Susana Chía
¿Yo feminista?
Feminismo
debe abrir puertas y nuevos paradigmas
· La
perspectiva de género para controlar
Soledad JARQUÍN EDGAR
Laura Susana Chía Pérez nació rebelde, confrontadora,
cuestionadora, crítica e insumisa frente al sistema establecido y del deber ser
que socialmente ha sido impuesto a las mujeres. Habla de la necesidad de crear
nuevos paradigmas que generen nuevos roles, espacios, lugares alternativos de
vida, donde las mujeres puedan insertarse de otra manera, abriendo nuevas
puertas y propone caminos que incluso generen un nuevo porvenir.
Sí soy feminista, afirma, luego explica que es feminista
desde una postura que tiene que ver con un replanteamiento de las mujeres y desde
las mujeres, hacia nuevos paradigmas. No queremos que nos abran la puerta para
ocupar los mismos lugares que hoy tienen los hombres, queremos un
replanteamiento en la economía, en el mercado y en el poder, sostiene.
Maestra en Psicoanálisis y en Formación Docente, y
licenciada en Biología por la UNAM, Chía Pérez es tajante al afirmar que si las
mujeres no entramos (a ese lugar) la crisis ocasionada por el neoliberalismo
seguirá igual y generará una externalidad, es decir, una gran bolsa de pobres,
con “sujetos del desencanto” o “sujetos neoliberados de valores y de ética”
dirigiendo el poder. Nuestra apuesta debe ser, quizá, sacarlos de ahí.
Luego afirma que las mujeres, a veces sin darse
cuenta, encuentran otras manera de habitar los espacios de la vida pública, de
una empresa, del trabajo, generando nuevas competencias a costa sus vidas.
Seria entre tazas de buen café, propone que a la vida
hay que pagarla con dones como la buenas salud, el tiempo libre, la palabra que
debieran ser los nuevos espacios de las mujeres, no el silencio, no el
agotamiento, no el cansancio, no la de llegar como fardos, caerte en la cama,
dormir y al día siguiente pararnos como autómatas para trabajar. Debemos
transmitir otra imagen.
El feminismo, su feminismo, apuesta a una sociedad
donde hombres y mujeres sean realmente los dueños del planeta, diferente a lo
que plantea el neoliberalismo.
Mujeres
emblemáticas
Nació en los años cincuenta en la ciudad de México
donde vivió hasta los 35 años. Su segunda casa ha sido Oaxaca. Su pasado está
escrito a través de sus ancestras. Su madre Concepción que vivió decepcionada
con la vida porque no pudo ser artista de cine o televisión y pasó sus días
condenada a la cocina y al cuidado de sus hijos e hijas, quienes no fueron un
sostén suficiente para ella e intentó en dos ocasiones quitarse la vida, relata
Susana Chía lejos del susto que durante años le ocasionó esa historia y que ve
como la necesidad de su madre de decir ¡Aquí estoy!
La otra imagen es la de su abuela Juventina que anduvo
en la revolución, que se fue con un hombre y que aseguraba que fumaba desde
chiquita, cuenta entre carcajadas cuando se acuerda que su mamá callaba a su
abuela diciendo que esas cosas no se contaban a las niñas.
La tercera mujer emblemática en su vida fue su maestra
de segundo grado de primaria. Se llamaba Amalia Calvo, descendiente de
españoles que entonces tenía casi 60 años, pero se comportaba como de 18. Cada
día, leía su horóscopo en el periódico y sostenía que estaba de suerte. Su
maestra, dice Chía Pérez, vivía la pasión de ser mujer, desde la felicidad, del
amor, del porvenir, plena. Una mujer diferente a las otras profesoras y otras
mujeres que conocía, que vivían desde la obligación, desde el deber.
Una abuela “liberada” y muy trabajadora que siempre le
aconsejó que el mejor amigo es un peso en la bolsa; una madre bonita pero
triste e inconformada, y una maestra que gozaba su cuerpo sin pena, le
permitieron tomar lecciones de lo que ella quería ser en la vida.
Latosa y
alocada
Chía fue una niña y adolescente “latosa” en la escuela
y hasta “alocada” para las demás personas porque usaba botas y en la calle le
gritaban “bruja”; en lugar de anotar las clases llenaba sus cuadernos de
dibujos, nunca logró que su uniforme luciera limpio al término de la jornada
escolar. Incluso, recuerda que en varias ocasiones las maestras le pegaron y
hasta la llegaron a amarrar.
