miércoles, 31 de agosto de 2016

Matrimonio infantil, una práctica común en México

FOTO Jóvenes de Capulálpam de Méndez/María Jarquín


·       Para las niñas es un escape de la violencia familiar y para las familias una forma de reparar el honor

Gabriela Ramírez
SemMéxico.- El matrimonio representa para las niñas, una forma de escapar de la violencia en sus hogares y para las familias la vía para “reparar el honor” en caso de un embarazo a temprana edad.
En México el matrimonio infantil es una práctica común. Según datos de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) 2014, en 23 de las 32 entidades al menos una de cada cinco mujeres entra en unión conyugal antes de cumplir 18 años de edad.
Este fenómeno no es exclusivo de zonas rurales o poblaciones indígenas, pero está asociado a condiciones económicas y educativas.
De acuerdo al informe publicado en 2012 del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNPFA) “Marrying too Young. End Child Marriage”, en el que se presenta la prevalencia y tendencias del problema en países en desarrollo, México tiene una tasa de matrimonio de menores de edad de 22.9 por ciento, que si bien está por debajo del nivel crítico de 30 por ciento, es de las más altas de América Latina (sin incluir el Caribe), solo superada, por Honduras, Guatemala, Brasil y Colombia.
El panorama nacional
Según datos de la ENADID 2014, Chiapas es la entidad que ocupa el primer lugar en matrimonio infantil: 8.4 por ciento de matrimonios en menores de 15 años y 30.4 por ciento en menores de 18 años. En esta entidad se rebasa el nivel crítico de 30 por ciento destacado por UNFPA.
Durango, Campeche y Tabasco se encuentran entre las entidades con más casos de matrimonio antes de los 15 años.
Nayarit, Zacatecas y Chihuahua entre las primeras en matrimonio en menores de edad, pero no entre las de menores de 15 años.
Once entidades federativas presentan las tasas de matrimonio infantil más altas en mujeres urbanas (entre 20 y 25 por ciento), destacan Aguascalientes, Baja California Sur, Guanajuato, Michoacán y Nuevo León.
En el caso de las mujeres rurales, únicamente en dos entidades no se rebasa el nivel de 20 por ciento pero se ubican muy cerca de este nivel: Baja California Sur y Aguascalientes, con tasas de 19 y 18 por ciento, respectivamente.
En Chihuahua, Veracruz, Chiapas y Oaxaca cerca o más de la mitad de las mujeres con educación primaria entraron en unión conyugal antes de cumplir 18 años, alcanzando hasta 62 por ciento en las dos primeras.
Respecto a la situación de las mujeres indígenas, en Campeche, Quintana Roo y Yucatán no se observan diferencias significativas en las tasas de matrimonio infantil entre las hablantes y las no hablantes de lenguas indígenas.
Sin embargo, en Veracruz la proporción de jóvenes hablantes de lengua indígena que se unieron antes de los 18 años es más del doble con las no hablantes: 56 por ciento contra 24.
En Chiapas y Oaxaca, las entidades con mayor porcentaje de jóvenes de 20 a 24 años hablantes de lengua indígena, la diferencia entre las hablantes y no hablantes en la proporción de unidas antes de los 18 años es de al menos diez puntos porcentuales: 40 por ciento contra 27 y 33 contra 22, respectivamente.
Cuestión de desigualdad de género
Según ONU Mujeres México, el matrimonio infantil es un fenómeno predominantemente femenino resultado de una clara diferenciación de género.
De acuerdo a la Encuesta Nacional de la Juventud 2010, 3.9 por ciento de los varones de 20 a 24 años de edad se unió conyugalmente antes de cumplir la mayoría de edad, mientras en las mujeres la cifra es de 17.3 por ciento.
Éste hecho permite dar cuenta de que las mujeres menores se han unido con varones considerablemente mayores que ellas.
Datos de la ENADID 2014, señalan que 21.5 por ciento de las mujeres de 20 a 24 años de edad se unieron antes de cumplir la mayoría de edad, mientras 3.8 por ciento, antes de cumplir 15 años.
