Fotografía de JUAN CARLOS REYES |
lunes, 14 de marzo de 2016
La vindicación de las mujeres oculta por el victimismo · A más de cien años, se perfeccionan leyes y se normaliza su presencia en el poder
Soledad Jarquín Edgar
SemMéxico.- A cada
avance de las mujeres una reacción del patriarcado, esa ha sido y es la tónica
que ha marcado la historia del feminismo y, por ende, la historia del 8 de
marzo.
El afán de esa reacción
es no reflejar los alcances, los logros, la trascendencia de cada acción de las
mujeres en distintas épocas y espacios con métodos diversos por el
reconocimiento de sus derechos, pero sobre todo en su lucha por el poder,
sostienen historiadoras y periodistas.
La historia del 8 de
marzo, registrado por la Organización de las Naciones Unidas como el Día
Internacional de la Mujer en 1975, no tiene un solo origen, detrás están las
luchas por el reconocimiento de los derechos, entre ellos los laborales que
impulsaron las socialistas alemanas y rusas; los años de lucha por el sufragio
en Francia e Inglaterra, además de otras naciones europeas.
Sin embargo, la
emancipación de las mujeres ha quedado en mucho sepultada por el peso de un
incendio en una fábrica textil en Nueva York en 1857. La periodista Ana María
Portugal, en su cronología sobre el 8 de marzo, revela que para “la década de
1970, la historia consagrada del incendio, era mundialmente difundida, pero del
todo inexacta.
En contraparte el
periódico feminista francés Historia d`Elles, en
su número 0 de 1977 dedicado al 8 de marzo, llamó la atención sobre esta
versión, a su juicio errónea, advirtiendo que luego de “largas búsquedas, nada
se encontró, sobre la famosa huelga de Nueva York, de 1857. Pero esta alerta no
tuvo eco”, como refieren las investigadoras Renée Côté y Ana Isabel Álvarez
González, citadas por Portugal, quienes dicen no haber encontrado pruebas
documentales sobre este incendio ni que ese hecho, de haberse producido, fue el
motivo para establecer una jornada internacional de las mujeres.
No obstante, detrás de
esa idea quedaron ocultas las otras luchas y emancipaciones de las mujeres,
iniciadas en el siglo XV, desarrolladas en el XII y avanzadas en el XVIII, en
cambio se difundió con rapidez el acto que las victimizaba, sostiene la
periodista y feminista Sara Lovera López.
Hoy, lo que sabemos es
que las mujeres, además, de reivindicar sus derechos laborales, desde un
principio demandaron su derecho al sufragio, iban pues detrás del poder, como
dice Virginia Vargas, el poder para poder hacer.
En ese sentido, la
historiadora Karen Offen afirma que las reivindicaciones de las mujeres incluía
su participación en organizaciones políticas y religiosas simbolizadas en las
sociedades occidentales en vías de democratización (1845) no solo por el voto,
sino también por el acceso a posiciones de autoridad, esencialmente en cargos
públicos o directivos. Ella escribe en su libro Feminismos Europeos
1700-1950, una investigación documental profusa, revela la actividad de las
mujeres, en la polémica con los filósofos en diarios y revistas; en
acción clara y por sus derechos en las revoluciones sociales y siempre
trabajando por la paz.
El poder 106 años después
En México los
movimientos feministas estarían ligados al sufragismo, este fue uno de sus
reclamos más tempranos e importantes. Tal es el caso de las zacatecanas que
demandaron en 1824 participar en la vida política y pública y de ahí un extenso
recuento que se concretaría paso a paso, durante largo tiempo, debido a las
reacciones de quienes suponían el sufragio de las mujeres a las ordenes del
clero.
La académica Teresa
Hevia Rocha sostiene, en el texto elaborado para el Instituto Nacional
Electoral (INE septiembre 2015), que la lucha de las mujeres por el
reconocimiento de sus derechos humanos, empezando por los civiles y políticos,
puede ubicarse a finales del siglo XIX.
