¿Yo feminista?
Noemí Domínguez Gaspar
Al feminismo
nadie lo para, son tres siglos de propuestas
· Soy una hija rebelde del
patriarcado, todas somos contemporáneas
Soledad
JARQUÍN EDGAR
Noemí
Domínguez Gaspar es la representación humana del germen de un nuevo feminismo
que ya florece, nació casi en la última década del siglo XX, pero sin duda es
una mujer plena del siglo XXI. En sus venas corre sangre ayuuk y dixteé, es
decir, mixe y zapoteca, una confluencia afortunada que la enorgullece hasta el
tuétano.
Es Etnóloga
egresada de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y actualmente
realiza su posgrado en el CIESAS Pacífico Sur. Su formación profesional la
llega a confirmar la vocación feminista que en ella sembró su madre cuando
apenas era una niña.
Su historia
apenas comienza, pero la fuerza que le imprime a sus acciones, la emoción con
que toma la vida, sin duda nos habla desde ahora de las muchas cosas que hará
en el futuro, uno sellado por una visión crítica, inconforme por la desigualdad,
la violencia y la falta de justicia para las mujeres. Noemí Domínguez está
lejos, muy lejos de la comodidad que habita a muchas mujeres de su generación.
Pertenece a
esa generación de jóvenes con cierta preparación que no encontró todas las
puertas cerradas, alguien las había abierto por ellas, y las que estaban
entreabiertas las abrieron de par en par. Son las “nuevas” jóvenes que no
acatan las prohibiciones cuando consideran que estas nada tiene que ver con su
ser mujeres, cuestionan las limitaciones, pero están conscientes que faltan
muchas más para tomar la vida, sus vidas y sus decisiones, sus libertades y sus
derechos con sus propias manos.
Sus abuelos
y abuelas llegaron a Oaxaca “como lo hacen diariamente miles de personas, en
busca de una vida mejor, el acceso a
los servicios básicos y replegados por algunos tipos de violencia en sus
comunidades de origen. Sin embargo, dice: “he de confesar que la ciudad de
Oaxaca, aunque encantadora, conserva resquicios de una sociedad estratificada,
racista y clasista, de la cual mi familia tuvo que sobrellevar, no somos la
primera y, lamentablemente, ni última familia que sorteará los embates de estas
expresiones que nos condicionan en desigualdad a las personas”.
A Noemí
Domínguez Gaspar, con sus veintitantos años, no es necesario preguntarle si es
feminista, pero solo por confirmar lo hacemos y la respuesta es la que ya
esperábamos. Sí, es feminista, sin vuelta de hoja, sin ambages, sin nada
encima, es ciertamente una feminista clara, precisa, certera.
Y es feminista
porque así fue formada desde la infancia, al lado de su madre Estela Gaspar
quien dentro de sus posibilidades es una transgresora en lo familiar y en lo
comunitario… “de ella aprendí a cuestionar el mundo, las injusticias y demás
situaciones de desigualdad social”.
Luego dice
algo que provoca risa:
En mis
tiempos de infancia -que no son tan lejanos-, recuerdo haber experimentado las
primeras experiencias de limitaciones y prohibiciones por mi condición
genérica, “las niñas no pueden hacer esto o aquello…”, “a las niñas les debe
gustar esto…”. Y para mí era inevitable cuestionar. ¿Por qué si yo tenía las
mismas facultades físicas e intelectuales que mis compañeros hombres, se me
negaban ciertos espacios, como los deportivos, los lúdicos, los de recreación,
y en cambio se me empezaban a enseñar cosas para mi vida de “mujer”? El
resultado, fue para ella un estar inconforme y un malestar que ahora sabe y
considera que no era atípico: soy una hija rebelde del patriarcado.
“La falacia androcéntrica, elaborada en todas las construcciones mentales de la civilización patriarcal no puede ser rectificada 'añadiendo' simplemente a las mujeres”. Gerda Lerner
“Soy feminista
porque he decidido adquirir un compromiso con la mitad de la humanidad a la que
pertenezco, es decir, las mujeres. Porque no estoy conforme con algunos
mecanismos de control que coartan nuestras libertades, como personas y
comunidades, porque me hace sentido su apuesta ética, porque pienso que otras
formas de ser y estar en el mundo son posibles”.
El
feminismo, decimos, se construye. Noemí Domínguez se empezó a construir de
conciencia y se formó desde hace varios años. Primero fue importante, dice,
conocer a feministas, maestras que la ilustraron, y, además, la parte del
estudio y praxis del feminismo ha sido fundamental para mi propia práctica.
Así conoció
un espacio académico que le resultó un oasis en la Universidad Nacional
Autónoma de México, el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en
Ciencias y Humanidades (CEIICH), donde no sólo debía trabajar sino que se
convirtió en un parteaguas en su vida, en su formación profesional y como
feminista.
Al egresar
de la carrera de Etnología en el ENAH, como muchos otros y otras jóvenes,
Domínguez Gaspar encontró ese panorama que ella llama desolador en el campo
laboral, pero tuvo una fortuna, conoció a Daniel Cazés, su maestro, quien la
invitó a colaborar como su asistente en el Programa de Investigación Feminista
del CEIICH.
Así que con
un sueldo de tres mil pesos mensuales menos impuestos, porque asegura que a los
gobiernos y, en este caso al gobierno federal, no les interesa invertir tanto
en educación y menos en investigación, se convirtió en ayudante de investigación
de uno de los académicos más destacados en materia de estudios de género,
teórico de las masculinidades y autor de libros y artículos sobre etnicidad,
democracia y género (1939-2012).
