lunes, 14 de febrero de 2011

Mujeres y Política Libertad ¿condicionada?


Soledad JARQUIN EDGAR

Inevitable escribir de ello, las libertades de expresión e información están enfermas. El síntoma más grave ha sido lo sucedido con Carmen Aristegui, por el tamaño de la roncha roja (entre varios cientos de protuberancias pruriginosas e hirvientes) que ha dejado la más reciente de las acometidas lanzada desde el ya conocido laboratorio de Los Pinos.


La semana pasada planteaba la importancia de una relación, primero respetuosa y segundo transparente, entre el poder público y los medios de comunicación e información, lo que implica para quienes laboramos en ellos, tal y como lo hace la periodista Carmen Aristegui y todos y cada una de quienes componemos esa enorme industria de producir y reproducir noticias, información, difundir conocimiento, educar, incluso, entre otras muchas cosas.


Por eso, y sólo por eso, la noticia y el análisis de los hechos resultan peligrosos para el poder público. He escuchado con atención no una, sino varias veces, lo dicho por Carmen Aristegui en su programa radiofónico en MVS, del que fue despedida ese mismo día. La reconocida periodista plantea que frente al “señalamiento duro”, era necesario analizar los hechos de otra manera. En seguida, manda a la nota periodística que relata lo acontecido en la Cámara de Diputados, es decir, pone el contexto sobre la ya famosa manta del PT, donde se señala que Felipe Calderón tiene problemas de alcoholismo.


Aristegui cierra la nota que le resulta –dice ella- difícil de abordar, es que está no es la primera vez que se sabe de ese “presunto” alcoholismo de Calderón, citando como un medio de difusión las redes donde sí se ha difundido tal hecho y que llegó en una manta hasta el recinto camaral. Sin embargo, con sus pies de plomo, precisa que no hay información para corroborar el dicho de los petistas en la manta, esto es, ella vuelve a poner los hechos precisos sobre un tema. Finalmente, como analista que es, plantea que es un asunto que no se puede evitar y que se debe saber si hay o no esa problemática en el Presidente, por lo que pide a Los Pinos que respondan.


Suficiente, no hace falta más en México para boicotear, acabar y despedir a una periodista de la empresa a solicitud, se dijo más adelante, de la propia oficina presidencial que, por cierto, de inmediato se deslindó. Por supuesto que así iba a ser, jamás y nunca aceptaría si tuvo alguna intervención. Insisto los gobiernos nos quieren ver la cara.


Hoy, sabemos, la palabra de Carmen Aristegui está contra los dichos de la empresa donde ella transmitía su noticiario y contra lo expresado por Los Pinos, acción a la que se ha sumado el “top ten” de Televisa-Milenio. ¿Usted a quién le cree? Yo, también, le creo a ella.


¡Qué atrevimiento! Y cuando digo eso no me refiero a la periodista. Me refiero al poder público que ha visto en el poder de la información a un enemigo y la censura ha sido un mecanismo utilizado desde los primeros manuscritos y hojas impresas que difundían las noticias.


En Italia, por ejemplo, los Menanti, novellanti, rapportisi y gazettanti (es decir a quienes hacían periodismo), fueron objeto de la furia de los Papas, Pío V publica el consistorio de 1569 contra los que redactan las noticias manuscritas hostiles a él, cardenales u obispos y mandó incendiar a un gazettanti llamado Niccolo Franco.


En 1572 apareció la bula Romani pontificis providentia o Constitución contra los menestrales del aviso por ser un peligro de las almas, mal ejemplo y escándalo. Gregorio XIII publicó la bula Ea est para perseguir a quienes ilícitamente recogen y redactan toda clase de noticias, falsas o ciertas, sobre su país o sobre los otros.


Y, finalmente, Sixto V ordena la detención de Annibale Capello en Roma, se le cortó la mano, se le arrancó la lengua y fue colgado con un letrero en el que se le declaraba falsario y calumniador.


El mal ejemplo cunde a lo largo de la historia. Las guerras y las revoluciones son el espacio de mayor persecución, enjuiciamiento y asesinato de periodistas. Ejemplos, hay muchos. La primera periodista mexicana y corresponsal de guerra, doña Leona Vicario, fue perseguida por su activismo y sus letras. Hay textos que narran las dolorosas situaciones que pasó para no ser encarcelada o asesinada. Más adelante, Ricardo y Enrique Flores Magón sufrieron persecución, encarcelamiento y exilio por parte del régimen porfirista y con ellos muchos otros y otras, a pesar de que en este país -el de Carmen Aristegui y varias docenas de periodistas más que han sufrido censura, persecución y hasta han sido asesinados-, la libertad de prensa está establecida desde 1824 y de ahí con sus altas y bajas. ¿Lo sabrán en Los Pinos?


