Irma Alma OCHOA TREVIÑO
El feminismo, con diversos aportes teóricos,
ha tejido un discurso en torno de la violencia contra las mujeres. Con ellos se
ha perfilado hacia la interactuación de dos fuerzas divergentes: la del poderío
y la de la subordinación. Según el axioma hegeliano, el dominio del amo y el
sometimiento del esclavo. En esta relación se destaca el ejercicio de la
violencia del agresor, a costa de lesionar o, incluso, quitar la vida a otras
personas.
Tanto mujeres como hombres hemos aprendido los
roles asignados; pero así como se han aprendido también se pueden desaprender.
La alternativa para los hombres son los estudios de masculinidad que dan
herramientas para reconocer la valía de las diferentes y eliminar las prácticas
machistas. La propuesta es respetar las diferencias y optar por el uso de
reglas de convivencia pacíficas, en vez de dirimir los desacuerdos con
violencia.
Para las mujeres, la antropóloga Marcela
Lagarde propone la alternativa feminista y libertaria. Al tiempo que advierte
que la cantidad de mujeres involucradas como víctimas en casos de violencia es
una muestra de la opresión genérica de desigualdad de hombres y mujeres en
hechos violentos.
Por otro lado, nuestra experiencia atestigua que
algunas mujeres han logrado pasar de la oscuridad del sometimiento a ejercer su
derecho a ser libre. Pero, de igual manera, prueba que otras mujeres han perdido
la vida, lamentablemente, al intentar liberarse del yugo.
A fin de hacer
visible el problema de la violencia contra las mujeres en Nuevo León, en
particular la que se refiere a la privación de la vida o feminicidio, según el
término legal y político. Ante la imposibilidad de
dimensionar el problema desde los registros criminales oficiales, pues éstos no
se presentan desglosados por sexo-género y edad, se ha recurrido a las notas periodísticas, dado
que nos proporcionan testimonio del diario acontecer.
Así, desde
hace más de tres lustros (enero de 2000 a
diciembre de 2015), en la entidad, se han documentado y sistematizado las notas divulgadas en las páginas de
los periódicos locales, particularmente de El Norte y Milenio Monterrey. El registro de las acciones violentas perpetradas en contra de 942 mujeres,
en su mayoría, por hombres; dio pie a la elaboración del texto Historias de amor escritas con sangre, que fue presentado en la 8ª Semana de la Equidad, organizada por la Coordinación de
Equidad de Género de la Facultad de Psicología de la UANL.
La historiadora Julia Tuñón estima que la nota roja ofrece un inventario de
realidades expresada en los casos límite. En este sentido, del inventario obtenido de las notas periodísticas, prestamos atención a
las historias de personas reales y concretas. Historias de mujeres a las que de
manera violenta les arrebataron su vida. Historias de vidas segadas por quienes habían ofrecido amor,
cuidados, protección, seguridad; y que, en cambio, han causado dolor y muerte.
Es del conocimiento popular que la violencia conyugal es una de las formas que adopta la dominación del hombre sobre la mujer. Como evidencia de lo antes dicho, está el uxoricidio, es decir, la muerte causada a la mujer por su marido [o pareja sentimental], ha llegado a más de 240 mujeres asesinadas en esta entidad federativa. 38 por ciento de éstos fue cometido por el cónyuge; 16 por ciento por el concubinario, 14 por ciento por el amigo, 12 por ciento por la pareja, 11 por ciento por el novio y 9 por ciento por el ex.
El Protocolo
de investigación ministerial, policial y pericial con perspectiva de género
para el delito de feminicidio, de la Procuraduría
General de la República cataloga el feminicidio como la privación de la vida de
una mujer por razones de género. Señala que “las razones de género permiten
crear una concepción de las mujeres sobre dos polos fundamentales: la mujer
como posesión, como alguien que tiene dueño, y la mujer como objeto, como una
“cosa” que puede ser usada por los hombres de la manera que decidan, y luego
deshacerse de ella cuando y como consideren oportuno”
Buscando explicaciones, la psicóloga social
Elaine Hatfield (1988), llegó a la conclusión de que el amor apasionado es un
estado de exaltación. Si su medio es hostil tiende a encaminarse hacia la ira.
Si está en una situación romántica, tiende a provocar euforia. Este amor apasionado anda todo alborotado
por volver, dice una canción. La ira
mata.
Los celos, la posesión y la agresividad son
características machistas. Habla de ello la canción del compositor Manuel Alejandro, dice: cuando vayas conmigo no mires a nadie, que alborotas los celos que
tengo del aire interpretada por José José. O la del valenciano Camilo Sesto,
que canta: Siento celos… de los ojos de
mi amigo, del saludo de un vecino…Celos, ese dulce sufrimiento que te quema a
fuego lento, que me hace tu enemigo.
Volviendo a los periódicos, en las notas de
sangre y de muerte que hemos revisado, subyacen los cánones impuestos por el
patriarcado. En sus indagaciones sobre la prensa Alcocer (2012) encontró que ésta “ofrece y construye mensajes que actúan
sobre el imaginario colectivo con visiones del mundo que, muchas veces,
legitima las normas discriminatorias de género contra las mujeres”
En algunos titulares se lee: Se niega a regresar con él y la asesina,
Sujeto mata a ex pareja al negarse a
volver a su lado, Mata a su mujer a golpes porque se salió sin permiso o Estrangula a su amiga porque rompe relación.
El agresor, sintiéndose dueño de la mujer, no le admite decisión alguna, así
sea la de tomar distancia para impedir que él le siga infringiendo daño. Con el
uso del adjetivo “su”, está sobreentendido el dominio y la posesión.
En Mata
a ex pareja porque se iba a casar con otro, está implícita la prueba de que
una pasión hostil siega vidas; además este formulado insinúa la presencia de
celos. En otra reseña, Mata a mujer por
celos. Se infiere que los celos, acompañados del uso de la conjunción porque, (que sirve para dar una razón), intentan
explicar la comisión del delito. Explicar, no justificar.
Tanto el uso de la conjunción ‘porque’ como el
de la preposición ‘por’ tienden a menguar la sanción social. Por ejemplo, en algunas
oraciones, se utiliza la preposición por,
para denotar la causa que motivó el acto, como en: Por despecho, asesina a su esposa de 12
navajazos.
Así, al divulgar la
caracterización que el agresor hace de la víctima, los medios reproducen el
discurso patriarcal. Otros botones de muestra son los siguientes: La maté porque me fue infiel, o Estrangula a
esposa y alega infidelidad. Trayendo los
anteojos de la perspectiva de género, el mensaje es claro. La culpa de lo
sucedido se echa sobre los cuerpos inertes de las mujeres.
Las historias que compartí, son historias de
mujeres, cuyos corazones dejaron de latir por la violencia de personas con
quienes tenían una relación sentimental. A la luz de los hechos, se advierte
que las mujeres abrigaban ilusiones, esperanzas, deseos, emociones y
sentimientos; algunas de ellas iniciaban nuevas relaciones e insistían en
rechazar aquella que les producía daño; otras se sintieron en libertad de
decidir si tener o no tener pareja. Sus agresores les impidieron disfrutar su
decisión.
Las palabras importan, tienen cargas
valorativas, crean y recrean una situación. El enunciado Mata a mujer por rechazarlo, da la idea de que la resistencia de
las mujeres, el contradecir los dictados del agresor, decir no a propuestas
amorosas que no quieren ni desean, o romper con una relación dañina, tiene como
respuesta la muerte. Los agresores no quieren entender que NO significa NO. Que
NO significa BASTA.