lunes, 22 de agosto de 2011

A Reserva. COCEI, ambición e impunidad


Bárbara GARCÍA CHÁVEZ

Ahora es la COCEI quien confirma que tan desafortunada alianza política, lejos de impulsar el crecimiento democrático en Oaxaca, ha resultado un error garrafal, no por la coalición misma entre derecha e izquierda, sino por la evidente falta de acuerdos programáticos y consensos tanto en el legislativo como en el rumbo de políticas y acciones públicas.

¿Qué vemos?

El protagonismo y la ambición de los partidos aliados, de grupos y tribus al interior de estos y de organismos sociales “independientes” -que parecen tomar fuerza más en pronunciamientos mediáticos que en su base social, que en muchos casos no existe.

Sin embargo cuando el gobierno del cambio llama a ciudadanizar instituciones y decisiones, estos grupos se han convertido en verdaderos caníbales, dispuestos a todo para adquirir mayores prebendas económicas, superioridad política frente los otros y hasta canonjías que les implique impunidad.

La unión de pandillas que habían estado dispersas y hasta confrontadas en los últimos años, pertenecientes a la COCEI, algunas de ellas formalmente se habían desprendido de la istmeña organización, en franca unión con el PRI –Héctor Sánchez- y reacomodado discretamente en el gobierno de Gabino Cué, mediante nombramiento de su compañera en la Dirección del Centro de Justicia Restaurativa de la PGJE, Jasibe Valencia de los Santos. Otras más lo habían hecho de facto, con acuerdos ventajosos.

Pero cuando la coalición por la paz y el progreso tomó fuerza electoral, fuera y dentro del PRD dirigieron sus esfuerzos electorales al lado del entonces candidato Gabino Cué logrando su acomodo, tanto en la legislatura local como en la nómina del ejecutivo.

Los dirigentes históricos de la COCEI y su segunda generación, los muchachos, que han logrado empujar poco a poco, utilizando la fuerza política al imponer sus huestes mas allá de su región originaria, van eslizando sus tentáculos y adquiriendo a través del PRD y del PT espacios donde asientan su salón de negociaciones en la mismísima capital, a veces apagando las luces.

Todos ellos –nótese el predominio masculino- Roberto López Rosado, Leopoldo De Gives, Héctor Sánchez López, Mariano Santana López y Alberto Reyna Figueroa, formando un aguerrido frente común, levantando la voz. Qué se oiga bien dentro el palacio de gobierno, faltaba más ¿Qué Gabino Cué y su camarilla vallista no saben quiénes son los istmeños del poder? Los coceistas.

Por años, por dos largos periodos gubernamentales los hombres del poder, los tecos, al mando se adueñaron de todos o casi todos los espacios políticos con el destino del presupuesto y la negociada repartición –claro entre ellos- bien consensuados entre priistas y coceístas, al fin todos paisanos. Los malos y los menos malos.

Y los vallistas, la banda diodorista, la vallistocracia, que esperaron por años la justicia divina para recuperar lo que afirman fervientemente ya les tocaba, ya era hora de echar a los fieles herejes de San Vicente, zapotecas venidos a más.

Como en los viejos tiempos, sanvicentiños contra porfirianos, fanáticos contra herejes, hoy se trata de los incendiarios coceístas por extender el reconocimiento a sus privilegios, impunidad y derechos de tanto.

Ahora, la Coalición Obrera, Campesina y Estudiantil del Istmo -la primera fuerza política de izquierda que ganara una elección municipal en México en 1981, en Juchitán de Zaragoza con el registro del PSUM- que no había perdido desde entonces, extrañamente con la coalición por la paz y el progreso en el pasado proceso electoral, fue Juchitán uno de los pocos municipios en Oaxaca que ganó el PRI.

Es decir, después de 20 años fue recuperado en plena efervescencia política de la entonces oposición y descredito del partido tricolor. Algo había que dejarles a los paisanos istmeños, al fin amigos: José Murat, Rito Salinas, Jorge Toledo, Adolfo Toledo, Emilio Mendoza, José Antonio Estefan Garfias, Miguel Ángel Ortega Habid y el mismo demonio Ulises Ruiz, que no es de nacencia pero como si lo fuera.

Todos, los unos y los otros, los istmeños de cualquier color han formado grandes redes de corrupción disfrazadas en el ejercicio del poder, abusos, autoritarismo y prepotencia; fortaleciéndose unos a otros desde el gobierno del Estado que aprendió convenientemente a “convivir” con el Juchitán de la COCEI.

Políticos institucionales, revolucionarios de alcurnia istmeña y revolucionarios de corte “marxista”, ambos emprendedores caciques, distanciados de las causas sociales de su pueblo, gobernantes de poca conciencia, que frente al grupo de vallistas, cínicos y rapaces, no son de confiar; pelean y se despedazan, con denosstaciones vulgares sin ser ni un ápice mejores unos de otros.

Ahí los tienes gobernador, otros que se te salen del huacal, estos serán tus peores enemigos si no les llegas al precio. El gobierno del cambio, el de la paz y el progreso, amenaza con otro descalabro, que seguramente restará rating al joven gobernador de Oaxaca.

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