Mujeres y
Política
La infancia
Soledad JARQUÍN EDGAR
Sin perder la ilusión insistimos a los reyes o quizá
reinas magas en la posibilidad de que los regalos que traen desde “oriente” el
próximo 6 de enero brinden la oportunidad un mundo mejor para las niñas y los
niños, quienes al igual que la población adulta sufre de las mismas calamidades
políticas, económicas y sociales que el resto de la población, pero con un
adherente más porque invariablemente son las víctimas de todas las víctimas.
Aún cuando UNICEF muestra avances importantes que
favorecen el bienestar de la infancia en el mundo, las cifras que revela en el
informe “El Estado Mundial de la Infancia 2014 en cifras. Todo los niños y
niñas cuentan”, nos dicen que las personas adultas en general y en específico
los gobiernos, tenemos una enorme deuda con la población infantil y que estas
desigualdades se traducirán, muy pronto, en un mundo de adultos desiguales,
semejante o más crudo al que hoy vivimos como sociedad.
Es decir, no hemos podido, sociedad ni gobiernos del
mundo, dar un golpe de timón al destino de la humanidad. Somos incapaces de
generar un mundo con los satisfactores básicos cumplidos a plenitud para las
mujeres y hombres que desde hoy son el presente.
Algunas de las estadísticas que el Fondo de las
Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) nos revela en su informe hablan del
tamaño de un problema que podría ser peligrosamente como algo que pasa en todo
el mundo (mal de muchos…), pero además estas generalidades ocultan datos
estadísticos más altos que los reportados en los promedios y, por tanto,
dificultades en regiones específicas. Incluso omitimos las dificultades que
provoca la pobreza extrema que viven miles de familias en zonas urbanas y las
consecuencias que esa pobreza conlleva. De ahí que no sea difícil de creer que
en el mundo al menos 30 millones de niñas en edad escolar primaria no reciben
educación, dice UNICEF.
¿Cómo se traducirá esta situación el presente y en el
futuro inmediato? En todas las calamidades que por su condición de género
enfrentarán en breve, desde el embarazo adolescente hasta la violencia, como
también han planteado los organismos internacionales que señalan que estar
fuera del colegio significa un riesgo mayor de explotación y de abuso de estas
menores. Puede ser en Siria o en cualquier población de México, por supuesto.
Puede ocurrir a cientos de miles de niñas en un país musulmán, pero también
debemos observar que pasa en los países cristianos, democráticos, republicanos
y revolucionarios. Es decir, pasa por el hecho de ser mujeres no por su
práctica religiosa o condición sociopolítica del país en el que viven.
También es de celebrar que hay una disminución en
relación al problema de la muerte por razones que podrían ser prevenibles, pero
sigue siendo indignante que en muchas naciones del mundo, lo que incluye a
México, unas 18 mil niñas y niños menores de cinco años mueran cada día por
razones médicas que pueden prevenirse, es decir, son muertes innecesarias y
evitables. ¿Entonces por qué siguen ocurriendo? Por la misma razón por la que
en Oaxaca las mujeres paren fuera de las clínicas u hospitales, no hay calidad
en la atención médica, existe una enorme corrupción y en algunas naciones
porque no existe atención médica ni el saneamiento básico, como le llaman en la
práctica médica institucional.
La mala noticia es que México ocupa el sitio 112 de una
lista de 194 países, sin poder determinar lo que sucede en algunas entidades o
regiones porque las generalidades, en
ocasiones, sirven para ocultar la realidad.
Un ejemplo es el hecho, también revelado por UNICEF,
de que las niñas y niños que viven en pobreza tienen cuatro veces menos
probabilidades de sobrevivir al quinto año de vida ante las dificultades que
implican la situación geográfica, la dispersión, la falta de personal médico,
de clínicas y de hospitales a su alcance, así como también en el que parece un
insuperable déficit de servicios en todo el planeta: el hecho concreto de que
todas las poblaciones cuenten con sistemas de agua potable y cuando decimos
potable, es potable, no entubada como si sucede en un importante número de
municipios.
UNICEF detectó otras violaciones a los derechos
humanos de la infancia como el hecho concreto de que un 15 por ciento de niños
y niñas de todo el mundo realizan trabajos que menoscaban su derecho a la
protección contra la explotación económica e infringen su derecho a aprender y
jugar, lo que se puede observar recorriendo las calles de cualquier ciudad como
Oaxaca y sus mercados, donde tras bambalinas veremos a cientos, sobre todo de
niñas, trabajando en el lavado de trastes, el aseo o el acarreo de objetos
pesados, la gran mayoría en condiciones de explotación y qué decir de la
explotación sexual sufren las niñas y que dejan pasar algunas autoridades a
cambio de jugosas mordidas en esa cadena que provoca el machismo y que reduce a
las niñas como a las mujeres a objetos sexuales. Lo que muestra que la
humanidad da pasos gigantes hacia atrás más que hacia delante.
