A RESERVA
CNTE, movimiento social o grupo de presión
Bárbara
GARCÍA CHÁVEZ
Y de que
serviría diferenciar un movimiento social de un grupo de presión precisamente
ahora, cuando impacta de una u otra forma la vida y expectativas de la gente en
Oaxaca y recientemente en la capital del país, extendiéndose por algunos otros
estados donde hay secciones del magisterio pertenecientes a lo que se conoce
como el “movimiento magisterial” de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de
la Educación (CNTE), cuya fuerza y dirección mayoritariamente es la Sección 22
en Oaxaca.
Tal vez
para reconocer quiénes son y por qué sus acciones pueden afectar la estabilidad
y gobernabilidad del estado, modificando acciones y políticas públicas,
redirigiendo recursos públicos a su causa, e incluso determinando decisiones
que cancelan derechos y libertades ciudadanas; tal vez para entender la
magnitud de su origen y el alcance de sus fines.
La CNTE,
informa su blog, “es una organización de masas conformada por los trabajadores
de la educación democráticos del país, independientemente de la burguesía y su
estado, del charrismo sindical y de cualquier organismo político, es decir, no
es propiedad de nadie más que de los propios trabajadores de la educación. Es
un frente de clase, porque participan en ella trabajadores de la educación que
aceptan el principio universal de lucha de clases, independientemente del
color, sexo, credo religioso e ideología política; lo fundamental, es que estén
dispuestos a luchar por sus intereses de clase, por la solución de sus demandas
económicas, sociales, laborales, profesionales y políticas”.
Evidentemente
en esta definición sobresalen dos aspectos fundamentales, la ideología y el compromiso gremial, ambos
profundamente rígidos y dogmáticos.
Cierto es
que lo que más caracteriza a un movimiento social y algunos grupos de presión
es ser esencialmente reivindicativos cuya finalidad es la defensa o la
promoción de ciertos objetivos precisos, de connotación generalmente social.
Sin
embargo, la ciencia política, la sociología y alguna otra ciencia social,
impone ciertas características que inciden en una diferenciación contundente
que permite la visión ética entre uno y
otro, así como, en su caso la reivindicación político-social.
El movimiento social se ha definido de
innumerables maneras que pueden sintetizarse como un proceso de acción
colectiva politizada de un grupo amplio con cierto grado de organización,
dirigido a la promoción o la contención
de determinados cambios en el orden social, desde la modificación de normas y
valores.
Una
definición contundentemente más cercana a los recientes sucesos en México es la
del maestro alemán Joachim Raschke (1994): “Un movimiento social es un
actor colectivo movilizador que, con cierta continuidad y sobre las bases de
una elevada integración simbólica y una escasa especificación de su papel,
persigue una meta consistente en llevar a cabo, evitar o anular cambios
sociales fundamentales, utilizando para ello formas organizativas y de acción
variables”.
Los
movimientos sociales se comienzan a estudiar desde el siglo XVIII con la
revolución industrial y las luchas que dan origen a la revolución francesa; los
que se suscitan contra formas de acumulación y colonización que reproducen la
injusticia y que cuentan con una visión alterna de sociedad y desarrollo”.
Se
distinguen diferentes tipos de movimiento social: movimiento reivindicativo,
movimiento político y movimiento antagónico.
El
movimiento reivindicativo pretende la transformación de la organización social
y derrocar el poder que impone las normas y roles de un sistema social
determinado.
El
movimiento político procura la modificación de los canales de participación
política y plantea intervenir en los procesos de toma de decisiones.
En tanto,
el movimiento antagónico consolida acciones en contra de quien ostenta el
poder. Son acciones contenidas dentro de movimientos reivindicativos o
políticos que se concretan con un ataque directo a la estructura institucional.
Caracterizan
a los movimientos sociales:
1)
Capacidad de Movilización, requiere un tema que vulnere intereses muy
concretos, muy visibles y muy sentidos; la ausencia o insuficiencia de
respuesta institucional a ese tema o necesidad; la presencia de un colectivo
afectado y otro solidario, de una ideología participativa y un sistema de
valores contrapuesto; la aparición y mantenimiento de personas y grupos activos
y/o activistas, más o menos creciente; un sentimiento de identidad, de
emotividad compartida y colectivizada; y la presencia de una red social y/o mediática
que conjunte la movilización con la
identificación y la comunicación, que permita la adhesión colectiva.
