jueves, 31 de enero de 2013

Mujeres,feminismo y "desarrollo": Jules Falquet



Este trabajo es la traducción al español de un artículo en francés que debe salir en 2002 en una compilación dirigida por Jeanne Bisilliat, sobre género y economía, en Paris, en las ediciones Karthala.


Mujeres, feminismo y « desarrollo » : un análisis crítico de las políticas de las instituciones internacionales

Jules Falquet¨

            El término de « desarrollo » constituye una simplificación o un eufemismo para hablar de la organización internacional de la producción, del comercio y del consumo. De hecho, las orientaciones del desarrollo son son fruto de una correlación de fuerzas compleja y de una lucha multiforma entre diferentes sectores sociales cuyos intereses son eminentemente contradictorios. Un análisis en téreminos de relaciones sociales evidencia tres grandes oposiciones, que se podrían vincular con la explotación de « clase », de « raza » y de « sexo ». En efecto, se puede considerar primero que el « desarrollo » es el resultado de la evolución histórica de las relaciones capital/trabajo dentro de cada sociedad. Simultáneamente, el desarrollo está directamente producido por un sistema de relaciones internacionales marcado por la colonización y el imperialismo, y en dónde las pasadas relaciones Este-Oeste y sobre todo las actuales relaciones Sur-Norte juegan un papel determinante. Una tercera perspectiva —demasiadas veces invisibilizada— muestra el desarrollo como resultado de relaciones sociales de sexo y de la división sexual del trabajo. En el presente trabajo sin embargo, aunque tendremos presente este primer marco de análisis en términos de relaciones sociales, analizaremos más bien las dinámicas creadas por los principales actiores socio-políticos e institucionales del desarrollo.

Distinguiremos aquí cuatro grandes « actores », o grupos de intereses — a veces entremezclados— que intentan cada uno imponer sus propias formas de ver. Primero, los Estados nacionales, agrupados en bloques pero luchando en un marco cada vez más unipolar y dominado por los USA. Luego, el sector privado, claramente capitalista y orientado hacía los beneficios, en donde se encuentran en especial un puñado de multinacionales cada vez más gigantescas, a menudo vinculadas con el complejo militaro-industrial[1]. En tercer lugar, la población, que se expresa a través de un conjunto de movimientos sociales, organizaciones sindicales y sectoriales, y más recientemente de ONGs, conformando en conjunto lo que hoy comunmente se conoce como « sociedad civil[2] ». Finalmente, intentando ubicarse por encima del campo de batalla y presentarse como arbitro, aparece un conjunto de organizaciones internacionales creadas después de la segunda guerra mundial por el sistema de Bretton Woods, principalmente la ONU y sus satélites especializados, entre los cuales el FMI y el Banco Mundial.

La creciente interpenetración del discurso y de las prácticas desarrollistas, de los movimientos sociales y de las ONGs por un lado —en especial de mujeres y feministas—, con el de las intituciones internacionales por otro lado, constituye el objeto central de este artículo. Más precisamente, nos preguntaremos en qué medida podría existir una recuperación del trabajo, de las propuestas y de la legitimidad del movimiento de mujeres y feminista por parte de las instituciones internacionales, para imponer un desarrollo supuestamente « consensual » que en el fondo está diametralmente opuesto tanto a los intereses de las mujeres como a los análisis radicalmente transformadores del feminismo. Par contestar esta pregunta, nos apoyaremos en un conjunto de reflexiones e investigaciones que hemos realizadas desde 1992, tanto sobre  movimientos sociales latinoamericanos y caribeños, como sobre el « género » en las políticas europeas de desarrollo y los aportes de las mujeres al « desarrollo sostenible ». También retomaremos varias de las reflexiones de toda una parte del movimiento feminista latino-americano y del Caribe, quien debate muy activamente de su « ONGización » e institucionalización desde su Sexto encuentro continental realizado en 1993 en El Salvador.

            Nos preguntaremos aquí primero como la ONU logró constituirse frente a la « sociedad civil » en un actor central y muy difícil de obviar, que prepara una suerte de « buena gobernabilidad » mundial « participativa », la cual también se podría leer como una sutil neutralización de los movimientos sociales. Así, veremos en primer lugar de qué manera, a través de la problemática del « desarrollo sustentable », la ONU ha conseguido aparecer como « benefactora responsable » de la humanidad. Examinaremos después como, en relación a las mujeres, la ONU ha sabido presentarse como « aliada », pero también como ha sabido, en cierta medida, « récuperar » a su movimiento para hacerlo funcional al sistema. Finalmente, analizaremos más detalladamente el funcionamiento de la « buena gobernabilidad mundial » de la ONU y su forma de « hacer participar » a la población alrededor sus propias prioridades, a través del ejemplo del turismo.

En un segundo momento, estudiaremos más de cerca otras instituciones internacionales con las que trabaja la ONU, en especial el Banco Mundial, el FMI y la Agencia internacional para el desarrollo (AID). Veremos como dichas instituciones pesan sobre la definición del « nuevo orden mundial del desarrollo » dominado por los intereses ocidentales y más especialmente norteamericanos. Evocaremos primero la concepción ambientalista del Banco Mundial y tres ejemplos de proyectos de « desarrollo » en México. Abordaremos luego la cuestión de las políticas internacionales de población, su filosofía y su práctica, que atacan  directamente a las mujeres del Sur. Para terminar, estudiaremos el desarrollo de las políticas de microcréditos para mujeres, que ilustra de forma muy significativa las complicidades mútuas de las diferentes organizaciones internacionales en detrimiento de las mujeres.


La influencia de la ONU : construcción de una « buena gobernabilidad » mundial o neutralización de los movimientos sociales ?


En toda esta parte, se guardará en mente el carácter dialéctico y complejo de los fenómenos referidos : ciertamente, la ONU posee una estrategia a largo plazo y considerables recursos para llegar a sus fines, y de eso hablaremos. Sin embargo, los movimientos sociales y las ONGs disponen de un importante margen de autonomía de acción, y elaboran activamente estratégias propias, lo que otra perspectiva podría subrayar. Por otra parte, se trata de una análisis a muy grandes razgos. Lo que aquí designamos bajo el nombre de ONGs, en realidad se refiere a un conjunto de organizaciones muy diversas, cuyo papel político se ha modificado bastante con el tiempo. De igual manera, hablaremos de la ONU como un todo, sabiendo que en realidad se trata de un gigantesco sistema que por supuesto tiene fuertes diferencias y contradicciones internas. Este artículo solo intenta abrir el debate : falta que la reflexión sea profundizada por otras y otros.


La lenta aparición de la noción de « desarrollo sustentable » y la constitución de la ONU en « protectora » del medio ambiente

            Hace ya más de treinta años que la ONU trabaja activamente sobre las relaciones entre desarrollo y medio ambiente, oficializando poco a poco la noción de « desarrollo sustentable ». Aunque haya actuado en parte bajo la presión de los movimientos sociales (principalmente ecologista y feminista) y en un contexto internacional que de cualquier forma imponía cambios, veremos aqui como la ONU consiguió « tomar la delantera » en la « defensa » del medio ambiente en contra de los « intereses egoistas » que lo amenazan, capitalizando así una indudable simpatía y legitimidad en este campo.

            Inaugurados por la reflexión crítica de Ester Boserup sobre el papel de las campesinas del Sur (Boserup, 1970), los años setenta ven nacer el interés de la ONU para nuevos paradigmas sobre el desarrollo. En efecto, en 1972, la ONU organiza en Estocolmo una primera conferencia internacional sobre « el medio ambiente humano », es decir, sobre las relaciones que unen el desarrollo humano y la protección del medio ambiente. Después de esta primera conferencia, la ONU prosigue sus esfuerzos en dos grandes vías complementarias. Por un lado,  alimenta una reflexión « permanente » sobre desarrollo, financiando y realizando un conjunto de acciones concretas en el terreno. Por otra parte, se impone como organizadora de grandes conferencias decenales sobre medio ambiente y desarrollo, siendo sin duda la más sonada la de Río (Cumbre de la Tierra, 1992), después de la cual debe seguir en el verano 2002 la conferencia de Río +10, en Johanesburgo.

            Simultáneamente a la conferencia de Estocolmo, sale el Informe Meadows sobre « Los límites del crecimiento » (1972), establecido a petición del Club de Roma. En una época en que  se ve el crecimiento como una evolución exponencial permitida por el « progreso » y la tecnología, este informe señala que la escasez de los recursos naturales fundamentales (agua, tierra, fuentes de energía) se volverá necesariamente pronto un obstáculo mayúsculo para el desarrollo. En este contexto, y con el brusco aumento de los precios del petroleo y el desarrollo de fuertes movimientos revolucionarios y sociales, en especial feminista y ecologista, todo el decenio está marcado por un profundo cuestionamiento a los paradigmas dominantes sobre la integración al desarrollo de las mujeres y del medio ambiente, cuestionamiento que sigue recorriendo los ochenta[3].

