Palabra de Antígona
El año de las Reformas exigibles
Por Sara Lovera
Los balances sobre el desempeño del primer año de
gobierno de Enrique Peña Nieto, son diversos, relativos y muy críticos. No
podría una decir que tenía esperanzas de una revolución. Lo que toca a las
mujeres me llama la atención, por diversas razones. Es decir, para reflexionar
y tomar nota. Yo diría que estamos frente a hechos y leyes que son exigibles y
ofrecen un enorme campo de acción.
La situación y condición de las mexicanas es tremenda.
Las cifras que el gobierno ofreció al comienzo de la administración no
sorprenden. Ratifican. La violencia contra las mujeres se duplicó; creció hasta
400 por ciento en el noreste del país; el hambre alimentaria es una realidad
lacerante ligada a la condición subordinada de todas las mujeres, pero
especialmente de las más pobres; la discriminación, significa que muchas
mujeres aún tienen que pedir toda clase de permisos, hasta para votar; la
desigualdad en materia de representación política obliga a un cambio profundo,
donde urge derribar el machismo en los partidos políticos, entre los caciques
locales y en la vida diaria. Hay una resistencia fundamental en los órganos de
poder político.
La ratificación de que se crearon poderes gigantescos en
los gobiernos estatales, de la cuestión electoral al manejo de los recursos
para la Educación, la indiferencia ante la violencia contra las mujeres, y la
pérdida de control gubernamental y de Estado, ha sido delineada y admitida. Los
conflictos han dado lugar a muy diversos reconocimientos. Claro, me dirán, y a
las tímidas acciones.
La corrupción, el desaseo del trato a los medios de
comunicación, la continuada violencia contra los medios es también un dato
oficial, y del gobierno de Peña Nieto también provino la certeza de que no era
posible mantener el duopolio comunicativo.
Ello, dicho así, sólo para plantear que la vuelta del PRI
al poder, ha significado toda clase de debates. La apuesta del Pacto por México
no aguantó los 12 meses. Se trataba de una apuesta de cogobierno que ya hizo
agua. Pero lo que hubo fueron reformas, dos de ellas sustantivas: la de
comunicaciones y con todo y las críticas, la de Educación, ambas largamente
esperadas, deseadas.
Otras importantes, pero apenas iniciales.
Yo destacaría una de gran importancia para las mujeres,
si se la sabe leer y exigir. La tercera línea del Plan Nacional de Desarrollo,
para transversalizar la perspectiva de género en toda la administración pública
es una novedad reivindicativa. Significa que ningún servidor público,
secretario, director de algún órgano desconcentrado o descentralizado,
presidente municipal o político, puede hoy evadir su responsabilidad, puesto
que sólo así los derechos de las mujeres podrían hacerse efectivos.
Yo no creo en el bendito y aclamado presidencialismo.
Pero si el gobierno federal se compromete a esto, entonces tendría que
desaparecer la simulación: los tallercitos de tres horas para educar en género
a los funcionarios; los presupuestos pírricos para enfrentar el tamaño del
problema de la violencia contra las mujeres; la falta de “armonización” de las
leyes y mecanismos de evaluación transparentes, que nos digan dónde está el
dinero y los obstáculos. Donde se halla el control, porque hay secretarios de Estado
que todavía hablan eufemísticamente de la desigualdad. Ya es hora señores
funcionarios y señores gobernadores. Hay situaciones inaceptables en los
órganos de promoción de los derechos de las mujeres en los municipios.
Y resulta que el 26 de noviembre en Tlapa, Guerrero, Peña
Nieto dijo ¡ya basta¡ a la vergüenza de la violencia de género. Y ahí
llamó a los gobernadores a entrarle a un problema que han querido menospreciar,
al que no le ponen interés y mantienen la complicidad y la impunidad. Toca ahora
ver si Peña Nieto indica, promueve, hace, que las recomendaciones
internacionales se cumplan. Hay temor que los centros de justicia se
conviertan en enclaves de la burocracia o nueva simulación. ¿Dónde está la
estrategia en los tribunales? ¿En los ministerios públicos? ¿En los medios de
comunicación?