El grave problema de esta libertad que hoy condiciona el gobierno de la derecha de Felipe Calderón -a mi no me queda ninguna duda-, está en que los regímenes siempre serán los mismos aunque digan que vienen de cunas diferentes, sin embargo, la tiranía y el conservadurismo han sido duros detractores de todas las libertades.


Don Porfirio Díaz instaura la “subvención” (que hoy persiste) y los gobiernos revolucionarios distribuyen el papel para imprimir periódicos, suficientes elementos para sentir el poder y la posibilidad de censurar como mecanismo de control informativo. Recordemos a José López Portillo y su frase que descobija y enrojece el quehacer de informar cuando señaló: “no pago para que me peguen”. Pero, por si no eso fuera suficiente, el caso Carmen Aristegui, tendría que llevarnos a mirar las otras formas de control en los medios electrónicos como la radio y la televisión y su transmisión en internet, a través de los medios concesionados y los permisionados, por supuesto. Tenemos que mirar quién sigue distribuyendo el papel a los medios y cómo aún sigue sin ser transparente la relación medios-gobiernos, la consecuencia ese autoritarismo y tentación permanente de quienes tienen el poder público para marcar un número telefónico y ejecutar la orden de “saca a esa periodista o…”


Pero, sobre todo, quienes hacemos periodismo no podemos dejar de ser críticos, no podemos dejar de preguntar a Los Pinos si le gusta tomar tequila, como Calderón lo había dicho antes y si esto interfiere con su salud física-mental en el desempeño de su quehacer público. Todavía no tenemos ninguna respuesta, aunque ya sabemos lo que nos van a decir.


Y mientras eso no cambie, mientras el control esté en manos del poder público, tengamos un estado de guerra con la amenaza permanente del narcotráfico, la delincuencia organizada y los delincuentes uniformados, en este país hacer periodismo será siempre peligroso, porque por un lado el poder público puede cerrar los medios y los otros poderes pueden asesinar. A río revuelto ganancia de pescadores como decía mi querida abuela Lucha.


Al término de 2010, el Comité de Protección a Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés) reportó que al menos 44 periodistas habían sido asesinados en México, les ofenderá si preguntamos ¿cuántos asesinos están purgando alguna condena?


También recomendaría que echáramos un vistazo a los informes que elabora la Fundación Manuel Buendía, para que situemos esa realidad en la que se desarrolla la “libertad de prensa” en México, una libertad condicionada que debe ser materia de preocupación, como lo es ahora el caso de Carmen Aristegui, si dejamos que siga pasando podría pasarnos a todos y todas y por supuesto algunos casos serán conocidos, otros no, otros se quedarán entre el “patrón”, la empresa y quienes hacen periodismo.

A Reserva Gobernabilidad y gobernanza

Bárbara GARCÍA CHÁVEZ

Cuando pensamos en el papel que los gobiernos han realizado o realizan es recurrente que la calificación gire en torno a actuaciones u omisiones que registramos de manera aislada y que por este afán de desagregarlos no encontremos parámetros adecuados. Es posible que si hacemos este análisis desde una perspectiva sistémica, nos sean de más utilidad las referencias contenidas en los conceptos de gobernabilidad y gobernanza, como funciones que determinan explícitamente la gestión pública.


La categoría gobernabilidad nace para contribuir a fundamentar y diseñar la visión neoliberal del Estado y la política. Existen razones que le otorgan un valor metodológico indiscutible en la teoría política sobre El Estado Bienestar, relacionándola con componentes cruciales de la vida social y sus capacidades de desarrollo, que definen la sinergia en la capacidad de resolver pacíficamente los conflictos internos, la calidad de vida de la ciudadanía y la capacidad de sobrevivencia de un Estado-Nación como tal, inserto en la comunidad internacional.


La gobernabilidad se define desde diferentes tratamientos conceptuales. Se concibe como una capacidad social y una relación social. De esta manera, gobernabilidad es igualmente un concepto social como relacional. "Las relaciones de gobernabilidad que permiten a una sociedad alcanzar objetivos incluyen la función y debida correlación de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial del Estado”.


En efecto, frente a la perspectiva de la gobernabilidad, que esencialmente se preocupa por las capacidades de gobierno, entendidas como los recursos o poderes de que debe disponer el gobierno para estar en condiciones de gobernar a su sociedad, en un marco histórico concreto.


