Discurso de Marcela Lagarde
En la Sesión Solemne del Senado de la República
al recibir el
reconocimiento Elvia Carrillo Puerto
6 de marzo de 2014
Gracias.
¡Qué tal!, estamos contentos.
Secretario; senadoras, senadores, diputadas, diputados, colegas,
amigos, amigas, mi familia, mi hija:
Me honra recibir el reconocimiento “Elvia Carrillo Puerto”.
Lo hago en persona para mí, pero también como integrante de un
movimiento maravilloso que fluye en el mundo en nuestro país, el movimiento
feminista.
Me conmueve porque se trata de un reconocimiento republicano,
una muestra de un compromiso político con las mujeres y con la igualdad de
género.
Este reconocimiento, por lo que sé, fue impulsado de manera
plural, como muchas veces trabajamos las mujeres; por legisladoras que por
cierto todavía hacen política en desigualdad de género y emiten con este
reconocimiento un potente mensaje político a la nación al elegir a Elvia
Carrillo Puerto, y no a otra de nuestras antecesoras.
Yo me identifico con ella en sus definiciones identitarias –qué
casualidad, como mujer de izquierda, socialista y feminista, crítica y
propositiva-.
El gran aporte del feminismo a la modernidad es la crítica
política al hacendado patriarcalismo estructural, al androcentrismo, a la
desigualdad que genera, a la discriminación estructural al androcentrismo,
a la desigualdad que generan, a la discriminación que propicia la
violencia, el cúmulo de injusticias que generan sociedades opresivas de corte
patriarcal como la nuestra.
A la par de la crítica el feminismo siempre ha planteado
alternativas a ese mundo de exclusión de las mujeres, de supremacismo de los
hombres, de opresiones varias, de discriminación de género.
Desde antaño las feministas han imaginado siempre como cambiar
la vida de las mujeres y de los hombres, y el mundo, tal y como sucedió durante
una buena parte del Siglo XX en la historia a la que pertenece Elvia Carrillo
Puerto; la causa feminista que no antecedió se prolonga en nosotras, en ese
devenir hemos profundizado y avanzado, pero casi un siglo después continuamos
construyendo derechos que nos son escamoteados y se nos niegan, impulsando
cambios, para transformar la condición de las mujeres y lograr que los hombres
y las instituciones cambien también.
Es la hora de decirlo, no sólo debemos cambiar las mujeres, requerimos
que los hombres cambien sustancialmente, que cambie nuestra cultura con la
eliminación de esta enajenante discriminación de género.
Los anhelos políticos de Elvia Carrillo Puerto y sus
compañeras de los diversos movimientos feministas en los que participó y
partidistas, socialistas, eran el acceso de las mujeres a la educación;
educación sexual, control de la natalidad, libertad sexual, amor libre, como ya
dijeron mis compañeras.
Trabajo digno y participación política, incluyendo el derecho al
sufragio. Nosotras también somos sufragistas, seguimos luchando por el derecho
pleno al sufragio. A ella misma le tocó vivir obstáculos a los mínimos avances
de las mujeres, incluso lo sabemos fue amenazada de muerte, lo que ocasionó que
se alejara de las vida pública.
En la actualidad no nos extrañemos, hay mujeres en México
amenazadas por exigir sus derechos, por participar en política, por ser
defensoras de mujeres víctimas de violencia, perdónenme pero voy a tomar un
traguito de agua, a pesar de cambios positivos que hemos logrado en la
condición de mujeres, estos cambios se han concentrado sobre todo en mujeres de
clases altas y medias, y de elites diversas, así como ha habido cambios
parciales pero siempre intermitentes y frágiles en mujeres de franjas sociales
populares.
Con todo, la mayor parte de las mexicanas hoy vive en pobreza,
como quiera que se mida, con altos grados de marginación, explotación, y
violencia, con sufrimiento; la mayoría de las mujeres es responsable en nuestro
país del trabajo doméstico, aunado al trabajo público, casi siempre informal
con la mitad del pago que se hace a los hombres, sin derechos sociales, con
grandes cargas familiares de cuidado y sin visos de que eso cambie a menos de
que haya voluntad política por el empoderamiento de las mujeres.
Decenas de miles de mujeres han migrado en pos de oportunidades,
es cierto, pero también de libertad, lo han hecho para salvarse.
En nuestros días reivindicamos de nuevo el acceso al trabajo
digno, como lo hicieron hace un siglo nuestras antecesoras; pero el trabajo
como un derecho y el empleo generador de derechos, salario justo, jornada
justa, en pos de la independencia y la autonomía que queremos para todas las
mujeres.