            En el marco de sus actividades de seguimiento de la conferencia de Estocolmo, la ONU promueve en 1983 la creación de una Comisión mundial para el medio ambiente y el desarrollo humano, simbólicamente encabezada por una mujer, la noruega Gro Harlem Bruntland. En 1987, dicha Comisión entrega su informe, llamado « Nuestro futuro común », que la Asamblea general de la ONU retoma como su nuevo paradigma para el desarrollo. Este informe es el primero en definir la necesidad del « desarrollo sustentable », como « un desarrollo que resuelva las necesidades del presente, sin mermar la posibilidad de futuras generaciones de resolver las suyas » (WCED, 1987). Desde aquella fecha, han surgido más de 70 otras definiciones del « desarrollo sustentable ». Sin embargo, la que da el informe Bruntland —aunque sea bastante poco precisa—, es la que sigue prevalecido hasta hoy en la mayoría de las instituciones internacionales, entre las cuales el Fondo de Naciones Unidas para Población (FNUAP), el Club de Roma, la Organización Mundial para la Agricultura y la Alimentación (FAO), o el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUE). Por otra parte, el Informe Bruntland establece claramente la vinculación que existe entre pobreza, desigualdades sociales y deterioro ambiental, demostrando cómo el mecanismo de la deuda externa obliga a los países del Sur a sobreexplotar sus recursos y a reducir sus gastos sociales. Entre sus acentos progresistas, capaces de provocar una amplia adhesión, el informe agrega una notable crítica a la indústria militar, quien se adueña de recursos « que podrían ser utilizados de forma más productiva para reducir las amenazas sobre la seguridad provocadas por los conflictos en torno al medio ambiente y los resentimientos creados por la generalización de la pobreza » (idem).

            Cuando en 1992, acontece la siguiente cumbre de la ONU, organizada en Río y presentada como la « Cumbre de la tierra[4] » , el contexto se presta a que la ONU aparezca como la única instancia realmente preocupada en forma « neutra » por la sobrevivencia de la humanidad, quien en aquel entonces se descubre gravemente amenazada por el calentamiento del planeta, provocado por el efecto de invernadero y le deterioro de la capa de ozona. La ONU se propone entonces establecer una Agenda para el siglo XXI (más prosáicamente llamada Agenda 21), tomando simbólicamente las riendas del destino del planeta, con la tácita aprobación de la « opinión pública ». De hecho, la ONU no escatimó esfuerzos para promover una importante participación de la « sociedad civil ». Por ejemplo, en lo que a mujeres se refiere —se hace « espontáneamente » la asociación con la protección de la « Naturaleza »—, un organismo del sistema-ONU, el Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUE), ha organizado con un año de anticipación una conferencia preparatoria de mujeres. Co-organizada por la Asamblea Global Mujeres y Medio Ambiente, la Conferencia de Miami reune a más de 1.500 mujeres y feministas miembras de ONGs que trabajan la cuestión del medio ambiente, quienes elaboran su propio programa de acción, la Agenda 21 de las mujeres. De tal suerte que, durante la conferencia de las ONGs, paralela a la conferencia « oficial » de Río, las mujeres participan con entusiasmo : su carpa, « Planeta Fêmea », es, sin duda, la más importante y la mejor organizada  (Femmes et Changements, 2001). Para muchas, esta es la oportunidad de poner en práctica, con una consumada destreza, varias estratégias de lobbying para hacer avanzar sus reivindicaciones. Al finalizarse la conferencia de Río, las propuestas de las mujeres se ven en parte reflejadas en la Declaración de las ONGs, así cómo, sobre todo, en la Agenda 21 producida por la Conferencia de los Estados, cuyo capítulo 24 trata específicamente de « la acción global para las mujeres hacía el desarrollo sustentable y equitativo » (Hemmati & Seliger, 2001).

            Desde aquella fecha, la ONU ha proseguido con celo sus actividades a favor del desarrollo sustentable y de la puesta en práctica de la « Declaración de Río ». A lo largo del periodo, organizó un conjunto de conferencias, también decenales, sobre una serie de temas (mujeres, población, habitat, seguridad alimenticia, entre otros), que han contribuido cada uno  desde diferentes ángulos, a la actual definición del desarrollo sustentable. La concepción que hoy prevalece es que el desarrollo sustentable, además de deber enraízarse sólidamente en lo « local », tiene que descansar sobre tres pilares : económico, medioambiental y social. Dicho de otra forma, para ser sustentable, el desarrollo debe basarse en cierta « racionalidad » económica, debe tomar en cuenta la situación del medio ambiente y debe incluir la « equidad social », entre otros en lo que a género se refiere. Sobre todo, debe ser « participativo », para gozar de una verdadera legitimidad y permitir una buena « gobernabilidad » mundial. Aquél nuevo paradigma, retomado por el Banco Mundial y el FMI, está vinculado con la nueva realidad del mundo « unipolar », y refleja el ideal de una suerte de administración global bajo el mando de las instituciones  internacionales. Para la gestión del sistema, y en especial del « desarrollo », en el marco de la globalización y de la mundialización, la ONU juega un papel central. Y de hecho, ella es quien organiza la próxima cita al respecto : la Conferencia de Johanesburgo sobre el « desarrollo sustentable », cuyas decisiones tendrán mucho impacto para las mujeres.


Cuando la ONU apadrina a las mujeres

Paralelamente a sus actividades de cara al medio ambiente y al desarrollo, la ONU también se ha interesado específicamente en las mujeres, creando progresivamente un sistema complejo y cada vez más difícil de obviar, de espacios internacionales de debate y « participación », cuyo punto cumbre son las conferencias mundiales sobre La Mujer. Evocaremos en esta sección algunos aspectos de la creciente influencia —ideológica y práctica— de la ONU sobre el movimiento de mujeres y la reflexión feminista.

Ya desde 1975, la ONU organiza un « decenio de La Mujer », inaugurado con una conferencia internacional en México[5], seguido por una conferencia intermedia a los cinco años realizada en Copenhaguen y clausurado por una Tercera conferencia en Nairobi en 1985. La Cuarta conferencia, realizada en Beijín en 1995, cierra con broche de oro un segundo ciclo de diez años de intensas actividades ONUsianas en torno a otros temas importantes para las mujeres : desarrollo sustentable (1992, Río, ya mencionado), derechos humanos (1993, Viena), población (1994, El Cairo). Durante esta última conferencia en especial, frente a la unión de diferentes Estados católicos y musulmanes en contra del derecho de las mujeres a disponer libremente de su cuerpo, la ONU consiguió aparecer como el principal aliado y « protector » de las mujeres. Finalmente, para medir los resultados de la puesta en práctica de la « Plataforma de Beijín », una evaluación quinquenal, llamada « Beijín +5 », tuvo lugar en Nueva York en 2000. Todas esta conferencias están enmarcadas en un conjunto de reuniones de preparación y de seguimiento que forman un denso calendario de actividades internacionales a las cuales la « sociedad civil » está fuertement invitada a participar (Hematti & Seliger, 2001).

Algunas analistas, entre las cuales se cuentan numerosas feministas del Norte como del Sur, evalúan como bastante positivas la Plataforma de Beijín y las estratégias de acción que de ella se desprenden. Celebran como una victoria del feminismo, el hecho de haber conseguido introducir la « perspectiva de género » dentro la agenda de la ONU. Ciertamente, numerosos países han creado ministerios o secretarías de la Mujer, en aplicación de los compromisos contraídos en Beijín. En varias partes del mundo, se han registrado cambios legislativos a favor de las mujeres y en numerosas instancias nacionales e internacionales, se han abierto importantes —aunque insuficientes— presupuestos para promover la « equidad de género ». Para muchas feministas, la Plataforma de Beijín se ha vuelto una herramienta imprescindible que orienta sus reivindicaciones. Según su perspectiva, dicha plataforma es el feliz resultado de sus estratégias de lobbying para la adopción del paradigma del mainstreaming. Este término polisémico, de borrosa definición, se puede resumir por la inclusión de la « perspectiva de género » en el conjunto de las problemáticas, y en especial en todo lo que se refiere al desarrollo y a su sustentabilidad.

Sin embargo, el fenómeno más interesante de observar, es como la ONU consiguió poco a poco absorber las actividades de las organizaciones de mujeres en sus propias conferencias. En efecto, en 1975 en México, algunas feministas habían llevado a cabo fuera de la conferencia  un conjunto de acciones para denunciarla como un intento de recuperación de su movimiento. Al contrario, en 1995, el Foro de las ONGs fue organizado por la misma ONU, y muchas mujeres y grupos feministas participaron desde dentro para intentar ser escuchadas precisamente por la ONU y los gobiernos.

