El feminismo un acto de libertad
*Me siento orgullosa de esa mujeres que
trasgredieron las reglas
Soledad JARQUÍN EDGAR
Ana Raquel Chávez Solano tiene apenas poco
más de treinta años de edad, la mitad de los cuales ha pasado como una
feminista por convicción y acción, lectora del pensamiento-teórico feminista y
creyente de la libertad que encuentra a través del feminismo, porque el
feminismo es un acto de libertad.
Pero sobre todo “Raquelita”, como la llaman
entre las feministas, tuvo un ejemplo fundamental en su madre Ana María Chávez
Solano, luchadora incansable por sus derechos y los derechos de las otras
mujeres, imágenes que hoy se siguen repitiendo en su memoria y son, ni duda
hay, piedra angular de su formación humana.
En la cadena de sucesos reivindica la tarea
de su abuela y de su madre, de sus primas y tías. Pero también la de su padre
adoptivo y su abuelo, un maestro rural que tenía claro que las mujeres, todas
las mujeres debían ir a la escuela, prepararse, “que las niñas no tendrían por
qué vivírsela en la cocina o en los quehaceres de la casa, él decía que las
niñas deberían jugar, estudiar, vivir de otra manera”. Por eso, esta niña preguntona que
continuamente metía en callejones sin salida a su madre, aprendió sobre todo
con el ejemplo de quienes la educaron, aunque no abrazó el ejemplo de su abuela
conservadora y católica, subordinada a la vida, como la gran mayoría de las
mujeres de esa generación.
“¡Hola a todos y a todas! Es el grito con
el que Raquel Chávez abrazó la vida o al menos así lo imagina, porque si algo
tiene esta joven es una sonrisa para cada instante de la vida y pronto se
convirtió “en el sabor del caldo de la familia”.
Una de las sensaciones que le quedaron
claras desde la infancia fue el hecho de que para las niñas había límites y
hasta condicionamientos para relacionarse con los niños, lo que no tenía en su
ambiente familiar “yo tenía total libertad de elegir cómo vestir, podía jugar
con muñecas, que generalmente terminaban en una caja de cartón, para sacar las
pelotas, canicas, cuerdas, dinosaurios, subirme a los árboles, a las argollas
que estaban en el parque del Paseo Juárez El
llano”.
Su mamá empezó un largo trámite que duró
ocho años para obtener una vivienda de interés social, para ello tenían que
acudir cada semana a las sesiones de la Federación de Sindicatos de
Trabajadores al Servicio del Estado; luego tocaron puertas “y ventanas” para
lograr la tan preciada vivienda, incluso una mañana su mamá le anunció que por
la tarde irían a ver al gobernador. La niña preguntó ¿para qué vamos a ver al
gobernador?, ¿si nos va a atender?. La respuesta fue: “no lo sé, pero estaremos
ahí las veces que sean necesarias hasta que lo logremos”, le advirtió su mamá.
Así fue, pasaron muchas tardes hasta que en
una de tantas prácticamente interceptaron al gobernador (Heladio Ramírez López),
le entregó un oficio y éste ordenó a su secretario particular que atendiera la
solicitud de crédito de vivienda de acuerdo al salario. Así se abría una
ventana de esperanza para esta familia compuesta por tres mujeres: la abuela,
la madre y la hija, que pronto volvieron a la nada cuando en los días
siguientes el hombre de confianza del gobernador fallecía en un accidente
aéreo.
Ocho años después de haber iniciado el trámite finalmente su madre obtuvo una vivienda. De esa lección Raquel Chávez aprendió que existía una zanja de desigualdad.
Raquel estudió la
primaria es una escuela cercana al trabajo de su mamá. Solo que con el
inconveniente de que las aulas eran de lámina y carrizo y no, dice, no estaba
en una comunidad lejana a la capital oaxaqueña sino en una agencia del municipio de Oaxaca.
Cerca de la escuela había una barranca de
donde salían culebras y cuando iba en sexto grado supo del caso de una chica
que fue arrojada en ese lugar, su cuerpo desnudo mostraba señas de haber
sufrido violencia sexual. Ese hecho la llenó de miedo y al mismo tiempo se
preguntó ¿Por qué la gente no hacía algo al respecto? Y solo recibieron
recomendaciones para cuidarse al salir de la escuela.
En esa escuela, vio a su mamá trabajar como
parte de un comité constituido por una numerosa mayoría de mujeres, quienes se
dieron a la tarea de investigar un fraude cometido contra la escuela y
recuperar materiales de construcción y dinero para la edificación
de las aulas.
