Soledad
JARQUÍN EDGAR
Este
24 de mayo se cumple un año de la desaparición física de Julio César Castro
González, quien acudió al hospital de Zona número 1 del IMSS en la ciudad de
Oaxaca, para recibir atención médica con un otorrinolaringólogo. El joven de 19
años de edad estaba a solo un mes de concluir su bachillerato en la
Preparatoria número 2 de la UABJO y tenía un futuro prometedor como licenciado
en Computación, la carrera que había decidido cursar y cuyo examen de admisión
ya había presentado exitosamente.
A
pesar de la “discapacidad”, como resultado de una mielomeningocele lumbar, se
destacó por su brillante inteligencia, fue audaz con la vida a la que tomó con
valentía, fue dedicado, tenaz y perseverante, como lo describió su maestra de
preparatoria, Floriselva Castro.
Inquietud
que lo llevó a solicitar trabajo en el gobierno municipal de Luis Ugartechea y
que por sus resultados fue ratificado en su cargo en el actual gobierno de
Javier Villacaña. ¿Cuántos jóvenes con tantos entusiasmo conocemos hoy?
¿Cuántos con la valentía de Julio César de no amedrentarse ante nada?
Se
intereso por los deportes, promotor comunitario por los derechos humanos de
aquellas personas que como él tenían capacidades diferentes, y que lo llevó muy
pronto a brillar en todo aquel espacio donde podía detenerse, mirar y hacer
algo aunque nadie se lo pidiera.
Este
“Ángel guerrero” como le llaman quienes lo conocieron, ha dejado un profundo
dolor en la vida de la familia Castro González, su padre y sus dos hermanos,
quienes vivieron una tragedia similar en el mismo hospital del IMSS hace 13
años, cuando Cecilia Leonila González Reyes, su madre, falleció como
consecuencia de una hemorragia que no pudieron atender y que le habría sido
provocada al momento del parto de su tercer hijo.
Del
caso de negligencia médica y la consecuencia de una muerte materna, no sucedió
nada; frente al dolor, la familia no actúo de manera inmediata, y cuando actúo
se encontró con la corrupción de abogados que al principio dijeron que habría
castigo para quienes con sus malas prácticas médicas habrían ocasionado la
muerte de Cecilia, sin embargo, pronto dejaron todo y lo que sí pasó fue que el
probable delito prescribió (porque ojo en estos casos es de solo tres años).
Hoy,
la familia Castro González vive una situación similar a pesar de que en meses anteriores,
el arquitecto Raúl Castro, recibió de manera personal del entonces delegado del IMSS en Oaxaca, Víctor
Octavio Pérez del Valle Ibarra, “una disculpa” a nombre de la institución tras
aceptar que hubo negligencia en el tratamiento a Julio César, el joven de 19
años, a quien le provocaron un paro cardiaco y le robaron su vida. De igual
forma, se había acordado la debida indemnización a favor de la familia de Julio
César, lo que nunca ocurrió en el caso de su mamá Cecilia.
Sin
embargo, la llegada del viejo político oaxaqueño, de extracción priista, ex
secretario de Salud de Oaxaca y que ha sido entre otras cosas diputado local,
Juan Díaz Pimentel, hoy no quiere ni darles la cara, ordenó a Salvador
Altamirano, su asesor, “parar el caso” y esa fue la respuesta que le dieron al
papá de Julio César hace unos días.
Son
muchas las preguntas que Juan Díaz Pimentel debe responder: ¿Qué pretende con
no pagar la indemnización? ¿Por qué no reconocer un hecho que sucedió cuando él
ni siquiera era delegado del IMSS? ¿Le convendrá a su partido seguir dando
estos palos de ciego? ¿Acaso no es ya suficiente con el dolor por las
irreparables pérdidas que ha sufrido esta familia? ¿espera que pasen los años
para que la negligencia médica que le costó la vida a Julio César prescriba
como hicieron con el caso de Cecilia? Y mi última pregunta es ¿Qué habría
hecho, usted don Juan Díaz Pimentel si quien estuviera muerto por una
negligencia médica fuera su hijo o su esposa? ¿Soportaría tantas vueltas,
tantas burlas?
Ojalá
que el caso de Julio César llegue a sus últimas consecuencias, resulta
inconcebible acudir a urgencias médicas del IMSS por un dolor de oído y morir
de un paro cardiaco provocado por los muchos calmantes administrados en solo
unas horas hasta provocar la muerte.
Es
tiempo de que el IMSS asuma las consecuencias de las malas prácticas médicas,
un asunto que se ha hecho costumbre y, por otro lado, que se actúe en contra de
quienes le quitaron la vida a Julio César, un joven ejemplar que ha dejado un
profundo dolor en su familia, compañeras y compañeros de escuela o del trabajo.
Ojalá
que las buenas prácticas políticas tanto el rector de la UABJO, Eduardo Martínez
Helmes, como el presidente municipal, Javier Villacaña Jiménez, puedan hacer
entrar en razón al delegado del IMSS y contribuir a resarcir el daño provocado
en la familia Castro González, recordemos que Julio César Castro era estudiante
y trabajador de esas instituciones.
Candidatas VS patriarcado-partidista
La violencia política
es un hecho real. La participación de mujeres en procesos electorales sigue
incomodando tanto dentro de sus partidos políticos, como fuera de ellos.
En entrevistas por
separado las candidatas han reconocido que desde que muestran su intención de
competir al interior de sus propios institutos políticos tienen graves
problemas. Las ningunean con frecuencia y les cuestionan ¿de dónde salieron?
Aunque haya militado en sus partidos desde que tenían uso de razón.