El 14 por ciento de las niñas que se unieron antes de los 15 años, solo contaba con estudios de primaria, mientras que en aquellas que aprobaron al menos un año de secundaria, esta cifra se dedujo a la mitad.
La legislación
Recientemente en la Ciudad de México se puso en marcha una reforma al Código Civil para eliminar el matrimonio infantil.
En el ámbito nacional, el 30 de abril de 2015 la Cámara de Diputados aprobó reformas al Código Civil Federal, que instituyen la edad de 18 años como mínima para contraer matrimonio en México tanto en varones como en mujeres.
En 25 entidades los Códigos Civiles no establecen una edad mínima de 18 años para contraer matrimonio o bien, permiten dispensas para que menores puedan unirse con el consentimiento de padres o tutores.
Seis entidades, y ahora la Ciudad de México, no permiten el matrimonio infantil.
Organizaciones civiles han exigido a las autoridades que armonicen los códigos civiles estatales. El Observatorio de Violencia Social y de Género en Campeche ha impulsado en Change.org una petición para que los gobiernos de los Estados, las Comisiones de Igualdad de los Congresos locales y a la Comisión Nacional de Derechos Humanos incorporen en sus códigos civiles la prohibición explícita de la dispensa que permita el matrimonio infantil y que armonicen las leyes secundarias.
Hasta el momento la petición ya ha alcanzado más de 23 mil firmas.
Los valores tradicionales
El matrimonio representa para muchas niñas una forma de evadir la violencia que viven en sus casas, pero sigue siendo un valor importante en la sociedad actual.
Cinthya, nombre ficticio de una mujer cuya identidad no ha querido revelar, es originaria de la Ciudad de México. Antes de cumplir los 14 años se fue con su novio, un hombre que entonces tenía 28 años.
La razón de la huida, más allá del amor, del romance y por supuesto de una conciencia plena del paso que estaba a punto de concretar, fue huir de la violencia en su casa donde compartía el techo con siete hermanos.
Luego de escapar con el novio hacia Hidalgo y desatar la furia de su familia, Cinthya accedió a casarse por presión de su suegra, por la iglesia, por el civil y con vestido blanco, así quedó limpio el honor de la familia y, claro, el de la novia.
“El matrimonio es el vehículo para restaurar el orden y el honor de la familia y de la mujer, no se si es la mejor alternativa, yo creo que en lugar de eso las niñas merecen más atención y tener más y mejor información relata esta mujer que al paso de los años ha conseguido un importante puesto político en la Ciudad.
Lo que estaba por venir era algo que no había imaginado. No tenía idea de lo que sucedería en “la noche de bodas”, de lo que era el sexo y por supuesto de las responsabilidades que le trajo el estar casada.
Así , sin saber, llegaron dos hijos, con ellos más responsabilidades y la obligación de trabajar para mantenerlos. Incursionar en Tupper Ware le hizo adquirir una serie de herramientas que la llevaron al mundo de las organizaciones sociales y posteriormente a la política.
El matrimonio no fue para siempre. Cinthya se divorció y años después encontró una pareja con la que conoció “un amor diferente”.
“En mi primer matrimonio no supe nunca lo que era el amor, es más ni siquiera disfrutaba ni sabía que podía disfrutarse el sexo, eso lo descubrí ya mucho más grande”.
Cinthya atribuye éste hecho en su vida a la falta de atención de los padres. Es de las pocas mujeres que han podido romper el ciclo de una vida con pocos recursos y con oportunidades limitadas. La mayoría no logra y sus descendientes replican los patrones.
“Las niñas necesitan atención, necesitan información y sobre todo saber que pueden construir un futuro, que no todo consiste en tener un matrimonio” concluye.

