Mujeres y Política
¿Perdimos la vergüenza?
Soledad JARQUÍN EDGAR
Lo que sucede en nuestro
país desde hace algunos años debe tener un límite para la sociedad mexicana, no
permitir más atropellos horrendos e indescriptibles como el ocurrido
recientemente con estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapan, en el Estado
de Guerrero. Que debiera ser una vergüenza para el pueblo de México.
No hay duda, casi toda la
población está indignada y asombrada por esos hechos y otros que ocurren en
nuestro país, violencia que ha tenido un rostro muy particular en entidades
como Guerrero, Oaxaca y Chiapas gobernados, no de ahora sino de siempre, por
hombres sin escrúpulos, bastante incapaces y donde reina de manera perpetua el
caos y la desolación para miles de familias, específicamente, para aquellas que
no tienen oportunidades reales, sustantivas
o concretas para abandonar la eterna pobreza en la que han estado sumidos por
décadas.
La desaparición y masacre
de 43 jóvenes de entre 16 y 20 años de edad, estudiantes que aspiraban a ser
maestros, es quizá, así quisiera pensarlo, el último episodio de esta cadena de
actos horrendos donde el crimen y las autoridades asociados en delincuencia
organizada tienen las manos manchadas de sangre.
El origen de nuestros males lo escuchamos desde hace mucho
tiempo, está en la pobreza del pueblo y en el enriquecimiento desmedido de la
clase gobernante. ¿En qué país del mundo los políticos de cúpulas, los
caciques, los lidercillos y dirigentes sindicales viven como reyes? Tal vez son
muchos, pero como en México, ningún otro. El poder y la ignorancia, combinado con
delincuencia una bomba de tiempo para el país.
De ahí que, esta cadena
de crímenes se centre y sigua su ruta mortal hacia los más pobres, aquellos que
no tienen condición para defenderse de las atrocidades, de los actos
criminales. Oaxaca, Guerrero y Chiapas son ejemplos de pueblos muy castigados
por esa dupla fatal que componen la ambición del poder y el dinero,
“encuerados” de valores y de ética, como dice la psicoanalista Susana Chía, y
claro la corrupción que genera y permite la presencia de grupos armados con
nombre y apellido, cárteles del narcotráfico, delincuentes que asolan, vejan y
humillan a los pueblos.
Las y los jóvenes,
nuestros hijos e hijas, los hijos e hijas de los otros, el presente y el futuro
del país han sido desde hace algún tiempo el blanco de estas bandas
delincuenciales que componen los gobiernos y el crimen. No hay educación
pública confiable para ellos y ellas; obtener un trabajo digno y bien pagado, con
prestaciones sociales, resulta un sueño inalcanzable, a menos claro que
pertenezcas a la clase política que gobierna México, donde los cargos públicos
se reparten en automático, se tenga o no capacidad y experiencia. Bastaría con
echar un vistazo a algunos gabinetes municipales y estatales.
Por otro lado, ellas, las
jóvenes se han convertido en el blanco atractivo para el trabajo forzado. Las
mujeres y también las niñas en la trata de personas, cuerpos-objeto que se
comercian al mejor postor, la misoginia es el gran mercado de los últimos
tiempos. Y ellos, los muchachos, son arrastrados para servir al narcotráfico.
En ambos casos estamos frente a una masacre de sueños y de vidas.
La historia es larga. A
los pueblos rurales y las étnicas las han castigado por no asumir las
imposiciones y el colonialismo, por no aceptar que les arrebaten sus
territorios y recursos, ahí está Chiapas, Oaxaca y Guerrero y más recientemente
hay un fenómeno que se vive en silencio en algunas entidades del norte del
país, donde el narcotráfico sin problema alguno arrebata ranchos y propiedades
a las familias. ¿Y las autoridades?
En el sur del país, la
guerra ha sido otra, hoy mezclada con la delincuencia organizada. Durante años,
poblaciones de algunas entidades del sureste del país han sido perseguidas so
pretexto de la presencia de grupos armados, por años y décadas se les ha
castigado con severidad y las mujeres en estos territorios se han convertido en
botines de guerra. ¿Ya se nos olvidaron los casos que por años se han reportado
al respecto? Las tzotziles de Chiapas, las zapotecas de Loxichas, Triquis de
Oaxaca y las Me´phaa en Guerrero.
Nadie, ninguna autoridad
tiene respuestas ni acciones para detener la delincuencia porque están
rebasados en todos los sentidos y porque muchos tienen el cuerpo completo
metidos en el fango. Los delincuentes como el presidente municipal con licencia
de Iguala, José Luis Abarca, a quien se señala como un probable responsable de
la desaparición y masacre de los jóvenes normalistas. Se trata de un hombre con
una larga cadena de asesinatos en los que algo tuvo que ver y al que entonces
protege, ni duda tenemos, una larga cadena del “sistema político mexicano”.