De la misma forma en el mundo 11 por ciento de las
niñas contraen matrimonio antes de cumplir los 15 años, porcentaje que
representa varios millones de ellas. El fenómeno que para muchas personas nos
resulta inentendible ocurre a pesar de lo que establece la legislación, que
esta visto es insuficiente debido a las complicidades y corruptelas del
sistema. Casadas o solteras estas adolescentes enfrentan el embarazo, muchas
veces desde los 10 años, problema de salud pública debido a la inexistente
educación sexual, que el sector salud de Oaxaca conoce bien y que registra en
los hospitales y clínicas, uno de ellos el Aurelio Valdivieso, donde es
frecuente la atención a niñas al momento del parto. Embarazo y matrimonio en
adolescentes son dos fenómenos resultado de la desigualdad, tan graves como la
ablación o mutilación genital a la que todavía son sometidas infinidad de
niñas y mujeres. Un dato concreto que
ofrece UNICEF es que en Burkina Faso, el 76 por ciento de mujeres de entre 15 y 49 años aún son sometidas
a esta práctica criminal y no sobra decir inhumana.
Estos datos de otros muchos que evalúa la UNICEF,
ponen en blanco y negro lo mucho que aún falta por hacer a pesar de que hay
avances que no podemos dejar de reconocer, pero ninguna sociedad puede sentirse
satisfecha de la situación de violencia en la que viven cientos de niñas y
niños. Violencia que va más allá del contexto familiar. En la escuela, el
fenómeno conocido en la actualidad como el acoso escolar o bullying, tiene
consecuencias graves, tan graves como el marcar la vida de las personas para
siempre, muchos de ellos que terminan en suicidios o asesinatos en los casos
extremos.
Pero la violencia se ha extendido al ámbito de la
comunidad. La Red por los Derechos de la Infancia en México
(Redim) en el Informe Alternativo sobre la situación de
garantía de derechos de niñas, niños y adolescentes en México,
revela cifras que reflejan una condición antes solo posible en situación de
guerra y que pensábamos no sucedería nunca en México.
Esta Red dio a conocer en septiembre pasado que al menos 50
mil infantes y adolescentes perdieron al menos a su padre o madre como
consecuencia de la guerra contra el narcotráfico o narcopolítica y casi mil
perdieron la vida entre 2006-2010, dato que se obtuvo del Informe del Relator
Especial sobre las ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias de la
ONU, Christof Heyns, que se publicó en abril de 2014 (SIN EMBARGO/23-09-2014).
Los reyes o reinas magas tienen un panorama muy
desalentador. La niñez mexicana y del mundo requieren más que juguetes. El
mejor regalo que sociedad y los gobiernos les podríamos dar es educación real y
efectiva. Educación de verdad, alejada de la violencia, algo que no se ve muy
claro en México. La educación básica escolarizada es como dice su nombre y que
a nadie engañan, es cierto, es básica, apenas elemental, sin fondo, sin llegar
a crear una masa crítica capaz de tomar mejores decisiones. Lo que significa
una violación sistemática a un derecho humano elemental. Conveniente al sistema
pero también a la delincuencia y en general a todo sistema político que los
atrapa en grandes redes y donde cada quien tiene su verdad.
Vivimos tiempos difíciles. Más allá del colapso
educativo, también vivimos en una aldea violenta que no garantiza la formación
una ciudadanía amante de la paz y en cambio experimentamos una especie de
comunicación inversa, ya que desde los medios hacemos apología de la violencia
a través de películas, caricaturas y hasta narcocorridos donde los villanos terminan
como héroes, de ahí que las filas de la narco-política estén conformadas por
jóvenes que apenas dejaron la adolescencia e incluso de niños.
Algo tendrán que hacer las reinas y reyes magos más
allá de proporcionar a la niñez muñecas anoréxicas o juguetes bélicos y
aquellos que siguen patentizando la desigualdad entre quienes en unos años
serán mujeres y hombres dirigiendo sus propias vidas y la vida de las
generaciones del porvenir. Cambiar la condición social de la infancia, como en
el caso de las mujeres, es una tarea que demanda políticas públicas con dinero
y voluntad política. Pero ya veremos a cientos de presidentas de los DIF de
todo el país repartiendo juguetes y a los gobernadores dejando pasar toda clase
de tropelías con la educación porque tampoco tienen forma de responder a este
derecho, y en medio de todo eso, las víctimas fundamentales: el presente y el
futuro de la infancia.
@jarquinedgar