            Podemos observar este fenómeno en las conferencias de la ONU sobre otros temas, sin embargo, la Conferencia de Beijín ilustra de forma especialmente nítida la instalación del dispositivo « participativo » de la ONU. Efectivamente, en esta ocasión, apareció de manera totalmente explícita que la ONU encabezaba simultaneamente los dos eventos : tanto la Conferencia oficial de los gobiernos, como el Foro « paralelo » de las ONGs, habiendo cuidadosamente definido los mecanismos destinados a enlazar y separar a los dos. Por ejemplo, el Foro de las ONGs tenía lugar varios días antes de la Conferencia y a cuarenta kilómetros de la misma. Para evitar cualquier interferencia fuera de control, el único canal de comunicación ofialmente previsto entre las dos instancias, era un breve informe hacía la Conferencia gubernamental por parte de la presidente del Foro de las ONGs —designada de antemano por la ONU. Además, la mayor parte del trabajo fue realizada previamente, por medio de un largo proceso preparatorio. La ONU deseaba que en cada país, las ONGs (feministas, de mujeres y mixtas) se acercaran del gobierno de turno, para establecer, de ser posible, un único informe sobre la situación de las mujeres y una única serie de recomendaciones. Estaba previsto incluso promover la inclusión —en forma bastante arbitraria— de representantes de ONGs en las delegaciones gubernamentales. Este sistema favorecía simultáneamente la pérdida de autonomía del movimiento feminista frente a sus respectivos Estados, y la minorización-dilución de sus posiciones en un consenso amplio con el gobierno y las ONGs no-feministas que también estaban invitados a pronunciarse. Además, la ONU había definido de antemano los temas que los informes nacionales debían abordar y el tipo de indicadores a utilizar —principalmente cuantitativos (Más alla de Beijin, 1994). Finalmente, la ONU, a través de diversas instancias, ponía importantes cantidades de financiamiento a disposición de las ONGs o de consultoras particulares ­­—a menudo provenientes del movimiento feminista— para la elaboración de los informes y para permitir a mujeres del mundo entero viajar hasta Beijín.

El debate de las feministas latinoamericanas y del Caribe sobre la ONGización de su movimiento —que empieza durante su Sexto encuentro de 1993 en El Salvador, justo durante el proceso de preparación de Beijín, y prosigue con fuerza una vez apagadas las luces de la conferencia de la ONU durante su siguiente encuentro en Chile, en 1996— permite entender mejor los efectos de esta política (Falquet, 1998). El encuentro de Chile constituye probablemente el punto culminante de la crítica realizada por la corriente « feminista autónoma »[6], crítica que continúa, aunque con menos pasión, durante el Octavo encuentro de 1999 en República Dominicana[7] (Falquet, 1999). De hecho, hoy en día, y a pesar de las diferencias que existen de un país a otro, el movimiento feminista parece haberse transformado en un conjunto de ONGs profesionalizadas organizadas en redes especializadas fuertemente dependientes de financiamientos externos, que trabajan en el marco de la « perspectiva de género » en coordinación con instancias gubernamentales, consultoras especializadas y centros de investigación universitarios o para-universitarios, mientras que la vida cotidiana de las mujeres (alimentación, educación, salud, vivienda, trabajo remunerado, etc) empeora dramáticamente bajo los efectos de la mundialización neoliberal-capitalista.

Agrupando las reflexiones críticas de la corriente « autónoma » de estos últimos años  (Bedregal et Al., 1993 ; Pisano, 1996, 2001 ; Mujeres Creando, 1999 ; Cañas, 2001), se puede resumir el análisis de la siguiente manera. Primero, la inflación de los financiamientos internacionales para cuestiones « de género » ha fomentado por un lado luchas sororicidas entre los grupos y personas para tener acceso a estos recursos, y por otro lado la concentración del poder y la reducción del movimiento a un pequeño número de grandes centros y de influentes  ONGs quienes captan la mayor parte de dichos financiamientos. Simultáneamente, para obtener estos fondos, los grupos tienen que dar pruebas de su « capacidad », profesionalizándose en forma acelerada, contratando contadoras y expertas « en género », en detrimiento de una militancia política escogida y voluntaria. El movimiento se transforma en una suma de organizaciones que se cristalizan en instituciones cada vez más burocratizadas, dando lugar al fenómeno de la « ONGización ». Se acerca a las instituciones gubernamentales, universitarias e internacionales, mientras que su componente utópica o radical está siendo marginalizada. Se trata ahora  de « proponer » y ya no de soñar, mucho menos de protestar. Para una mayor eficiencia, las ONGs se agrupan en redes internacionales especializadas, perdiendo en buena medida sus raices locales y su trabajo cotidiano, para concentrarse en la participación a los eventos internacionales. La propuesta feminista global se atomiza en una serie de temas fragmentados y desconectados unos de otros. La visión de transformación completa se ha transformado en una serie de reivindicaciones de arreglos y mejorías parciales, una lista de propuestas legislativas abstractas y de mico-proyectos locales para mediatizar la creciente miseria de las mujeres. Se observa el mismo fenómeno cuando se analiza como aparecen los « temas » del feminismo regional, y como se transforman por oleadas al ritmo de las conferencias de la ONU y de las prioridades de financiamiento de las agencias de cooperación internacional del Norte. Así sucede con temas « vedette » desde el principio de los noventas, tales como el « poder local » de las mujeres y su « participación política » : el poder era precisamente uno de los dos temas principales que los informes preparatorios latino-americanos y caribeños para Beijín tenían que abordar. Cada año cambian las prioridades : medio ambiente, derechos humanos, vivienda. Hasta la manera de nombrar los temas varía según el antojo de las agencias financiadoras : para llegar a una suerte de consenso en las declaraciones internacionales y responder a las expectativas de las fuentes de financiamiento, la lucha para el aborto libre y gratuito se vuelve esfuerzo hacía la maternidad voluntaria, el cuestionamiento de la heterosexualidad como sistema se hace batalla por la tolerancia de múltiples « preferencias sexuales ». Finalmente, la alocada ronda de conferencias y reuniones de la ONU a lo largo y ancho del planeta, absorbe el tiempo y la energía de las mujeres y de los grupos feministas, provocando cada vez considerables gastos que solo pueden ser encarados gracias al financiamiento internacional. Aparece algo así como una élite feminista que va a la mayoría de la conferencias y facílmente se transforma en « expertas en género », percibiendo a menudo honorarios bastante atractivos y muy bienvenidos en estos tiempos de fuerte desempleo en la región, mientras que la militancia « callejera » disminuye y que las mujeres comunes y corrientes se alejan del movimiento.

En conclusión, el análisis feminista autónomo latinoamericano y caribeño denuncia la despolitización del movimiento y su pérdida de autonomía conceptual y organizativa —y por tanto de radicalidad y de potencialidad transformadora. Tal reflexión se manejaba aún recientemente, durante el Primer encuentro mesoamericano de estudios de género organizado por la FLACSO en agosto 2001 en Guatemala Reuniendo cerca de 800 mujeres, entre las cuales varias feministas activas en el debate sobre autonomía, este encuentro bastante universitario paradójicamente sirvió para prolongar el debate del movimiento. Así, los debates animados entre otras por la feminista chilena Margarita Pisano, una de las importantes voces « autónomas »,  sobre el tema : « es el género una manera de despolitizar el feminismo ? », fueron de los que suscitaron la mayor asistencia y la más entusiasta participación (Falquet, por publicar). La causa de la despolitización del feminismo ? En buena parte, la dependencia financiera hacía las instituciones de cooperación del Norte —fundaciones privadas, ministerios de cooperación, y por supuesto, entre los grandes proveedores de fondos, la ONU y sus satélites, el FMI y el Banco Mundial (sabiendo que el dinero que llega por medio de los gobiernos locales casi siempre tiene la misma fuente y viene con las mismas orientaciones).

Los mecanismos de la participación y la creación de « agenda » : el caso del turismo


            La cuestión del turismo es de mucho mayor importancia para las mujeres, de lo que en un primer momento se podría pensar. Primero, porque constituye prácticamente la única alternativa de « desarrollo » que les es dejada a los países empobrecidos por la globalización, con la creación de zonas francas y de maquiladoras, y fuera de la migración y del narcotráfico.  No solo implica generalmente el turismo la evicción de las poblaciones locales y la pérdida de tierras agrícolas cultivadas, sino que también la intrusión a menudo brutal de la economía monetaria y de usos y costumbres diferentes, a la vez que la folclorización de las culturas autóctonas —de la que las mujeres sufren especialmente[8]. Para las mujeres, el turismo trae muy pocos beneficios : generalmente no son inversionistas, ni se benefician con los mejores empleos. A lo sumo llegan a obtener algunos empleos de servicio de baja categoría y mal remunerados (guia turística, recepcionista o empleada de limpieza en los grandes hoteles). A menudo, tienen que enfrentar la violencia sexual de los turistas de sexo masculino, al constituir uno de los atractivos fundamentales de las soleadas playas promocionadas por los afiches turísticos en los que el sexismo lo disputa al racismo —siendo ejemplos bastante impactantes la promoción del turismo en Cuba o en República Dominicana. La subida de los precios provocada por el turismo, el empobrecimiento que supone el despojo de sus recursos tradicionales (pesca, agricultura) y la incitación activa por parte de los turistas provoca casi inevitablemente el desarrollo de la prostitución, primero in situ, y luego posiblemente en el marco de la migración.

            Por eso analizaremos con especial interés la forma en que la ONU promueve el desarrollo del turismo. Acabamos de ver, en el caso de las mujeres, como la ONU fomentaba la  participación de la « sociedad civil », apoyándose en las ONGs y reforzándolas en detrimiento de los movimientos sociales, así como las consecuencias que de ello se desprenden para el movimiento feminista latinoamericano y del Caribe. La cuestión del turismo nos permitirá aquí ver de qué manera la estrategia de la ONU le permite crear de la nada temas y prioridades. En otros términos, como la ONU fabrica y orienta la agenda internacional del « desarrollo » hacía actividades particularmente perjudiciales para las mujeres.

