Noemí DOMÍNGUEZ
GASPAR*
Reconocer al
cuerpo y sus representaciones como territorio político para ejercicio de
libertades y autonomía en las mujeres,
implica un acto un tanto transtocador al orden establecido, pues el poder
biopolítico, que moldea y da pauta a las personas, deja marcas en nuestros
cuerpos, cuestionar dicho poder opresivo sería una entonces una acción
afirmativa hacia la libertad.
La asignación
de género[1]
a los cuerpos, es un proceso cultural complejo cuya incidencia se manifiesta en
todas las dimensiones de la vida humana, es el inicio de un proceso inacabable
de especialización de los sujetos, esta especialización origina diferencias y
la valorización social de las diferencias así creadas da lugar a jerarquías,
esto es, de poder y de dominio.
La
importancia de las proyecciones de las imágenes y representaciones radica principalmente, en que nos permite
acceder por éste medio al análisis de los cuerpos, en como los habitamos,
vivimos, compartimos, regulamos, reproducimos, discriminamos o violentamos. La
imagen tiene pues, un papel fundamental en la configuración de la cultura, es el puente entre percepción e
interpretación, el vínculo de las/los actores, entre ritual colectivo y la experiencia
individual, el enlace entre cognición y emoción.
La Guelaguetza resulta
ser lugar de la reproducción de ciertos clichés o estereotipos de lo indígena y
lo mestizo, de una manera similar sucede con algunos medios de comunicación
como en el cine y la televisión,
pensemos en el indio Tízoc o la india María, donde esta última,
resulta ser una caricatura ridiculizante de las mujeres mazahuas del valle de
México, que aparte de ser clasificadas-etiquetadas como indias, son llamadas Marías
con una connotación peyorativa.
Por lo tanto, ciertas
expresiones en las representación de lo indígena en las mujeres, suele ser la
reafirmación de una sociedad estratificada que en algunas ocasiones legitiman
estereotipos que en muchas ocasiones operan en la discriminación étnica, racial
y clasista seguramente existen muchos otros caso en América Latina y el mundo.
Reflexionar
y debatir sobre los usos de las iamgenes y representaciones no es una
vanalidad, pienso que algunos de los
cambios en la organización de las relaciones sociales siempre corresponden a
cambios en las representaciones del poder, pero la dirección del cambio no es
necesariamente única.
*Etnóloga
feminista.