Recuadro
Mujeralia
·      En 23 de las 32 entidades al menos 1 de cada cinco mujeres se une antes de los 18 años (2014)
·      México tiene una tasa de matrimonio de menores de edad de 22.9 %
·      Chiapas es la entidad que ocupa el primer lugar en matrimonio infantil
·      8.4  % de matrimonios en menores de 15 años
·      30.4 % en menores de 18 años
·      Durango, Campeche y Tabasco con más casos de matrimonio antes de 15 años
·      Nayarit, Zacatecas y Chihuahua entre las primeras entidades, pero no entre las de menores de 15 años.
·      11 estados tienen las tasas de matrimonio infantil más altas en mujeres urbanas 20 y 25 %: Aguascalientes, Baja California Sur, Guanajuato, Michoacán y Nuevo León.
·      2 entidades no rebasan el nivel de 20 %
·      Baja California Sur y Aguascalientes tienen l 19 y 18 %, respectivamente.
·      Cerca del 50 % de mujeres con educación primaria se unieron antes de cumplir los 18 años: Chiapas y Oaxaca
·      En Chihuahua y Veracruz alcanzó el 62 %
·      Chiapas y Oaxaca tienen el mayor porcentaje de jóvenes de 20 a 24 años hablantes de lengua indígena
·      La diferencia entre las hablantes y no hablantes en la proporción de unidas antes de los 18 años es de al menos diez puntos porcentuales: 40 por ciento contra 27 y 33 contra 22, respectivamente.
·      14 % de las niñas que se unieron antes de los 15 años, solo contaba con estudios de primaria