También es un indicativo de respuesta a la sociedad
civil, el cambio en el Reglamento de la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida
sin Violencia, referido a la declaratoria de la Alerta de Género y aunque ha
parecido limitada, obtusa y discordante, lo cierto es que ahora definirán la
posibilidad de la Alerta, un grupo de expertas, por estado, municipio o región.
No debíamos sólo defenestrarla sino exigirla. Esto es, con el nuevo
ordenamiento, probar, llevar las demandas de alerta y reconocer que las
expertas son las que ha definido la academia, las organizaciones de mujeres y
las feministas. Es decir, habría que mandar todas las demandas y ver qué pasa.
Lo mismo hay que analizar cómo se hará el reparto de los
nuevos presupuestos. Antes que decir que no pasa nada, ver hasta donde dan los
compromisos. Y es que con la cruzada contra el hambre, se quiere tapar el tema
de las desigualdades de género. Habría que echar un buen ojo en cada discurso y
cada reforma. Ponerse al día, demandar con conocimiento de causa y en su caso,
entonces defenestrar.
Yo digo que la reforma de mayor calado es la del artículo
6º. y 7º. Constitucionales donde se releva la importancia de trasmitir en los
medios de comunicación información de calidad, plural y donde se habla de
ofrecer canales radioeléctricos para la sociedad. Nos estamos tardando.
Y la otra, la que propone el 50/50 en la representación
política de las mujeres. No se sabe dónde quedó. No he visto, no he
conseguido saber si ello se intentó poner en la reforma política que ya está
cocinada. No vi manifestaciones femeninas pidiendo que eso lo hagan todos los
gobernadores, todos los diputados, todos los asambleístas, no me he dado cuenta
si las diputadas y militantes ya lo discutieron con sus partidos políticos.
Yo creo que el aire reformador, considerando que hay
cosas que no pasarán, pensando que la cuestión del petróleo nos convoca a la
rebelión, no debiera echar, como siempre, a un lado los posibles avances de los
derechos de las mujeres o el plan de exigencia organizado. Ahora resulta que
efectivamente hay más voces oficiales sobre la urgencia de la igualdad
sustantiva, de hecho, que en el movimiento social de las mujeres. Salvo
reconocibles excepciones. Eso sin contar con las reformas Constitucionales
sobre los Derechos Humanos que habría de exigir.
Sí. Peña Nieto no ha podido quedar bien con nadie. Pero
también es cierto que en su circunstancia, sabedor que no tiene todas con él,
que el conflicto se siembra y expande por todas partes debido a la desconfianza
bien ganada, da un espacio de coyuntura para que nos cumpla, para que realmente
él mismo se ponga a estudiar género; para que no sea una suma de ilusiones el
Programa de Igualdad ni quede sin eco el tema del plan de prevención, atención
y erradicación de la violencia contra las mujeres. En el tablero del ajedrez,
todas las piezas cuentan. ¿Dónde está la movilización?
Durante mucho tiempo hemos estado esperando. Sabemos del
engaño sistemático y la simulación gubernamental. Pero si no podemos movilizar
a millones de mujeres, que se quedan entretejidas en la disputa del poder, que
pone en primer plano lo que los hombres siempre dicen, la política de altura,
la que tiene que ver con las “grandes” decisiones, “la riqueza de la nación”, y
¿las mujeres? Ellas, miles ahora en las calles contra la Reforma Educativa y la
privatización del petróleo. Me pregunto porque no hay miles demandando la
igualdad sustantiva, verificando el presupuesto, señalando dónde –nuevamente
hasta el cansancio- están los enclaves de la violencia y el asesinato contra
las mujeres. Ya es tiempo.