            Hace ya tiempo que la ONU promueve el acercamiento y la participación de las ONGs a sus propias estructuras. Encontramos una entusiasta descripción de este esfuerzo en un manual destinado a promover la participación de las mujeres a la conferencia de Johanesburgo, titulado « The stakeholder toolkit » y editado por Minu Hemmati y Kerstin Seliger, respectivamente  consultora independiente e “interna” del Foro de la Naciones Unidas para el Desarrollo (UNED) (Hemmati & Seliger, 2001). El principal instrumento de esta política es el ECOSOC, o Consejo económico y social de la ONU. Desde 1968, las ONGs que así lo desean, pueden solicitar un estátus consultivo de cara al ECOSOC, u a otras instancias de « menor rango » del sistema de la ONU (FAO, OIT etc.). Sin embargo, la gran apertura a las ONGs acontece en  1996, cuando la ONU decide crear un nuevo estátus consultivo más flexible, y sobre todo cuando, valiéndose de la experiencia adquirida por el ECOSOC, se propone examinar la cuestión de la participación de las ONGs en todas las áreas de trabajo de la ONU[9] (Hemmati & Seliger, 2001). Un sub-grupo ad-hoc de ONGs es formado para estudiar la cuestión y hacer propuestas. Paralelamente, desde 1996, a petición del Foro de la UNED, las ONGs acreditadas en la ONU han obtenido un espacio de « diálogo » —importante, dado que tiene que ver con desarrollo— durante las reuniones de la Comisión para el desarrollo sustentable (CSD) de la ONU[10].

            Sobre todo, es la puesta en práctica concreta de este dispositivo la que revela plenamente su alcance : el primero verdadero « diálogo » sobre « desarrollo sustentable » tiene lugar en 1998 sobre el tema… de la industría. Vale la pena analizar el lenguaje con el que la experiencia es narrada : « … dos elementos aumentaron las probabilidades de éxito. Primero, el hecho que la Cámara internacional del comercio tomaba parte como miembro al comité de las ONGs de la CSD[11] y por tanto estaba perfectamente enterada de los preparativos de las ONGs. Segundo, el hecho que relaciones extremadamente cercanas se establecieron entre varias personas representantes de las ONGs y las y los representantes de la indústria. Eso permitió que existiera un nivel de confianza que hizo contrapeso a cualquier molestia que hubieran podido ocasionar los miembros más extremos de cada sector. » (Hemmati & Seliger, 2001). Se ve aqui que, curiosamente, la Cámara internacional de comercio participa a la reuniones de las ONGs, y como la « fraternización » entre sectores a priori más bien adversos (aquí las ONGs y la indústria), es a la vez medio y meta de este diálogo fomentado por la ONU. Motivado por este éxito, el nuevo Buró de la CSD, encabezado por el ministro del medio ambiente de Nueva Zelandia, lanza el diálogo de 1999 sobre el tema del turismo : « Decidió que estarían implicados cuatro « grupos mayores » este año : las ONGs (coordinadas por el Comité de las ONGs de la CSD), el comercio y la industría (World Travel, el Consejo del turismo y la Asociación internacional de hoteles y restaurantes), los sindicatos (la Confedarción internacional de los sindicatos libres) y las autoridades locales (el Consejo internacional para las iniciativas medioambientales locales). » (Idem). Notamos que, detrás del término « Grupos mayores », sólo son algunas estructuras de las ONGs y de otros sectores —y no necesariamente los más « progresistas »— que están invitados a dialogar, sin que se sepa claramente porque son consideradas como representativas. El documento prosigue : « El tema del turismo era problemático para las ONGs, en la medida en que no se trata de un capítulo de la Agenda 21 [de Río]. El Comité de las ONGs de la CSD, que no poseía ningún Caucus trabajando sobre el tema, realizó una acción masiva de búsqueda y convocatoria hacía las ONGs trabajando en el tema del turismo. Hizo un envío de correo a más de 300 organizaciones. » (Idem). Así es como, aunque las ONGs no trabajen sobre un tema, la ONU se encarga de incitarlas a hacerlo, según sus propias prioridades. Y es así como el turismo se ha vuelto una de las prioridades del « desarrollo ». Turismo « sustentable », por cierto, pero la definición de este término adolece de gran vaguedad. Cuando se observa su contenido concreto, reflejado entre otro por las políticas de cooperación de los Estados del Norte, el panorama se aclara. La política de cooperación española hacía el contienente americano, por ejemplo, constituye un impactante ejemplo de ello[12]. En Guatemala, donde su acción es especialmente importante, la cooperación española promueve entre otros dos grandes ejes de trabajo : mujeres y turismo. En lo que a mujeres se refiere, España apoya la creación de una suerte de Secretaría de la Mujer, con el modelo de su propio Instituto de la Mujer, e impulsa una serie de capacitaciones sobre « género » (AFED, 2000). En lo que al segundo eje se refiere, financía la capacitación de la población local, en otro indígena, a las profesiones pero sobre todo a los trabajos de segunda categoría del turismo, a la vez que restaura las iglesias y edificios de la época colonial, mientras que las empresas privadas españolas realizan importantes inversiones en las infraestructuras hoteleras del país. Más abajo volveremos sobre la cuestión del turismo en América Latina, estrechamente vinculada con otros proyectos de « desarrollo », en especial en regiones indígenas.


Así, para concluir esta primera parte de la refelxión, constatamos que la ONU ha logrado constituirse en un actor central que determina las orientaciones teóricas y prácticas del « desarrollo ». Ciertamente, podría leerse este proceso como una victoria de los movimientos sociales, quienes hubieran logrado poco a poco presionar para que sus preocupaciones sean incorporadas a las políticas internacionales de la ONU, o bien como una suerte de alianza entre los sectores más « razonables » para el bien de las mayorías. En el centro de este proceso, hallamos a las mujeres. Son las primeras afectadas por la pobreza y la deterioración del medio ambiente que implica este « desarrollo », también son quienes realizan la mayor parte de las propuestas concretas de solución o de alternativas. Su gran sed de participación, su responsabilidad hacía las generaciones venideras, su sentido práctico y su inmensa capacidad para trabajar a precios bajísimos o gratuitamente, constituyen una disposición social que la ONU no piensa desaprovechar. Es más, su manera de acercar las mujeres a sus proyectos también es una forma de neutralizar las voces más críticas, muchas de las cuales provienen del movimiento feminista, colocándolas entre la espada y la pared : oficialmente, es hora de ser « propositivas » y « realistas ».

            Ciertamente, el proceso de transformación de los movimientos sociales en ONGs posee sus lógicas internas. Sin embargo, es interesante ver como también es el resultado de una política deliberada de la ONU para suscitar la aparición de « contrapartes », de una « sociedad civil » —bastante menos amenazadora que un movimiento social, político o revolucionario— que pueda ayudarla en la misión que se ha dado. En esta paulatina instalación de una administración mundial global, asistimos a una burocratización generalizada que acerca la gigantesca administración de la ONU y el tejido asociativo, en una desigual asociación. Las ONGs se vuelven poco a poco las « sub-contratistas » creativas, experimentadas y sobre todo baratas[13], quienes ejecutan, experimentan y renuevan permanentemente las políticas internacionales de la ONU. De esta forma, la ONU recoje un vasto conjunto de informaciones sobre la situación, los grupos y los movimientos en cada país, las problemáticas y la posibles alternativas. Los datos estadíticos y políticos que recoje para tratarlos mejor según sus perspectivas propias, le proveen a la vez una valioso información y la posibilidad de volver a transmitir dichas informaciones bajo la forma que mejor le convenga, para « crear opinión »[14].


Qué desarrollo preparan las intituciones internacionales ?


Hemos visto de qué manera la ONU entiende y fomenta la « participación » de la población mundial al desarrollo a través de las ONGs, ahora queda insertar esta reflexión en un contexto más global : el de la mundialización neoloiberal —de la cual algunos analistas, como el norteamericano James Petras, no dudan en afirmar que se trata ni más ni menos del imperialismo más tradicional (Petras, 2001). En lo que concierne la « neutralidad » de la ONU, recordemos que en 1999, los Estados Unidos proveían a su presupuesto 1,170 miliones de dólares, es decir 5,5 veces más que su segundo contributor (Ucrania), 13 veces más que el tercereo (la Federación Rusa) y 49 veces más que Francia (Hemmati & Seliger, 2001). Recordemos asimismo que la ONU es parte del mismo sistema de Bretton Woods del cual surgen tanto el FMI como el Banco Mundial, cuyo papel en la instalación de este nuevo oreden mundial ya no necesita ser demostrado. En cierta forma, y a pesar de las contradicciones que a veces los oponen, puede considerarse que se trata de un sistema único, bajo el mando de Estados Unidos y del G-7, del cual la ONU sería la cara sonriente, y el FMI y el Banco Mundial las figuras despiadadas que imponen en « desarrollo » neoliberal. Veamos con más detenimiento como se combinan sus acciones, y  algunas de sus consecuencias para las mujeres.


Concepciones del Banco Mundial sobre medio ambiente, ecoturismo y biodiversidad

            Si bien es cierto que el FMI y el Banco Mundial se han unido a las voces que hoy pregonan el « desarrollo sustentable », de hecho existen formas muy diferentes de concebir el mismo. Detengámonos aquí en la concepción del Banco Mundial en torno al medio ambiente y en algunos proyectos de « desarrollo » neoliberales.