Foto: Jóvenes de Capulálpam de Méndez/María Jarquín


PORTADA CARACOLAS 504 agosto 2016

Fotografía: María Jarquín

Matrimonio infantil: Una puerta al abismo

Infografía: Paulina C. Jarquín

·      Violencia y embarazo prematuro, sus dos componentes

Soledad Jarquín Edgar, corresponsal
SemMéxico.- Flor tiene ahora 38 años y cinco hijas e hijos.
Desde los ocho años cuidaba pequeños en casas ajenas. Un día su madre decidió dejar Pluma Hidalgo, población asentada en la Sierra Sur de Oaxaca, así que en una mula subió sus pertenencias y caminó con sus hijos rumbo a la capital oaxaqueña, pero Florecita no iría con ella. “Tú aquí al menos tienes trabajo”, le dijo. Ella lloró, mientras veía a toda su familia perderse entre los montes. Florecita se quedó con la familia para la que trabajaba y recibió toda clase de maltratos.
Dos años después, su mamá mandó por ella, aunque en realidad era porque una señora necesitaba una niña para que le ayudara en la casa, esta vez en la capital mexicana. Seis meses después la devolvió y le pagó por sus servicios 150 pesos “con un montón de monedas”.
Por fin, Florecita se estableció con su familia, como siempre cuidaba a tres de sus hermanos pequeños, ahí mismo conoció a su futuro marido, con quien huyó después de que su madre la trató mal, la golpeó e insultó, al igual que uno de su hermanos mayores, por haber llegado tarde de un baile la noche anterior, “así ya no sirves”, le dijo su madre, mientras su hermano la vilipendió. “Yo estaba consciente que no había pasado nada”, dice tranquila.
Florecita explica que antes de los 13 y pese a las dificultades que enfrentaba su mundo era de “color rosa”, comparado con lo que se convirtió su vida cuando a los 13 “huyó con su marido”, entonces sí, todo se volvió negro, pues el muchacho de apenas 19 tenía desde entonces un problema de alcoholismo, tanto que la dejaba sola por días, sin dinero para comer aunque ya estaba embarazada.
Así, en esas horas largas de soledad y hambre, Florecita soñaba con ser secretaria y trabajar en una oficina, mientras su vientre crecía cada día. Todavía recuerda cómo el personal médico del IMSS, donde nació su primera hija en junio de hace 24 años, les decía: Qué van hacer, llora la niña, llora la mamá y llora el papá, esto no es juego y ahora tienen una muñeca de carne y hueso.
En Oaxaca durante 2015, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 29 menores de 15 años contrajeron matrimonio. “Nada, en comparación con las niñas que sin casarse son obligadas a vivir con un hombre, aún cuando éste tuviera su misma edad”, expresa Ximena Avellaneda Díaz, Directora del Centro de Capacitación en Liderazgo y Gestión Comunitaria del GESMujer,  quien sostiene que el problema mayor entre las niñas y adolescentes oaxaqueñas se da en las uniones tempranas, es decir, que no necesariamente se casaron por alguna de las leyes, la civil o la religiosa, pero cuentan con el aval de la comunidad, de las autoridades y no son mal vistas porque así es el uso y la costumbre.
Afirma que las uniones tempranas o, en su caso, los matrimonios infantiles son un tema recurrente cuando en los seminarios o talleres estudian uno de los ejes más importantes: los derechos reproductivos y sexuales.
El problema es que las uniones tempranas que son más recurrentes que el matrimonio infantil no tiene ningún registro oficial, pero al margen de las cifras Avellaneda Díaz afirma que muchas de las niñas adolescentes son obligadas a unirse a personas que generalmente son mucho mayores que ellas, lo que repercute de forma terrible en su vida, porque hay un primer embarazo que se da casi de manera inmediata, dejan la escuela automáticamente y se ven sometidas a tratos violentos con mucha frecuencia.
Ocultas las niñas de 10 y 11
Efectivamente, las estadísticas oficiales no dan cuenta de las uniones o matrimonios tempranos, las niñas de 12 son puestas en el grupo que va de 12 a 19 años, dejando fuera que en algunos casos las niñas se unen a una pareja entre los 10 y los 11 años de edad. La Encuesta Intercensal 2015 destaca que el 6.5 por ciento son solteras, en tanto que 8.4 por ciento son casadas o unidas, en el grupo de 12 a 19 años de edad.
En es sentido la académica e investigadora de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, Leticia Briceño Maas, revela que muchas veces se trata de matrimonios o de uniones forzados y que se pueden presentar entre los nueve y los 13 años de edad.
Avellaneda Díaz como Briseño Maas coinciden en que la educación permite a las niñas y jóvenes postergar un casamiento y también el nacimiento de sus hijos e hijas.