Es decir, resulta que
la experiencia es fundamental, pero nunca les permitieron adquirir esa
“experiencia”. Algunas de ellas se han fogueado tras bambalinas, como es el
caso de la única candidata del Partido del Trabajo, Adriana Hernández Vásquez,
quien ha estado muy cerca de un diputado local y sabe como se mueve el pandero
al interior de una legislatura.
Pero para quienes son
más jóvenes y no tienen experiencia remontar entre sus compañeros y adversarios
esas condiciones les resulta todo un reto y es motivo suficiente para ningunearlas,
porque ante la falta de argumentos reales se recurre a toda clase de ataques.
La mayoría de las
candidatas, sobre todo, aquellas que están compitiendo con partidos “chiquitos”
o de reciente creación enfrentan un grave problema, la falta de financiamiento
para hacer sus campañas políticas: María Cortés, quien es abanderada de Morena en el Distrito
03, señala que para su campaña le dieron 20 mil pesos; Adriana Hernández
Vásquez candidata del PRD-PT, por el distrito 04, obtuvo la fabulosa suma de
ocho mil pesos, mientras que Abigail Vasconcelos Castellanos, que va por el
distrito 09 en el Partido Encuentro Social, le dieron 25 mil pesos. Cantidades que seguramente ningún candidato de
partidos chiquitos o de nueva creación aceptarían.
Existen hoy entre las
candidatas algunos casos de mujeres que han ido de un partido a otro para
cumplir con sus anhelos políticos: tal es el caso de Eva Cruz, ex priista de
esas de “hueso colorado” que tuvo que cambiar porque en su instituto político
nunca encontró una oportunidad y ahora como ya antes lo había hecho su hija, la
actual diputada federal Eva Diego, milita en el PRD.
Una situación
diferente en extremo con lo vivido con los varones, tal es el caso de José
Antonio Estefan Garfías quien en el PRI tuvo todas las oportunidades, y cuando
en este proceso no le dieron cabida, tal vez por su cercanía como servidor
público en el actual gobierno de Gabino Cué, desde la misma gubernatura le
arreglaron el camino para que fuera el abanderado del PRD-PT. Acción que ha sido
menos criticada que la salida de Eva Cruz y Eva Diego, madre e hija,
respectivamente, al mismo partido del Sol Azteca. En el PRD tienen alguna
experiencia con aquello de que para que la cuña apriete tiene que ser del mismo
palo. Eva Diego, actual diputada federal, hoy busca que le toque a su mamá Eva
Cruz y de esta forma hacer que cumpla con un anhelo que el PRI le negó
sistemáticamente.
Un ejemplo de cuánto
las mujeres han esperado para ocupar una curul, por ejemplo, lo podemos
observar en la historia del Congreso Local, donde la primera mujer que fue
diputada local electa (Martha Pazos Ortiz, por el PRI) llegó a ocupar una curul
en 1965 y la primera diputada federal (Justina Vasconcelos, también por PRI) lo fue en 1964, es decir, en ambos casos más
de una década después de que se aprobó el voto universal en 1953.
Esa violencia política
que es atroz porque ha ninguneado e ignorado la presencia de las mujeres contribuyendo
desde las instituciones políticas a la discriminación y exclusión de las
mujeres, tiene otro tipo de violencias que deberían darnos vergüenza, me
refiero a los ataques y a las descalificaciones a partir de la vida privada de
las personas.
No tengo el gusto de
conocer a Gabriela Olvera, candidata del PRI por el distrito 09. He observado su
campaña y me parece que es una de las más visibles, probablemente tiene mucho
más recursos que otras de sus competidoras o competidores, y eso tal vez ha
provocado algunos inconvenientes al grado tal que esta semana fue objeto de una
sucia maniobra al distribuir en las redes sociales, con la velocidad que
conocemos, fotografías de su vida personal e íntima. O sea fotografías que solo
le competen a ella y que “alguien”, un macho ardido, como dirían en mis tiempos
las subió a las redes sociales.
La exhibición de esa
fotografía no es otra cosa, reitero, que una muestra del machismo, uno de los
pilares del patriarcado, el generador de la desigualdad, la regla que mide de
manera distinta a las mujeres y los hombres y que designa lo que debe ser una
mujer y lo qué debe un hombre.
Hay una valoración
sexista distinta cuando quien se muestra en calzones es un hombre o una mujer.
En el caso de los hombres resulta “natural”, “normal”, sin consecuencias. Pero
si quien lo hace es una mujer entonces si arde Troya, como decía mi abuela
Lucha. ¿Acaso no les enseñamos a orinar en la calle como si no pasara nada?
¿Acaso no les decimos que entre más parejas tengan más hombrecitos son? Pero a
las mujeres les decimos (socialmente) otras cosas: Muchos hombres te hacen una
cualquiera, enseñar los calzones te hace una cualquiera. Y por supuesto lo que
busca esa fotografía no es otra cosa que desvalorizar a una muy visible
candidata, lo no la hace ganadora, la hace visible y con eso es suficiente para
molestar al patriarcado-partidista.
Esta manifestación que
no es otra cosa que una muestra de misoginia pura, es una de las múltiples
formas que han documentado la Red de Mujeres en Plural y en específico la
magistrada María del Carmen Alanís y, lamentablemente para todas las mexicanas,
la LXII Legislatura “no tuvo tiempo” de tipificar como delito. Ya veremos si en
la próxima se puede.
El viejo y rancio
sistema patriarcal-partidista esta dando patadas de ahogado en las elecciones
de 2015, las primeras en que la mitad de quienes encabezan una candidatura son
mujeres y, por tanto, buscan que sus aspiraciones no se cumplan y cuando no
quieren que haya más posibilidades de participación de las mujeres me refiero a
las aspiraciones de las todas las mexicanas y no únicamente de las candidatas.
@jarquinedgar