Planteamos además el fin de la doble jornada de trabajo y la
ampliación de lo público en el soporte de los cuidados; desde luego ocupan un
lugar central los derechos sexuales y reproductivos sin restricción, y la
libertad sexual también, el amor libre, desde luego, de pensamiento, libertad
de creencias, libertad de afiliación política, libertad de participación;
libertad de comunicación, libertad de tránsito en este país; libertad horaria
para las mujeres que no podemos salir después de las ocho de la noche de
nuestra casa.
La utopía que contribuimos a crear a través de infinidad de
topías, de logros y avances en el aquí y el ahora, de décadas atrás, contiene
esta utopía, la solución a estos grandes problemas nacionales, nosotras los
hemos propuesto en todos los foros nacionales, internacionales; en los
congresos, en todo sitio, sabemos cómo.
El feminismo ha investigado y sabe como enfrentar estos grandes
problemas nacionales, y me atrevo a llamarlos así como Molina Enríquez llamó a
los grandes problemas nacionales de manera precursora de la Revolución
Mexicana.
La problemática de la desigualdad forma parte de los grandes
problemas nacionales. Tenemos un nuevo paradigma que ofrecer, que proponer, que
construir, es el paradigma que se llama así del desarrollo humano sustentable,
fue creado por un trío de grandes investigadores del PNUD que debe honrarnos
que sean del PNUD, Martha Nussbaum, Amartya Sen, el primer Premio Nobel
de Economía no Neoliberal; y “Magbuj Huljac”, tres pensadores
maravillosos que crean una propuesta para salir del infradesarrollo humano.
Este paradigma contiene la posibilidad real del desarrollo de
las mujeres, es un paradigma, desde luego contrario y opuesto al
neoliberalismo, al capitalismo depredador y patriarcal.
En términos económicos, el paradigma del desarrollo humano
implica una vía redistributiva de la riqueza social acumulada, basada en la
satisfacción de las necesidades vitales de todas las personas, y en términos
sociales y políticos en la eliminación de las desigualdades, todas, la
exclusión y la marginación.
También se propone el desarrollo de capacidades personales y
grupales en la sociedad. El paradigma del desarrollo humano sustentable en la
perspectiva de ONU MUJERES, con permiso, contiene el adelante y el
empoderamiento de las mujeres, implica el acceso a la educación en todos los
niveles, y la eliminación de las brechas, incluso la última, la de las nuevas
tecnologías; implica también el acceso a la salud integral de calidad durante
toda la vida, y en especial a la salud y los derechos sexuales y reproductivos.
Con la indispensable eliminación de obstáculos, ¿cuáles son
estos obstáculos? La violencia, y por eso decimos con Belem do Pará,
luchamos, trabajamos por la erradicación de la violencia de género contra
mujeres y niñas, eliminación de todas las formas de discriminación como lo planteó
la CEDAW, que es parte de nuestra legislación, y desde luego la
eliminación del supremacismo de género así como de las injusticias y el acceso
de las mujeres y las niñas a recursos indispensables para la vida, a
oportunidades para lograr en efecto una condición vital aceptable, solo
aceptable.
El núcleo de la para lograr en efecto una condición vital
aceptable, sólo aceptable.
El núcleo de la
utopía feminista que se ha fraguado durante tres siglos en el mundo se
sintetiza hoy en el campo de las mujeres en eso que llamamos la vigencia de los
derechos humano de las mujeres y las niñas, y eso en el camino hacia la
igualdad entre mujeres y hombres.
Qué son los derechos
humanos de las mujeres y las niñas.
A mí me gusta
verlo como un pequeño ramito, un ramito de derechos, empezando por el
derecho a la vida en primera persona sin tener que trascender por nadie y por
nada, el derecho a la vida libre de miedo y violencia, pasando por el derecho a
ser lo que una quiera hacer como lo afirmó la comandanta Esther en la tribuna
de la Cámara de Diputados y concluye con el derecho a la participación
política y la toma de decisiones en condiciones de igualdad, no es mucho,
es un ramito de derechos humanos para hacer posible la vida de las mujeres, hoy
decimos igualdad plena, pero también le aumentamos sustantiva y luego llegó la
efectiva, y además queremos igualdad de resultados.
De acuerdo con la
Declaración de Derechos Humanos de Viena de 1993 que reconoció por cierto la
condición humana de las mujeres y asumió los derechos de las mujeres por
fin como derechos humanos, como dice Alda Facio: “El año en que nos
volvimos humanas las mujeres”.
Elvia Carrillo Puerto
participó, como todas nosotras, en la construcción de la ciudadanía de las
mujeres a lo largo de toda su vida, incluso cuando se retiró de la actividad
pública por amenazas de muerte.
