil aplaudir a algunas “grandes” mujeres, que cuestionar y confrontar la misoginia persistente en los partidos políticos.
En México, el machismo no respeta signos ni colores, a la izquierda y a la derecha nos lo vamos a encontrar.
Para defender los cambios que propone la democracia feminista, requiere prepararse no sólo para el debate, sino también para la movilización.
Es necesario construir un nuevo pacto político entre las mujeres de los partidos, las feministas y las organizaciones civiles y sociales de mujeres, que obligue a los partidos políticos, a los gobiernos y a las empresas a poner en práctica las políticas de igualdad, las medidas afirmativas y la paridad de los sexos.
Transitemos a una democracia feminista.