            Podemos distinguir cinco grandes concepciones de las relaciones entre desarrollo y medio ambiente (Comisión Ambiental Metropolitana, 2000). La más antigua, irónicamente común al capitalismo salvaje y al socialismo planificado, se origina en el Siglo de las luces : la economía de frontera considera que la “naturaleza” existe para que la usen los seres humanos, quienes pueden modificarla y manipularla a su antojo. La “naturaleza salvaje”, a menudo  asimilada a lo “femenino”, se ve como opuesta a la cultura y debe ser domada. Constituye un “vacío” en el que botar, por ejemplo, los residuos y desechos de la actividad económica y de consumo. La ecología económica aparece como una forma de “reparar” los daños causados por esta primera concepción y ponerles límites a las actividades “peligrosas” para el medio ambiente. Visibiliza el valor económico de un conjunto de servicios vinculados con el medio ambiente, y demuestra que la deterioración del mismo es un resultado directo del proceso productivo. El paradigma de la administración de recursos aparece como un eslabón suplementario, al afirmar que los recursos naturales son la base material del desarrollo actual y futuro. Para decirlo en términos muy actuales, la pérdida de biodiversidad hipoteca las posibilidades de crecimiento. En esta perspectiva, la creación de parques naturales, por ejemplo, permite constituir reservas de recursos genéticos, a la vez que ayuda a la regulación del clima. Más que querer imponer “tecnologías limpias”, este paradigma introduce la noción de “quien contamina, paga”, como una forma de incorporar a la lógicas económicas, los costos sociales de la deterioración del medio ambiente. De hecho, esta perspectiva propone incluir a todos los tipos de capital (humano, financiero y infraestructural), así como a los recursos biofísicos, en las contabilidades nacionales, en las decisiones de inversión y en los cálculos de productividad, así como y sobre todo en las políticas de planificación y de desarrollo.

            A estas tres perspectivas que solamente quieren hacer arreglos superficiales a la organización capitalista de la producción, se oponen dos concepciones bastante diferentes. El ecodesarrollo propone reestructurar las relaciones entre los seres humanos y la naturaleza, volviendo las actividades humanas compatibles con los ecosistemas. El desarrollo pasa entonces a ser una forma de administrar estas nuevas relaciones entre el medio ambiente y la población. La visión de sistemas económicos cerrados deja lugar a un análisis en términos de economía biofísica, abierta. También se trata de prevenir la contaminación en sus diferentes formas y de reorientar el desarrollo hacía una mayor integración de las políticas económicas, sociales y ecológicas. Finalmente, la ecología profunda subraya los aspectos espirituales y sociales de las relaciones con la naturaleza. Propone una democracia participativa, conjugada con igualdad social, libertad, ecología, feminismo, pacifismo y preservación de la vida “natural”. Concibe a los seres humanos como parte integrante de la naturaleza e insiste en la necesidad de un auto-control demográfico. También promueve la diversidad, tanto biológica como cultural, así como  una economía que no solo esté orientada hacia el crecimiento, sino que hacia una mejor distribución de las riquezas, combinando el uso de tecnologías de bajo impacto ambiental y de tecnologías tradicionales. Se puede agregar a esta corriente la ecología radical o libertaria de Bookchin (Bookchin, 1989) y la ecología feminista, quienes a su vez incluyen varias tendencias del Sur y del Norte (Vásquez García ; 1998, Shiva, Mies, 1998).

            El actual debate en el seno de las instituciones internacionales se ubica principalmente entre la tercera y la cuarta concepción : lejos de cualquier visión ecofeminista, lo que el FMI y el Banco Mundial llaman « ecodesarrollo » o « desarrollo sustentable » es en realidad un programa de « mejor » administración de los recursos, así como lo explica la economista mexicana Laura Frade (Frade, 1999). De hecho, se trata sobre todo de darle un nuevo respiro al capitalismo, bajo el nombre de « capitalismo verde ». Por ejemplo, el FMI y el Banco Mundial promueven efectivamente « reservas naturales », entre otros a través del mecanismo del « cambio de deuda por naturaleza ». Sin embargo, cuando se examinan estas políticas con más detenimiento, se observa que estas reservas, al pasar bajo el control de los países del Norte, toman la doble apariencia de un « jardin de Edén » preservado en el que desarrollar el « ecoturismo » (cuya demanda por parte de occidente va creciendo), y de amplios « bancos de germoplasta » in situ, que las industrías agroalimentarias, farmaceuticas y militares, estudian con mucho interés para patentar por cuenta propia la biodiversidad y extraer de ella la materia prima necesaria para desarrollar en beneficio propio una serie de organismos genéticamente modificados (OGMs). El desarrollo de patentes sobre la vida, en especial sobre la semillas, tiene consecuencias directas para las mujeres. De hecho, al no tener recursos financieros suficientes para comprar sus semillas en el mercado, más que los varones son generalmente las campesinas quienes recurren a las semillas « caseras », que van seleccionando de sus propias cosechas año tras año, e intercambian fuera del circuito capitalista. De tal modo que, por un lado, son los conocimientos acumulados no solo por las comunidades campesinas, sino que por las mujeres, que están siendo así expropriadas por las multinacionales. Y por otra parte, son las mujeres quienes tendrán cada vez más dificultades para comprar las nuevas semillas y tener acceso a los intrantes,  cada vez más caros (Femmes et Changements, 2001). Por otra parte, las « reservas » de biodiversidad están mayoritariamente ubicadas en territorios de poblaciones autóctonas. Cuando existen proyectos de desarrollo vinculados con las reservas, que asocian a la población local, generalmente a las mujeres se les deja de lado. Y la mayoría de las veces, las poblaciones locales se ven sencillamente expulsadas de la zona, lo que significa una serie de problemas especialmente graves para las mujeres, de quienes se sabe que generalmente son las más apegadas a su « hogar »[15].

            Daremos tres ejemplos de tal concepción del « desarrollo » en el caso de América Latina. Primero, el pueblo de Tepôztlán, cerca de la ciudad de México : se trata de una zona indígena-campesina de gran importancia espiritual, transformada desde hace casi 50 años en parque natural protegido, y que alberga una gran biodiversidad. El más reciente proyecto de « desarrollo » local, promovido por un conglomerato de inversionistas nacionales y extranjeros, preveía de implantar en la zona un club de golfo (un clásico del turismo « verde » especialmente depredador en agua y contaminante, por los fertilizantes que se aplican al césped) y un complejo residencial de lujo. En otros términos, se trataba de desarrollar el ocio « verde » de la población nacional y extranjera rica, en detrimiento de las familias indígenas y campesinas, de su producción agrícola y de sus tradiciones religiosas. La ejemplar movilización de la población logró parar el proyecto  (Julien, 1995). Otra reserva natural « de la biosfera », la zona de Montes Azules, en Chiapas, constituye precisamente el corazón del levantamiento indígena neo-zapatista que empieza en 1994, en el exacto momento en que entraba en vigor el tratado de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá. Se trata de una zona de selva tropical húmeda de inmensa riqueza genética, y además llena de petróleo de la mejor calidad (arabian light). Ya son incontables las investigaciones que han sido llevadas a cabo, oficial o clandestinamente, para « recuperar » los conocimientos tradicionales de la población indígena de la región sobre el uso de las plantas nativas. Las grandes empresas petroleras extranjeras, entre otras la francesa Elf, esperan con impaciencia el día en que podrán penetrar en la zona, una vez que haya sido aniquilada la resistencia indígena. Hasta ahora, cuando el ejército ha intentado instalar sus campamentos en los pueblos de la región, son casi siempre las mujeres que han impedido la instalación de los soldados, sin más armas que sus manos vacías. Pero desde hace ocho años, el ejército federal (mexicano) ha abierto una amplia red de carreteras en la selva, preparando la infraestructura para la explotación petrolera, pero también para el neoturismo (que se deleitará con la clorófila y las espléndidas ruinas mayas que se encuentran en la zona), que el gobierno pretende desarrollar en la región, siguiendo los consejos del Banco Mundial. Actualmente, 35  expertos de dicha institución se encuentran precisamente realizando un diagnóstico en los Estados de Chiapas,  Oaxaca y Guerrero, tres Estados en los que se enraízan los principales grupos guerrilleros del país, así como la mayor biodiversidad. Según uno de los expertos entrevistados, « la existencia de esos grupos no tiene nada que ver [con nuestra presencia]. Nuestro trabajo es ajeno a lo político. Se trata de ver lo que podemos hacer para combatir la pobreza. » (Mariscal, 2002).