Quiso ser amiga de la niña de dieces pero esta la
acusó de “retozar, parece animalito”, dijo la bien portada compañerita, lo que
la llenó de vergüenza, porque lo único que quería era platicar pues era una
niña y la otra estaba más estructurada, llena de estereotipos. En la secundaria
le prohibieron al resto de las niñas llevarse con ella, porque no era santa de
la devoción de las maestras, incluso fue suspendida por leer una novela Jackie
la Universitaria. Hoy como mujer madura no alcanza a entender el por qué de
tanto susto.
Imágenes de mujeres insignificantes, que no
representaban al resto de las otras mujeres, frente a otras importantes que no correspondían
a la mayoría y aunque quiso ser como sus compañeras de diez no pudo, asegura
que su insumisión llegó a desafiar a su madre que quería que fuera Contadora y
ella rechazó esa idea porque quería estudiar Literatura y dejaron que no fuera
Contadora solo porque de último momento pensó en ser Bióloga, y se insertó en
el radicalismo en que vivía la juventud universitaria de los años setenta, que
se opusieron a que Luis Echeverría fuera a la UNAM o que agarró a jitomatazos
al rector.
No fueron tiempos fáciles
para ella porque como estudiante cuestionó el método científico, “porque la
ciencia está hecha para hombres, donde la mujer nada más es un problema, es un
dolor, es un cuerpo para parir, es una matriz y si quieres estar ahí, debes ser
una mujer muy inteligente, porque la inteligencia es lo más importante, ninguna
otra cosa es importante. En la ciencia los sujetos hablan y los objetos callan
y la mujer sujeto no existe”.
Cuando hizo el servicio
social le tocó ir al laboratorio del sueño con el doctor René Drucker, quien al
verla embarazada de su primer hijo le advirtió: “con un día que llegues tarde, te
vas, no quiero panzonas aquí”, señaló el connotado científico quien además se
caracterizó por acosar a sus alumnas.
Las mujeres, recuerda,
ayudábamos en las causas de la “revolución”, porque los revolucionarios eran
ellos no había revolucionarias. A nosotras nos tocaba botear no había discurso
de las mujeres. Nosotras éramos “las compañeras” que respondían el teléfono.
“Si me quería inscribir en el Partido Comunista me decían después Susana,
después, aquí lo importante es la actividad”, dice entre risas, para luego
aseverar que esas eran las historias de las mujeres en la izquierda, en la
revolución, en la oposición.
Pero yo era diferente,
mi rebeldía ya pintaba, pintaba en los otros, yo no podía sacar como mujer una
voz, una opinión, sino era apoyar los vacíos de los otros, ese vacío los
llenamos las mujeres, porque nosotras no podemos sacar el nuestro y nos
apropiamos de sus vacíos, los empoderamos, ya sea en la política o la ciencia,
expone en entrevista.
Con dos hijos, Susana
Chía hace frente a una nueva vida, “primero fue mi desgracia y después una
bendición venirme a Oaxaca”. En un principio no encontró trabajo alguno en el
que pudiera compaginar su vida de madre con la de profesionista y le dio un
giro nuevo a su actividad. A pesar de todo salió adelante, con los años tuvo
una nueva pareja, Diego Woolrich, con quien escribe otra historia, una historia
que no deja de ser difícil, dice. Se volvió empresaria, vendió una propiedad para
instalar su negocio actual y en 2006 fue expulsada de la Canirac porque se
opuso a la propuesta de “paz a costa de la represión”, desde hace un tiempo la
volvieron a llamar pero les advirtió como era para que después no se
sorprendan.
Abrir espacios, resignificar
Por eso asegura que no
se trata de abrir espacios para que entren las mujeres sino para resignificar
desde lo real, en lo concreto, la lucha de las mujeres no es para que las metan
por una puerta y luego les abran otra para que salgan.
Ex consejera de la
CEDH y consejera del IMO, Susana Chía explica que esta “un poco peleada con la
perspectiva de género” que permite hacer pequeñas reconfiguraciones en lo
económico, las leyes, la jurisprudencia, los derechos humanos, la calidad de
vida, el fundamento de la estructura social, los aportes del capitalismo donde las
mujeres no son vistas. Excedentes de ese capitalismo es la pobreza, la falta de
trabajo, el trato de mujeres, las guerras, a la economía, a la mercancía. La
externalidad son los problemas sociales, ahí estamos las mujeres.
