martes, 13 de diciembre de 2016

Mujeres y Política



Violencia machista asunto de Estado

Soledad Jarquín Edgar
SemMéxico, 12 diciembre 2016.- En días recientes he escuchado con mucha atención como algunas personas aseguran que estamos frente a tiempos de cambio, que hay una nueva esperanza. Se refieren a los cambios de personas en los gobiernos estatales no a otra cosa.
Lo cierto es que los cambios no se producen mágicamente. Menos cuando las prácticas son las mismas, cuando el amiguismo, el compadrazgo y el pago de favores se refleja en algunas designaciones y entonces…se derrumba la expectativa, la posibilidad de algo distinto en el horizonte y claro se cae la esperanza, porque abrazamos el camino conocido, el de siempre.
Es como echar al agua una pastilla efervescente: burbujea, hace ruido y después, de manera visual, no pasa casi nada, y una quiere que las burbujas sigan en esa fiesta de aire nadando hacia arriba…deja, eso sí, un sabor distinto en la boca, muchas veces no agradable. Así los nombramientos como pastillas efervescentes.
Por eso necesitamos poner sobre estas líneas la condición social de las mujeres que, dicen, hoy está bajo un escrutinio feroz, yo diría que es de siempre. Hace muchos años que lo hemos planteado, es uno de los primeros hechos que aprendemos cuando miramos los medios desde la perspectiva de género, y encontramos que hay un trato desigual que se da a las mujeres con respecto a los hombres. Pese a todo, hay quienes opinan que no, que eso no es cierto.
Esta semana, por ejemplo, se organizó una conferencia de prensa para denunciar una serie de vergonzantes acciones ejercidas algunos poderes fácticos en las comunidades oaxaqueñas, como ha sucedido antes, donde las mujeres han sido electas como regidoras, síndica, presidentas municipales o, incluso, como diputadas.
Una segunda categoría presentada es la misoginia con la que algunas mujeres son expuestas por ser mujeres y no por su quehacer como servidoras públicas, que al final de cuentas es lo que nos debe interesar, como en el caso de los hombres, pero en ellos, la corrupción, la violencia y la ignorancia son normales. Así son, escucho, por eso se pone el dedo sobre las mujeres, porque pensamos que ellas son distintas.
Una tercera cosa que salió a la luz pública esta semana es el señalamiento y con ello una forma de culpabilizar a una víctima de una violencia machista, a cuyo agresor, de un modo arcaico, retrógrado e irracional, lo lincharon. A ella la señalaron por haber denunciado. Igual que sucede cuando una mujer es agredida y todavía, a pesar de todo, se les sigue cuestionando por estar en un lugar que no le corresponde: la calle y ¿cuándo sucede en su casa? Por cómo viste, por la hora qué es, por cómo caminó y por lo que dijo, pero también porque se aguantó o se calló. Lo que desvía la atención del ejercicio real de violencia sobre una mujer.
Y claro la agresión vía redes sociales contra la periodista Citlalli López por parte del arcaico líder sindical de la burocracia de Oaxaca, Felipe Noel Cruz Pinacho, quien la llamó “prófuga del metate”. Para él, toda mujer en un escenario público ha escapado del espacio privado, ese de dónde las mujeres no deberían salir porque es un macho. Pero se le olvida que él es lo que es y está donde está por las mujeres, no únicamente por las cercanas, las de su familia, sino por todas las que sostienen la base trabajadora de la que él se dice “dirigente”. Las periodistas seguimos esperando que se disculpe públicamente.
Durante los últimos 16 días, vimos las cifras de la violencia, cada vez más atroz, más desmedida contra las mujeres de todas las edades. Desde las demostraciones “sinceras” de algunos funcionarios federales que se auto exhibieron como lo que son, hasta el hecho de conocer que pese a todos los avances la violencia aumenta y que deja cada día siete asesinatos en este país contra mujeres por ser mujeres. Por ello el grito de que la violencia machista es hoy un asunto que debe ser tratado como emergencia nacional. Y como ya se ha dicho, aún hay quienes creen que estamos exagerando.
Violaciones todas al derecho humano de las mujeres a vivir sin violencia, sin esa permanente custodia de algunos hombres, la mayoría, de creer que las mujeres pueden ser agredidas de cualquier forma porque son mujeres.
Esta generación que somos hemos visto como se devela en el territorio de nuestros cuerpos, nuestras iniciativas, nuestros deseos y de todo lo que hacemos las muchas formas de violencia, tanto que se tuvo que hacer una especie de catálogo de las violencias. Desde la violencia que llamaron íntima y que permaneció en el silencio varios siglos porque se decía que eran cosas familiares, hasta la violencia política de género. Todo para tratar de explicar que en el fondo la violencia contra las mujeres tenía la misma raíz, el mismo entramado.
El 1 de enero próximo, en Oaxaca, hasta hoy, 56 mujeres asumirán el cargo de presidentas municipales. Algunas de ellas se enfrentan amenazas directas y otras veladas.
La advertencia hecha por un grupo de mujeres organizadas debe dejar bien claro a las autoridades y específico al gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, que esas mujeres requieren respuestas, necesitan tranquilidad para asumir sus cargos hasta el último día de sus mandatos, es decir, requieren custodia permanente, porque no es cosa menor, aunque hayan sido expresadas por mensajes telefónicos, como sucede en el caso de la presidenta electa de Santiago Lachiguiri, Itaisa López Galván, a quien le exigen no tomar posesión porque en lugar de llegar al palacio municipal, el 1 de enero llegará al panteón municipal de esa población istmeña. Si el gobierno estatal no responde a esta solicitud, me pregunto ¿quién responde por las mujeres entonces?
Ni que decir del caso de Elisa Zepeda Lagunas, quien es presidenta electa en Eloxochitlán de Flores Magón, quien en 2014 fue torturada, junto con su madre y abuela por hacer visible que las mujeres tienen derechos. 
Además de las marcas que le dejaron los machetazos recibidos en su cabeza, tiene marcas terribles en el corazón porque en aquella ocasión, los caciques, asesinaron a su hermano y a un amigo. Fue electa, tiene la confianza del pueblo, pero con sobrada razón teme por su vida. ¿Ya tomaron nota?
O la síndica electa de Pinotepa Nacional, Yareli Cariño López, a quien un diputado local de quien inexplicablemente no quiso revelar su nombre, la quiere destituir desde su poder fáctico, porque no quiso acceder a sus proposiciones al hostigamiento y acoso sexual que ha ejercido en contra de ella. ¿Cómo un señor de esa calaña puede ser diputado local? ¿cuántos más de ellos están sentados en las curules de este país?
Y como esos casos hay más, hay otros sumamente delicados que demandan la atención urgente y real, no de palmaditas ni de promesas, para que las mujeres puedan ejercer sus cargos de elección popular o los servicios que el pueblo les demanda. La pregunta es ¿atenderá el gobierno? Sin duda, la violencia machista ha generado una emergencia nacional que requiere menos discursos y más acciones. La decisión la tiene el gobernador de Oaxaca y claro el presidente Enrique Peña Nieto.
@jarquinedgar