Briseño Maas, fundadora en la UABJO de la Dirección de Equidad y Género y ex secretaria Académica de la misma institución, indica que los matrimonios infantiles son decisiones que las niñas no toman desde la consciencia plena con implicaciones en su salud por los embarazos no deseados, problemas de mortalidad materna –en 2011, la Red por los Derechos Sexuales y Reproductivos (Ddser) informó que la mortalidad materna en mujeres menores a 20 años era de que 69.1 por cada 100 mil nacidos vivos, en 2015 la tasa de mortalidad materna en general en la entidad fue de 46.7 por cada cien mil mujeres-; en segundo lugar, plantea, hay una transmisión intergeneracional de la pobreza; en tercer lugar limita sus posibilidades de futuro, dejan la escuela, además de ser un factor de riesgo de violencia, desde la emocional y física hasta la sexual.
Expuso que muchas veces las niñas son casadas o las juntan porque entre más pequeñas, según la costumbre, es posible que la dote aminore o que sea más valiosa. Otras veces, las niñas son vistas como un “bien de cambio”, tienen bajo nivel jerárquico, contribuyen al gasto de la familia y se convierten en propiedad del esposo. También el matrimonio o la unión temprana, ante la pobreza, es una alternativa para las familias e, incluso, se piensa que estarán seguras teniendo un esposo.
Recuerda el caso de una niña de 13 años, casada con un albañil. Esta unión se hace con la aprobación de las autoridades, sin embargo, ella es sometida a agresiones sexuales y violencia física. Sin duda, plantea la investigadora, hay una complicidad de las autoridades, las iglesias y la sociedad.
Recuerda que en 1999, cuando trabajaba en Coesida, asistió a una capacitación. “Un médico hizo una exposición sobre enfermedades de transmisión sexual y presentó el caso de una niña de nueve años que había contraído el virus del papiloma humano. Éste había sido contagiado por su esposo, además, dijo el médico, la niña era frecuentemente violentada. En ese momento pensé que detrás de la historia clínica estaba la historia de una niña y, sin duda, ese hecho marcó mi trabajo posterior”.
La Directora del Centro de Capacitación en Liderazgo y Gestión Comunitaria del GESMujer planteó que son muy diversas las razones que obligan a las niñas y adolescentes a una unión temprana o un matrimonio infantil, decisión que en ocasiones ni siquiera toman ellas sino su familia, en otras ocasiones salen por esa puerta debido a las presiones, porque van mal en la escuela, porque se acostumbra el casamiento temprano o  algunas más huyen de la violencia en sus hogares.
Lo que sí es definitivo es que las niñas y adolescentes, después de un casamiento temprano, es común que enfrenten un embarazo para lo cual tampoco estaban preparadas ni en lo físico como tampoco en lo emocional.
En Oaxaca, de acuerdo al programa de A a la Z, México sin matrimonio de niñas en la ley y en la práctica, el 25.2 por ciento de mujeres de 20 a 24 años de edad se unieron antes de los 18 años y es por tanto uno de los ocho estados con más alto porcentaje de uniones tempranas. Además ocupa el tercer lugar de matrimonios de menores de 15 años con 5.09 por ciento, superado sólo por Chiapas y el norteño estado de Coahuila.
18 años, sin excusa ni pretexto
El 10 de diciembre de 2015, el Congreso local decretó las reformas al Código Civil para el estado de Oaxaca, las fracciones II y IV el artículo 105; fracción I y último del artículo 156; se adicionan las fracciones VIII y IX del artículo 100, y se derogan la fracción II del artículo 100 y los artículos 151, 152 y 155, con los cuales se establece que no podrán contraer matrimonio las y los menores de 18 años, además de eliminar todas las dispensas, permisos o excepciones en las personas que no sean mayores de edad y que antes de esa reforma podían expedir ambos padres, solo la madre o el padre, abuelos y tutores.
Alejandro Solalinde, sacerdote católico, señala que el Derecho Canónico establece como edad mínima para casarse los 18 años, luego de que se ajustaran las leyes católicas con las leyes civiles y en caso contrario, si se efectuara una boda religiosa entre menores de 18 años es motivo de nulidad de este sacramento.
Como lo señalaron Briseño Maas y Avellaneda Díaz, Solalinde agrega que antes de los 18 años, las niñas y los niños no tienen la madurez suficiente para tomar una decisión de esa naturaleza, significaría un desastre o un fracaso para ellas y para ellos.
Si se casa a las y los niños se les interrumpe su proceso de maduración, de individualización, cada uno tiene que ensayar en la adolescencia su propio espacio, su definición sexual, su sociabilización con el medio, el hacerse responsables y autónomos, de lo contrario seguirán siendo niños y niñas casadas, afirmó el sacerdote.
Solalinde reconocido como defensor de los Derechos Humanos de las y los migrantes opina que si todavía algunos sacerdotes validan este tipo de matrimonios estarán incumpliendo a lo que señalan las leyes canónicas.