Quiero sólo
citar una de las organizaciones de las que formó parte, es el entrañable frente
único pro derechos de la mujer, algunas cintas dicen que tuvo 50 mil afiliadas
en el país, otras 70 mil, ya quisiéramos, ya quisiéramos.
Ese frente único pro derechos
de la mujer contó con militantes, activistas, además de Elvia Carrillo Puerto,
mujeres entrañables, mujeres de izquierda, feministas connotadas como Frida
Kahlo, María Izquierdo y otras intelectuales, artistas, escritoras, maestras,
empleadas, campesinas, estudiantes, decenas de miles levantadas por los
derechos de las mujeres.
Dicho frente exigió
el derecho al voto para las mujeres, es un antecedente clave para lograr el
derecho al voto que no fue una concesión graciosa de nadie, como nos enseñaban
en la escuela, sino el resultado de la incidencia política de diversos
movimientos también internacionales.
Para las
contemporáneas el derecho al sufragio abarca muchas cosas, abarca el derecho a
votar, ya lo sabemos, pero también el derecho a ser votadas, y también el
derecho a presentar legítimamente los intereses públicos, comunitarios, los
intereses de la ciudadanía, implica el sufragio el derecho a gobernar en
igualdad y con paridad que hoy ocupan nuestros afanes.
Quiero decir aquí que
recibí hoy un correo electrónico en el que nuestra magistrado Carmen
Alanís Figueroa nos comunica a todas en red que en el municipio de San
Bartola Coyotepec, Oaxaca, se logró enfrentar un problema de desigualdad
político-electoral, y por primera vez que el Tribunal Electoral directamente
pidió a una comunidad indígena regida por su sistema normativo ancestral
a que registre mujeres como candidatas para formar parte de sus autoridades,
nos dice nuestra magistrado.
De la utopía, las
feministas siempre, como se vio, transitamos a la utopía, a lo posible, lo
realizable, aquí y ahora, no sólo proponemos, hacemos, transformamos, somos
constantes, piensen, pensemos juntas, juntos, qué país requerimos para
erradicar la violencia de género en la casa y en la calle, para erradicar la
violencia feminicida y el feminicidio que nos abofetean día con día desde hace
años.
Qué país necesitamos
para saciar el hambre y erradicar la pobreza, para eliminar la mortalidad
materna y el embarazo adolescente, el contagio del VIH, la alarmante extensión
del papiloma ente las adolescentes y las jóvenes.
Qué país para que
adolescentes jóvenes y marginadas no sean insultadas y maltratadas al hacerlas
parir en el baño o en el patio o afuera de la clínica que debería albergarlas o
para que no se mueran más de una docena de criaturas al nacer en un solo
hospital en un estado de nuestro país .
La respuesta, tal
vez, me parece que va por ahí, está en construir un país solidario; solidario
con las mujeres, está en construir un país solidario; solidario con las
mujeres, con las niñas, las adolescentes, las mujeres de mediana edad, de
terciana edad, las viejas, las ancianas.
Un país que pueda reconocer y valorar la condición humana de las
mujeres, no es mucho, un país en que su gente sea capaz de sentir empatía y
movilizarse por la calidad de vida de las mujeres, en el que las instituciones
de justicia hagan justicia, a Ernestina Ascencio, violada de manera tumultuaria
hace siete años por soldados y muerta dos días después de gastritis.
Fin a la impunidad,
dijimos al tipificar el feminicidio y lo sostenemos.
Hoy el caso de Ernestina Ascendió está ante la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos.
Aspiramos a que en
este proceso, si la Corte lo acepta, haga justicia, como lo hizo en el caso del
campo algodonero que en que por primera vez ante casos de feminicidio un
gobierno fue considerado culpable de no garantizar el derecho humano de
las mujeres a una vida libre de violencia, de acuerdo ahora con nuestra ley y
desde antes la Convención Belém Do Pará.
La injusticia
continua en nuestro país, aún en casos de defensa propia, como ocurrió con
Yakyri Rubio, quién se defendió de su violador, pasó seis meses presa y por fin
ha salido de la cárcel, a continuar el proceso en libertad, pero sigue acusada
de exceso de fuerza en defensa propia y deberá pagar 400 mil pesos que
tenemos que juntar entre todas las personas que estamos aquí, podríamos aportar
cada quien una cantidad, yo lo propongo como parte de este reconocimiento.
Qué país, para
que las periodistas y las defensoras de derechos humanos no sean acosadas,
hostigadas, incluso asesinadas, víctimas de defensoras de derechos humanos no
sean acosadas, hostigadas, incluso asesinadas, víctimas de feminicidio en el
ejercicio de su trabajo.
