jueves, 16 de abril de 2015

Francesca Gargallo: La ética feminista es la ética de la liberación de las mujeres


Francesca Gargallo:
La ética feminista es la ética de la liberación de las mujeres

Soledad JARQUÍN EDGAR
La ética feminista es la ética de la liberación de las mujeres, subraya la doctora Francesca Gargallo al dictar una conferencia como parte de las actividades del II Diplomado Internacional de Estudios de las Mujeres, Feminismos y Descolonización.
Feminista autónoma y doctora en Estudios Latinoamericanos, Gargallo  sostiene que hablar de ética es algo que no siempre agrada a las feministas porque se relaciona con “la moral”, pero cuando hablamos de ética feminista estamos refiriéndonos a la libertad de las mujeres a elegir libremente su responsabilidad con su propia vida.
En un recuento hilvanado a través de la historia por los derechos humanos de las mujeres apuntó que la ética reflexiona sobre cómo organizar las costumbres, (“la moral es la vulgarización de las costumbres”) siempre colectivas y que se transforman en colectivo.
Novelista, ensayista, poeta y autora de cuentos infantiles, indicó que este es un momento terrible para el país y para el mundo, donde la sociedad organizada, con nombre específico o sin nombre,  ha evidenciado la violación a los derechos humanos y especificó que este año se cumplen 23 desde que las madres de mujeres desaparecidas, secuestradas, torturadas, violadas y asesinadas de Ciudad Juárez alzaron la voz para denunciar esta forma de asesinato impune o semi impune, solo dos por ciento de los feminicidios logra tener seguimiento y condena en el país.
Dijo que lo sucedido a los 43 estudiantes de la normal rural “Isidro Burgos”, desaparecidos en septiembre pasado emboscados por la policía municipal y la delincuencia organizada, es un hecho más que pone ante el mundo la terrible situación de los derechos humanos en México.
Y ha sido la sociedad civil la que ha estado de manera permanente haciendo estas denuncias en todo el país, tal y como ahora se hace con el feminicidio no sólo en Ciudad Juárez sino en todo México, entrampados por una impunidad divagante.
¿Por qué lo hacemos?, pregunta Francesca Gargallo quien responde que la sociedad lo hace por ética, es decir, por una conducta consciente e informada que tiene por fin la felicidad, una actitud frente a la vida que no limite la libertad de las personas a circular o hacer lo que le de la gana a cualquier hora del día y en cualquier lugar, sin recibir castigos ni cuestionamiento alguno.
Ocupada de la historia de las ideas feministas, la académica explica que uno de los puntos más difíciles al hablar de la ética feminista es hablar de valores. La ética pone en juego nuestra responsabilidad con nuestra libertad, haciendo que sea la libertad de nuestras elecciones nuestra primera responsabilidad.
Es difícil, aclara, porque han sido las derechas y las organizaciones religiosas más conservadoras, los espacios menos propicios para la libertad de las mujeres, de ahí que sean ellos quienes planteen que lo que se ha perdido son los valores, como si éstos no tuvieran historia ni lugar.
Recuerda a la filósofa maya-quiché, Gladis Tzul tzul,  quien sostiene “con todas sus letras” que cada vez que se nos dice que algo es universal, como se afirma son los valores, nos están mintiendo desde un lugar de fuerza y poder, por el cual se puede imponer una idea, local e histórica, como si fuera una idea válida para todas las personas.
Sin embargo, no podemos vivir sin valores pero los podemos poner en juego al tomar una posición ante entre el grupo que está discutiendo su libertad y su responsabilidad, como sucedió con la conciliación ejercida por los pueblos zapotecas cuando fueron acosados por otros pueblos. También hay momentos en nuestra historia donde la rebelión es un valor, como sucedió en la Revolución Mexicana y, al mismo tiempo, dijo no toda búsqueda de la justicia pasa por la rebelión.
 “…la búsqueda de la felicidad es histórica y está atravesada por relaciones de poder relativas a los sexos, por lo tanto es bastante distinto cuando una mujer reclama sus derechos, su valor a la vida…”