El sacerdote expone que en 1982, cuando llegó a Oaxaca, fue enviado a servir en la parroquia de San Pedro Amuzgos. Era común que las madres y padres presentaran a parejas de jovencitos y jovencitas para casarse. Pero el caso que más recuerda es el de Betito, un niño de 12 años a quien su familia quería casar con otra niña de su edad.
“Yo me negué y les explique que estaban tan chiquitos que ni siquiera podrían tener relaciones sexuales. La mujer me contestó que no era así, que empezarían a dormir juntos como hermano y hermana, y que cuando llegara el momento tendrían relaciones, a pesar de eso, me negué y la familia se molestó mucho”, refiere Solalinde.
Salto generacional
Ana María Emeterio Martínez, coordinadora del Centro de Atención Integral de la Mujer Ayuuk, señala en entrevista que a ella le tocó romper con “una costumbre” que sí vivieron su madre y su abuela. En las dos generaciones anteriores a la de ella, una mujer de 15 años era considerada una quedada en la gran mayoría de las comunidades mixes. Su abuela se casó poco antes de los 15, su mamá a los 12.
Cuando su abuela era niña o adolescente no había escuela. La generación de su mamá pudo estudiar hasta tercer grado de primaria, pero su abuelo decía que no necesitaba ir, que bastaba con “buscarle un buen hombre”. Ana María Emeterio tuvo más posibilidades y estudió una licenciatura, tiene poco más de 30 años, lleva dos años casada y espera a su primer hijo.
En la década de los cincuenta las niñas no la tenían fácil. Los maestros no querían a las niñas en la escuela, no les hacían caso, no les revisaban las tareas y no las tomaban en cuenta, solo se dedicaban a atender a los niños, explica Ana María Emeterio.
“Algunas mujeres me contaron que esa fue una de las razones por las que dejaron de ir a la escuela, pues muchas de ellas tenían que caminar mucho para llegar a la escuela y sentían que su esfuerzo no era valorado, dejaron la escuela y pronto terminaron casadas”.
Sus antecesoras tenían como destino casarse, tener hijos y vivir cuidando su casa. La generación de Ana María Emeterio, compuesta por apenas 27 muchachas y muchachos tuvieron más oportunidades de ir a la escuela. Al menos cinco terminaron una carrera universitaria fuera de la Sierra Norte de Oaxaca, todas mujeres, dice llena de orgullo. Aunque dos más se casaron terminando la Secundaria y otras dos se embarazaron en ese lapso y dejaron la escuela.
Ana María Emeterio refiere que la historia de su abuela y de su madre estuvo a punto de repetirse, si no hubiera sido porque su papá le preguntó si ella quería casarse con el muchacho que había pedido su mano cuando ella apenas estaba estudiando la secundaria. “Le respondí enojada que ni siquiera conocía al muchacho. Mi papá se sintió tranquilo y me dijo, no te preocupes, si no quieres casarte no te vas a casar”.
Con su madre la historia es distinta. Su abuelo tenía propiedades y tierras y decía que a sus hijas nada les iba a faltar y que ni siquiera era necesario que fueran a la escuela. Pero el abuelo es asesinado por órdenes de un cacique de la región, cuando su mamá tenía 12 años.
Apareció un hombre ante las autoridades para decir que quería casarse con mi mamá que tenía tres años trabajando en las tierras de mi abuelo, era una especie de demanda. Mi abuela respondió que sí, que trabajaba en la finca cafetalera pero que no había ningún compromiso, que se le pagaba por su trabajo. La autoridad le dio la razón a mi abuela, pero apareció otro hombre diciendo que ya hasta le había entregado el anillo de compromiso, algo que ni siquiera se usaba en esas poblaciones asentadas en la Sierra Norte de Oaxaca. Mi abuela negó tal compromiso.
Entonces las autoridades decidieron apresar a mi mamá, pero mi abuela dijo que sería ella la que se iría a la cárcel mientras se aclaraban las cosas pues la niña no sabía nada. Cuando finalmente la dejaron libre, unos días después, ella determina que es necesario encontrarle un marido a su hija, porque al estar “solas” corrían peligro. Así que hicieron un trato con la familia de mi papá, que era un poco mayor.
Ana María Emeterio explica que tuvieron tiempo de conocerse, sus padres se casaron primero por la iglesia y después por lo civil, pero ella tenía apenas 12 años. Sobrevivieron 13 hijas e hijos, tres o cuatro más murieron en los primeros años de vida.
Mi madre me contó que le hubiera encantado ir a la escuela, pero su abuelo pensaba que no tenía ninguna necesidad de aprender, pues iba a heredar sus bienes. “Para qué estudias, le dijo, solo tenemos que fijarnos en un buen hombre que te pueda mantener y pueda mantener todo lo que yo he construido”. Sin embargo, con la muerte de su abuelo, la historia de su madre cambió, señala Ana María Emeterio.