La investigación de Hevia
Rocha revela el avance paulatino de las mujeres que después de acudir a las
urnas por primera vez en 1955 y entre 1970 el número promedio de diputadas
federales no superó el cinco por ciento. En las siguientes tres décadas, apenas
llegó a 10 por ciento. Es hasta 1994, casi 40 años después, que el porcentaje
alcanzó 14.1 por ciento y empezó a ascender de manera más significativa. En las
elecciones de ese mismo año, 12.5 por ciento de los escaños en el Senado fueron
ganados por mujeres.
Pero si los pasos a
nivel federal eran cortos, en los congresos locales lo fueron aún más. De
acuerdo con INEGI, señala la autora de Evolución y establecimiento de cuotas en
México y las implicaciones de la reforma político electoral de 2014, en cuanto
a la aplicación de la paridad de género en el registro de candidaturas para la
integración de la Cámara de Diputados, los datos muestran que para 1998 las
mujeres ocupaban únicamente el 10.9 por ciento de las curules.
Tener poder representa
para las mexicanas un largo camino, que en la evaluación muestra avances
importantes que van perfeccionando las leyes y garantizando su participación
política. Tanto como lograr que entre la elección de 2015 y la inmediata
anterior, el salto porcentual fuera de 5.3 puntos, como señala Hevia.
“Todavía hay un trecho
por recorrer, por un lado, para terminar de afinar las reglas, y por otro, para
‘normalizar’ la presencia de las mujeres en todos los espacios de poder, a partir de
consolidar una nueva cultura política regida por los principios de igualdad y no
discriminación”, dice la académica.
A cada acción hay una
reacción del patriarcado. Para cerrar la pinza de este largo proceso diversas
instituciones públicas trabajan en la formulación de un “Protocolo para atender
la violencia política contra las mujeres”, el cual deberá estar listo en las
próximas semanas para prevenir actos de violencia en el proceso electoral 2016,
como confirmó recientemente la magistrada María del Carmen Alanís Figueroa
frente a un grupo experto de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE), que consultó al Tribunal Electoral del Poder
Judicial de la Federación (TEPJF) sobre las tareas que México ha desplegado en
torno a la igualdad de género.
“No se trata únicamente
de cubrir una cuota mayor de cargos políticos a favor de las mujeres, sino de
reconocer y respetar, de manera efectiva y en un sentido muy amplio la igualdad
entre hombres y mujeres”, sostuvo en su momento la ex diputada Lidia Aguilar
Gil, entonces vicecoordinadora de la fracción del PT en la cámara baja.
El 8 de marzo, Día
Internacional de la Mujer permite evaluar los avances, tres siglos de historia
de las mujeres, su lucha por alcanzar su humanidad, de cultura feminista, de
leyes constitucionales y también la prevalencia de la violencia contra las
mujeres, el gran pendiente en México y en el mundo, como lo hacen evidente
todas las estadísticas.
¿Yo feminista? Áurea Ceja Albanés, leer para conocer a la otra mitad
· El
feminismo ha permitido avances para las mujeres
· En
Oaxaca hay desarticulación feminista, necesaria una agenda
Soledad
JARQUÍN EDGAR
Leer
a las mujeres debería ser una necesidad, ya que desconocer las ideas de la
mitad de la humanidad nos hace ignorantes, señala la filósofa feminista
española Celia Amorós.
La
idea hizo que Áurea Ceja Albanés empezara a germinar una semilla que se
concretó en poco tiempo, junto con otras mujeres formaron el Circulo de Lectura
Por Nosotras Mismas.
La intención es leer y compartir textos escritos por
mujeres, para recuperar y visibilizar el pensamiento de las mujeres, que como
afirma Celia Amorós, somos la mitad de la humanidad y necesitamos conocer.
Áurea Ceja Albanés asume con naturalidad el
feminismo y entiende sobre la desigualdad que generan los privilegios de unos
sobre las otras, gracias a la educación y el ejemplo de su madre y de su
abuela.
