Mujeres y política
El engaño
Soledad JARQUÍN EDGAR
Telepinos es una empresa de
sueños que se ha ido perfeccionando con los años. La quimera principal que
construye Telepinos en el actual sexenio es el de la familia feliz y bonita.
Como todos los dramas telenoveleros mexicanos -productos de la “escuela” de la
gran industria del entretenimiento, creada por Televisa y mal copiados por
TvAzteca-, hay buenos y malos.
La parte buena está compuesta
por el matrimonio de Peña y Rivera, además de las niñas y el niño Peña Petrelini
y las niñas Castro Rivera quienes en armonía comparten la casa oficial. La
villanía está integrada por aquellas personas que movidos por el rencor, la
envidia y el desamor viven en la desgracia del México real. Pero hay más, ha
salido de la boca del propio primer actor quien dice que hay un "afán
orquestado por desestabilizar y por oponerse al proyecto de nación".
La novela televisiva empieza
con una boda digna de los principados europeos, seguramente le provocamos
envidia a la misma soberana de Inglaterra. “La cereza del pastel fue su alianza
matrimonial con una actriz de Televisa, Angélica Rivera, quien venía de
terminar una exitosísima telenovela de horario estelar en el Canal de las
Estrellas, Destilando amor, donde representó a una joven, emprendedora, del
pueblo, que se encamina, y obtiene, el éxito a partir de sus virtudes y
cualidades de mujer de lucha, popular, pero sobre todo sensible y enamorada
como debe ser toda mujer que se precie de ser buena”, como señala la doctora
Josefina Hernández, en un artículo publicado en el suplemento Las Caracolas de
noviembre, titulado Mujeres en el poder, ¿mujeres espectáculo?. Por cierto, su vida real es
como la segunda parte de Destilando amor.
La
producción de Telepinos está hoy en uno
de los capítulos más dramáticos donde la posesión de una mansión en las Lomas
es la manzana de la discordia, de la sospecha de corrupción, un asunto que daña
y muerde la ofendida conciencia de los teleespectadores, tras el descubrimiento
de un grupo periodístico comandado
por una mujer: Carmen Aristegui.
Episodio
tras episodio y cumpliendo con los roles de la trama, la novela se enreda más y
más, y no hay nada claro. Este teledrama, permite a la teleaudiencia distraerse
un poco, olvidar a Ayotzinapa y sus múltiples víctimas y sobre todo a sus
victimarios: el sistema político mexicano podrido hasta las patas. Todo se
volvió la Gaviota y su mansión de locura.
Hay un episodio protagonizado por Eduardo Sánchez, vocero de
la Presidencia, donde confirma que efectivamente la casa blanca, la mansión de
la discordia, fue realizada por una constructora que efectúa obras para el
gobierno de México, de la misma forma en que lo hizo cuando el actual
presidente fungió como gobernador de su estado natal.
Estos hechos ocurrieron en
tanto la pareja real, viajaba a China para cumplir con un compromiso
presidencial.
A su regreso, en el
aeropuerto de México, se desarrolla otro capítulo, el primer protagonista de
este drama asegura que será la vocería del gobierno de la República la
encargada de dar información precisa sobre el asunto de la casa, propiedad se
había dicho de la primera dama-actriz Angélica
Rivera. Después, él mismo anuncia que será la propia Rivera quien aclare,
porque la casa era de ella y no de él. Recordemos que ahora ya sabemos que se
casaron por bienes separados.
Nada, de todos modos todo
seguía enredándose hasta que en horario estelar apareció Angélica Rivera
interpretando a la Gaviota para defender a su familia, mostrarse indignada
porque la villanía y desestabilizadores habían logrado hacerla renunciar de la
compraventa de su modesta vivienda de mil 414 metros cuadrados, extensión en la
que viven unas 20 familias mexicanas en casas de interés social.
Casa, la casa blanca, por la
que ya había dado “un abono” del 30 por ciento de los 54 millones de pesos
(unos cuatro millones de dólares) que según la “primera dama” que no es
“funcionario público” es el costo pactado de la vivienda de la discordia.
Como haya sido, lo real y
grave es lo que parece y que no se explicó en la actuación, ensayada y muy mal
montada por Telepinos, para convencer a la villanía mexicana, esa bola de
envidiosos que no creen que una actriz puede ganar dinero suficiente para
comprarse una casa de 54 millones de pesos o de siete millones de dólares como
señaló el avalúo que se envió hacer para la investigación periodística.
Sin duda, este es uno de los
temas más comentados en las últimas semanas, desde que apareció la noticia y
Telepinos y sus expertos terminaron por convertirla en una tragicomedia y que
sus aclaraciones no convencen a nadie. Es una contraparte de la verdadera
tragedia nacional el destino incierto que tuvieron los 43 jóvenes estudiantes
de la normal rural de Ayotzinpa, en Guerrero.
A río revuelto ganancia de
pescadores, quiénes son los pescadores, yo veo dos, el presidente municipal de
Iguala, José Luis Abarca y el ex gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre, quienes
ya pasaron a un tercer plano, atrás del imaginario colectivo y sin hacer casi
nada para lograrlo, el asunto de los dimes y diretes acabó con la carta enviada
por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas a la dirigencia del perredismo, el partido
que sí quedó claro, está al borde del del abismo, pero deslindado en mucho de
lo sucedido en Guerrero.
La problemática le creció de
manera natural a Enrique Peña Nieto, el non
querido, quien como ya sabemos reacciona tarde en este caso y en todo ¿y su
gabinete? ¿y sus estrategas? ¿cuánto dinero pagamos para mantener a los
ineficientes? Porque al final Ayotzinapa revela el tamaño de la podredumbre, el
grado de infiltración de la delincuencia y cómo se mezcla con el narcotráfico y
la nula, escasa, ínfima respuesta de las autoridades.
El nuestro es el país de la
impunidad y no el de Angélica en el País de las Maravillas, y lo que exigen las
familias de los 43 estudiantes y de otras miles de familias agraviadas a lo
largo de la última década, donde hubo alternancia en el gobierno, lo que quiere
la gente es justicia para sus víctimas, encontrar a sus hijas e hijos,
extraídos por la fuerza de sus vidas y de quienes nada se sabe o cómo en el
caso de los normalistas la agresión ordenada presuntamente por la autoridad
municipal, ejecutada por policías y por delincuentes, grupos paramilitares
contratados por el narcotráfico.
México quiere justicia y paz.
Pero Peña Nieto y sus estrategas siguen enredando las cosas. En 1968 fue un
guante blanco la señal para que soldados vestidos de civil dispararan contra la
multitud en Tlatelolco. En 2014 son encapuchados, personas disfrazadas de
anarcos los supuestos victimarios del pueblo. En Telepinos las cosas están mal.
Ya nadie cree y remontar eso a dos años de gobierno es una tarea de titanes y
esos no están en el gabinete del presidente.
@jarquinedgar