Madre a los 12

Madre a los 12, violencia sexual delito impune

·      La niña ha tenido que dejar la escuela, ninguna autoridad ha respondido

Soledad Jarquín Edgar, corresponsal
SemMéxico, Tlaxiaco, Oax.- “Lilia” todavía no aparece, su madre, María, su madre nos recibe tímida y trae dos cubetas de plástico que alguna vez fueron de pintura. Los voltea y con voz que apenas se escucha nos ofrece sentarnos. La casa es de madera, el techo de lámina y una ligera capa de cemento cubre la tierra, en esa loma inclinada de Santa Catarina Tayata.
Alrededor un envidiable paisaje: ocotes, encinos, enebros y madroños refrescan el viento que mece la milpa del terreno contiguo, mientras el sol calienta la tierra, de un camino polvoriento que contrasta con el verdor de la zona.
Lilia aparece, tiene 12 años, va de un lado a otro, busca el peine se alisa el cabello recién bañado. Se detiene, nos mira, su mirada es tierna y en su rostro hay tristeza. Pero sus palabras son certeras, pero no deberían ser las palabras de una niña de 12 años.
Sueña que un día será doctora, hace poco más de un año terminó su quinto grado de primaria con 9,5 de promedio, el porvenir en medio de precariedades le habían hecho prometer a su mamá que la “sacaría adelante…”.
El llanto de Lenin interrumpe sus pensamientos, el bebé de apenas tres meses reclama por hambre. Esa es ahora su realidad, un hombre conocido por su familia, el padrino de su mamá, la violó y ella, que entonces tenía 11 años, terminó embarazada. Hoy es una niña con un muñeco de carne y hueso.
El miedo de que Federico Cruz Juárez, a quien la pequeña Lilia señaló como su agresor sexual, cumpliera su palabra de matarla y matar a su mamá, paralizó por meses a la niña que ignoraba las consecuencias de la agresión sexual aquella tarde de agosto de 2015.
“Quiero justicia, que lo metan a la cárcel. Que esté en el reclusorio para que no le haga daño a otras niñas como yo”, dice mientras juega con su pelo largo. A diferencia de María, su madre, Lilia habla más rápido, ahora no tiene temor y dice las cosas sin tapujos, como si estuviera leyendo la vida de una extraña y no la suya, mientras habla recargada en la pared de madera.
Recuerda que faltaban dos semanas para terminar las vacaciones de verano, las que como era costumbre pasaba con la familia de la madrina de su mamá en Tlaxiaco, a unos 25 minutos de su casa.
Lilia entró a la recámara para jugar con la “Tablet”.  De pronto escuchó que cerraron la puerta, “era el señor Federico”. Se llenó de temor porque la nieta de Federico le había advertido “que se cuidara de su abuelo, nunca le pregunté por qué”, dice la pequeña que no tenía idea alguna de lo que podía pasar.
Le preguntó por qué cerraba la puerta. No hubo ninguna respuesta, de un vilo fue arrinconada contra la pared, se golpeó la cabeza y se desmayó. Cuando despertó el hombre estaba encima de ella y éste la volvió a golpear lo que de nuevo la dejó inconsciente por breves minutos.
Cuando despertó se sintió adolorida del cuerpo, pero no tuvo tiempo de más, porque vino la amenaza de Federico. Cuando llegó la hija de Federico le pidió que la llevara de regreso a Santa Catarina Tayata, ella le dijo que no, que todavía faltaban dos semana para terminar las vacaciones, entonces le pidió que la llevara a su casa, lo que la libró de estar bajo el mismo techo que su agresor por los siguientes 15 días.
Lilia había acompañado a la hija de Federico durante su embarazo y cuando nació la niña se encargaba de jugar con ella. Era normal que se encontrara entre esa familia, donde nunca le pagaron por la tarea de cuidados de la bebé y a cambió le daban fruta y en una ocasión sus útiles escolares.
María dice que Lilia regresó muy callada, muy triste, empezó a bajar sus calificaciones y se volvió retraída. Lo que confirma Lilia, quien asegura que sus tíos más chicos se dieron cuenta de que algo le había pasado pero tampoco tuvo valor de contarles.
En enero pasado, a 20 días de cumplir sus 12 años, la niña sintió un fuerte dolor en el estómago. Lilia y María acuden al doctor en la clínica, pero el médico no estaba. Las atendió una enfermera, quien sin más le dice a la madre que sospecha que la niña está embarazada. La enfermera no pregunta más y solo le da paracetamol para el dolor.