Sostiene que las posibilidades de decidir sobre nuestras vidas
las tenemos gracias a la lucha feminista, pero el camino hacia la igualdad es
largo y difícil.
Es psicóloga social, sexóloga educadora y terapeuta
feminista que encuentra en la lectura de las autoras un punto de cohesión con
otras mujeres y al mismo tiempo un lugar para diversificar el pensamiento.
Leer la hace feliz, le divierte, le entusiasma, todo
se le nota, mientras a su memoria vienen uno detrás de los otros los títulos de
los textos y los nombres de sus autoras, lo que de ellos aprendió y las anécdotas
sobre cómo se encuentran con esas mujeres en el pequeño grupo feminista de
lectura.
Lectura
que aprendió muy pronto. Me gustaba mucho que mi mamá -Áurea Salomé Albanés
Santana, pedagoga- me leyera pero ella tenía que estudiar, hacer tareas y trabajar
cuando y no podía dedicarme el tiempo que yo quería, así que me enseñó a leer
cuando tenía cuatro años; desde entonces tengo pasión por la lectura.
Ceja Albanés pertenece a una joven generación de
feministas oaxaqueñas, formada entre mujeres que rompieron el modelo de la
mujer tradicional, lo que de alguna forma le facilitó el camino.
Tenía 11 años cuando sus padres decidieron vivir en
la ciudad de Oaxaca, aquí pasó su pubertad, su adolescencia y ahora su vida
adulta. “Aquí me enamoré y me desenamoré muchas veces, conocí a mi actual
pareja, de aquí son la mayoría de mis amistades, aquí he trabajado y formado a
varias generaciones de jóvenes. He vivido en Oaxaca más que en ningún otro lado
y quiero tanto esta tierra que me considero oaxaqueña”.
Su padre médico y su madre pedagoga, una abuela que
ella califica como “feminista empírica”, María Cecilia Santana, y dos hermanas
Ceja Albanés, Alejandra, que es ingeniera ambiental, y María del Ángel, que es
arqueóloga, fue la mayor de las hijas y la conejillo de indias de su mamá.
María
Cecilia Santana, su abuela, siempre hablaba la desigualdad en el trato entre las
mujeres y varones de su familia y de las dificultades por las que atravesó para
defenderse de las injusticias: golpes, abusos de poder. Ella trabajó toda su
vida así que nos inculcó tanto el valor del trabajo como la idea de “no
dejarnos de nadie”.
Aunque
junto con mi abuelo, Antonio Albanés García, le enseñaron a sus hijos a
trabajar en la casa, a cocinar y hacer los quehaceres domésticos, el machismo
no se erradicó en la generación de mis tíos pero estas prácticas de mi abuela
permitieron un diálogo intergeneracional y la posibilidad de cuestionar los
patrones establecidos, dice Áurea Ceja.
“Aún
recuerdo que uno de mis tíos, cuando se acercaba del Día del niño (y de la
niña), nos decía medio en serio y medio en broma que el festejo no era para
nosotras, que era para los niños, así que no había que ponernos contentas por
la fecha. Con este acto algo cruel me puso a pensar desde muy pequeña sobre la
invisibilidad de las mujeres en el lenguaje”.
A
pesar de los buenos ejemplos, descarta que haya crecido libre de estereotipos o
restricciones por ser mujer, pero me permitió cuestionar las diferencias en el
trato, la libertad, así como las diferentes posibilidades y oportunidades que
teníamos las mujeres en comparación con las que veía en mis compañeros varones
durante la adolescencia”.
De
no haber sido así, no sé si ahora sería tan consciente de las desigualdades de
género, plantea esta Psicóloga Social por la UAM Iztapalapa, con Maestría en
Sexología Educativa, Sensibilización y Manejo de grupos enfocado hacia la
sexualidad con enfoque humanista Gestalt, interesada y estudiosa de la
Psicología Comunitaria, del género y del feminismo.
Con
poco más de 35 años de edad, Áurea Ceja se asume feminista desde hace muchos
años, al percatarse de la desigualdad en la que nos encontramos las mujeres,
que es diferente según el contexto en el que vivimos pero está presente en
todos los lugares y en todos los ámbitos.
