Miroslava Breach |
Soledad Jarquín Edgar
SemMéxico, 27 marzo 2017.- México no es un
país seguro. Perdimos la tranquilidad hace ya varios años. Todas las personas
somos víctimas de una o de otra forma.
No es un país seguro para nadie, ni para los
hombres ni para mujeres. Menos si esos hombres o esas mujeres se dedican a
informar, entonces el riesgo se multiplica.
Yo no conocí personalmente a Miroslava Breach
Velducea, periodista radicada en la ciudad de Chihuahua, columnista, reportera
y corresponsal del diario La Jornada. Ahora sabemos quién era. Ahora sabemos
que la asesinaron al salir de su casa cuando iba junto con su hijo. Le dispararon
a corta distancia y que murió de manera instantánea, según las crónicas. El
gobernador de aquella entidad, Javier Corral, decretó tres días de luto en el
Estado y ha prometido investigar y dar con los responsables de este hecho
cobarde, para ello investigarán todo lo que ha escrito. Porque el crimen tiene
que ver con la tarea que desarrollo: el periodismo.
El asesinato de Miroslava Breach Velducea, el
cuarto cometido contra informadores en solo unos cuantos días - Cecilio Pineda, asesinado
en Pungarabato, Guerrero; Cecilio Birto y Ricardo Monlui en Veracruz- confirman
que esta es la actividad más peligrosa y que en México las cosas están
podridas.
No conocí a Miroslava Breach Velducea, pero conozco a algunas de
sus amigas. Sé de la indignación que corre entre el gremio periodístico del
país e imagino el dolor que causa esta agresión cobarde a su familia, pienso en
sus hijos, pienso en su madre, en el resto de su familia.
El asesinato de periodistas tiene un contrasentido: callar a la
verdad y horadar en la conciencia de la sociedad; provocar miedo entre quienes
saben cumplir con su deber, entre quienes han sido entrenados para transmitir
hechos, investigar y revelar, entre quienes saben que así se hace el
periodismo.
Insisto, no conocí a Miroslava Breach Velducea, como tampoco
conocí a otras periodistas que a lo largo de la última década han sido abatidas
por la violencia como Bárbara McClatchie Andrews, asesinada en Mérida; Anabel
Flores, en Veracruz; Zahamira Esther Bautista Luna, en Tamaulipas, o Regina
Martínez, también en Veracruz, cuyos nombres repito en ese recordatorio funesto
que no debe ser costumbre en México.
Sus asesinos, intelectuales y materiales, sin duda se equivocan,
no se calla la verdad asesinando periodistas, reza una de las frases más
socorridas de los últimos años y es cierto, así no, de verdad que no.
Asesinar periodistas es una censura, que aunque cuesta vidas, ya
no somete a nadie, ya no somete a este gremio pese a ser diverso y estar disperso,
no. Lo que sí nos ha sometido, en todos
estos años, es la impunidad, la falta de respuesta de las autoridades y la
inexistente justicia para las víctimas.
¿Quién fue? Es la pregunta. Y la exigencia es de justicia. Los
gobiernos no han dado respuesta. Dejan en vulnerabilidad a los y las
profesionales del periodismo, pero, sobre todo a la sociedad, porque es a la
sociedad a la que se le arrebata el derecho de estar informados. Y eso es lo
que hacía Miroslava
Breach Velducea, periodismo análisis, cuestionaba e incomodaba al poder real y
a los poderes fácticos.
Porque en México funcionan varios poderes,
los que se eligen en las urnas y ganan, y que más tarde se convierten en reyes
y príncipes; los que se forman y tienen poder porque son líderes de grupos
numerosos y otros porque son caciques de horca y cuchillo igual que a
principios del siglo XX. Hoy vivimos el “poder” de la delincuencia, del narco,
que ha atravesado muchas más instituciones de las que podemos imaginar y no
sólo las de seguridad pública y las de procuración de justicia. Gobiernos
municipales, estatales y hasta el federal están podridos, los gusanos han
perforado hasta las mejores manzanas.
Y lo peor que nos puede pasar como sociedad,
se ha dicho incansablemente, es acostumbrarnos a esa violencia que cotidiana
nos retrata esa sociedad que no queremos, pero somos esa sociedad que violenta
y somos la sociedad violentada, amedrentada, secuestrada, paralizada por esos
poderes facticos que nos sorprenden cada día en cómo operan, en cómo se meten,
en cómo corrompen y en cómo intentan comprar a las buenas conciencias, a las y
los informadores que reflejan la realidad, que no se intimidan y que los
incomoda.
Y lo sabemos, como lo sabe quien debería
tener el sartén por el mango, quienes deben gobernar, no como reyezuelos
alejados de sus pueblos, pero no pasa nada. Las cifras de la impunidad
contravienen todo principio de justicia en México, la justicia es un anhelo y
mientras no haya justicia, la delincuencia que asesina a sueldo para callar a
una periodista, como sucedió con Miroslava Breach Velducea, seguirá actuando. Entonces
sí, los gobiernos deben responder con justicia. Eso es lo que queremos en
México, todas las familias seguimos esperando respuestas. Hoy la pedimos para
Miroslava Breach Velducea, porque si no seguiremos diciendo que #FueElGobierno.