Finalmente, y de forma mucho más global, es interesante analizar el Plan Puebla Panamá (PPP), megaproyecto de « desarrollo » para el sur de México y Centroamérica, promovido entre otros por los Estados Unidos y el Banco interamericano de desarrollo (BID) (Morita, 2001 ; CRASCR, 2001). Lanzado en toda la región en la primavera 2001, el PPP se articula con el Plan Colombia, extendido y ampliado recientement en Plan Andino, que tiene los mismos padrinos y que combina un eje anti-droga, un eje militar y un eje de « desarrollo ». La meta oficial del PPP es reducir la pobreza, ofreciéndole trabajo a la población de los seis Estados « subdesarrollados » del sur de México y de Centroamérica. En realidad, se trata de controlar toda la región, fundamentalmente indígena y campesina, que constituye una inmensa reserva de biodiversidad, de tierras fértiles y de agua, riqueza especialmente importante para quienes preveen dentro de unos años una sequía sin precedentes en el sur de Estados Unidos y al norte de México. Un amplio programa de investigación sobre las poblaciones indígenas de la zona, que incluye el uso tradicional de las plantas de la región, está siendo financiado desde hace algunos años por el Banco Mundial. Algunas personas incluso se preocupan por el hecho que la población indígena « es genéticamente muy interesante para la investigación, dado que su genoma es muy puro. Cualquier laboratorio puede llegar y realizar una serie de actividades, oficialmente para brindarles una mejor cobertura de salud, y llevarse su genoma para reproducirlo o patentarlo. » (Avilés, 2002). El PPP también prevee la construcción de una densa red de infraestructuras de transporte (autopistas, vía ferréas y puertos), y de ser posible, el famoso « canal seco » destinado a sustituir el canal de Panamá, para transportar rápidamente las mercancias hacía el continente asiático, principal mercado del siglo XXI. Simultáneamente, dichas mercancías podrían ser producidas a bajo costo en la misma región, donde el Plan prevee la implantación de una nueva franja de « zonas francas » y maquiladoras, que permitiría mantener en su lugar la población local para evitar su migración hacía el Norte. Finalmente, el turismo de la « ruta Maya », cuando se consiga pacificar la zona, podría alzar el vuelo. Para las mujeres, en especial indígenas, el PPP no parece anunciar nada bueno : se ha visto como les afecta especialmente el desarrollo del turismo. En lo que se refiere a la creación de empleos en las maquilas (que contratan principalmente mujeres), ha sido comprobado en el mundo entero que se trata de empleos especialmente mal pagados y no-cualificantes, sin ningún derecho laboral y la mayoría de las veces extremadamente nocivos para la salud. El sistema de las zonas francas evoca a una suerte de segunda « revolución industrial », aún más brutal que la primera, que intenta empujar al mercado del trabajo asalariado sobreexplotado a los últimos grupos humanos, autóctonos entre otros, que habían conseguido salvarse de él, reduciendo a la nada sus culturas y sus respectivas bases materiales, en especial la tierra.


Políticas de población : quien controla la fecundidad de las mujeres ?

El Consejo de población, creado en 1950 por el millonario Rockefeller, es uno de los primeros en presentar la « sobrepoblación » como una amanaza para el desarrollo, concepto que es retomado desde 1962 por la ONU, que lo declara « problema mundial número uno ». En 1969, es el presidente del Banco Mundial, Mac Namara, quien sugiere centralizar las políticas de población de la ONU : aparece entonces el Fondo de las Naciones Unidas para población (FNUAP) (Ströbl, 1992). En 1972, el Informe Bruntland deja entender que el aumento de la población mundial produce necesariamente un impacto negativo sobre el medio ambiente. En 1973, Georges Bush, entonces representante de los Estados Unidos para la ONU, declara : « hoy, ya no se puede decir que el problema del crecimiento de la población sea una cuestión privada. Requiere de la atención de los dirigentes nacionales e internacionales. » (Hume, 1993). A iniciativa de los países industrializados, la ONU organiza su Primera conferencia mundial sobre población, en 1974, en Bucarest. En 1975, la Conferencia de México sobre La Mujer no olvida evidenciar un vínculo entre la escolarización de las mujeres, sus prácticas matrimoniales y sus comportamientos de fecundidad[16]. Y mientras que en Bucarest, la mayoría de los países del Sur se oponían a los planes de la ONU, considerándolos como un reflejo de los intereses del imperialismo norteamericano, en 1984, durante la Segunda conferencia de la ONU sobre población, en México, ya casi todos se han convencido de la necesidad de reducir su crecimiento demográfico (Más allá de Beijin, 1994). Como lo hemos visto antes, en la siguiente conferencia, en 1994, en El Cairo, la ONU incluso consigue presentarse como el gran aliado de las mujeres frente a los integrismos católico y musulmán, defendiendo su acceso a la anticoncepción. Pero será que se trata realmente de « liberar » a las mujeres, o sencillamente de limitar su « peligrosa » fecundidad ?

Cuando se examina de más cerca la generosa preocupación de la ONU hacía las mujeres, ampliamente respaldada por el FMI y el Banco Mundial, dicha generosidad cambia de rostro. Efectivamente, la noción ambigua de « sobrepoblación », ampliamente criticada por la feministas del Sur, esconde una teoría racista, sexista y profundamente perversa, que presenta a las mujeres latinas, indígenas, negras, árabes y asiáticas como « demasiado prolíficas » y por tanto culpables de su propia pobreza, responsables del hambre en el mundo y de la presión sobre el medio ambiente. La feminista alemana Ingrid Ströbl, quien pagó con cárcel sus análisis, denunció con vigor las políticas internacionales de población en cuanto « selección » eugenista que pasa en primer lugar por el estricto control de los cuerpos de las mujeres autorizadas o no a reproducirse (Ströbl, 1994)[17]. Aunque haya sido ampliamente demostrado que el principal problema medioambiental del planeta se enraíza en los esquemas de producción y de consumo de los países del Norte, quienes con 20% de la población mundial, consumen 85% de los recursos y producen 80% de los desechos contaminantes, como lo subraya la ecofeminista Maria Mies (Mies, 1992), de hecho, más que de eliminar la pobreza, parecería que se trata de eliminar a las y los pobres —por lo cual las políticas de control de la fecundidad de las mujeres constituyen una cuestión central.

            Pero de dónde provienen estas políticas ? Ciertamente, el movimiento feminista, que en el mundo entero ha hecho una de sus prioridades, el acceso de las mujeres al control de su propia fecundidad, puede sentirse de alguna manera respaldado por instancias como el Fondo de las Naciones Unidas para población (FNUAP), quien ha retomado parte de sus discurso. Sin embargo, la instancia principal que actualmente trabaja en la materia es la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID, o USAID, agencia de cooperación internacional del gobierno estadounidense). Las (auto)atribuciones de la AID en lo que a anticoncepción se refiere, son inmensas (AID, 1990 ; Más allá de Beijin, 1994). Primero, el AID financia la investigación internacional sobre anticoncepción, concentrándose sobre los anticonceptivos baratos y de largo plazo destinados a contener la fecundidad de las mujeres pobres del Sur, desde la Depo-provera que dura cinco años, hasta la « vacuna anticonceptiva », que sería permanente y equivaldría a la esterilización mecánica[18]. Luego, la AID financía la traducción y la publicación en decenas de idiomas de los resultados de sus experimentos en « tamaño real » sobre las mujeres del Sur, y la distribución de dichas publicaciones, en especial a los que deciden sobre políticas demográficas, entre otros los gobiernos. La AID también promueve la formación de unidades de investigación demográficas en cada país, proveéndo las computadoras, los programas informáticos y la capacitación adecuada en estadísticas demográficas. Por otra parte, el AID centraliza los pedidos de anticonceptivos a escala nacional y a veces regional, y encargó la cuestión de su transporte y almacenamiento a una empresa llamada « Matrix Internacional ». Finalmente, la AID capacita el personal de salud pública en muchos países y le provee los anticonceptivos que considera adecuados para que los difunda entre las mujeres. A veces incluso, la AID surte a la farmacias privadas, como por ejemplo en El Salvador, donde prácticamente existe solo una marca de anticonceptivos hormonales. De tal suerte que en lo que a anticonceptivos se refiere, la única cosa de la que la AID no se encarga, es la producción, la cual es mayoritariamente realizada por laboratorios norteamericanos y europeos.

Sin embargo, las actuaciones concretas de la AID en el continente latinoamericano y en El Caribe han sido denunciado en varias ocasiones (Cuenca, 1992 ; Rosa, 1993). A menudo acusada de ser una suerte de cobertura de la CIA en una región en la que la influencia norteamericana muchas veces tomó rasgos bastante brutales, la AID también ha sido denunciada numerosas veces por fomentar la esterilización de las mujeres por medio de engaño, y en especial de las mujeres negras e indígenas. Sin embargo, el punto más impactante de todo esto, es que haya sido precisamente la AID que la ONU encargó de coordinar los preparativos del Foro de las ONGs de la conferencia de Beijín para la región latinoamericana y del Caribe. Y en un momento en que los preparativos de Beijín ya habían empezado, en noviembre 1993, durante el Sexto encuentro feminista latinoamericano y del Caribe, solo dos Brasileñas dieron a conocer públicamente su indignación frente a tal intromisión de la AID en su movimiento (Falquet, 1994). Se trata precisamente de uno de los detonadores de la polémica sobre la institucionalización que atraviesa el movimiento feminista de la región desde los años 90, y que hemos mencionado antes[19].


Mujeres, microcréditos y neoliberalismo

            Para terminar, el considerable desarrollo de las políticas de microcréditos para las mujeres termina de ilustrar la complicidad entre los intereses privados, el FMI, el Banco Mundial, la ONU y el AID, en una misma perspectiva neoliberal eminentemente perjudicial a las mujeres. Y es preocupante ver cuantas organizaciones feministas y de mujeres están luchando precisamente para desarrollar estos microcréditos.