Con
la desigualdad bien clara, siendo casi una niña cuestionó a su papá por no
contribuir a los quehaceres de la casa, pues mientras su mamá lavaba trastes,
el miraba la televisión.
Soy
feminista porque en todos los espacios en los que me encuentro busco
visibilizar esta desigualdad y promover la reflexión, así como transformar lo
que esté en mis manos.
Por
ejemplo, cita que en actualmente trabaja con adolescentes e toda la entidad, y
se ha percatado que la violencia es una de las principales problemáticas que
enfrentamos las mujeres, de ahí que se ha dado a la tarea de concientizar a tanto
con personal directivo y docente como con las y los adolescentes.
Asumirse
como feminista
Cuenta
que fue su maestra Conchita Núñez (Concepción Núñez Miranda), quien en 2002 la
invitó a participar en el Grupo de Estudios sobre la Mujer Rosario Castellanos
y al presentarla mencionó que era feminista; lejos de incomodarme, el término
me pareció bastante adecuado, fue como una revelación, pues finalmente lograba
dar nombre a lo que sentía y deseaba, y eso me permitió definirme e incluso
comprometerme de manera más consciente con las mujeres.
Aunque
se desenvuelve dentro del ámbito académico, se considera una “activista de
banqueta” y asume el feminismo desde su vida cotidiana.
Durante
un tiempo participé con las becarias del Fondo Guadalupe Musalem de Grupo de
Estudios sobre la Mujer, dando talleres de sexualidad y género, en 2006 también
colaboró con el espacio civil con iniciativas como los Diálogos por Oaxaca, y
ha participado en otras organizaciones.
En
el ámbito académico, he sido docente a nivel superior y medio superior,
impartiendo asignaturas de educación de la sexualidad y género, e incorporando
la perspectiva de género en licenciaturas como Psicología, Pedagogía,
Intervención Educativa, e incluso Ciencias Políticas y Administración Pública.
La experiencia más reciente la tuve al colaborar en el diseño de la
licenciatura en Economía Social y Desarrollo Local de la UABJO, que todavía no
abre la convocatoria para el ingreso.
Áurea
Ceja Albanés es parte de la Red de Mujeres Tejiendo Saberes, que surge de la
primera generación del Diplomado en Estudios sobre las Mujeres, Feminismos y
Descolonización que se realizó en la Facultad de Derecho de la UABJO y que ha
realizado pequeñas acciones hasta ahora, principalmente de solidaridad con
otras causas de las mujeres.
Su mayor satisfacción la encuentra en el Círculo de Lectura “Por nosotras
mismas”, en el grupo nos reunimos a leer y comentar textos escritos por mujeres
con la intención de aprender juntas a partir de sus ideas, buscamos que la
lectura no se quede a nivel de datos o que se reduzca a un ejercicio racional
intelectual, tratamos de que atraviese nuestro sentir y nuestro ser, revisando
diferencias y coincidencias con sus historias, haciendo visibles y dando nombre
a nuestras propias opresiones.
Por
Nosotras Mismas, también promueven el intercambio con las autoras, hacemos
sesiones abiertas de lectura, damos talleres y realizamos acciones que permitan
que se conozca a las mujeres que escriben y que las personas se acerquen a sus
textos.
“Es
bien fuerte porque hay más mujeres que hombres en el mundo que leen literatura,
sin embargo, las editoriales dan más oportunidades para publicar a los hombres
que a las mujeres que escriben, y seguimos consumiendo esos textos”.
Los
avances son feministas
Para
esta joven feministas los avances existen pero no han sido a la “velocidad que quisiéramos
y la realidad nos rebasa a cada tanto”, apunta con cierta preocupación. No
obstante, considera que la situación de las mujeres en este momento no se
parece en nada a la realidad de nuestras abuelas.
