· * Los estereotipos
sexistas, homofóbicos y racistas pueden entrecruzarse en la violencia escolar
Lirians Gordillo Piña
SemMéxico/SEMlac. La
Habana, Cuba, diciembre 2015.- Detrás de la expresión “violencia escolar” se
esconden diversas manifestaciones de maltrato y agresiones que se aprenden y
socializan desde edades tempranas y no pocas veces cursan como naturales o
propias de una etapa de la vida.
Sin embargo, las violencias múltiples que transcurren en el espacio escolar casi siempre revelan modelos, conductas y estereotipos patriarcales que pueden seguir produciendo más violencia.
La pedagoga Yohanka Rodney, de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, investiga el bullying escolar y alerta que la cultura patriarcal refuerza la violencia de género entre estudiantes.
Los estereotipos sexistas, homofóbicos y racistas pueden entrecruzarse en la violencia escolar, aunque muchas veces se minimiza y se define como “un problema entre niños y niñas”. Rodney llama a romper el silencio y trabajar de manera integrada.
Sin embargo, las violencias múltiples que transcurren en el espacio escolar casi siempre revelan modelos, conductas y estereotipos patriarcales que pueden seguir produciendo más violencia.
La pedagoga Yohanka Rodney, de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, investiga el bullying escolar y alerta que la cultura patriarcal refuerza la violencia de género entre estudiantes.
Los estereotipos sexistas, homofóbicos y racistas pueden entrecruzarse en la violencia escolar, aunque muchas veces se minimiza y se define como “un problema entre niños y niñas”. Rodney llama a romper el silencio y trabajar de manera integrada.
¿Cómo se manifiesta la violencia de género en las escuelas?
En nuestros libros de texto y en la práctica educativa existen estereotipos de género que justifican la violencia hacia las niñas, adolescentes y jóvenes.
Por ejemplo, una niña puede ser violentada por múltiples variables y estereotipos: si es gorda, negra, por tener una orientación sexual homosexual, por no ser delicada, jugar a las casitas, etc. Pero estas y otras muchas variables pueden recaer en una misma persona.
¿Imaginas cuánto sufrimiento recae sobre un niño o niña durante ocho horas? Sin contar que esta situación puede repetirse una vez, tres, muchas veces más a la semana.
Hay que saber identificar cuándo se trata de un juego de manos que terminó en pelea o cuándo estamos ante un maltrato sistemático que el niño o niña víctima no sabe cómo resolver.
Recién acabamos un pilotaje sobre bullying homofóbico en las escuelas, con 150 estudiantes del nivel primerio hasta el preuniversitario. Estamos analizando los resultados y hemos encontrado casos que quizá se consideren mínimos; pero si analizamos que cuatro, 10, 15 menores de un nivel de enseñanza reconocen sufrir violencia por su orientación sexual en una muestra tan pequeñita, ¿qué sucedería si ampliáramos el estudio?
Lo que estamos buscando es sensibilizar a los decisores del sistema educativo mediante estos estudios y sus resultados, para tomar medidas de cara al futuro. Yo creo que lo vamos a lograr porque existe voluntad política para prevenir la violencia en las instituciones educativas.
En nuestros libros de texto y en la práctica educativa existen estereotipos de género que justifican la violencia hacia las niñas, adolescentes y jóvenes.
Por ejemplo, una niña puede ser violentada por múltiples variables y estereotipos: si es gorda, negra, por tener una orientación sexual homosexual, por no ser delicada, jugar a las casitas, etc. Pero estas y otras muchas variables pueden recaer en una misma persona.
¿Imaginas cuánto sufrimiento recae sobre un niño o niña durante ocho horas? Sin contar que esta situación puede repetirse una vez, tres, muchas veces más a la semana.
Hay que saber identificar cuándo se trata de un juego de manos que terminó en pelea o cuándo estamos ante un maltrato sistemático que el niño o niña víctima no sabe cómo resolver.
Recién acabamos un pilotaje sobre bullying homofóbico en las escuelas, con 150 estudiantes del nivel primerio hasta el preuniversitario. Estamos analizando los resultados y hemos encontrado casos que quizá se consideren mínimos; pero si analizamos que cuatro, 10, 15 menores de un nivel de enseñanza reconocen sufrir violencia por su orientación sexual en una muestra tan pequeñita, ¿qué sucedería si ampliáramos el estudio?
Lo que estamos buscando es sensibilizar a los decisores del sistema educativo mediante estos estudios y sus resultados, para tomar medidas de cara al futuro. Yo creo que lo vamos a lograr porque existe voluntad política para prevenir la violencia en las instituciones educativas.
¿Qué recomendaciones haría?
Sabemos que nuestros libros de texto reproducen estereotipos sexistas, pero la situación económica del país impide por el momento sustituir esta base material de estudio. Debemos entonces incidir en la formación y en la sensibilización del profesorado. Necesitamos un profesorado que sea crítico y deconstruya esos estereotipos machistas. Además de que su práctica educativa no sea violenta.
Estamos hablando de incidir en la cultura escolar. Son pasos para desaprender una práctica educativa que está instaurada y que legitimó que las niñas son las que tienen que recoger el aula y hablan bajito, mientras los varones botan la basura y son los más inteligentes para Matemáticas. Por solo poner un ejemplo de estereotipos comunes.
Hay que apelar al reglamento escolar, que sanciona la violencia de palabra y física, aunque todavía no estamos complacidos, tiene que aparecer cómo vamos a trabajar con la niña o el niño que sufre maltrato y quien maltrata. Además de establecer el trabajo con la familia, con las niñas y niños que son testigos de la violencia.
¿Cómo llegamos? Con una campaña de sensibilización y con un trabajo sistemático, coherente e interdisciplinar. Porque no son solo el profesorado y el sistema educativo los que influyen en la formación de niños y niñas.
Sabemos que nuestros libros de texto reproducen estereotipos sexistas, pero la situación económica del país impide por el momento sustituir esta base material de estudio. Debemos entonces incidir en la formación y en la sensibilización del profesorado. Necesitamos un profesorado que sea crítico y deconstruya esos estereotipos machistas. Además de que su práctica educativa no sea violenta.
Estamos hablando de incidir en la cultura escolar. Son pasos para desaprender una práctica educativa que está instaurada y que legitimó que las niñas son las que tienen que recoger el aula y hablan bajito, mientras los varones botan la basura y son los más inteligentes para Matemáticas. Por solo poner un ejemplo de estereotipos comunes.
Hay que apelar al reglamento escolar, que sanciona la violencia de palabra y física, aunque todavía no estamos complacidos, tiene que aparecer cómo vamos a trabajar con la niña o el niño que sufre maltrato y quien maltrata. Además de establecer el trabajo con la familia, con las niñas y niños que son testigos de la violencia.
¿Cómo llegamos? Con una campaña de sensibilización y con un trabajo sistemático, coherente e interdisciplinar. Porque no son solo el profesorado y el sistema educativo los que influyen en la formación de niños y niñas.