Un primo de María sugiere que mejor la lleven a un hospital particular. En Tlaxiaco primero acuden a Farmapronto, donde le hacen una prueba de embarazo y confirman la sospecha de la enfermera de Santa Catarina Tayata.
De inmediato se trasladan al hospital Hidalgo, María no puede creer, la historia de su vida se volvía a repetir en su pequeña Lilia.
En el hospital la doctora María Cristina Cortés Tlalolini realiza un ultrasonido. La médica pregunta a María si estaba enterada y si sabe qué ha pasado. Ahí, las preguntas de la doctora le dan las respuestas a María, escucha de su hija la narración y se entera que para entonces la niña tiene cinco meses de embarazo.
Cortés Tlalolini sugiere terapia psicológica y les indica que deben denunciar. Les indica además que vayan con el doctor de la clínica de Tayata para que les extienda un certificado médico diciendo que Lilia tiene un tumor en el estómago, para que no la molesten en el pueblo. Pero en pueblo chico el infierno es grande.
También le sugieren a María que vea si ven posible dar en adopción al niño. María le preguntó a Lilia, ella asegura que no podría dejar que eso pasara.
Unos días después el Comité de Padres de Familia y el director de la Escuela “Apolonio Hernández”, de apenas seis decenas de alumnos y alumnas, mandan un citatorio a María para que explique qué ha sucedido “porque los niños andan diciendo que Lilia está embarazada”.
¿Son rumores? La cuestionan los padres y madres de familia. Ella lleva el documento que señalaba que era un tumor, pero decide guardarlo y decir la verdad. No, explica, mi hija está embarazada, la violaron. Suelta de tajo y asegura a SemMéxico que aunque iba dispuesta a decir una mentira reflexionó que no era justo, “que más valía decir la verdad, para que su niña no se quedará ahí…sin denunciar”.
Un grupo de familias y el director la acompañan a ver al síndico para exponer el caso, de ahí se trasladaron a Tlaxiaco ante la Fiscalía. “Declaramos las dos”, dice Lilia, con esa serenidad que denota una carga profunda de tristeza. De la Fiscalía salieron varias horas después, sin copia de su denuncia y desde entonces nada saben sobre los avances de la investigación, excepto que cuando “el pueblo se enteró”, Federico Cruz Juárez puso pies en pólvora.
El parto de una niña
Entrada la madrugada del 7 de mayo, la niña Lilia se convirtió en madre. Su mamá la llevó al hospital de Tlaxiaco, todo estaba listo para que se hiciera la cesárea, pero no tenían material adecuado para recibir al niño que por su peso y tamaño temían podría necesitar.
Al filo de las 13 horas una ambulancia traslada a la niña que en horas se convertirá en madre hasta la ciudad de Oaxaca, los 165 kilómetros, son recorridos en un promedio de tres horas, en una carretera que atraviesa la difícil orografía de la región mixteca y se enfrenta al pésimo estado de la extensos tramos de carretera.
Es el tiempo y es la distancia, es la edad de Lilia, es su cuerpo no preparado para un alumbramiento lo que la traicionan y llega al hospital general Dr. Aurelio Valdivieso en un estado eclampsia.
La intervención quirúrgica finalmente ocurre antes de la media noche.
La historia se repite
María a diferencia de Lilia evade las preguntas. Se escapa entre los recuerdos. Se muerde las lágrimas.
Como Lilia, ella también era estudiante de primaria cuando un pariente cercano de quien no quiso revelar su nombre abusó de ella.
Su familia no le dio la espalda, pero tuvo que abandonar la escuela. 12 años después logró terminar la secundaria en el sistema abierto. Le hubiera gustado estudiar, pero con una niña en su vida desde muy joven el mundo se complicó.
Su hermana y en ocasiones un tío le ayudaban con los gastos, pero luego con el tiempo la ayuda desapareció.
A pesar de que al principio no sabían qué hacer, el hombre que abusó de ella sí estuvo en la cárcel, había sido sentenciado a 12 años de prisión “pero salió luego por buena conducta”.
Lilia pasó muchos días en la espalda de su madre, envuelta en un reboso, mientras ella trabajaba en el campo o lavaba ajeno.
La niña salió buena estudiante, incluso, hasta hoy lo único que les queda es su beca de Oportunidades.
Una vez más
Lilia sabe que la historia de su madre, que es la suya, se ha vuelto a repetir, por eso quiere no vuelva a pasar y asegura que aunque le cueste trabajo va a cumplir su promesa: un día será doctora y va a sacar adelante a su mamá…y ahora a Lenin.
Por lo pronto ninguna autoridad ha atendido el caso de Lilia.