Optimista
sostiene que el pensamiento feminista se ha arraigado en la mayoría de las
mujeres jóvenes, “yo escucho a las adolescentes de bachillerato hablar sobre su
sexualidad y sus aspiraciones de vida y me doy cuenta de que hay más conciencia
sobre su condición de mujeres piden que se les trate con respeto y equidad”.
Reconoce
los avances legislativos impulsados por las feministas, como Ley de Acceso de
las Mujeres a una Vida Libre de Violencia o la Ley General para la Igualdad
entre Mujeres y Hombres, digamos que por lo menos en el papel los derechos de
las mujeres se han reconocido.
“Eso
no es cosa menor porque nos da puntos de partida para transformar la realidad”,
apunta y sostiene que esto porque es importante reconocer lo que sí tenemos, lo
que sí se ha logrado, aunque apenas estamos viendo el tamaño del monstruo que
tenemos enfrente, la Hydra, como le dicen los y las zapatistas.
“Nos
encontramos en un momento sumamente complejo en el que los grupos de poder
capitalista, patriarcal, ecocida, racista…están despojando a los pueblos de sus
territorios y de sus conocimientos utilizando estrategias cada vez más
complejas y violentas, y esto definitivamente impacta sobre la vida y el cuerpo
de las mujeres”.
La
impunidad y la corrupción de la clase política también ha impactado en todos
los niveles de gobierno, lo que nos hace sentir indefensas frente a la
violencia hacia nosotras. Es impresionante que ya llevemos más de 18
feminicidios en Oaxaca en lo que va del año y sigue sin haber voluntad para
esclarecerlos y menos para prevenirlos.
En
conclusión, yo defiendo firmemente que las posibilidades de decidir sobre
nuestras vidas las tenemos gracias a la lucha feminista, pero el camino hacia
la igualdad es largo y difícil.
Las retorcidas formas del machismo
Sin
embargo, reconoce que esas jóvenes que hoy pueden hablar de su sexualidad y de
sus aspiraciones se encuentran todavía en contextos opresivos en los que se
requiere seguir incidiendo, y que esa conciencia que ya alcanzó a muchas
mujeres aún no llega hasta los varones.
El
machismo tiene privilegios que los hombres no quieren dejar, así que toma
formas cada vez más retorcidas, se disfraza y utiliza argumentos muy sutiles
que a partir del amor romántico, el amor a la familia y la lealtad a la
comunidad hacen que las mujeres se mantengan en condiciones desfavorables.
Desarticulación feminista
A
diferencia de otros tiempos, Áurea Ceja Albanés piensa que el feminismo es más
visible y que hay una mayor posibilidad de asumirse como feminista o por lo
menos como defensora de los derechos humanos de las mujeres, “hay más simpatía
con el movimiento”, somos más y hay muchas jóvenes, una nueva generación de
feministas que no necesariamente militan en organizaciones pero que han sido
formadas tanto por estas organizaciones como por otras feministas.
Pienso
en las becarias del Fondo Musalem, por ejemplo, y en muchas mujeres que han
sido nuestras alumnas, nuestras compañeras de escuela o de trabajo, o que han
sido beneficiarias de diferentes programas de formación, que han abrazado la
lucha en sus espacios cotidianos, aunque no se asuman parte de una organización
o red feminista. Creo que lo que veremos en los próximos años será realmente
interesante en este sentido.
Pero
también reconoce que aunque son más las simpatizantes, el movimiento esta
desarticulado, “perseguimos diferentes causas y hay tantas injusticias y
necesidades que nos hemos fraccionado. La mayoría de las feministas que conozco
reconocen la importancia de crear pactos entre nosotras pero no aún no sabemos
cómo hacerlo”.
“Necesitamos
más espacios de encuentro para poder articularnos. Estamos en tiempos
electorales y será interesante observar cómo se tejen estas alianzas en este
terreno en específico, y es muy complicado porque todos los partidos políticos
y todas las administraciones estatales y locales nos han quedado a deber a las
mujeres.
Por
ello, la Psicóloga Social sostiene que el reto es articular el movimiento,
reapropiarnos de la agenda de las mujeres, pues ésta se ha venido construyendo
con mucha claridad a lo largo de los años y es tiempo de que todas la asumamos
y aportemos a ella.
