Vivencias, realidades y utopías
Irma Alma OCHOA
Los libros inscritos en el contexto
patriarcal imperante, de modo tradicional desestiman o invisibilizan los
esfuerzos y acciones civiles, políticas y sociales emprendidas por las mujeres,
ya sean en forma individual o en colectivo, para exigir participar en el
espacio público o demandar mejores condiciones de vida e igualdad de derechos
en la ley y en el trato. A la par, tampoco se valoran, en su justa dimensión,
sus conquistas o logros.
Vivencias,
realidades y utopías…, estudio sobre sucesos y mujeres nuevoleonesas (1980-2010),
documentado por la Dra. Olga Nelly Estrada y publicado por la Universidad
Autónoma de Nuevo León, alcanzó le Mención Honorífica en el premio Sor Juana Inés de la Cruz 2012, otorgada
por el Instituto Nacional de las Mujeres.
La autora de Vivencias…, se dio a la tarea
de escudriñar en libros, revistas, hemerotecas, documentos y fotografías de
archivos públicos y privados, para, con este acervo, tejer el relato de las
propias protagonistas, quienes narraron sus experiencias, memorias y vivencias
con tesis propias de la historiografía o de la teoría de género; se proveyó, además,
de datos estadísticos oficiales, leyes, tratados internacionales y regionales.
El propósito de este compendio pretende
visibilizar la participación de quienes se atreven a alzar la voz en un mundo históricamente
vedado para ellas, al registrar y describir algunas de las causas, actividades y
obras encabezadas por nuevoleonesas, oriundas o avecindadas en la entidad, en búsqueda
o ejercicio de la igualdad, justicia, libertad, seguridad, democracia y paz.
En Vivencias… la autora reconoce los diversos
hechos suscitados por mujeres que se rebelaron ante la situación de injusticia,
desigualdad y discriminación; quienes, desde diversas trincheras, han aportado
y siguen aportando sus saberes, tiempo, inteligencia, creatividad, habilidades
y esfuerzos en la consecución de otras formas de convivencia, de respeto a las
diferencias, de inclusión o por el anhelo de tener una ciudad habitable o un
país seguro.
Es un reconocimiento a quienes se han dado a
la tarea de hurgar en el baúl del olvido y han rescatado valiosa información
sobre mujeres que hacen Matria. Sin excusas para decirlo, por ellas nos
enteramos que durante la brutal intervención estadounidense, en 1846 lucharon María
Josefa Zozaya, María de Jesús Dosamantes y Leonarda González, en la Batalla de Monterrey.
Sus páginas registran a las hermanas
Villarreal González, María Andrea y Teresa, oriundas de Cerralvo; a María Luisa Garza, avecindada en Cadereyta,
y a Julia Nava de Ruiz Sánchez nacida en Galeana, nuevoleonesas, que rompen con
el statu quo de la época al blandir la pluma para denunciar las injusticias del
gobierno de Porfirio Díaz.
La sociedad no solo no valora e invisibiliza
las contribuciones de las mujeres, sino que, por serlo, las excluye de las
prerrogativas otorgadas por el Estado. Por ejemplo: Leonarda González murió en
situación de extrema pobreza al no recibir pensión del Congreso por sus
servicios prestados a la entidad. María Andrea Villarreal no consiguió el
estatus de Veterana de la Revolución, pues sólo los hombres podían serlo.
De igual manera, es significativo, porque rompió
el cerco de la educación superior, el nombre de Catalina Olivo, quien solicitó
al gobernador del estado permiso para estudiar. Éste le concedió un permiso
especial para inscribirse en la escuela de medicina e ingresar al Colegio
Civil. Debido a que el Colegio Civil era militarizado, sólo asistían varones. Catalina
Olivo ingresó en 1928 y se tituló de médica en 1934, dieciséis años después que
Matilde Montoya, primera médica mexicana.
En diversos momentos, la autora reconoce a quienes
han ocupado espacios en la esfera política, menciona a: la primera diputada local,
la primera diputada federal, la primera alcaldesa de la entidad, y a la primera
senadora. Por su contribución en defensa de los derechos humanos tiene mención
especial doña Rosario Ibarra de Piedra, fundadora de Eureka y primera candidata
en contender por la presidencia de la República.
