MUJERES Y POLÍTICA
Desgracias,
corrupción y acción
Soledad JARQUÍN EDGAR
Cuando la naturaleza toca la puerta de las comunidades
y la toca con tanta fuerza como lo hizo en la última semana en Oaxaca, Colima,
Jalisco, Nayarit, Guerrero, Veracruz, Chiapas, Hidalgo, Tamaulipas, Tabasco,
Puebla y 12 entidades más que fueron impactadas por las tormentas tropicales,
nos deja vacíos ante la impotencia y frente al tamaño de la tragedia, nos
revela las imprudencias que solo la humanidad puede cometer, y pone de relieve
lo peor que tenemos: la corrupción y el valemadrismo.
Ingrid por el Golfo de México y Manuel por el Pacífico
fueron una especie de encuentro desastroso
y al mismo tiempo devastador que partió en dos o más pedazos los
orgullos de la ingeniería civil, como puentes y carreteras; dejó sin casa a
alrededor de 50 mil personas, cuando las tormentas tropicales se convirtieron
en millones de litros cúbicos de agua viajando como manadas desbocadas,
imprimiendo una fuerza descomunal y muy destructora, para ser capaz de arrasar
con todo.
El resultado es fatídico un pueblo ha quedado
sepultado en Guerrero y hay 68 personas desaparecidas, también irreparable las
pérdida de alrededor de cien personas, vidas humanas en Guerrero, Veracruz,
Hidalgo, Jalisco, Morelos, Oaxaca, Puebla, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y
Michoacán.
Es decir, estamos frente a una gran tragedia nacional
que de nueva cuenta nos hace volver la mirada –otra vez- hacia las y los
afectados, y digo otra vez porque invariablemente estos pueblos son casi
siempre los mismos, son los mismos que en otras ocasiones se quedaron
incomunicados porque su carretera o camino se derrumbó, son los mismos cuyas
viviendas son arrasadas por el agua de ríos y arroyos, son más o menos los
mismos de siempre.
Esto quiere decir que después de las emergencias viene
la movilización social y gubernamental para reparar los daños más urgentes,
pero el problema de fondo en realidad nadie lo toca, por eso afirmo que en
estas contingencias lo que aflora es la corrupción y el valemadrismo, primero
de autoridades municipales, después de los gobiernos estatales y claro la
indiferencia de los gobiernos federales.
Estamos frente a una tragedia que deja, según las
cifras oficiales, unas 300 mil personas afectadas. A excepción de un buen
número de turistas que se quedaron varados en el puerto de Acapulco, a ojo de
buen cubero podríamos decir que más del 90 por ciento de las afectaciones
ocurridas en el país pegaron de nueva cuenta en las comunidades marginadas,
olvidadas…
Sin embargo, es claro que aun cuando los gobiernos
instalaron los comités para atender la emergencia y se dice que el gobierno
federal encabezado por Enrique Peña Nieto, ordenó que un funcionario de su
gabinete se hiciera cargo de cada estado, todavía hoy la ayuda llega a cuenta
gotas y como hemos visto en los trabajos publicados en El Imparcial en Oaxaca
los efectos de Manuel son una bofetada más a la pobreza y evidencia los muchos
atrasos de esta entidad sumida en la rebatinga política de algunos personajes y
la incapacidad de otros, pero sobre todo la voracidad que surge en eso que unos
ven como “oportunidad” en la desgracia de otros.
Esta condición no resuelta por el gobierno estatal es
una desventaja más para los pueblos marginados ya de por sí, por decirlo de
alguna manera, y al mismo tiempo, las desgracias provocadas por los exabruptos
de la naturaleza, invisibiliza a los municipios afectados ante lo que está
sucediendo en los municipios con cierto rango político, cultural o turístico,
como es el caso de Acapulco.
De ello se quejan las y los habitantes de comunidades
de la costa chica de Oaxaca (en el nombre llevamos la penitencia) de poblaciones
como Santiago Collantes, la Boquilla Chicometepec, El Chivo, Paso de la Reyna,
Paso de la Garrocha, la Humedad, el Charquito, El Zarzal, Corralero, Pinotepa Nacional sus agencias y
colonias, y otras muchas comunidades del distrito de Jamiltepec, que a pesar de
estar a unos kilómetros de Acapulco resultaron borrados del imaginario
colectivo, exceptuando como hemos dicho por el trabajo realizado por las y los
trabajadores de los medios locales.
De ahí que aún cuando hay centros de acopio en las
instituciones, los residentes de esas comunidades en la ciudad de Oaxaca
decidieron instalar su propio centro de acopio en Av. Juárez 501 y en Belisario
Domínguez 728, porque empiezan a percibir desesperación y mucho desaliento de
la gente frente a la lentitud en que llega la ayuda.
Pero no son las únicas, el jueves Andrés Carrera
reportaba que aún no llegaba ayuda a comunidades incomunicadas de la zona
Triqui, les suena este nombre, a mi me suena a abandono permanente y confirma
lo que hemos planteado, los efectos de los meteoros pegan con gran fuerza entre
la gente que menos puede enfrentar la desgracia.
Y reitero ¿cuánto podemos resolver los problema de
fondo? Esa es una pregunta que deben plantearse las autoridades. No se pueden
quedar en sólo remediar los daños que sin duda costarán millones de pesos. La
prevención para este tipo de desgracias se ha quedado de lado, nos hemos
“preparado” desde 1985 para enfrentar un gran sismo, pero seguimos padeciendo
cada año las inundaciones que provocan las lluvias y el pronóstico de los y las
especialistas es que esto continuará por mucho tiempo.
En suma, puntualizó,
corrupción dentro de la esfera gubernamental que hace mutis frente a las
obras mal hechas de empresas constructoras porque hay “negocios” comunes, mala
planeación municipal que no puede delimitar dónde sí y en dónde no se deben y
pueden construir viviendas, improvisación para tapar hoyos…pero en el fondo
nada, todo se queda como la economía en 1994: sostenido con alfileres y al
primer ventarrón volvemos a ver familias atrapadas en la desgracia.
La tarea de enderezar el barco o acabarlo de hundir
está sólo en las manos de Gabino Cué y sus más allegados, es decir, el
gabinetazo que mucho tendrán que hacer para dejar la comodidad de sus oficinas
para enlodarse los zapatos en las comunidades de la Mixteca, las Sierras norte
y sur, la Costa, principalmente, para resarcir los daños de Manuel, pero sobre,
los provocados por los huracanes de los políticos voraces actuales y del
pasado.
No todo es invertir y vender en Oaxaca, no todos son
megaproyectos, esa actitud colonizadora de algunos funcionarios, también hay
que invertir en la gente, en mejorar sus condiciones de vida y en resolver de
fondo los problemas no resueltos hasta hoy y que siguen haciendo que las
comunidades sean presas constantes de los exabruptos de la naturaleza.
@jarquinedgar