Sus maestras de la vida
Sus
primeros talleres sobre feminismo y género fueron en la universidad y después
se volvió autodidacta, y tuvo que prepararse porque como docente tenía la
exigencia de incorporar el género en sus materias.
Sin que se lo propusieran
realmente, se convirtió en la discípula de Concepción Núñez Miranda y sus estudios
más serios y más completos fueron en el Diplomado en Estudios de las Mujeres,
Feminismos y Descolonización de la UABJO, “pues me ayudaron a sistematizar todo
lo que ya sabía y aprendí muchísimo más”.
Fue
en el diplomado, de donde surgió toda la fundamentación teórica y metodológica
del círculo de lectura Por nosotras mismas.
Como
feminista reconoce el valor de todas las ancestras, como Olympe de Gouges y
Mary Wollstonecraft. Pero su “primera maestra universal” fue Simone de
Beauvoir, pues leer El segundo Sexo “es una experiencia que cambia la vida, no
pude volver a ver el mundo de la misma manera después de haberla leído, ella me
puso mis gafas violetas”.
“En
el círculo de lectura hemos leído también algo de su narrativa y es
extraordinaria la manera en que pone en sus personajes muchos de los elementos
de la realidad que analiza en sus ensayos”.
Entre
las contemporáneas a Marcela Lagarde, a quien le reconozco la manera
extraordinaria de poner en palabras la vida de las mujeres. Tuve la oportunidad
de tomar con ella, además de clases, un taller vivencial que me ayudó a
comprender la relación con mi madre y en general la construcción de la relación
entre mujeres a partir de este vínculo fundante.
Francesca
Gargallo ha sido fundamental también para entender la ética feminista como una
ética para la vida. A Julieta Paredes, a Mercedes Olivera y a Sylvia Marcos les
debo una mirada del feminismo más centrada en la realidad de las mujeres de las
comunidades, un feminismo más incluyente, y ambas me han acercado mucho más a
las dos experiencias más concretas de otro mundo posible que conozco: la de
Bolivia y la del EZLN.
Recientemente
me invitaron a participar en la presentación de un libro de Rita Laura Segato y
ella me ayudó también a comprender la dimensión de la guerra contra las
mujeres.
Entre
las mujeres locales hay muchísimas que merecen mi respeto y admiración, de
quienes he aprendido gran parte de lo que sé: Conchita Núñez, quien me ha
adoptado en diferentes momentos y a quien le debo el asumirme feminista, Susana
Chía, Érika Lili y Jessica Díaz Cruz, Ana María Hernández, Roselia Gutiérrez…Y
también entre las mujeres de mi generación hay muchas que admiro, con quienes
me gusta trabajar, de quienes aprendo cotidianamente y con quienes sé que
cuento en múltiples espacios: Raquel Chávez, Yamille Hernández, Anel Flores,
Edith Matías, Laura Escobar, Iliana Amoroz, Nallely Tello, Nashieeli Valencia,
en fin, sé que algunas se me quedarán en el tintero.
Mirar con gafas violeta
Desde
que me puse las gafas violetas no puedo ver el mundo de otro modo; soy
solidaria con las mujeres y también empática con los hombres que veo que no la
pasan bien con los mandatos de género. He buscado integrar la perspectiva de
género en todos los trabajos que he tenido y en todos los ámbitos posibles.
Retomando
una idea de Ángeles Mastretta, gracias al feminismo sé que puedo ir al paraíso
del amor y sus desfalcos, y volver dueña de mí. Elegí como pareja a un hombre
con quien puedo dialogar, que me respeta, con quien comparto el sostén de
nuestro hogar tanto como las tareas domésticas, en donde ambos reconocemos que
queremos estar juntos por deseo y que eso no implica que nos pertenecemos;
hemos logrado deshacernos de las ideas sobre el amor romántico que tanto
oprimen y generan culpas a las mujeres. Esto es algo que trato de compartir con
las adolescentes con quienes trabajo a través de diversas estrategias.