Abarca quien llegó a
gobernar Iguala a través de uno de los partidos políticos que en los años
ochenta levantó la esperanza de México: el PRD, de ahí la agresión al propio
Cuauhtémoc Cárdenas, el hijo de quien fundara la Normal de Ayotzinapa. Partido
político que, también nos queda claro y lo hemos dicho, vive una descomposición
acelerada, como resultado de la ambición por el poder. Recordemos que en Oaxaca
un violador se dio por muerto para evadir a la justicia y resucitó para ser
candidato en el pasado proceso electoral, me refiero a Lenin Caballero,
impulsado por ese partido en la coalición que conformaron con el PAN y el PT.
Nadie se salva. El
gobierno infiltrado por el narco desde hace mucho tiempo. Miguel Ángel Granados
Chapa, periodista que extrañamos, mostró que el crimen de Manuel Buendía, otro
gran periodista, fue el primero narcopolítica hace casi 30 años. Así lo
establecieron también las investigaciones hechas por el Fiscal Especial para el
caso, Miguel García Domínguez.
Delincuencia que como
inundación de aguas negras fue subiendo de niveles, como resultado de la
inacción del gobierno y la impunidad, y estos son los resultados: el desprecio
total a la vida de las personas y más aún a la vida de los pueblos más pobres y
marginados, quienes tienen en sus hijos e hijas una esperanza, la misma que le
han arrebatado a 43 familias mexicanas en Guerrero, que ya tiene años de vivir
esa violencia, está documentado, lo sabemos.
En eso estamos en el país,
mientras en Oaxaca se desbordan los ríos de protestas contra la inacción y la
perpetua omisión de los gobiernos estatal y federal. No para aplicar la ley, no
para reprimir, sino para impulsar el desarrollo real y efectivo, la educación,
la salud que no dé solo mejorales, y claro la seguridad pública. El recuento de
lo no hecho en la entidad tiene a toda la gente en la calle, unos en el empleo
terciario o otros protestando.
Pero no importa, ya
Gabino Cué y medio gabinete, algunos Senadores como Benjamín Robles, olvidando
todo principio laico republicano fueron a pedir un milagro, en un acto
religioso convocado por la alta jerarquía católica que se convirtió en un acto
de Estado. La doble moral en todo su esplendor. Gabino apuesta al olvido,
cuando a nivel nacional en programa de televisión, dio cuenta de su separación
conyugal con Mané Sánchez Cámara y en Juquila ofreció su reconciliación, cuando
llegaron juntos y tomándose la mano.
Además, para lección del
pueblo, Gabino Cué y Eviel Pérez Magaña, cumplieron con la consigna religiosa
de “unirse por la civilidad y el desarrollo de Oaxaca”, mientras la capital era
un caos, uno mas de los muchos provocados por el magisterio y, como siempre, no
hubo quien resolviera el problema, todo estaba en manos de Dios.
Contra
el margen
De una lectora, a quien
le agradezco, me preguntó quién debe regular la publicidad porque ahora más que
nunca o tal vez como siempre, solo que hoy hay más conciencia de las cosas, la
publicidad sexista se pasea en las calles de Oaxaca. Como el espectacular que
desde hace tiempo se observa en la esquina de la Calzada Héroes de Chapultepec
y Joaquín Amaro: “El que no enseña no vende”, utilizando para ello a una rubia
en toples. O el de una casa constructora que también muestra medio cuerpo de
una mujer para llamar la atención de “los expertos”.
En estos casos, creemos,
no deberían ser regulados, no. Pero el Gobierno del Estado, a través del
Instituto de la Mujer Oaxaqueña o el casi nulo Instituto Municipal de las
Mujeres, podrían hacer algo, para evitar la imagen de la mujer-objeto,
mujer-mercancía, imágenes que subordinan y discriminan a las mujeres como es
establece desde 1995 en la Plataforma de Acción de la Cuarta Conferencia de la
Mujer en su Capítulo J y también en la Convención sobre la Eliminación de todas
las formas de Discriminación contra la Mujer, además de contravenir lo
establecido en el Artículo 1 de la Constitución Mexicana que “prohíbe toda
discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las
discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las
opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que
atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los
derechos y libertades de las personas”.
Más claro ni el agua. Es
decir, sí, las instituciones del Estado Mexicano tienen obligación de detener
esta forma de discriminación contra las mujeres en la publicidad. Iniciar por
el espacio pequeño es una buena forma de empezar, lástima que evitar la
violación a los derechos de las mujeres no sea una prioridad en la entidad y
menos en el gobierno municipal que “encabeza” Javier Villacaña.
@jarquinedgar