• Francesca Gargallo habla sobre postulados de la
ética feminista frente a la violencia
Soledad Jarquín Edgar, corresponsal
SemMéxico, Oaxaca, 17 noviembre 2016.- La
filósofa feminista Francesca Gargallo Celentani dijo que población mayoritaria
de Oaxaca tiene entre seis y 19 años por lo que cuestionó: ¿de qué libertad
gozan las niñas y las adolescentes, qué educación al miedo y la represión
implica la repetida muerte de jóvenes a mano de parejas, ex parejas y agentes
del crimen que pueden ser identificados como represores de la libertad de
movimiento y expresión de las oaxaqueñas?
Al participar aquí en la Mesa de análisis
“Perspectiva Feminista Ética de la Tortura a Mujeres”, apuntó que su tarea como
filósofa feminista es preguntarme cómo hemos llegado a ello y por qué, dijo
quien poco antes se había referido a las cifras de la violencia feminicida en
la entidad.
¿Cómo construirán la confianza en sí mismas y en
la sociedad, y de ahí qué perspectiva tendrán de la sociedad moderna y de sus
leyes? Volvió a preguntar y respondió que difícilmente podrán sentir que las
acogen y protegen. Pero ¿acaso gozan en los sistemas jurídicos tradicionales,
los así llamados usos y costumbres, de un mayor reconocimiento y derecho a la
justicia?
Ante jóvenes de la Facultad de Ciencias de la
Educación de la UABJO, presentó algunos postulados básicos de la ética
feminista “que pueden aterrizarse y mover a la acción precisamente en el lugar
donde estamos”. Por ejemplo, que la violencia es un recurso para obtener el
poder y la violencia contra las mujeres lo demuestra fehacientemente.
Gargallo Celentani dijo que las mujeres son
violentadas para que no compartan los derechos y beneficios que la población
mexicana debería gozar sin distinción de sexo y edad. Son violentadas para que
no ocupen cargos, para que no ejerzan sus derechos, para que no se salgan de
relaciones de pareja donde deben trabajar gratuitamente en un clima de opresión
y amenaza si no cumplen con la gratuidad de las relaciones sexuales y del
trabajo de reposición de la vida.
Las mujeres sufren violencia física, sexual,
cultural, material y emocional para que no exijan derechos laborales, para que
no cuestionen la organización social de clase, para que no se organicen en la
defensa de su vida y en la defensa de lo que les es importante de la vida
social y política, dijo.
Como ejemplo, citó, la defensa del territorio
contra mineras, hidroeléctricas, carreteras inútiles, tala de bosques y molinos
de viento que espantan ganados, aves y gente.
La violencia contra las mujeres es el recurso de
todo un sistema para poder favorecer a los hombres, las actividades y los
derechos considerados propios de ellos, es decir masculinos, y así mantenerse y
crecer, agregó la autora novelas como Al paso de los días (2013), El hombre del
gineceo (2010), La semilla (2009) y la Costra de la tierra (2006).
Desde esta perspectiva de análisis, añadió,
resulta que la violencia es un recurso estructural de las relaciones
patriarcales y que, de manera circular y recurrente, se alimenta de las
crónicas infames que la propia violencia produce: desde las preguntas del
Ministerio Público para integrar una averiguación previa hasta el artículo de
periódico, la descripción de los delitos de acoso, violación y feminicidio
ofende a las víctimas y las vuelve a violentar en la presentación prejuiciada
de los hechos.
Narraciones de hechos donde las víctimas de
violencia parecen culpables por su vestimenta, el horario, el lugar en que
fueron agredidas, porque lo provocaron, como si el derecho a la libre
circulación, la integridad de la persona y la libertad de expresión estuvieran
limitados por el derecho consuetudinario a la agresión de los hombres. Por
ello, plantea que la ética feminista es una perspectiva que permite comprender
cómo se conforman tanto las reglas consensuadas como las normas
consuetudinarias que deberían llevar a un supuesto bien común, pero que son
atravesadas por los mandatos de las relaciones de género, con sus prejuicios y
desigualdades, de modo que otorgan el lugar del potente a los hombres y el
lugar de la víctima a las mujeres. De ahí que, pese a las leyes precisas, las
mujeres no alcanzamos la justicia ni la libertad.
La autora de diversas obras e investigaciones
fundamentales para el feminismo contemporáneo, afirmó que la ética feminista es
una reflexión sobre cómo se ha llegado a la desigualdad, discriminación,
opresión, explotación de las mujeres y por qué la violencia es el recurso para
lograr la segregación de la mayoría de la población. A la vez, la ética
feminista es el conjunto de ideas que se desprenden en perspectiva de esta
reflexión para actuar una política y una propuesta civilizatoria. El pensamiento
y la práctica feminista abren caminos para una humanidad más integral y
completa.
La filosofía y la ética feminista proponen un
modo de comprensión y solución a la tensión que se establece entre el ser y el
deber ser de la acción política, a través de la crítica al sistema de poder
patriarcal. Y allí están los aportes más útiles que la ética feminista puede
hacer a la emancipación social general, añadió. Dijo que se puede constatar que
en los últimos 50 años, en que se han obtenido la mayoría de los avances en los
ámbitos laboral, jurídico y educativo, las mujeres como colectivo en los
aspectos que hacen a la dignidad humana están peor que los hombres. Esta
situación es injusta y debe cambiar.
Recalcó que la violencia feminicida y la
discriminación racista son patriarcales. La violación como práctica de
violencia para obtener la sumisión de una mujer, de todas las mujeres, y por
ende de todo un pueblo, ya que las mujeres lo conforman como una mayoría, es un
recurso colonial para obtener el poder de los hombres de un determinado grupo
sobre las mujeres que encarnan el pueblo derrotado, las cuales se repitieron a
lo largo de la historia y como ejemplo citó el caso del pueblo Ixil de
Guatemala. Gargallo Celentani recalcó que la violación es también el recurso de
todos los hombres contra todas las mujeres, y dijo que violar a una mujer es
ejercer un poder que se acrecienta si no es reconducido a través de la sanción
comunitaria o judicial a relaciones no agresivas entre mujeres y hombres.
De la misma forma, apuntó, matar a una mujer es
un ejercicio de violencia que acrecienta el poder (poder de violentar) a grupos
de hombres impunes. La violencia que no se detiene tiene una función
pedagógica, la de educar a la sumisión y el miedo, para evitar políticas
activas de justicia. El miedo reduce la capacidad de las personas de
relacionarse y, por ende, de tomar decisiones consensuadas.
Salir del lugar ideológico de la repetición de
que no hay nada que hacer contra la violencia, volver inteligible lo que nos
rebasa y es ininteligible a nuestro sistema de afectos y relaciones, es lo que
propone Rita Laura Segato en Las estructuras elementales de la violencia, donde
sostiene que las violaciones son medios de expresión, pues expresan poder ante
las víctimas, pero sobre todo frente a los pares masculinos (y las mujeres
patriarcales y machiplacientes que los respaldan).
Por último, señaló que en la sociedad
contemporánea la violencia no cesa, se incrementa. Y, en el caso de las
mujeres, la repetición de los asesinatos y la siempre mayor crueldad contra los
cuerpos de las mujeres va acompañada de amenazas directas: si no te sometes,
eso es lo que te espera.
Idea que se refuerza la costumbre producida por
los mandatos de género de culpar a las mujeres del delito del que son víctimas.
Deseduca a la empatía, impide la igualdad.