En esa escuela, dice Raquel Chávez Solano,
vio y vivió de manera cotidiana las profundas desigualdades sociales en que
vivimos, por un lado, mi madre contaba con un trabajo que le permitía darme la
continuidad de mis estudios, tenía lo necesario para vivir. Por otro lado, en
las familias de otras niñas y niños estaba presente la desnutrición, pero
ausentes los servicios de salud y, sobre todo, muy lejos la posibilidad de
continuar con sus estudios.
El cambio a la secundaria fue radical. Era
una escuela en forma, cuyos alumnos y alumnas tenían madres y padres
profesionistas, pero la desigualdad de género y origen estaban presentes,
incluso un profesor “se ensañaba con las hijas de madres solteras, haciéndoles
reportes de mala conducta y otras acciones que obligaron que mi papá adoptivo
lo enfrentara y le advirtiera que no le iba a permitir más desplantes
discriminatorios.
En esa época, siendo adolescente, Raquel se
cuestionó y preguntó a otras mujeres por qué era necesaria la presencia
masculina cerca de ella para que los otros la respetaran.
El
feminismo como movimiento histórico
En el bachillerato, antes de cumplir los 15
años, se enteró del feminismo como movimiento histórico, pero fue hasta la
licenciatura en Sociología que el feminismo “entró en mi vida con más fuerza,
conocí más textos feministas, encontré respuestas, me sentí identificada con lo
que estaba leyendo, quise conocer más acerca de estas mujeres que nos
antecedieron.
Ahí encontró sus primeras lecturas y supo
quienes fueron: Olimpia de Gouges, Simone de Beauvoir, Carmen Serdán y Marcela
Lagarde, más tarde tuve oportunidad de escuchar a Marta Lamas. Mujeres que
habían labrado el camino para que las nuevas generaciones nos reconociéramos
como sujetas de derecho, para gozar de nuestros cuerpos, de nuestra libertades,
que podría ser doloroso pero que si no
lo intentamos no avanzamos en la construcción de condiciones de igualdad entre
nosotras y con los otros.
“Sin el feminismo, no podría haber entendido el origen de las relaciones de poder desiguales en todos los ámbitos de nuestras vidas. Saber que la historia, la vida de las mujeres se ha construido desde este sistema patriarcal que ha costado la vida de muchas de ellas, como la vida de la chica que fue encontrada en la barranca cercana a la escuela”.
“Soy una feminista que mantiene la sonrisa
sincera aun en momentos difíciles a nivel personal, profesional y de
acompañamiento, llora, siente y comparte la alegría y dolor de sus compañeras y
compañeros, que aún confía en las causas libertarias. Decidí serlo, porque no habría
encontrado otra manera de ver el mundo que me hiciera sentirme libre de decidir”.
La egresada de la UABJO apunta que se
siente orgullosa de esas mujeres que transgredieron las reglas de subordinación
familiar. Ahora acompaño en su caminar en nuevos retos a las mujeres de mi
familia.
Y es que desde muy joven, con 15 años de
edad fue invitada a un taller de Prevención y Sensibilización del VIH/SIDA
impartido por el equipo de COESIDA Oaxaca, ahí conoció a un grupo de jóvenes de
diferentes edades y perfiles.
Ellas y ellos formaron un grupo de jóvenes,
que colaboraban de forma voluntaria par la Casa de la Mujer Rosario
Castellanos, y la invitaron a emprender esa tarea de dar información en temas
relacionados a la sexualidad, prevención del VIH/SIDA y la de la violencia en
el noviazgo. “Mi familia pensaban que esto iba a ser algo temporal”, apunta con
aire socarrón.
El grupo se llamó Conciencia Juvenil, el
primero en Oaxaca formado por jóvenes y para jóvenes, grupo que incluso ganó un
Premio Nacional de Juventud, bajo la asesoría de la psicóloga Beatriz Casas.
Después de cinco años de trabajo el grupo
se disolvió. Hubo entonces un sentimiento de dolor porque los amigos y amigas
habían decidido emprender nuevos proyectos por separado, pero esta nueva
organización le permitió conocer a otras mujeres como Edita Alavés Ruiz, Zoila Ríos Coca y Angélica
Ayala Ortiz.
