lunes, 10 de agosto de 2015

La paridad, derecho fundamental



 Bárbara GARCÍA CHÁVEZ

A veces se olvida que hay derechos humanos que son intrínsecamente fundamentales, universales per se, es decir, se tienen y ya, mujeres y hombres, no requieren activarse y son irrenunciables, y el Estado es quien a través de sus instituciones debe garantizarlos adjetiva y sustantivamente de manera efectiva.
Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas.
La paridad en el ámbito electoral está englobada en los derechos políticos, que se constituyen como derechos fundamentales, confluyendo  el derecho a la participación política (votar y ser votada) y el derecho de acceder a la anterior prerrogativa en condiciones de igualdad. Así queda dispuesta la reforma constitucional federal y su ley reglamentaria, para garantizar la paridad entre los géneros y las jurisprudencias que ha dictado la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TRIFE) en defensa de los derechos políticos de las mujeres.
En estricto derecho, la reforma constitucional  federal en esta materia, obliga a las legislaturas locales a  armonizar el orden jurídico en las entidades de la república mexicana para realizar adecuaciones que impulsen el avance de las mujeres en materia política, considerando su exclusión histórica y las condiciones fácticas que han limitado su presencia igualitaria en la toma de decisiones públicas.
En Oaxaca, como en todo el país, se vivió el proceso electoral para elegir diputadas y diputados federales tanto de mayoría relativa como de representación proporcional, adecuándolo por primera vez a los criterios de paridad, igual que en todo el país se sortearon las trampas y artilugios de los partidos políticos, que se resisten desde sus direcciones de control patriarcal.
Desde esta óptica y ante la realidad local, fue para muchas sorpresivo e indignante que las y los legisladores de Oaxaca, del PRI y PAN, regatearan la paridad como derecho fundamental de las mujeres, en tanto se lo escatimaron a las mujeres que residen en los municipios donde la elección de sus autoridades es mediante los sistemas normativos internos o, como se denominaban antes, de usos y costumbres, la mayoría de origen indígena, para contender en igualdad como concejales de sus ayuntamientos.
Esa decisión muestra un aberrante desconocimiento de lo que implican los derechos humanos, el apego a la convencionalidad y los principios constitucionales pro persona y, en la más estricta interpretación de su actuación, justificaron su proceder, argumentando que en esas poblaciones la violencia machista es tradición y debe ser respetada. El colmo de la ignorancia llegó cuando desde las curules se alegaba que en esas comunidades se debía ir con calma “…al fin que los derechos humanos son progresivos, poco a poco”.
Y así quedo en la constitución oaxaqueña y en la nueva Ley de Instituciones y Procedimientos Electorales del Estado de Oaxaca. Bien mirado, esto es pura discriminación, para estos legisladores las mujeres de los 417 municipios de sistemas normativos internos son menos, no tienen calidad humana, en consecuencia requieren tutela de sus hombres. En  estricto sentido común, mientras no participen en la toma de decisiones que las afectan, alguien más las impone; prevaleciendo un férreo dominio sobre ellas, esto es lo que se busca la opresión que dé continuidad al poder patriarcal más rancio.
En fin, no se ha perdido nada aún, solo se complica el camino. A un lado, en el mismo sureste del país, con condiciones muy similares, las mujeres de Chiapas libran la batalla, primero ganaron su espacio en los tribunales, agresiones antes de la elección, y hoy sin someterse se enfrentan a las amenazas y denostaciones antes de protestar en las alcaldías y regidurías; nada debe ser paulatino, el golpe ha sido certero y no hay tregua, el gobierno y los tribunales tendrán que hacer lo suyo porque las mujeres feministas han formado una valla, una trinchera y no se paran.
Parafraseando a Amelia Valcárcel en reconocimiento a sus aportes en la teoría feminista:
“…Y el camino de la libertad y el camino de la democracia son el mismo, pero lo estamos empezando. Hemos adquirido lugar en lo público-político y tenemos que utilizarlo. Y va a ser muy difícil porque estos ámbitos, que han de serlo de paridad, son extraordinariamente resistentes. Ahora se refugiarán en la excelencia. Pero vean entonces, para lograr lo que logran, la cantidad de talento que trituran, que avergüenzan y que destrozan. No solo es cierto sino que a veces lo decimos: «Es que la Humanidad no puede vivir sin la mitad del talento femenino.» ¡Vamos que si puede! Puede perfectamente y es lo que ha hecho siempre. Y hay mucha gente que sigue pensando que se puede seguir así. Claro que puede, pero no debe porque, para lograr esto, se pone en marcha una máquina trituradora que está acabando con las mejores. Y realmente castigándolas a ser y a vivirse y a entenderse como unas amargadas, y siendo menos de lo que son y menos de lo que merecen. Hay mucha amargura en esta dinámica del poder que es tan perversa. Y no hay derecho, no hay derecho a ello”. (IV Encuentro De Mujeres Lideres Iberoamericanas.- ¿A qué llamamos paridad?)