En este sentido, resulta imprescindible identificar, caracterizar y calificar a los diferentes sujetos sociales que componen el universo relacional que define la gobernabilidad; se consideran los seres humanos en grupos, organizaciones, localidades, naciones, regiones.


Desde otro enfoque, predomina el componente operativo del concepto que precisa la gobernabilidad como la capacidad de un determinado gobierno frente a su sociedad para afrontar positivamente los retos y oportunidades que se le plantean en un momento determinado.


También por gobernabilidad se entiende "la capacidad del gobierno para legitimar sus decisiones con base en un desempeño eficaz de sus funciones”. En términos más amplios, la gobernabilidad igualmente puede definirse como la cualidad propia de una comunidad política, según la cual, sus instituciones de gobierno actúan eficazmente dentro de su espacio de un modo considerado legítimo por la ciudadanía.


Para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la gobernabilidad significa "el marco de reglas, instituciones y prácticas establecidas que sientan los límites y los incentivos para el comportamiento de los individuos, las organizaciones y las empresas". Se complementa…"el reto de la gobernabilidad democrática radica en fortalecer las capacidades de los gobiernos y demás actores de los países de la región para profundizar la democracia, hacer más eficientes y competitivos los mercados y mejorar la equidad, como componentes indisociables del concepto de desarrollo humano".


Igualmente, el PNUD destaca que la gestión para el desarrollo humano, significa mucho más que instituciones y normas efectivas, la gobernabilidad democrática tiene ciertos atributos:


* Respeta los derechos humanos y las libertades de las personas.

*Vela por que exista igualdad entre hombres y mujeres.

*Lucha por la no discriminación por motivos de raza, origen étnico, clase y género.

*Es participativa y transparente en el proceso de toma de decisiones.

*Dispone de mecanismos para la exigencia de responsabilidades de la sociedad.

*Es eficiente en la utilización de los recursos.

*Es equitativa.

*Las políticas económicas y sociales responden a las necesidades de la sociedad.

*El objetivo de las políticas económicas y sociales tienen como fin el bien común.

*Promueve el Estado de Derecho.


Así, la promoción del desarrollo humano requiere de una gobernabilidad democrática tanto de forma como de contenido para el pueblo y por el pueblo.


La gobernabilidad democrática contribuye al desarrollo humano por tres motivos:


El hecho de gozar de una libertad política y poder participar en las decisiones que afectan nuestra vida es un derecho fundamental y forma parte del desarrollo humano.


Por ser la democracia, el único régimen que garantiza las libertades políticas y civiles, y el derecho a participar ayuda a proteger a las personas de catástrofes económicas y políticas.


Puede desencadenar un ciclo positivo de desarrollo, a medida que la libertad política hace posible que la ciudadanía exija políticas que amplíen sus oportunidades sociales y económicas.


La gobernabilidad implica necesariamente la reducción de la pobreza como determinante para medir la calidad de las instituciones, de los países y sus políticas, y que la democracia y el desarrollo sostenibles requieren instituciones transparentes con rendición de cuentas; funcionarios profesionales, competentes y responsables; así como leyes y marcos reglamentarios de la vida económica y política abiertos y equitativos.


El ejercicio de la democracia supone el acceso abierto a la información; la participación en las decisiones públicas; el respeto de los derechos económicos, sociales y culturales, incluyendo a los marginados de los beneficios del desarrollo de la sociedad.


¿En qué momento gobernabilidad y gobernanza, para reafirmar la gestión pública legítima, encuentran su vértice determinante?


Gobernanza es un término que se origina a partir del intento de traducción, sin exactitud semántica, del anglicismo Self-Government, que tiene su origen en Gran Bretaña y se refiere a los gobiernos municipales pretendiendo autonomía de acción, respaldándose en los sectores sociales privados más poderosos y su intervención en las decisiones y funciones públicas.


La gobernanza se preocupa por el proceso directivo de la sociedad; equivale –de acuerdo a las más modernas teorías políticas- al proceso mediante el cual los actores de una sociedad deciden sus objetivos de convivencia, fundamentales y coyunturales— y las formas de coordinarse para realizarlos constituye, por tanto, un nuevo ámbito conceptual y práctico que va más allá del enfoque estricto de la gobernabilidad.


Se trata, entonces, de una perspectiva que alude al proceso mediante el cual se define el futuro social deseado; la distribución de autoridad y responsabilidad entre los diferentes agentes sociales, con el propósito de que los actores sociales privados contribuyan con sus recursos, competencias, especializaciones, destrezas, acciones y productos al logro de los objetivos sociales.


