Del acompañamiento
y sororidad entre mujeres
Noemí Domínguez Gaspar*
El interés por
abordar las diversas problemáticas que surgen en los círculos feministas, tiene
como objetivo promover la autocrítica al interior de nuestros muy diversos
grupos, generar nuevas dinámicas haciendo uso desmedido de la creatividad e
innovación, facilitarnos otros mundos posibles, claro está, en la medida de
nuestras posibilidades, atrevernos no sólo a enunciar y a vivir nuestras
utopías, exponer nuestro traspiés, “talones de Aquiles”, pero no parte de la
pretensión de hacer escarnio de nadie, no se trata de una nueva modalidad de
quema de “brujas”, planteo que, al tener conciencia clara sobre nuestras
problemáticas podríamos en lo individual y lo colectivo, poner en práctica lo
aprendido, pues, como compartió en alguna ocasión la feminista colega Mercedes
Olivera
- “Sí, tenemos que
aprender, el trabajo colectivo es muy difícil pues aunque sumamos fuerzas y
capacidades no todas vivimos igual la experiencia ni estamos en circunstancias
iguales. Es una pena, pero es la realidad, tendríamos que hablar de estos
problemas para aprender y para no sentir el dolor en la forma en que nos llega,
la conclusión que yo he sacado es que de uno o una y de la otra parte han
habido callados desencuentros que van creciendo hasta explotar y no nos hemos
dado el tiempo para hablarlos con toda sinceridad y profundidad, a su tiempo.
“Asumir que lo que
hace una lo hace por y para todas no es fácil, por los ritmos, las diferentes
ocupaciones y responsabilidades algunas compañeras dejan que la otra haga las
cosas y después se sienten desplazadas por quien si ha podido y tenido tiempo y
oportunidad de hacerlas. Creo que tendríamos que hacer un seminario sobre cómo
respetar las individualidades dentro de los colectivos y como establecer formas
de comunicación profundas, con el corazón y la mente para no dejar que los
resentimientos y las violencias se acumulen”. (Mercedes Olivera, diálogo e intercambio de experiencias en Abril de
2014).
Este breve escrito
no devela el hilo negro en cuanto al tema de las prácticas éticas y solidarias entre mujeres, otras
compañeras, maestras de la vida, nos han precedido en este quehacer, mujeres en
todo el mundo, desde Occidente hasta
nuestra América, han tenido a bien abordar los diferentes mecanismos que han
generado las mujeres a partir de sus experiencia emancipadoras, transgresoras e
innovadoras desde el feminismo.
Este no es más que
un pequeño ejercicio que intenta sumarse a los nuevos pactos de sororidad y
acompañamiento entre mujeres, práctica que en mi experiencia personal, es
viable, ardua, compleja, que cuando hay disposición, puede ser una realidad
posible, en un mundo donde la competencia, la deslealtad, la sobrevivencia del
“más fuerte” se han vuelto valores incuestionables hasta dentro del interior de
movimientos humanísticos de vanguardia como el feminismo.
Crear colectivos
de mujeres unidas por una o varias causas en común va más allá de la voluntad y
hasta de la conciencia política, algunas compañeras indígenas dirían hay que “corazonar”
los acuerdos uno a uno, sopesando todos sus significados y dándonos espacios
para hablarlos.
¿Cómo y por qué se
llega al feminismo?
En mi experiencia
personal, mis primeros acercamientos al feminismo fueron en espacios llamados
“académicos”, espacios que a pesar de las críticas que pueda tener (como otros
espacios), para muchas mujeres ha sido la puerta de entrada para vivir y
reproducir cambios de gran trascendencia en nuestra vida, tanto en ámbitos
individuales y sociales. Seguramente antes, en la vida cotidiana tuve otras
experiencias que marcaron mi vida sin tener “conciencia plena” de la
desconstrucción de las jerarquías opresoras dentro del patriarcado capitalista
en el que vivimos, mis primera gran maestra fue mi madre, después mis maestras
de la escuela, quienes se convirtieron en amigas, referentes reales de la
propuesta transgresora del feminismo, “las mujeres somos humanas”.
Llegar al
feminismo produce dudas, sustentadas en los prejuicios, yo misma me decía que
quería saber que era “eso”, no odiaba ni odio a ningún hombre, tampoco
idealizaba a “la mujer” como sujeta social, no creía en los esencialismo que me
recordaban al viejo indigenismo paternalista, no tenía ninguna certeza pero sí
muchas dudas, las dudas, preguntas, las crisis que nos llevan a buscar caminos,
a generar cambios, o crearnos nuevas prácticas.