El libro consigna también un hecho sin
precedentes en la historia de México, del que poco se habla y se escribe: el 1º
de diciembre de 1994, la Diputada federal de la LVI Legislatura, Carlota
Vargas, siendo Presidenta del Congreso tomó protesta y transfirió la Banda
presidencial a Ernesto Zedillo Ponce de León.
En su estudio, la autora hace un recuento de
los esfuerzos de la academia para divulgar los estudios de género y consigna que
los estudios feministas en la UANL iniciaron con un Seminario sobre Simone de
Beauvoir, organizado por la escritora Coral Aguirre. Menciona a un número
importante de maestras de diversas instituciones educativas que, a través de la
cátedra, organización de foros, seminarios, congresos y publicaciones, han divulgado
la condición de las mujeres y, con ello, formado conciencia en la población.
A grosso modo comenta la creación del Centro
Universitario de Estudios de Género, menciona a sus fundadoras, quienes
contaron con el invaluable apoyo de Graciela Hierro, Celia Ruiz y Dasha Tepfel,
integrantes de Las Reinas, Grupo
Feminista de Estudios del Proceso de Envejecer de las Mujeres, quienes durante
tres años consecutivos ofrecieron interesantes talleres en la Facultad de
Filosofía y Letras de la UANL.
Hace un acopio de información sobre las
asociaciones fundadas a mediados de los 90’s y refiere que en el año 99, el Pacto
Plural de Mujeres, defendió las tres causales de ley establecidas en el Código
Penal que permiten el aborto en Nuevo León, bloqueando la aprobación de la
iniciativa del derecho a la vida desde la concepción, presentada por grupos
conservadores.
La Dra. Estrada refiere que “hace quince
años no era posible pensar en legalizar la píldora del día después para
prevenir embarazos no deseados o aceptar sin reticencias la palabra feminismo.
Anota: “gracias a la globalización, a las redes sociales y a los medios masivos
de comunicación, en la cultura regia [no nuevoleonesa], hay más apertura para
hablar de temas [antes tabú] como aborto, homosexualidad o transgénero.
Califica como invaluable el logro del
Instituto Estatal de las Mujeres por le programa Mujeralia TV, “que se
transmitía los miércoles” para promover la perspectiva de género, la igualdad
de derechos, el combate a la violencia contra las mujeres.
Para el 8 de marzo de 2008 el colectivo Nosotras por una sociedad con equidad,
formado por representantes de varias asociaciones consolidadas, se manifestó en
contra de los anuncios sexistas de la empresa Femsa. En 2011 aparece el Colectivo La Trenza, en donde
representantes de ong se conjuntaron para elaborar y enviar el Informe Sombra
de Nuevo León al Comité de Seguimiento de la Cedaw que se reunió en 2012.
En su libro, la Dra. Estrada visibiliza a
mujeres, plurales y diversas, feministas o no, que pese al poco o nulo
reconocimiento social, han hecho valiosos aportes al desarrollo político,
cultural, jurídico y social del estado de Nuevo León.
Mujeres contemporáneas que saben que
diferencia sexual no es sinónimo de desigualdad de derechos ni de exclusión en
el lenguaje; mujeres que participan en la construcción de la democracia,
defienden los derechos humanos laborales, indígenas y el de vivir sin violencia;
mujeres que atienden a las víctimas, las acompañan a promover una denuncia y
les dan refugio; mujeres que protegen la salud en campañas o talleres de
prevención del cáncer de mama y cérvico uterino, o de difusión de derechos
sexuales y reproductivos; mujeres que capacitan a otras mujeres para no ser
víctimas de la usura o de los malos manejos financieros, entre otros derechos.
Vivencias, realidades y utopías es una llave
que abre la posibilidad de indagar razones, circunstancias o fortalezas que
motivaron a estas mujeres a luchar por sus ideales en busca de otro mundo
posible para sí mismas, sus congéneres y la sociedad en general.