El país urgente es el
que cumple sus compromisos internacionales, y cumple las recomendaciones de la
CEDAW, de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, de Amnistía
Internacional, de otros organismos, y desde luego, de todas las redes civiles
de mujeres y feministas que damos vida a la defensa de los derechos humanos de
las mujeres en nuestra tierra.
En el país que
anhelamos, parece una perogrullada, pero la justicia debe ser justa a tiempo,
sin dilación, sin equivocaciones, sin omisiones, sin colusión, sin negligencia,
sin corrupción.
En la valoración,
este país tendrá, como un principio, la valoración de la diversidad por parte
de la sociedad y del Estado, que deben ser capaces de igualar a los diferentes,
y de lograr el respeto a la diversidad.
Las mujeres indígenas
y sus pueblos y comunidades deben ser reconocidos y respetados en su dignidad y
derechos; en igualdad y con libertad, como deben serlo las mujeres lesbianas,
las mujeres bisexuales, las mujeres transexuales, y las mujeres transgénero, y
cualquier otra categoría de género que se nos antoje inventar, hasta las
heterosexuales también; las mujeres enfermas, las mujeres con discapacidades
varias, todas nosotros y nuestras familias que podamos vivir investidas de
derechos y en convivencia democrática.
Hace más de 50 años,
otra entrañable feminista, Rosario Castellanos, académica universitaria
maravillosa, escritora nuestra, feminista entrañable, reflexionaba en su poema
“Meditación en el umbral sobre la condición opresiva y enajenante de las
mujeres, y afirmaba:
“Debe de haber otro
modo que no se llame zafo.
Debe de haber otro
modo que no se llame Mesalina, ni María Egipciaca, ni Magdalena, ni Clemencia
Isaura.
Otro modo para
nosotras de ser humano y libre.
Otro modo de ser”.
Me parece a mí que en
este poema maravilloso, en su pregunta hay una respuesta, es una pregunta
afirmativa. Ahí encontramos su reflexión:
“Había que
desapegarnos de estereotipos patriarcales”, que ella menciona en todos estos
nombres de mujeres de la literatura.
“Había que
desapegarnos de esos estereotipos que nos fueron asignados, pero también no
voltear al lugar del hombre, ese hombre paradigmático, sujeto, excluyente,
supremacista, como referente”.
“Tampoco deberíamos
seguir en la visión patriarcal del mundo, todo ello para empezar a ser libres”.
Lo hemos hecho.
Resolvimos el
acertijo con una “A”.
La respuesta no es la
de ser humano y libre, la respuesta es ser humanas y libres con “A”, como
dijera Griselda Alvarez, con arduo camino de una “A”, que no consiste sólo en
hablar en femenino, sino en vivir en feminista.
Las feministas
optamos por cambiar nosotras mismas a nuestro entorno, la vida cotidiana y
también al Estado.
Y al Estado ¿Por qué?
Para que deje de ser parte del problema, y para que pase a ser parte de las
soluciones, como vamos viendo que avanzamos, pero queremos que prevalezcan en
el Estado y se fortalezcan las tendencias democráticas y de bienestar social,
al eliminar estructuras sexistas, clasistas, racistas, discriminatorias y
violentas, para dar paso a una sociedad solidaria y a un Estado democratizado,
un Estado reformado para el Siglo XXI transparente.
Queremos un Estado
transparente, compuesto por instituciones efectivas, profesionales, honorables
y confiables que superen la ilegalidad y haga prevalecer el estado de derecho
en nuestro país.
Queremos una sociedad
que por fin pueda vivir en paz y desplegar una cultura de paz.
Las feministas como
Elvia Carrillo Puerto, y todas, trabajamos por tejer ese país, y desde luego
también un mundo global de cooperación solidaria, todo ello basado en ese
desarrollo comprometido por lo sostenible con el planeta, pero por lo
sustentable con la gente, con las personas que estamos en ese planeta.
Una sociedad que pueda comprometerse con lo que la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de 1948 estipula en su parágrafo 28.
¿Quieren que se los lea?
Dice: “Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden
social e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta
declaración se hagan plenamente efectivos. Es un derecho humano que se creen
ese tipo de condiciones para la vida”.
-Nadie lo ha dicho mejor que la filósofa malagueña, que estuvo
trasterrada en México como parte del exilio español, la filósofa María
Zambrano, a la que respeto muchísimo.
Y reflexionado sobre la democracia, María Zambrano dijo, la voy
a citar:
“Si hubiera que definir la democracia, podría hacerse diciendo
que es esa sociedad, en la cual no sólo es permitido, sino exigido ser
persona”.
Y pienso yo: “Que ser persona se inicia como planteó Hannah
Arendt, con el primero de los derechos: el derecho a tener derechos.
“Por la vida y la libertad de las mujeres y las niñas”.
Muchas gracias.