2)
Continuidad de la acción colectiva y del conflicto, es la diferencia de los
grupos espontáneos y permite acercarse a
las asociaciones, organizaciones e instituciones. La continuidad se deriva de metas muy amplias y de la movilización
permanente. La continuidad se encuentre entre el inmediatismo, como la mera
acción espontánea en torno a un tema muy específico y la institucionalización,
o sea, el recurso a actividades formales, que suponen la desmovilización y en
consecuencia el fin del movimiento social.
3)
Elevada integración simbólica, desde el sentimiento de identidad crece la
distinción entre “nosotros y ellos”, entre quienes están a favor y quienes
están en contra. Esa conciencia se desarrolla y manifiesta a través de la
aparición y desarrollo de formas de ser, hábitos, palabras, gestos, símbolos,
formas de vestir y de expresarse, modales, lenguaje, etcétera. En este sentido
se asemejan a las tribus, a las bandas, a los fans, e incluso a ejército o
grupos religiosos; como en los últimos movimientos donde cubrirse el rostro resulta
identificador “ideológico” de cierto tipo de lucha.
4) Escasa
o nula división del trabajo, debido al carácter informal del vínculo social, se
compacta a través de procedimientos asambleístas, evitando la burocratización.
Con el crecimiento de activistas y simpatizantes, y el aumento de las demandas,
necesidades y de logros, se hace más complejo el movimiento social, es cuando
surge cierta división de las tareas y, por tanto, cierta distribución interna
del poder, que va institucionalizando el movimiento constituyendo el principio
de su fin.
5) La
presencia de objetivos laxos, considerando la articulación de logros inmediatos
y de objetivos globales, que con la anexión de grupos diversos al movimiento
original van diluyendo la firmeza de objetivos, modificándolos a una simbología
tipo que define su actuación.
Y ¿qué
pasa con los movimientos sociales? Los movimientos sociales tienen tres
posibles finales: 1) se disuelven por represión, por éxito, por fracaso;
2) se
transforman y reaparecen más adelante con una nueva identidad, problema o
necesidad); y/o
3) se
institucionalizan convirtiéndose en asociaciones, partidos políticos o grupo de
presión, o bien, se fundamenta en acciones y recursos institucionales y deja la
movilización callejera en tanto estén resueltas sus necesidades.
Sin
embargo, la mayoría de los fenómenos conceptualizados como movimientos sociales
no se adecuan al modelo que concibe a los movimientos como los actores del
cambio social, en lucha por controlar los principales patrones culturales,
responsables de orientar la historia, dejando al movimiento reducido a un grupo
de presión que propone la defensa de sus intereses particulares específicos
comunes a sus miembros; el grupo de presión solamente se encamina a que sus
intereses sean favorecidos por las decisiones de los órganos estatales, no se
plantea en los hechos la conquista del poder, aunque en el discurso pueda
percibirse ideologizante.
Un grupo de presión no le resulta necesario una
gran masa de afiliados o una gran representatividad, a veces tampoco una gran
disponibilidad de dinero o una ideología precisa, basta para alcanzar sus
objetivos una ubicación estratégica en el sistema político local o nacional.
El éxito
o fracaso de los grupos de presión depende de su habilidad para sintonizar sus
intereses particulares con los más generales adjudicando elementos de identidad
cultural no siempre de relevancia, y utilizando los canales de comunicación y
de presión sobre el poder político que le resulten más adecuados y más
favorables.
Por
último y como características sine qua non de un grupo de presión, es su
presencia y desarrollo en el ámbito institucional y el predominio de las
subvenciones, incluso como origen y finalidad del movimiento.
Claro que
estos son solo algunos elementos de análisis que permiten clasificar el
movimiento magisterial de la CNTE por sí mismo, cierto que el conocimiento teórico
permite la reflexión individual frente a lo que se dice; hasta hoy la CNTE
cojea y trastavillea, en el camino de la consolidación de su “movimiento”; sin
embargo las adhesiones de grupos universitarios y sindicales, pueden modificar
el panorama político, lo que obliga a estar
alerta en el seguimiento y desarrollo del “movimiento”, y su impacto si
lo tuviera en relación a la reforma educativa que solo afecta sin duda los
privilegios laborales de los agremiados de la CNTE.
@BarbaraEGCH