            Si bien el mecanismo de la deuda en cuanto factor de agravación de la desigualdades Norte-Sur ha sido ampliamente denunciado, las políticas de microcréditos para las mujeres provocan actualmente un marcado entusiasmo. Sin embargo, no se trata de otra cosa que del derecho (o del deber) de las mujeres de endeudarse, a la vez que de una manera de incorporar en los circuitos bancarios del Norte a los inmensos « yacimientos de ahorro » del Sur, a menudo organizados por las mujeres. Se trata de « movilizar este ahorro, de hacerlo servir para financiar la economía, de orientarlo hacía los proyectos […] más rentables ». (Lelart, Lespes, 1985).

Nos apoyaremos aquí en el apasionante trabajo de la feminista belga Hedwige Peemans Poullet sobre la Grameen Bank, fundada en 1983 en Bangladesh por Mohammad Yunus, profesor de economía diplomado en Estados Unidos, y que constituye el principal modelo de las iniciativas de microcrédito para las mujeres (Peemans Poullet, 2000). Ella explica de qué manera « el proyecto de lucha en contra del "empobrecimiento", endeudando a todos los pobres (traducción al lenguaje de los bancos : dándoles acceso al crédito) ha sido objeto de una promoción jamás vista. Además de la ayuda brindada desde el principio por el Banco central de Bangladesh, Yunus pudo contar, en 1981-1982, con un fondo de 800.000 dólares atribuido por la Fundación Ford, y con 3,4 miliones de dólares dados por el FIDA. Pero el apoyo ideológico es aún más importante. El presidente Clinton opina que habría que dar el premio Nobel al fundador del Grameen Bank[20]. Ganó en Bélgica (en 1993) el Premio internacional del Rey Baudouin para el desarrollo, ganó la más alta distinción de la UNESCO, así como de otros muchos organismos... [el presidente Clinton] anunció que el gobierno norteamericano se comprometía a apoyarlo entre otro a través de la USAID. […] El Banco Mundial y el FMI apoyan activamente todas las iniciativas del tipo del Grameen Bank. ». ONU, FMI, Banco Mundial y AID : volvemos a encontrar aquí todo los « benefactores » de las mujeres, unidos detrás de Washington, donde tuvo lugar, en 1997, la Cumbre del microcrédito, encabezada entre otros por Hillary Clinton.

            Prosigue Peemans Poullet : « El grueso de la ofensiva ideológica ha sido concentrada hacía las organizaciones de mujeres. En mayo 1995, dentro de los preparativos de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, el informe mundial sobre desarrollo humano del PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) dedicaba la mayor parte de su dossier a la denuncia de las desigualdades de las cuales las mujeres son víctimas [… y] afirmaba que si las mujeres « siguen » tan pobres, es porque no están suficientemente endeudadas. […] De hecho, este tema no es nuevo. Ya se manejaba en Nairobi en 1985. Desde aquél entonces, ha sido desarrollado de manera cada vez más sistemática, entre otros por el INSTRAW (Instituto Internacional de Investigación y de Capacitación de las Naciones Unidas para la Promoción de la Mujer), el cuál difundió los resultados de las investigaciones sobre el tema y organizó los seminarios idonios[21]. En 1989, el Banco Mundial creó un grupo de trabajo sobre mujeres y crédito y organizó varios seminarios al respecto. » De tal manera que después de Beijín : « ya no era el empobrecimiento específico de las mujeres (consecuencia de las políticas de ajuste estructural provocadas precisamente por el endeudamiento de los Estados o consecuencia de las privatizaciones de tierras agrícolas causadas por la mundialización) que se consideraba como el escándalo mayor, sino el hecho que unas costumbres patriarcales discriminatorias o unas exigencias bancarias inadecuadas impedían a las mujeres pobres gozar de la igualdad frente al endeudamiento. »
             
            Siguiendo el análisis de Peemans Poullet, hay que notar primero que en muchos países, las mujeres organizan entre ellas toda clase de formas de préstamo y no son, por tanto, ningunas víctimas pasivas a la espera de ser salvadas por los bancos. Luego, si no está comprobado que las mujeres se enriquezcan gracias al microcrédito, está claro en cambio que en Bangladesh, por ejemplo, « las mujeres pobres dan trabajo a más de 11.000 empleados del Grameen Bank, de los cuales la gran mayoría, especialmente entre los cuadros, son hombres. Mientras que en la base, las mujeres, como presidentes de grupos, hacen en parte trabajo voluntario...» Y en cuanto a los intereses de los préstamos exigidos por la Grameen Bank, son de 20%, es decir, superiores a los que piden los bancos clásicos, y bastante superiores a la tasa cero que generalmente se usa para la circulación monetaria informal en la mayoría de los sistemas tradicionales. De hecho, precisamente, las iniciativas del tipo de la Grameen Bank tienen como meta principal captar para el mercado capitalista el inmenso « tesoro escondido » que constituyen dichos sistemas económicos tradicionales, que descansan ampliamente en las mujeres.

Peemans Poullet nos recuerda por otra parte que los sistemas de protección social europeos se construyeron a partir del siglo XIX en base a modelos mutualistas, los cuales, de forma parecida a los actuales sistemas tradicionales del Sur, no implican ahorro individual ni tasas de interés. El proyecto de Yunus, exactamente inverso, ataca directamente a la protección social, por medio del crédito con tasa de interés : « En base a un estudio hecho sobre la gente que pide dinero prestado, se maneja que el 25% de la gente que queda pobre, es por razones de salud. Yunus lanzó entonces unos seguros de salud, de jubilación, de educación... […] Yunus quiere reemplazar la protección social por mecanismos de mercado. Para lograr esto, tomó como blanco a las mujeres pobres de los paises más pobres. » Et como lo subraya : « Las actividades de Yunus no paran allí. Empresas de piscicultura, de telecomunicaciones : en Bangladesh, Yunus está encabezando las operaciones de privatización de los bienes y servicios públicos. » Se ve nuevamente aquí de que manera los programas de « ayuda a las mujeres » apoyados por instituciones como la ONU, se combinan armoniosamente con las políticas pregonadas por el FMI y el Banco Mundial.

            Peemans Poullet concluye con meridiana claridad : « Hace algunos años, la problemática del empobrecimiento de las mujeres era una cuestión central para las feministas, mientras que las mujeres despertaban poco interés entre las ONGs. Hoy en día, muchas ONGs se preocupan por las mujeres, pero la pobreza de esas mujeres no esta siendo analizada como un proceso, es decir, como el resultado de relaciones de género y de una relación capital/trabajo. […] Los operadores de micro-créditos presentan la pobreza de las mujeres como un "estado natural", y su propia intervención como un puente hacía un "estado de cultura" en dónde las mujeres, que continuamente hay que "controlar, formar, iniciar", tendrían por fin alguna influencia sobre sus propias vidas. En realidad, la situación es exactamente inversa. Los países en desarrollo y las mujeres populares de esos países son  empobrecidas por los programas de ajuste estructural y el salvajismo de la globalización. Ahora son llevadas a pagar, incluso endeudándose, por bienes de los cuales disponían "naturalmente" o servicios que eran o deberían de ser disponibles gratuitamente para el conjunto de la población. » Por ejemplo, en el campo de la salud, en vez de abrir hospitales gratuitos, las autoridades prefieren privatizar el sistema de salud y prestar a las mujres cantidades microscópicas de dinero para montar proyectos « productivos » barridos a la primera crisis, pero que supuestamente les permiten sacar un dinerito… inmediatamente gastado en medicina para sus hijas e hijos. Este mecanismo lleva a las mujeres a realizar más trabajo, a la vez que las empobrece de forma casi sistemática, mientras que las clínicas y los laboratorios farmaceúticos prosperan proporcionalmente.

            Así, podemos ver que detrás de la meta aparente de « ayudar » a las mujeres, quienes son las más empobrecidas por el modelo de desarrollo dominante, el micro-crédito, presentado como panacea por el FMI, el Banco Mundial y la ONU, no solo no produce los beneficios anunciados para las mujeres, sino que empeora su situación y permite el reforzamiento del modelo neoliberal que tanto daño les hace. El microendeudamiento de las mujeres permite por así decir matar dos pájaros de un tiro : permite al Norte seguir enriqueciéndose a costa del Sur, a la vez que agrava la situación de las mujeres y contribuye a hacer olvidar los reales orígenes de su opresión-explotación. Por medio de un verdadero fenómeno de « inversión generalizada de sentido », todas las realidades se desforman y permutan : los hambreadores se vuelven redentores de la humanidad y las armas del sistema neoliberal, racista y patriarcal, se presentan como manos extendidas hacía las mujeres pobres del Sur.



            Después de este rápido panorama de algunas de las estratégias y acciones llevadas a cabo en el campo del desarrollo por las instituciones internacionales que nos gobiernan, que podemos concluir ?