Desde la perspectiva de la gobernanza, las sociedades débiles, proclives al desgobierno, la gestión pública será vertical, autoritaria y centralizada; en sociedades con amplia participación ciudadana, el modo de gobernación será más horizontal, descentralizado y asociativo, e incorpora la deliberación de la ciudadanía (organizaciones privadas y sociales, nacionales o multinacionales) en los asuntos públicos, sobre las acciones que emprenden para atenderlos.


Así, la gobernabilidad se afianza cuando queda asentada en normas, reglas y valores, que definen su calidad, a partir de un estilo de ejercicio del gobierno que convierte la interacción y la cooperación de actores -públicos y privados- en uno de sus puntales claves para el ejercicio del gobierno. Y si se trata de cooperación e interacción, estamos hablando de participación. Ello define un nuevo estilo de gobierno marcado por la participación de los llamados sectores públicos y privados (sin exclusión), en los procesos de toma de decisión del gobierno y la vida política en general.


Esta comprensión que hemos elaborado a partir de las definiciones esbozadas anteriormente, nos permiten entender que la gobernanza otorga a la gobernabilidad un matiz democrático que debe de tener, toda vez que entendemos por democracia el grado de armonía, identidad o correspondencia que existe entre los intereses del pueblo y la actividad del Estado, como concepto rector que rige todos los procesos políticos y no sólo aquellos que define el sistema de partidos y el ejercicio electoral.


Siendo así, la gobernanza tiene su génesis en las normas de su comportamiento político, en que los intereses de la coparticipación de los sectores públicos y privados sean inclusivos y se determine claramente el interés general.


Si privaran como protagonistas inequitativamente los actores que representan los intereses de la hegemonía del mercado universal, menospreciando los intereses de la sociedad, entonces, el rompimiento entre gobernabilidad y gobernanza deslegitimará el ejercicio del gobierno.


La gestión pública, que dirige sus funciones a satisfacer las condiciones del mercado, abre profundas contradicciones políticas frente a su sociedad, lo que conduce a permanentes crisis políticas, lacera la credibilidad y legitimidad del gobierno, redunda en lo que se ha dado en llamar falta de gobernabilidad y deficiente o nula gobernanza. Es el descalabro de la política para las grandes mayorías, el enraizamiento de la apatía política y el descrédito total de ella, que conduce a que el gran triunfador de los procesos electorales sea el abstencionismo, como ha sucedido en los últimos años de manera progresiva.


Se trata de un hastío del electorado con respecto a los partidos, el Estado y la política en general; la o el ciudadano común y corriente pierde la poca confianza que tenía en la dimensión de la política y en sus actores principales.


La consecuencia es una clara pérdida de legitimidad del sistema de partidos y hasta del Estado, y en su disminuida facultad para captar y articular los anhelos y las exigencias de la población.


Conociendo el significad de los términos, que implica el buen gobierno, es deber de ciudadanas y ciudadanos exigir de quien elegimos responsabilidad en la gestión pública, que refrende la gobernabilidad democrática y la inclusión de todos los sectores sociales en las decisiones y actuaciones que promuevan el bienestar general, generando permanentemente condiciones de gobernanza.

Palabra de Antígona Nuevo Golpe a Carmen Aristegui

Por Sara Lovera

Hace unos días escuché de un amigo la posibilidad de responder con imaginación y trabajo a las grandes empresas de comunicación, que no sólo ocultan, sino que envenenan la mente y a veces el carácter de quienes son sus espectadores (escuchas, televidentes o lectores) y generalmente explotan y/o no defienden a sus trabajadores, a sus periodistas, a las voces que son las que están en contacto con la gente.

Promover medios en el mercado informal, volver quizá a un gran equipo de pregoneros de las noticias que realmente importan a la gente y armar una cadena informativa sólo entre la ciudadanía, parece no tan loco si leemos a Miguel Ángel Granados Chapa llamando a esa ciudadanía indignada por el despido de Carmen Aristegui, a que ponga en juego toda su imaginación y haga algo para responder a lo que consideran un verdadero atropello a la libertad de palabra.

Para enfrentar a los grandes empresarios -como Joaquín Vargas, dueño de MVS-, a los monopolios televisivos o a las grandes cadenas de publicaciones que hacen su juego con el poder, no informan y manipulan, es necesaria una salida imaginativa y audaz.

El maestro Granados Chapa sabe de eso. De un golpe a la libertad de expresión nacieron hace más de 30 años la revista Proceso y el diario Unomásuno; la primera haciendo gala de su libertad y el segundo perdido para siempre por la ambición empresarial, que a la postre genera la creación de nuevos medios, como el diario La Jornada, y otros espacios semejantes en revistas y hay una multitud de espacios informativos en el espectro digital que no imaginamos; las redes sociales son ejemplo de comunicación horizontal y no controlada, pero hay espacios de periodistas profesionales que se hacen escuchar.