En los espacios
feministas, he encontrado muchas coincidencias, divergencias, amistades y
acompañamiento durante el recorrido de la vida, la metáfora de las “gafas
violetas” detalla claramente el nuevo sentido que se adquiere con nuevos marcos
epistemológicos, éticos y humanísticos desde el feminismo con todo lo que se
pueda sumar. Pero el ser feminista puede llevarnos a trampas puestas por el
sistema patriarcal en sus múltiples expresiones, a veces a manera de órganos
gubernamentales, de asociaciones civiles, de subsidio, en la misma academia o
desde la autonomía, aparecen como fantasmas, problemas que parecieran ser del
pasado, pues como dijera nuestra querida Sylvia Marcos:
“Estos
embates a las relaciones intra-genéricas para poner una diversidad de trampas a
través de subsidios y otras prebendas que enemistan y confrontan a las compañeras
de manera profunda y crean disensiones muy dolorosas. Yo las he
vivido y hay que sobrevivir para derrotar a esos sistemas que tratan de
dividirnos y destruir nuestra colectividad” (Sylvia
Marcos, dialogo e intercambio de
experiencias en Abril de 2014).
No es suficiente
declararse a favor de las mujeres, por conveniencia, para ganar un dinerito, un
subsidio, feminista de “dientes pa´fuera”, tampoco quiero decir que haya un feministometro, sin embargo, si hay
propuestas para vivir una cultura feminista, de no violencia, no opresión, de
poderes vitales para crearnos nuestras propias realidades alternas ante las
imposiciones violentas; no es una tarea fácil, la colega Marcela Lagarde, nos
compartiría en alguna ocasión que:
-“Convertirnos en
feministas, implica un arduo camino de extirpación personal de los contenidos
patriarcales del mundo alcanzable, sino, sobre todo, de nosotras mismas. Una
cosa es coincidir con aspectos de lo que a lo largo de tres siglos hemos
planteado las feministas y convertido en concepción del mundo, en
filosofía y, sobre todo, en ética política, y otra cosa es irlo asumiendo
como un cambio de piel y más aún de entrañas. Y, en cuanto a la sororidad, se
trata de una política explícita para lograr entre mujeres y, de manera
prioritaria entre feministas. Un ramito de principios éticos que concretan lo
ya dicho entre nosotras y transforman nuestras relaciones. La sororidad es una
delicia, hay que probar sus mieles…” (Marcela
Lagarde, dialogo e intercambio de experiencias en Marzo de 2014).
Probar nuevas
formas de ser, otras posibilidades, invitación que también nos hizo Rosario Castellanos en su obra Meditación en el umbral, es un
compromiso serio, que se hace con valor y conciencia, donde tendremos que espejearnos en las otras, en
las niñas, jóvenes, ancianas, en las lesbianas, las activistas, las académicas,
somos diferentes, la diferencia no debería ser sinónimo de rivalidad ni
fragmentación, una idea difícil de poner en práctica sobre todo en una sociedad
con poca tolerancia a la diversidad y a la democracia como lo es nuestro México
lindo y querido, sin embargo, el camino se hace al andar, como nos canta Joan
Manuel Serrat.
Les propongo, comencemos
por renovar, reconstruir nuestras relaciones entre feministas (principalmente
mujeres, no dejando de lado a hombres), yo tengo como meta personal, reconocer
las habilidades, liderazgos o virtudes en otras compañeras, nunca tratar de
colocarme en una posición de juez, ni de poder opresor, trataré de realizar
ejercicios críticos de diálogo con otras compañeras, nunca desde la imposición.
¿Tú, qué podrías proponer?
Dichos cambios no
vendrán por arte de magia, por generación espontánea, no tengamos falsas
esperanzas en las otras, hagamos pequeñas acciones, no generemos expectativas
fuera de nuestra individualidad.
Continuaremos con
esté “diálogo de saberes”, cierro brevemente este apartado con una cita de
quien reconozco como una de mis maestras:
“Falta mucho por
recorrer. No ayuda idealizar a las otras, pero sobre todo a nosotras mismas,
tampoco a los procesos y las instituciones. Nosotras avanzamos por fisuras, a
cada paso hay una reacción contraria y nosotras, de vuelta a sostener lo creado
para que no se derrumbe y debamos recomenzar de más atrás y con daños. Ser
feministas nos fortalece; pensar y sentir feminista nos va edificando y nos
permite sintonizar con lo mejor que vamos siendo, con las demás, con los
hombres y con el mundo. (Marcela Lagarde,
dialogo e intercambio de experiencias en Marzo de 2014).
*Antropóloga y feminista, egresada de la
licenciatura en Etnología de la Escuela Nacional de Antropología e Historia,
colaboró como ayudante de investigación en el programa de Investigación
Feminista con el Dr. Daniel Cazés en el CEIICH- UNAM.
naomimiza@gmail.com