El feminismo ha sido y seguirá siendo en mi vida lo
que me mantiene viva, lo que me ayuda a imaginar la utopía que sirve para
caminar.
Historias de amor escritas con sangre * 942 mujeres violentadas por sus parejas en tres lustros en Nuevo León
Irma Alma OCHOA TREVIÑO
El feminismo, con diversos aportes teóricos,
ha tejido un discurso en torno de la violencia contra las mujeres. Con ellos se
ha perfilado hacia la interactuación de dos fuerzas divergentes: la del poderío
y la de la subordinación. Según el axioma hegeliano, el dominio del amo y el
sometimiento del esclavo. En esta relación se destaca el ejercicio de la
violencia del agresor, a costa de lesionar o, incluso, quitar la vida a otras
personas.
Tanto mujeres como hombres hemos aprendido los
roles asignados; pero así como se han aprendido también se pueden desaprender.
La alternativa para los hombres son los estudios de masculinidad que dan
herramientas para reconocer la valía de las diferentes y eliminar las prácticas
machistas. La propuesta es respetar las diferencias y optar por el uso de
reglas de convivencia pacíficas, en vez de dirimir los desacuerdos con
violencia.
Para las mujeres, la antropóloga Marcela
Lagarde propone la alternativa feminista y libertaria. Al tiempo que advierte
que la cantidad de mujeres involucradas como víctimas en casos de violencia es
una muestra de la opresión genérica de desigualdad de hombres y mujeres en
hechos violentos.
Por otro lado, nuestra experiencia atestigua que
algunas mujeres han logrado pasar de la oscuridad del sometimiento a ejercer su
derecho a ser libre. Pero, de igual manera, prueba que otras mujeres han perdido
la vida, lamentablemente, al intentar liberarse del yugo.
A fin de hacer
visible el problema de la violencia contra las mujeres en Nuevo León, en
particular la que se refiere a la privación de la vida o feminicidio, según el
término legal y político. Ante la imposibilidad de
dimensionar el problema desde los registros criminales oficiales, pues éstos no
se presentan desglosados por sexo-género y edad, se ha recurrido a las notas periodísticas, dado
que nos proporcionan testimonio del diario acontecer.
Así, desde
hace más de tres lustros (enero de 2000 a
diciembre de 2015), en la entidad, se han documentado y sistematizado las notas divulgadas en las páginas de
los periódicos locales, particularmente de El Norte y Milenio Monterrey. El registro de las acciones violentas perpetradas en contra de 942 mujeres,
en su mayoría, por hombres; dio pie a la elaboración del texto Historias de amor escritas con sangre, que fue presentado en la 8ª Semana de la Equidad, organizada por la Coordinación de
Equidad de Género de la Facultad de Psicología de la UANL.
La historiadora Julia Tuñón estima que la nota roja ofrece un inventario de
realidades expresada en los casos límite. En este sentido, del inventario obtenido de las notas periodísticas, prestamos atención a
las historias de personas reales y concretas. Historias de mujeres a las que de
manera violenta les arrebataron su vida. Historias de vidas segadas por quienes habían ofrecido amor,
cuidados, protección, seguridad; y que, en cambio, han causado dolor y muerte.
Es del conocimiento popular que la violencia conyugal es una de las formas que adopta la dominación del hombre sobre la mujer. Como evidencia de lo antes dicho, está el uxoricidio, es decir, la muerte causada a la mujer por su marido [o pareja sentimental], ha llegado a más de 240 mujeres asesinadas en esta entidad federativa. 38 por ciento de éstos fue cometido por el cónyuge; 16 por ciento por el concubinario, 14 por ciento por el amigo, 12 por ciento por la pareja, 11 por ciento por el novio y 9 por ciento por el ex.
