Francesca
Gargallo
Las mujeres
la otra mitad de las ideas
*Al escribir
no necesito hacer actos de fe sobre el feminismo
Soledad JARQUÍN EDGAR
El humano necesita ser dicho también por una voz
femenina, sostiene Francesca Gargallo, escritora, maestra universitaria y
feminista, quien hace un recuento de su vida personal y de cómo la vida la
llevó a recorrer múltiples lenguas hasta encontrarse con el castellano.
Hurgar es una acción que le gusta a Francesca
Gargallo, la imposición la rechaza. Hurgando descubrió a otra hurgadora,
Cristina Rivera Garza, a quien califica entre las “grandísimas” escritoras
mexicanas y sostiene que no hay ciudadanía completa ni ninguna literatura
completa sin las mujeres, a menos que sean androcéntricas, y llama a recuperar
la realidad, las ideas y las estéticas de las mujeres, más de la mitad del
mundo. La historiadora de las ideas feministas rechaza la imposición, a ella le
gusta escuchar y conocer a las otras
sin necesidad de preguntar para así
conocer la construcción del feminismo, afirma.
Gargallo, autora de novelas como Estar en el mundo,
Marcha Seca y La decisión del capitán;
de cuentos como Verano con Lluvia o Mi amor sin vuelo, e investigaciones como
Garífuna, Garínagu, Caribe; Ideas Feministas Latinoamericanas, Saharaui, entre
otras muchas sostiene que el problema de algunas mujeres que escriben libros (pero
especialmente de aquellas que escriben libros de recetas de cocina) es que
reproducen el patriarcado y lo que éste quiere que se diga de las mujeres.
En un encuentro en Oaxaca, a propósito del anuncio de
una nueva novela que ha sido publicada y que recién está disponible al público,
denominada Al paso de los días, destacó
la aportación de Elena Poniatowska a la literatura mexicana, justo unos días
antes de darse a conocer el Premio Cervantes de Literatura para la escritora
mexicana y son casualmente su vida y la de Poniatowska, historias parecidas.
Elena nació en París y radica en México desde que tenía 10 años; Francesca es
siciliana y está en este país desde los 23 años, siendo ya una Filósofa
egresada de la Universidad de Roma, pero escogió México para estudiar su
maestría y doctorado en Estudios Latinoamericanos en la UNAM.
De Poniatowska, Gargallo sostiene que escribió un
maravilloso libro: Hasta no verte Jesús mío, mediante el cual en los años
sesenta, se abre en México una alternativa frente a la dominante literatura
masculina de aquellos años. “Hasta no verte Jesús mío es una novela
absolutamente importante en ese momento de la literatura mexicana, porque
primero que todo le apunta a un verdad histórica, una historia que acaba de
suceder y donde hay testigos vivos”.
Destaca entre esa literatura de mujeres La República
Femenina que en 1936 escribió Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, adelantándose
50 años al feminismo de la diferencia de cualquier parte del mundo. Juana Belén
Gutiérrez de Mendoza planteaba que lo que se necesitaba era no pelear por el
voto porque finalmente tendría que elegir a un hombre, un hombre que solo me va
molestar e impedir decir la verdad, decía la periodista mexicana de principios
del siglo XX. Por supuesto, añade, todas las monjas rojas que pedían el voto la
tacharon de reaccionaria.
Escribir
detrás de una factura
Por otra parte, Francesca Gargallo dice entre risas
que para escribir una idea usa cualquier sistema de escritura y cualquier
soporte, escribo sobre servilletas, en libretas, en la parte de atrás de una
factura que después no sé como comprobar o en la computadora, “pero me da el
ataque cuando me surge una idea genial y la pinchurrienta computadora se tarda
tres minutos en prenderse”, por eso recurre con frecuencia a “la santa libreta”.
Explica, sin embargo, que la escritura a mano tiene una enorme ventaja, porque
necesariamente obliga a la revisión y no permite corregir, y otro problema es
de carácter ecológico, “debemos saber si el portal de la computadora ocasiona
más muertos que el corte de árboles para (obtener) el papel, porque la verdad
es que mientras no haya justicia los escritores podemos ser cómplices de la
explotación ecológica que cobra vidas humanas en Congo, en Cherán (Michoacán) o
en la Sierra Juárez (Oaxaca), al final
los talamontes son asesinos.