Francesca Gargallo apuntó que la búsqueda de la felicidad es histórica y está atravesada por relaciones de poder relativas a los sexos, por lo tanto es bastante distinto cuando una mujer reclama sus derechos, su valor a la vida, como sucedió a Yakiri, joven secuestrada y violada, y quien se defendió de uno de sus agresores, quien en lugar de ir a un hospital se va a su casa y muere desangrado.
Ella fue detenida cuando ponía su denuncia por la agresión sexual en una agencia del Ministerio Público, siendo acusada de “exceso en la legítima defensa”, por lo que hubo que pagar una fianza de 423 mil pesos, en cambio la hija del cantante Alex Lora, quien borracha mató a un individuo al atropellarlo con su coche, solo pagó 10 mil pesos para obtener su libertad.
Lo que hay, añadió enfática, es un contubernio patriarcal desde la ley, porque se agrede a una mujer que ejerció su valor a la vida, derecho que en ningún hombre es cuestionado, “en la legítima defensa contra una violación, todas las mujeres que ejerciendo su legitima defensa terminaron por matar a su próximo violador han sido condenadas de asesinato porque la violación no se había cometido, entonces ¿tenemos que ser víctimas para podernos defender?”.
Se trata de un problema ético real, tiene que ver con valores que son costumbres, que permite a los hombres violar a las mujeres, necesitamos el reconocimiento de nosotras como aquellas que sí pueden defenderse y como aquellas que no tienen que estar en riesgo de un ataque por el simple hecho de ser mujeres, apuntó la académica feminista.
Recordó que la ética ha sido uno de las columnas del feminismo, desde el movimiento político de 1789 en la Revolución Francesa, cuando Olimpia de Gouges, guillotinada el mismo día en que los revolucionarios franceses lo hicieron con otras 120 mujeres, por pedir los derechos de la mujer y la ciudadana, su derecho a subir a la tribuna, en un ejercicio de igualdad absoluta. A pesar del terror de la Revolución Francesa, el feminismo nació bien, plantea Gargallo.
Recuerda que tras la revolución en Francia viene un “horrendo” periodo reaccionario, que se manifestó en 1815, con el reacomodo de los imperios y el fortalecimiento de las monarquías, la división de las castas, “de una misoginia impresionante y un catolicismo opresivo que mantenían a más del 90 por ciento de la población por debajo de los hombres del poder”.
Momento en el que se utiliza como instrumento al romanticismo que separa lo público de lo privado de forma tan tajante que las ciudadanas quedan desprotegidas, se fortalecen la familia y los mayorazgos (heredar a los hijos varones), ejemplo claro de androfilia.
“Todo esto en nombre del amor, un  amor que además se específica como exclusivo, único, las mujeres no deben pensar más que en el amante. Si mueren es mejor porque entonces tenemos una heroína. Nuestra libertad está en no morirnos de amor”.
Cuando se acabó ese antipatiquísimo momento de auge del romanticismo, las mujeres se encontraron encerradas en sus casas, sin leyes que las defendieran, habiendo perdido la memoria histórica del pasado revolucionario de sus abuelas, por eso lean los libros de historia de las mujeres.
Pero esas mujeres liberales empezaron una larga lucha por conseguir su derecho a tomar sus propias decisiones, su derecho a la educación, el derecho a la patria potestad sobre sus hijos e hijas (“que debería llamarse de otra forma porque es derecho de la madre y del padre a ejercer el beneficio de sus hijos e hijas, no como propiedad sino como responsabilidad educativa y afectiva”) y finalmente sus derechos económicos.
Apuntó que la lucha por el derecho al sufragio surgió casi cien años después a propuesta también de las liberales, las socialistas y las comunistas demandaron el voto hasta que surgen los partidos socialistas y comunistas. En tanto que las anarquistas nunca demandaron el voto, ellas pusieron el acento sobre las características de clase, educativas, de organización social y de libertad de las mujeres.
Por eso, sostiene, a través de la ética tenemos la posibilidad de tocar costumbres comunes a los grupos de hombres que se repiten en las familias por las mujeres que no han tomado consciencia de su lugar en esta sociedad, por eso hay tantas mujeres que son agentes pasivos del patriarcado, que no se dan ni siquiera cuenta de cuanto les cuestan al patriarcado pero lo reproducen.
Lo ético, planteó, es cambiar este sistema de costumbres patriarcales en cuanto se sostienen en una preferencia social por los hombres, la androfilia que se observa en todos los sistemas: religioso, económico, académico. Pero ello demanda de la organización, de estar juntas, a los patriarcas no les gustará, por ello crean frases como mujeres juntas ni difuntas.
Todas las demandas de las mujeres tienen características éticas, fueron y siguen enfocadas en la construcción del valor ético de su libertad, pero es histórico y geográfico, debemos construir el diálogo entre todas, podemos desechar valores pero no podremos hacerlo si no somos libres: la ética feminista es la ética de la liberación de las mujeres, reitera.