            Primero, acerca de la ONU, hemos visto como había logrado imponerse como una instancia central de las políticas de desarrollo o de gestión del planeta, legítima y a menudo incluso percibida como « benévola » y « sabia ». Aparece como la principal fuente de formación de conceptos y de elaboración de estratégias, gracias a un sistema que ha instalado y que le permite recuperar el trabajo (práctico y conceptual) de los movimientos sociales, transformados en ONGs de gestión. Detrás de los mecanismos de « participación » de la « sociedad civil », se dibuja más bien una subtil desnaturalización de las propuestas alternativas, en especial de las que ha producido el feminismo. De esta manera, la ONU crea progresivamente un pensamiento y una acción cada vez más unificada o única, que pretende sustituir la planificación y la administración apacible del estatus quo a la búsqueda de alternativas reales. Sin embargo, entre más trabaja la ONU al desarrollo, más empeora la situación, en especial para los países « en vía de desarrollo » y para las mujeres que en ellos nacieron.

Luego, cuando se vuelve a colocar la acción de la ONU en su contexto, que es la acción de otras instituciones del mismo sistema internacional, en especial el FMI, el Banco Mundial y el AID, se entiende mejor las causas de tal fracaso en el intento de mejorar, o aún más, de transformar la situación de las mujeres —especialmente de las que se hallan ubicadas en la intersección de las explotaciones de sexo, de clase y de « raza », quienes constituyen la gran mayoría de las personas condenadas por el modelo neoliberal global dominante. Ya sea en términos de medio ambiente, de políticas de población o de micro-créditos, el « desarrollo » pregonado por estas instituciones internacionales, y que recoge la adhesión de parte del movimiento feminista, es un verdadero desastre para la mayoría de las mujeres en el mundo. Y las políticas de la ONU no son una « compensación » a la brutalidad de las políticas neoliberales, sino que precisamente, un elemento central de la instalación del nuevo orden mundial, íntimamente vinculado a la actuación del Banco Mundial, del FMI y de la AID. Irónicamente, la legitimidad de estas políticas internacionales descansa en gran parte sobre la imagen que la ONU ha conseguido darse, entre otro como defensora de « La Mujer » y de la « Naturaleza », y sobre la participación de la « sociedad civil », y en especial de las mujeres, a sus proyectos. Frente al desastroso resultado de este sistema internacional, no será tiempo, como mujeres y talvéz aún más como feministas, de retirarle de una vez para todas nuestro apoyo y de enfrentarlo como uno de nuestros principales enemigos ?



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¨ Este artículo ha sido escrito para su publicación en una compilación de textos sobre mujeres y desarrollo, en francés. Su traducción al español es de la autora, así como todas las traducciones de las citas desde otros idiomas.
[1] Obviamente, esta presentación simplifica un panorama que es mucho más complejo. Para ser más realista, tendríamos que agregar en algún lugar del análisis la economía “subterranea” : mafia de la droga, de las armas y de la prostitución, con los milliones de la corrupción “blanqueados” en los paraísos fiscales. Sin embargo, eso rebasa ampliamente las posibilidades de este artículo.
[2] El concepto de “sociedad civil” tiene connotaciones de las más variadas, desde un uso de “comodín” bastante despolitizado, hasta un sentido contestatario. No podemos hacer aquí de él un análisis crítico detallado. Sin embnargo, habría que estudiar mucho más de cerca las relaciones entre movimientos sociales y ONGs, entre ONGs, sindicatos y partidos políticos, y de forma más general, las “nuevas” formas de expresión y de organización de la población. Por otra parte, la evolución histótica de las ONGs y las importantes diferencias que existen en el universo de la ONGs, dentro de cada país y en el plano internacional, merecerían una reflexión por si solas.
[3] En torno a los debates generales sobre mujeres y desarrollo, ampliamente documentados en otros trabajos, y en especial la sucesiva adopción de los paradigmas « mujeres en el desarrollo » (WID), « mujeres y desarrollo » (WAD), « mujeres, medio ambiente y desarrollo » (WED) y finalmente, « género y desarrollo » (GAD), recomendamos la presentación sintética de Degrave en la revista belga Chronique féministe, así como la compilación de textos de Jeanne Bisilliat y Christine Verschuur (Bisilliat & Verschuur, 2000; Degarve, 2000).
[4] Su nombre exacto es : Conferencia sobre el medio ambiente y el desarrollo.
[5] De la cual sale, entre otros documentos, la famosa Convención para la eliminación de todas las formas de discriminación hacia las mujeres (CEDAW), de 1979.
[6] Sin dejar de participar en los encuentros feministas latinoamericanos y del Caribe, la corriente “feminista autónoma”, que se perfila con claridad después del VII encuentro de Chile, en 1996, ha realizado dos encuentros específicos, en 1998 en Bolivia y en 2001 en Uruguay, paar profundizar sus posiciones.
[7] La región latinoamericana y del Caribe posee una larga tradición de encuentros continentales organizados de forma autónoma por el movimiento feminista, desde 1981, que permiten entre otras cosas hacer balances periódicos de la situación del movimiento y de sus estratégias. El debate sobre la “autonomía” del movimiento, uno de los ejes recurrentes de cuestionamientos internos, se desplazó de la cuestión de la autonomía frente a los partidos políticos, a la cuestión del financiamiento y de la influencia ideológica del Norte y/o de las instituciones  internacionales.
[8] El papel de las mujeres en la reproducción cultural varía según los lugares y las épocas. Se verá al respecto el trabajo de la antropóloga francesa Nicole Claude Mathieu sobre la división sexual del trabajo “cultural” (Mathieu, 1991). Sin embargo, generalmente tiene la obligación social de “preservar” la cultura del grupo, mientras que los hombres se benefician primero de los aspectos “positivos” del contacto : a menudo son los primeros en aceder a los medios de transporte, empleos e ingresos etc… Muchas veces, las mujeres que quisieran seguir sus pasos son sancionadas, lo que aumenta la “bercha” entre los sexos. Este punto obviamente merecería un desarrollo mucho más detallado que rebasa las posibilidades de este trabajo.
[9] Existían originalmente solo dos estátus consultivos (categorías I y II), con un procedimiento bastante pesado para satisfacer los requisitos. En 1996, además de la creación de un tercer estátus, la decisión 1996/297 prevee que la Asamblea general de la ONU examine la cuestión de la participación de las ONGs en todas sus áreas de actividades.
[10] Hay que notar que existen varias instancias encargadas del desarrollo en la ONU : la CSD solo es una de ellas, que podría decirse “piloto” y cuyo futuro no está plenamente asegurado.
[11] “Steering comittee” de las ONGs, según su nombre en inglés.
[12] Se verán en especial los folletos de evaluación de las acciones de cooperación del gobierno español, realizados por el Ministerio de asuntos exteriores, entre otros : Fortalecimiento municipal en Flores, Guatemala (39 pp.), Programa de cooperación hispano-peruano (46 pp.), Programa de subvenciones y ayudas a ONGD en Haití, República Dominicana y Filipinas (59 pp.).
[13] Un análisis de las condiciones de trabajo en las ONGs, que no podemos hacer aquí, mostraría por un lado las preocupantes faltas al derecho laboral que prevalecen en casi todas partes, justificadas por el carácter supuestamente “militante” del trabajo. Por otro lado, evidenciaría la remuneración desmedida de algunas personas, que raya en el intento de corrupción.
[14] En este orden de ideas, así como lo subraya el norteamericano James Petras en su crítica del imperialismo mundial, hoy de hecho, hasta quienes critican con más empeño el Banco Mundial y el FMI, a menudo utilizan para tales fines … los mismos datos del Banco Mundial y del FMI (Petras, 2001).
[15] No podemos aquí desarrollar este punto, pero el hecho es que, por su socialización —y no por naturaleza—, las mujeres son generalmente quienes más sufren a raíz de cualquier desplazamiento, porque son a la vez responsables de mantener el tejido social y familial, y encargadas de la gestión de los recursos de proximidad : obligarlas a dejar su medio tiene entonces consecuencias más profundas para las mujeres que para los hombres.
[16] Una de las condiciones impuestas por Estados Unidos para firmar con México el Tratado de libre comercio (TLC) que une a los dos países desde 1994, era precisamente la reducción de la fecundidad de las Mexicanas.
[17] Ingrid Ströbl fue encarcelada como supuesta miembra del grupo feminista alemán Rote Zora, que reivindicó varios atentados contra multinacionales farmaceuticas y de turismo sexual. Fue liberada finalmente por total falta de pruebas. Su uso del término de “selección”, evoca la “selección” practicada por los nazis cuando llegaban los trenes de población judía a los campos de exterminación, o diariamente cuando “revisaban” la población de los campos. Se “seleccionaba” a las personas que serían matadas de una vez en las cámaras de gas, y las que tendrían que trabajar aún antes de ser asesinadas.
[18] Recordemos que la esterilización no es ningún método anticonceptivo, sino que una práctica definitiva que pertenece a otro campo —sobre todo cuando es forzada o realizada sin el consentimiento plenamente informado de la persona.
[19] Obviamente, existen otros debates y líneas divisorias en el movimiento feminista de la región. Para un análisis del período comprendido entre el Iro y el Vto encuentro feminista latinoamericano y del Caribe, se podrá ver, por ejemplo, el interesante artículo de síntesis de Saporta Sternbach et Al. (Saporta Sternbach et Al., 1992).
[20] Cf. la introducción al documental arriba mencionado.
[21] Ver por ejemplo el n°15 de Instraw Nouvelles (invierno 1990), dedicado al "acceso de las mujeres al crédito".