La escritora, quien sostiene que no necesita hacer
actos de fe sobre su feminismo cada vez que escribe se refiere a sus novelas. A
toda la gente le gusta más Estar en el Mundo, menos a mi, indica y vuelve a
reír a carcajadas para luego contar que mientras la gente cree que esa novela
se escribió en medio de un escenario de felicidad, lo cierto es que estaba en “una
crisis de amor espeluznante” y en cambio la Decisión del Capitán sí fue escrita
en tanto estaba en obnubilada por el amor a su hija Helena, recién nacida. Y
como Miguel, el personaje central de La Decisión del Capitán, era un mestizo,
ella traía al mundo a una mestiza una sículazapoteca. Por eso y otras cosas,
que van desde su afición por montar a caballo, le hicieron pensar muchas veces
en lo mucho que ella se parecía a Miguel.
Soy
siciliana no italiana
Francesca Gargallo nació en Siracusa, Italia. Pero
sostiene que es siciliana no italiana y que el estado italiano le quitó su lengua
materna. Vivió hasta los seis años en
Sicilia donde permanecieron hasta que nació su hermano varón y sólo hasta
entonces toda la familia fue llevada a Roma, un primer alejamiento de su
espacio amado, donde ella corría detrás de los borregos, andaba descalza,
amasaba pan, consumía las mejores naranjas y limones que hay sobre la tierra,
podía mirar el mar, y tal vez lo peor es que es entonces cuando pierde su
lengua materna.
Instalada la familia en Roma, se siente prisionera de
las nuevas reglas: comer con cinco cubiertos, sentarse derechita en la mesa,
utilizar zapatos y debe aprender a leer y a hacer cuentas en francés, porque
sus padres ricos decidieron que era lo mejor para las niñas. Pero Francesca no
tenía interés en la lengua gala, razón a la que le atribuye haber sido siempre
la última de la clase.
Para entonces, apunta, hablaba tres lenguas pero no
entendía nada, había perdido el alemán de su nana, el siciliano de su infancia
y el francés de la escuela de donde la sacaron para inscribirla en el colegio
público como resultado de su bajo rendimiento escolar, por lo que a los 13 años
debió hablar y escribir en italiano.
Tan pronto cumplió los 23 años, Francesca Gargallo
adoptará una nueva lengua, el castellano, cuando en 1979 vino a estudiar su
maestría y después su doctorado en Estudios Latinoamericanos. Pero el
castellano, dice, le resultó una lengua “más simpática” que el italiano, que
nunca le cayo bien.
Lecturas
feministas
“Como muchas niñas de clase alta a mi se me educó para
ser idiota, con lecturas pasadas de tiempo”, refiere sin empacho alguno en un encuentro
con sus lectoras, admiradoras y alumnas del Diplomado en Estudios de las
Mujeres, Género, Feminismos y Descolonización a quienes cuenta que fue durante
unas vacaciones de verano cuando en casa de una amiga descubrió Los Mandarines,
de Simone de Beauvoir, por lo que conoció a la feminista francesa primero como escritora y
12 años después a través del Segundo Sexo.
Después empezó a leer a Marguerite Yuorcenar, personaje
muy extraño y aparentemente es una escritora patriarcal, escribe como un
hombre, sus personajes son masculinos, porque como ella misma dijo: las mujeres
no representan la historia de su momento.
La autora de El Hombre del Gineceo, La Semilla y la
Costra de la Tierra, entre otros muchos, cuenta que “entró” en la literatura
leyendo mujeres, pero también lee a hombres. “No sé si soy una escritora
feminista. Soy una feminista, lo soy siempre, mientras escribo, mientras las
escucho, mientas las quiero, mientras doy clase…y no necesito ratificarme a
cada rato, entonces obviamente si alguien me pregunta: si soy feminista, no me
avergüenza, pero no hago una profesión de fe mientras escribo una novela.
Gargallo se refiere a Ideas Feministas en América
Latina un trabajo que le permite escuchar y escucha a las mujeres, a las
feministas, en un trabajo que amplió para incluir a todas sin necesidad de
preguntar.
Tras 35 años en el feminismo, Francesca Gargallo
sostiene: hoy no puede pensarme feminista si me pienso imponiendo mi forma de liberación
a mujeres que han empezado otros procesos de liberación. Intento un diálogo y
estoy harta de pensar que hay otredades que me impiden el diálogo. (Soledad
JARQUÍN EDGAR)