Drina ERGUETA
SemMéxico. - No
extraña a nadie ver a un niño disfrazado de superhéroe que brinca y corre y se
enfrenta a los malvados imaginarios. Resulta “natural” verle jugar así, así
como resulta “poco natural” o que llame la atención la distribución de
personajes de la tercera versión de la película Mad Max,
furia en el camino, que ha trastocado los roles tradicionales del
héroe masculino.
En su imaginación,
el niño asume con ilusión esos roles aprendidos desde cientos de referentes,
entre ellos desde la omnipresente comunicación audiovisual.
La nueva Mad Max
presenta en femenino el protagonismo de la heroicidad, en tanto que el
personaje masculino que dio nombre a las tres películas, Max, se convierte en
un ayudante. Son nuevos referentes buscados intencionadamente por el director
del filme, George Miller, que pidió la colaboración de la feminista Eva Ensler
-autora de Los Monólogos de la Vagina– para realizar el guión.
Es marcado el
simbolismo de la película debido a las características de sus personajes, donde
el mal, la violencia, la explotación y la degradación son conceptos
representados por los hombres, salvo el héroe secundario y algún otro
“converso”; mientras que la caracterización de las mujeres es mucho más compleja.
La cinta crea
cuatro tipos de mujeres claramente diferenciadas y sobre su representación se
pueden hacer varias asociaciones e interpretaciones:
Están las mujeres
jóvenes asociadas a la explotación sexual y a la trata, tienen características
de modelos de pasarela -de hecho alguna lo es en la vida real-, son las
amantes/esposas ideales, de un harén claro está, para procrear la descendencia
perfecta.
Aparecen las madres
proveedoras de alimento, orondas inmensas y aparentemente sumisas, también
cautivas y explotadas, que remiten a la ama de casa tradicional. Están las
amazonas, unas guerreras post apocalípticas de edad avanzada, con las canas al
viento, sabias, libres y sobrevivientes que nos recuerdan a las feministas
históricas.
Finalmente está la
protagonista, Charlize Theron, una guerrera cautiva que se rebela, que rescata,
que protege y que encabeza la lucha. La que quiere llevar a las mujeres a la
tierra verde y vuelve para convertirse en la líder de un pueblo sojuzgado.
El rol del
protagonista secundario, Max, es el de colaborador accidental en la tarea
heroica, un hombre inicialmente egoísta que cambia, que suma.
Como es habitual en
las películas post apocalípticas, se observa la pérdida de lo civilizado, de
los valores culturales, entonces brota lo más básico de las personas, su
naturaleza profunda, unas entrañas que ya no pueden ser matizadas ni
controladas por una estructura social que vela por el bien común.
Así, a la
naturaleza profunda de los hombres que no son Max se les asigna los conceptos
de insensibilidad para con otras personas, violencia, destrucción, dominación,
verticalidad y corrupción corporal, degeneración física de lo humano; mientras
que las mujeres son la creación y las que proveen, tienen entre ellas casi un
trato horizontal, con sensibilidad social, llevan la sabiduría ancestral, son
la salvación de la especie y de la naturaleza, son la perfección y la esperanza
para la humanidad.
No es extraño que
haya quienes rechacen el contenido de la película, que se sientan incómodos por
los valores que transmite, aunque seguramente no les perturba cuando los filmes
transmiten todo lo contrario, cuando ellas solo son adornos y son pasivas,
cuando se les asigna papeles siempre superficiales y tangenciales.
Las ilusiones en
nuestros juegos de infancia nos marcan para toda la vida y, después, en el
fondo seguimos queriendo ser ese personaje con el que jugábamos y proyectarlo
sobre el mundo real. Si películas como esta hacen posible que haya niñas que
jueguen a ser heroínas y no a ser princesas, a la cocinita o a ser mamá,
bienvenidas sean y que sigan llegando.