Soledad JARQUIN EDGAR
Esta semana al realizar un foro sobre lenguaje no sexista, el gobernador Gabino Cué señaló que una de sus prioridades será reducir y de ser posible erradicar la muerte materna en Oaxaca, incluso apuntó que ese propósito debe ser una realidad desde este 2011.
Oaxaca, junto con entidades como Chiapas y Guerrero, ha ocupado uno de los tres primeros lugares de mortalidad materna desde hace varias décadas. Es más, el promedio anual se mantuvo año tras año y no hubo política pública capaz de contrarrestar la grave muerte materna.
Hay otros padecimientos como el cáncer cérvico uterino, como consecuencia de algunos tipos de virus del papiloma humano, y el cáncer de mama que cobran la vida de cientos de mujeres cada año. En el cáncer de cérvix, Oaxaca –como en al muerte materna- ha ocupado por años deshonrosos primeros lugares. En ambos casos, el problema no es sólo médico, tiene un fuerte componente social, al priorizar y dar un mayor valor a la vida de los varones y dejar fuera de todo a las mujeres, incluyendo su salud. Aunado a esto, las mujeres no dueñas de sus cuerpos están sujetas a lo que diga el marido, la suegra, su padre o su madre, sobre su atención médica. Difícilmente acuden a la consulta prenatal, porque se considera que tener hijos es un asunto “natural” y que si se mueren es cosa de Dios. Peor aún, en pleno siglo XXI sigue prohibido acudir a la revisión ginecológica para la toma del Papanicolaou.
A esta situación habría que agregar la muy frecuente violación a los derechos humanos en la que todavía incurre algún personal médico, que las regañan porque tienen muchos hijos, porque no se cuidan, porque no se asean, porque tienen los pies sucios…
Sí, es de reconocer que el problema de la muerte materna y el cáncer cérvico uterino tiene fundadas raíces en la construcción social desigual, en esa “extraña” circunstancia que hace a las mujeres dar la vida por el resto de la humanidad.
Sin embargo, en todo esto el Estado no deja de tener responsabilidad partiendo sólo del principio constitucional del Derecho a la Salud y el grave problema radica en que tanto la muerte materna como el cáncer cérvico uterino podrían evitarse, pero no es así.
Por eso resulta interesante la declaración que el pasado miércoles hizo Gabino Cué, es muy tentadora la frase –otras veces repetida, insisto- de erradicar esos lastres sociales, lo que claramente se contradice con lo que ese mismo día dijo el titular de Salud en Oaxaca, Germán Tenorio, al señalar en declaraciones periodísticas que no habrá Hospital de la Mujer y que esta obra iniciada en la administración pública anterior y que está por concluirse, será convertida en un Hospital General.
Así, como un mago experto en desaparecer al conejo, Germán Tenorio echa por tierra una vieja demanda de las ciudadanas oaxaqueñas, un largo y esperado anhelo de las mujeres organizadas que finalmente habrían sido escuchadas considerando la problemática en salud.
Las oaxaqueñas constituyen más de la mitad de la población. En Oaxaca, como señalaba antes, las mujeres fallecen por enfermedades prevenibles y, peor aún, la pobreza es tal en la gran mayoría de la población que muchas carecen de recursos para recibir atención especializada. A menos qué, como sigue pasando en muchos casos, tuvieran que deshacerse de su patrimonio o endeudarse de por vida en las voraces cajas populares para ser atendidas en hospitales, clínicas o sanatorios particulares para recibir atención médica. Caso curioso, el Secretario de Salud es dueño de una clínica de salud de ese tipo. ¿Resulta explicable o inexplicable? usted saque sus propias conclusiones. Lo cierto, es que el hospital de la mujer, que dice Germán Tenorio que ya no existirá, sería un espacio de atención digno y especializado, ese era el objetivo, donde las mujeres podrían ser atendidas y con ello contribuir a reducir esos lamentables lastres, repito, que padece Oaxaca, especialmente en aquellos casos donde la medicina pública es la única alternativa para salvar la vida, que reitero sería en la mayoría de los casos.
Fue –si no mal recuerdo- en 2009 cuando la construcción de un hospital para la mujer se planteó en la Cámara de Diputados, esa vez la solicitud de las mujeres fue puesta ante el entonces secretario de Salud, Martín Vásquez, por la que era diputada Perla Woolrich, presidenta de la Comisión de Equidad y Género. Sensibilidad –habría que reconocer- en la representante popular y en el funcionario público se concretaron para llevar a cabo ese proyecto que respondió y en menos de tres meses ya se había iniciado la obra.
Incluso, en alguna ocasión se hizo una supervisión, al acto acudieron varios cientos de mujeres, ahí mismo se conoció que el hospital tendría un área para el “parto humanizado”, otra vieja demanda de las organizaciones de mujeres que durante más de 15 años han trabajado por una maternidad sin riesgos en Oaxaca.
Por eso es lamentable que ahora, por ocurrencia personal del Secretario de Salud, se termine con el viejo anhelo de las oaxaqueñas bajo el pretexto de que será hospital general para reducir la excesiva carga de trabajo que enfrenta el “Dr. Aurelio Valdivieso”, que curiosamente tiene en la atención gineco-obstétrica el mayor volumen de atención, por no decir que la mayor parte de las atenciones se enfocan a ese rubro ¿se lo habrán dicho a Tenorio? Lo que no se si sepa el funcionario es que el destino de las obras públicas no se cambia por ocurrencias o decisiones personales, un presupuesto y ese presupuesto debe tener, sin duda, algún sustento legal.
No tengo la menor idea si el gobernador Gabino Cué permitirá que en Oaxaca se cambien los planes, sólo por llevar la contraria a la anterior administración, lo que sería un acto revanchista y hasta podría decir misógino. No sé tampoco qué dirán los colectivos de mujeres sobre el tema y también sería bueno que la titular del Instituto de la Mujer Oaxaqueña, Anabel López, quien recibió otro espaldarazo de las organizaciones de mujeres esta semana, planteara su posición sobre la declaración del responsable de la salud de la población oaxaqueña, cuya idea parece, sin duda, contradecir a su jefecito, es decir, el gober Cué.