“Durante
estos dos años, además de trabajar, adquirí muchos elementos de análisis y
reflexión feminista, curse diversos talleres, diplomados, asistí a todas las
conferencias posibles”, dice seria y luego concluye con una frase que la marca
en definitivo: vivir y trabajar en el mundo universitario y, además feminista,
ha sido uno de los hitos más importantes de mi vida.
Ese
feminismo que hoy asegura respaldó “mi sentido crítico del orden del mundo, me
generó redes y amistades entrañables, me ha llevado a experimentar lazos de
sororidad y complicidad con mujeres diversas, sin duda, fue un parteaguas en mi
vida la cual no es igual desde entonces”.
Le pregunto
qué nos faltó hacer a las generaciones anteriores a la de ella y claro qué
tendrán ellas que recomponer.
La respuesta
viene de dentro: Han hecho lo que han podido, con los recursos que tienen a su
alcance. Yo, particularmente, agradezco los avances a pesar de los embates del
sistema patriarcal instaurado hace cientos de años, que además se fortalece con
el sistema capitalista.
Sin embargo,
considera que tal vez lo que falta es reflexionar, “son las jerarquías y
ausencia de pactos entre mujeres, lamentablemente, me ha tocado vivir algunas
experiencias de incongruencia en mujeres que se asumen como feministas, pero
que operan bajo el tráfico de
influencias y pasan sobre otras mujeres robando el trabajo de otras y además se
legitiman bajo un discurso políticamente correcto, que resulta ser la perspectiva
de género o el feminismo, pero que en su práctica ética y social dejan mucho que desear.
“Con esto no
quiero decir que haya un “ideal” del ser feminista, un estándar o un feministómetro, sólo pienso que no
podemos seguir reproduciendo pequeñas tiranías al interior de nuestro
movimiento”, afirma.
Una de las
mayores virtudes de Noemí Domínguez Gaspar es el reconocimiento a su madre
Estela Gaspar, su tía Vene Gaspar, sus abuelas Esperanza García, Felícitas
Pacheco y Mercedes Gutiérrez. “Mujeres importantísimas para que esté yo aquí
vivita y coleando, es una pena que la genealogía de las mujeres se pierda en el
tiempo, que se invisibilicen nuestros nombres, en mi caso, todo el mérito lo
han tenido estás mujeres, quienes solas lograron darnos vida, deberían ser sus
apellidos los que estuvieran en mi nombre hoy”.
Reconocimiento
que se extiende a lo largo de su formación gracias a sus maestras desde las de
educación básica como Reyna Guadalupe Sánchez de la Lanza, Norma Edith Montiel,
Yolanda Baldera, Luz María Quintero, entre otras. Son sus maestras
fundamentales, las que con dedicación y paciente le transmitieron las primeras
enseñanzas.
Luego, las
otras, fundamentales en la construcción de esta joven feminista: Marcela
Lagarde, Patricia Castañeda, Jahel López Guerrero, Haydeé García Bravo,
Francesca Gargallo. Y claro las ancestras, las maestras Mercedes Olivera, Lina
Odena Güemes, Fracoise Vatant y Silvia Marcos.
En estos
días difíciles tras la desaparición de los estudiantes de la normal de
Ayotzinapa, en Iguala, Guerrero, le pregunto sobre su sentir.
Las
condiciones son difíciles y aterradoras para las y los jóvenes. Me indigna la
violencia, que históricamente se siga normalizando la violencia, el terror del
Estado y todas esas expresiones de deshumanización de las personas. Me indigna
la indiferencia, la apatía, el exceso de individualismo, el egoísmo, la poca
empatía con lo humano, resultado de las resistencia del neoliberalismo capitalista
patriarcal, el cual seguiremos deconstruyenco, como lo hemos venido haciendo
desde este movimientos, desde hace más de tres siglos, a través del feminismo,
porque al feminismo nadie lo para.
Pero tenemos
que sumar esfuerzos, erradicar el lenguaje sexista y las prácticas belicistas,
el feminismo además de ser pacifico es de las propuestas más comprometidas del
humanismo, pues denuncia las opresiones sexo-genéricas imbricadas con otras
formas de injusticias.
Las jóvenes
podemos aprender mucho de las veteranas, ahorrarnos sin sabores, aprender del
camino recorrido, no pretendamos descubrir el hilo negro cuando tenemos a las
ancestras que nos pueden retroalimentar con lo ya repasado y, en cambio, las feministas
con mayor experiencia podrían escucharnos, todas somos contemporáneas, pues
vivimos y estamos en la misma época, desde distintas experiencias. Compartimos
más puntos en común que elementos que nos podrían enemistar.
Por eso y
por ello, Noemí Domínguez Gaspar llama a fortalecer los pactos, las alianzas
entre mujeres y después con otros sectores sociales, “esa podría ser una clave
para recomponer un poco la situación actual, todas, activistas, académicas y
hasta funcionarias tienen algo que aportar.
En Oaxaca
necesitamos erradicar el arraigo caciquil, que sigue negando espacios a las
mujeres, debemos cuestionar a las y los funcionarios, sobre todo hombres, que
tienen poco interés en formarse e informarse sobre la importancia de incluir
los aportes del feminismo en las políticas públicas y lo sigue permeando a la
sociedad es el tráfico de influencias y las mafias, que cortan los esfuerzos de
muchas mujeres, muchas feministas, principalmente en los municipios. Eso es
desolador, pero no debe ser desalentador.