¿Cómo rescatar una voz que tapa el sistema, el entramado, el poder, el poder presidencial y sus testaferros?, por cierto, situados como empleados de los grandes empresarios de medios, en el monopolio, en sus faldas, a su alrededor, en espacios que parecen hasta interesantes, pero que no lo son. Ellos, los voceros del sistema, los intelectuales orgánicos, los controladores de espacios de radio y televisión que se benefician del rey o del faraón que permanece en el poder, que son misóginos, que respiran por su espina dorsal patriarcal, que con una mano son críticos y con la otra difunden imágenes y textos denigrantes para las mujeres, etcétera.

Durante mucho tiempo en horario nocturno en la cadena Televisa se contribuía a la compra de sexo casi infantil, propiciando la pederastia que en sus series de investigación devela. Son eso, doblemoraleros que solamente están en el negocio y nada más. Con sus empleadas y empleados, que hasta se creen con frecuencia, de la misma calaña que periodistas de esa cepa verdadera. Vaya, de los de a pie o no tan de a pie, pero que se la juegan.

El sueño de mi amigo y el de Granados Chapa es diferente. El primero, dice simplemente, vayámonos a otro mercado, a hacer otras cosas, donde la ciudadanía tome en sus manos la información que les merezca importancia y la difundan entre iguales. Granados Chapa dice vamos a crear un sistema de radio propio, compremos espacios en concesiones vacías de programación, armemos paralelamente vías de comunicación con las nuevas tecnologías de la comunicación. Recuperemos para periodistas, como Carmen Aristegui, la voz.

Los dos sueños son válidos. El problema es cómo y con quién. Venir de una experiencia parecida, picar piedra para que los medios miren a las mujeres, armar frente al poder estrategias para dar importancia a la condición de las mujeres, me hace reflexionar profundamente con lo que ha sucedido a Carmen Aristegui, interesada en esa mi insistencia, mirar a las mujeres.

Pero su caso es más grave. Ella es señalada por el poder y le han cortado la lengua o han creído hacerlo. Lo grave es que en el país haya, en 10 años, 66 periodistas asesinados y tenga que construirse un entramado para parar estos atropellos, en los que personas muy reconocidas, no se suman y mucha gente que se reconforta de los comentarios de las estrellas, que admira a esas estrellas y ahí pone toda su esperanza, pero que no estaría por crear un sistema como el que pide Granados Chapa, a una la enfrenta con una pared alta de desazón.

Mientras, empresarios y gobierno, poder y poder, juegan al gato y al ratón. Ellos que tienen la sartén por el mango, deciden, elijen, ponen perfiles humanos en sus líneas, en sus imágenes, en sus textos. Pagan y aplauden mientras no son atropellados por una voz fuerte.

Carmen Aristegui fue la periodista más insistente en mostrar cómo los soldados atropellaron a Ernestina Ascencio Rosario, indígena náhuatl de la sierra de Zongolica, Veracruz, atacada a los 73 años, que según el faraón Felipe Calderón murió de gastritis; Aristegui que dio el último golpe a Marcial Maciel, al poner en el micrófono a su doble moral, doble familia, doble de todo que caracterizó al fundador de los Legionarios de Cristo y confesor de la ya olvidada Martha Sahagún, que algunas feministas creyeron era buena onda. Aristegui también en ese espacio puso las íes en el caso de Atenco, donde el que quiere llegar, Enrique Peña Nieto, tuvo mucho que ver y donde más de 30 mujeres fueron atropelladas sexualmente por los policías del Estado de México. O sea, Carmen puede ser estrella, pero también toma algunos de estos casos a fondo y ayuda a esa larguísima tarea de poner algunos temas en la opinión pública y es, sobre todo, honesta e inteligente para al preguntar abrir asuntos que molestan a miserables, poderosos y lastima frecuentemente a intereses en juego. Es la misma periodista que hace preguntas inteligentes y abre espacios a muchos grupos sociales. Al pretender callarla, renace claramente el autoritarismo sin reversa en México.

No hay duda de que eso es lo que sucede. Hay quien juega con estos autoritarios a ganar espacios, hay quien podría pensar como Granados Chapa, que es el momento de crear un medio ciudadano con un alta voz potente, donde haya una cadena ciudadana capaz de potenciarlo, tanto económica como comunicativamente.

Pensemos. No todo es dinero, buena paga y todo lo demás. Una empresa del pueblo, suena bien, aunque parezca un sueño, podría concretarse.

saralovera@yahoo.como.mx