Raquel “emigró” al grupo de Católicas por
el Derecho a Decidir que conformaron la Red Nacional Católica de Jóvenes por el
Derecho a Decidir, participó en diversos encuentros nacionales y, casualmente,
la agenda estaba basada en los Derechos Sexuales y Reproductivos y el Derecho a
Decidir de las mujeres, desde una visión católica progresista y los derechos
Humanos. En esta red recibió una continua capacitación en teología de la
liberación, derechos sexuales y reproductivos y su marco normativo, medios de
comunicación, advocaci, entre otros,
además de emprender campañas, foros, talleres, vídeos debates en escuelas
públicas de nivel medio superior y superior, y acompañamos a mujeres que han
vivido algún tipo de violencia.
Al principio la Red en Oaxaca solo estaba
conformada por tres jóvenes, con el tiempo se sumaron más, pero entonces no
importó si eran pocas o muchas pues estaban convencidas de su trabajo. Una de
sus acciones fue unirse a otras feministas para protestar por el caso de María
en la Cámara de Diputados, entonces ubicada frente al Llano. Ese fue un momento
clave, porque la Red se convirtió en un referente clave frente a la opinión
publica en los casos de violencia sexual y embarazo por violación, como era el
caso de María que demandaba su derecho a la interrupción legal del embarazo y
también cuando en el proceso comicial de 2004 llevaron la agenda de las mujeres
a cada uno de los candidatos al gobierno de Oaxaca.
Raquel Chávez Solano y otras integrantes de
la Red se convirtieron en los rostros jóvenes del movimiento feminista en
Oaxaca al finalizar el siglo XX, condición que la llevó a reflexionar sobre el
trabajo que durante años habían hecho las otras mujeres, sus antecesoras.
Por supuesto, en 2006 el año en que “Oaxaca vivió esa histórica convulsión social, decidí dejar la red, para crecer en otros sentidos, apoyar otras tareas. Así fue como me integré a la Liga Mexicana por la Defensa de los Derechos Humanos, durante tres años. Fue una experiencia intensa a nivel personal y como activista”.
La figura menuda de Raquel Chávez Solano se
impuso con el tiempo, cuando se convirtió en maestras de Sociología de la
Salud, en la escuela de Enfermería y Obstetricia de la UABJO, donde posicionó temas
como derechos de las mujeres y la salud como un derecho humano, en colaboración
con algunas amigas impartió talleres de identificación y prevención de la
violencia sexual y obstétrica.
Más adelante, con otras mujeres, realizó talleres
dirigidos a estudiantes de preparatorias de la ciudad de Oaxaca y en algunas
comunidades de la Sierra Juárez.
Retos y
retrocesos
Hoy, plantea, el panorama es complejo en el
avance de las propuestas feministas, por un lado en el Distrito Federal se ha
conseguido legislar a favor de la interrupción legal del embarazo (ILE), pero
en el resto del país hay graves retrocesos, por ejemplo, en relación a la ILE y
otras causales tipificadas en los códigos penales de los estados, ahora las
mujeres están siendo criminalizadas por su derecho a decidir respecto a sus
vidas.
Por otro lado, apunta que aún no se tienen
los resultados que se esperaban para que las mujeres acceden a puestos importantes
en la toma de decisiones en la política
estatal, menos en el ámbito legislativo y no se ve claridad alguna en el tema
de la paridad en autoridades locales, tal como recientemente sucedió en las
reforma al Articulo 113 de la Constitución Política por parte de integrantes de
la LXII Legislatura de Oaxaca.
Por otro lado, apunta que en la entidad, no logra ver cambios sustanciales en las propuestas feministas, “desde hace algunos años veo un movimiento desarticulado y poco fortalecido, veo un movimiento aislado, en donde cada quien ha encontrado nuevos lugares para trabajar con otras mujeres, no sabemos que están haciendo las compañeras, como les va, como se sienten”.
Al final, pienso que si es posible
construir un nuevo feminismo. Muchas feministas están apostando a la formación e
investigación académica, círculos de lectura, otras desde la expresión de las
artes, escuelas de formación feminista, otras más desde la reflexión de las
mujeres en las comunidades indígenas. Pero lo que es cierto es que “necesitamos
aprender realmente a escucharnos, reconocer, respetar las nuevas formas de
participación, para fortalecernos, hay jóvenes que se han formado en el feminismo
pero no las vemos, pero es por algo que precisamente no nos estamos encontrando en el camino,
tenemos que abrir el paso a las mujeres que ahora se están sintiendo
identificadas con estas luchas, renovar las energías”.
Y
puntualiza que en Oaxaca, al menos, el feminismo tiene que revitalizarse,
volverse atractivo, generador de cambio, sino será un movimiento aburrido,
cansado.