Bárbara GARCÍA CHÁVEZ
Sobre el papel de estas páginas hay muchas
historias escritas, cantidad de análisis feministas, noticias que tienen que
ver con las mujeres. Muchas horas de día y otras de desvelos.
¿Se
puede entender el mundo sólo desde una mirada? No, eso me dijeron, lo pensé y
entendí. La nuestra es una sociedad basada en supuestos construidos desde hace
miles de años, “desde que el hombre es hombre”, plantearía el patriarcado desde
su objetividad, por cierto “la objetividad es el nombre que da la sociedad
patriarcal a la subjetividad masculina”, señaló hace muchos años la poeta y activista Adrienne Rich. La mirada
solo del varón que se rompe a través de los laberintos del feminismo que no
acaba de crearse, que evoluciona, que se transforma en la búsqueda permanente
de construir un mundo igualitario, un mundo mejor.
Hace apenas poco tiempo se hace visible el
mundo de las mujeres, porque las mujeres también tomaron la palabra y la
escritura, a veces con su nombre, a veces con el nombre de los otros y a veces
con un nombre distinto al suyo porque por muchos años la palabra les estaba
prohibida.
Su palabra muchas veces vituperada,
criticada, como reclamaba esa mujer que tomó la palabra cuando le era prohibida:
Christine de Pizan
Las Caracolas es una hija de esas mujeres. Una hija pequeña
que alcanza 18 años, donde se escriben renglones necesarios para dar paso a
ideas, a pensamientos, a propuestas, a sus anhelos.
Es una ciudadana que tiene vida y que ha
crecido bajo la sombra y, a la vez, a la luz de El Imparcial, ese abuelo de
letras que la cobija. Caracolas tiene su libertad, se hace humana.
Las Caracolas pueden ser un barco de papel periódico
que surcó un océano de aguas de un solo color, entre millones de letras, que
como peces van y vienen, se devoran entre si. Es un barco de papel periódico
que pregona una voz, la tuya.
Las frases que esas palabras forman son sus
venas donde corre la tinta y su corazón está formado por las ideas feministas,
la sombra de un árbol de hojas de papel, la sombra de una sombrilla de papel
que sirve para cubrirse del Sol a veces abrazador.
Caracolas es un río de voces que exige todo
menos silencio y aún con su silencio vocifera, grita, reclama el lugar de las
que al tomar la palabra rompieron la marca de la prudencia y rechazan la
tolerancia.
Todos los derechos para todas las mujeres,
es una premisa a partir de la cual se escribe para las mujeres, para leerse,
para reconocerse.
Las palabras son pequeños engranes, todos necesarios,
todos elementales en la construcción de la visibilidad de alguna parte de las
mujeres; a través de una filosofía: el feminismo. Lejos de los prejuicios
contra los que alguna vez se declaró Mary Wollstonecraf, la autora de
Vindicación, donde abogaba por su sexo y por ella misma, por la independencia
como bendición de la vida.
Una libertad que ya conocimos, que ya
pisamos y de la cual no nos iremos, como sostiene Amelia Varcárcel.
Las Caracolas llegaron con esa ola, ese
tsunami de palabras, de voces que quieren ser escuchadas, leídas y reescritas
porque aunque son innegables los avances, el cruce de caminos, la apertura de
las puertas, lo cierto es que aún no hay igualdad, no hay pisos parejos ni
techos sin cristales. Esta vigente el feminismo y con ello, aunque parezca que
han pasado muchos años, es actual este espacio, las caracolas de mar por donde
siguen escapándose los rumores cada vez más fuertes de las mujeres que creen en
la posibilidad de un mundo diferente, más libre, menos opresivo, sin discriminación
ni condicionamientos para las mujeres.