“Yo no quiero que me
abran el espacio, quiero que haya nuevas reconfiguraciones, no quiero que abran
las puertas para que entremos y seamos parte de lo mismo, para sostener la
estructura de la opresión, necesitamos nuevas reconsideraciones en todos los
ámbitos de la vida, pero de manera especial en lo económico, donde el factor
social no ha sido fundamental y ahí estamos las mujeres.
Estamos frente a un
fracaso del capitalismo, ese fracaso es la externalidad que tiene que ver con
la mujer, la pobreza, la escuela, lo social, la salud…Una bolsa que nos están
aventando a las mujeres. Un sistema que disminuye las pensiones, la seguridad
social, aumenta la migración femenina, la inseguridad de las mujeres, los
feminicidios, que reduce el gasto social, pocos empleos y salarios mínimos y lo
social es sinónimo de mujer. El capitalismo no se está haciendo cargo de esa
externalidad.
Situación que disminuye
la calidad de vida de la mujer, porque en este sistema neoliberal y de
opresión, la mercancía es lo prioritario. Ahí, las mujeres tenemos que vivir
con las consecuencias de estar en el espacio privado y público al mismo tiempo,
hasta agotarse a morir, una condena gozosa, porque creemos que cumplimos aunque
nos muramos en la raya, de acuerdo con el aprendizaje de la madre perfecta,
cumplidora.
Hoy, gracias a ese
sistema neoliberal ya no se sufre por falta de…sino por excesos, lo que tenemos
que entender no desde lo individual sino desde lo social.
“El capital no piensa
en lo social piensa en la movilidad de ese mercado, que fluya el dinero, la
mercancía, la utilidad, los cuerpos, pero los cuerpos en tanto mercancías y las
mujeres son buenas en tanto están buenas y son mercancía”. De ahí que fuera de
ese mercado hay una externalidad, un bote de basura, lo social que está
asociado a la pobreza, la miseria, la enfermedad, al daño, la violencia, la
depredación, la guerra.
Empresaria feminista
plantea que es por ello que se tiene que resignificar esa historia, insertarnos
en estos nuevos ámbitos, los que nosotras mismas estamos abriendo, construyendo
frente a una sociedad que quiere voltearse pero que ya no puede.
La mirada profunda de
Chía Pérez está lejos de lo que los organismos de las mujeres plantean, explica
y luego sostiene que son bienvenidas las cuotas de género y la perspectiva de
género que no es sino un puente que nos permite insertarnos pero que nos dice qué hacer y cómo hacerlo.
Perspectiva de género para controlar
“No creo en la
perspectiva de género porque está elaborada para tener un control de la
insumisión de las mujeres”, afirma en un franco desafío crítico del pensamiento
académico que estudia el Género, que asegura busca eliminar la insumisión y que
las mujeres sean como los demás.
Consejera del INE hasta
2016 plantea que la paridad generará una “lucha a muerte” por los espacios.
Incluso, revela sin decir el nombre, un diputado afirmó: “pinches viejas, que
se vayan a su casa”.
Pero las mujeres
estamos aprendiendo a relacionarnos entre mujeres, a recomponer el camino y no
ser sujetos de la culpa o del castigo, desde nuevos paradigmas no desde la
perspectiva de género sino desde el feminismo que tiene una relación con la
comunidad, la salud, el bienestar, la sustentabilidad y la vida. Y sí se puede,
echémosle un vistazo a Finlandia a Noruega, dice esta feminista que asegura que
hoy para muchas personas el feminismo no es sino solo un membrete.
“No sé si estoy mal,
no sé si sea la que me equivoque, pero sí creo que las mujeres necesitamos
tiempo para repensar, reconsiderar la política pública, la economía, la
inseguridad y la guerra” y agrega que todo esto es necesario porque el mercado
ha encuerado a los hombres del poder de valores y de ética para colocarlos en
el lugar del poder y del dinero, donde las mujeres solo entran como cuerpos,
como mercancías para usarlas, usufructuarlas y desecharlas.
La alternativa,
concluye, es que abramos puertas, pero distintas a las que ya existen. Puertas donde
puedas tener una alternativa de vida. Posibilidades de un porvenir para la
niñez y la juventud, no son posibilidades de un destino que para México no es
sino pobreza.