El Protocolo
de investigación ministerial, policial y pericial con perspectiva de género
para el delito de feminicidio, de la Procuraduría
General de la República cataloga el feminicidio como la privación de la vida de
una mujer por razones de género. Señala que “las razones de género permiten
crear una concepción de las mujeres sobre dos polos fundamentales: la mujer
como posesión, como alguien que tiene dueño, y la mujer como objeto, como una
“cosa” que puede ser usada por los hombres de la manera que decidan, y luego
deshacerse de ella cuando y como consideren oportuno”
Buscando explicaciones, la psicóloga social
Elaine Hatfield (1988), llegó a la conclusión de que el amor apasionado es un
estado de exaltación. Si su medio es hostil tiende a encaminarse hacia la ira.
Si está en una situación romántica, tiende a provocar euforia. Este amor apasionado anda todo alborotado
por volver, dice una canción. La ira
mata.
Los celos, la posesión y la agresividad son
características machistas. Habla de ello la canción del compositor Manuel Alejandro, dice: cuando vayas conmigo no mires a nadie, que alborotas los celos que
tengo del aire interpretada por José José. O la del valenciano Camilo Sesto,
que canta: Siento celos… de los ojos de
mi amigo, del saludo de un vecino…Celos, ese dulce sufrimiento que te quema a
fuego lento, que me hace tu enemigo.
Volviendo a los periódicos, en las notas de
sangre y de muerte que hemos revisado, subyacen los cánones impuestos por el
patriarcado. En sus indagaciones sobre la prensa Alcocer (2012) encontró que ésta “ofrece y construye mensajes que actúan
sobre el imaginario colectivo con visiones del mundo que, muchas veces,
legitima las normas discriminatorias de género contra las mujeres”
En algunos titulares se lee: Se niega a regresar con él y la asesina,
Sujeto mata a ex pareja al negarse a
volver a su lado, Mata a su mujer a golpes porque se salió sin permiso o Estrangula a su amiga porque rompe relación.
El agresor, sintiéndose dueño de la mujer, no le admite decisión alguna, así
sea la de tomar distancia para impedir que él le siga infringiendo daño. Con el
uso del adjetivo “su”, está sobreentendido el dominio y la posesión.
En Mata
a ex pareja porque se iba a casar con otro, está implícita la prueba de que
una pasión hostil siega vidas; además este formulado insinúa la presencia de
celos. En otra reseña, Mata a mujer por
celos. Se infiere que los celos, acompañados del uso de la conjunción porque, (que sirve para dar una razón), intentan
explicar la comisión del delito. Explicar, no justificar.
Tanto el uso de la conjunción ‘porque’ como el
de la preposición ‘por’ tienden a menguar la sanción social. Por ejemplo, en algunas
oraciones, se utiliza la preposición por,
para denotar la causa que motivó el acto, como en: Por despecho, asesina a su esposa de 12
navajazos.
Así, al divulgar la
caracterización que el agresor hace de la víctima, los medios reproducen el
discurso patriarcal. Otros botones de muestra son los siguientes: La maté porque me fue infiel, o Estrangula a
esposa y alega infidelidad. Trayendo los
anteojos de la perspectiva de género, el mensaje es claro. La culpa de lo
sucedido se echa sobre los cuerpos inertes de las mujeres.
Las historias que compartí, son historias de
mujeres, cuyos corazones dejaron de latir por la violencia de personas con
quienes tenían una relación sentimental. A la luz de los hechos, se advierte
que las mujeres abrigaban ilusiones, esperanzas, deseos, emociones y
sentimientos; algunas de ellas iniciaban nuevas relaciones e insistían en
rechazar aquella que les producía daño; otras se sintieron en libertad de
decidir si tener o no tener pareja. Sus agresores les impidieron disfrutar su
decisión.
Las palabras importan, tienen cargas
valorativas, crean y recrean una situación. El enunciado Mata a mujer por rechazarlo, da la idea de que la resistencia de
las mujeres, el contradecir los dictados del agresor, decir no a propuestas
amorosas que no quieren ni desean, o romper con una relación dañina, tiene como
respuesta la muerte. Los agresores no quieren entender que NO significa NO. Que
NO significa BASTA.
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