Elva RIVERA GÓMEZ[2]
BUAP
El
3 de diciembre de 2014 es el aniversario del natalicio de Alaíde Foppa y el 19
de diciembre se cumple un año más de su desaparición ocurrida en Guatemala en
1980. Al cumplirse un centenario de su nacimiento bien vale la pena destacar su
aporte al estudio del pensamiento feminista mexicano.
Tuve
la oportunidad de conocer a Alaíde Foppa Primer Encuentro feminista organizado
por la Secretaría de Asuntos Femeniles del Sindicato Único Nacional de
Trabajadores Universitarios -sección 15, conmemorativo del 8 de marzo de 1980,
evento intitulado Primer Encuentro Sindical sobre la Condición de la Mujer que
fue organizado por Clara Ureta Calderón, entonces Secretaria de Asuntos
Femeniles del Sindicato. En el Encuentro coincidieron sindicalistas,
universitarias, feministas, académicas y de otras organizaciones políticas del
país. Ademas participaron Nicole Vaisse, Amalia García, María Teresa O'Connor,
Marcela Lagarde, la guatemalteca Alaíde Foppa, entre otras, quienes
participaron en la reflexión y análisis en torno a la teoría feminista,
trabajo, maternidad voluntaria, participación política de la mujer.
Afortunadamente
Ureta Calderón desde la Secretaría de la Mujer logró publicar las Memorias
del Primer Encuentro Sindical sobre la Condición de la Mujer, en donde
Alaíde Foppa disertó en “Anatomía no es destino” en torno a la igualdad,
cuestionó las teorías biologicistas acerca de la inferioridad intelectual de la
mujer, entre otros tópicos.
A cien años del nacimiento de la feminista guatemalteca Alaíde Foppa, un
homenaje que debemos la generación de hoy, es recuperar su obra y
contextualizarla en el pasado de otras mujeres, el de ella y nuestro tiempo.
Han pasado treinta y cinco años del
escrito de Alaíde Foppa, un texto pionero para la historia del feminismo
mexicano, intitulado “El Congreso Feminista, 1916”, publicado en inglés en la
Revista Signs Journal of otoño, 1979 y
la versión en español en este mismo año en la revista FEM, pionera del feminismo contemporáneo,
bajo el título “El Congreso Feminista, 1916”, en FEM, La mujer en la
historia de México, vol. III, núm. 11, nov-dic., pp. 55-59.
Alaíde Foppa al escribir sobre la
génesis del feminismo mexicano lo hace con una sólida formación teórica
feminista e intelectual, adquirida en las universidades más importantes de
Europa donde, además, tuvo contacto con la cultura y, reconoció la herencia de
su país natal, Guatemala. La caída del gobierno de Arbenz, en 1954 la trajo a México
en calidad de exiliada. México fue su segunda tierra. Aquí fue pionera al
fundar la primera cátedra dedicada a las mujeres y el programa de radio
dedicado a la mujer en la UNAM en octubre de 1976 (Lau, 2000: 22), la primera
revista feminista FEM. De esta forma introdujo el pensamiento feminista
en México, así refieren las semblanzas de Rossi (2000) y Poniatowska (1990,
2012).
Por lo anterior al interrogarse cuál
es la vigencia de este escrito en un contexto neoliberal en donde las mujeres
mexicanas vivimos viejas y nuevas formas de opresión del sistema capitalista.
Qué reivindicaciones son comunes ayer y hoy, entre las feministas pioneras de
la primera década del siglo XX (1916), las de la generación de Alaíde Foppa
(1979 año de la publicación del artículo), y las feministas del nuevo milenio.
Foppa es contundente al revisar el
papel de las mujeres en la Revolución Mexicana y afirma “La Revolución Mexicana no tomó particularmente en consideración a las
mujeres, ni las mujeres tuvieron en ella una participación de primer plano,
aunque los improvisados y desprovistos ejércitos revolucionarios contaron
siempre con su apoyo; no sólo con el de las soldaderas, sino con el de millares
de mujeres, que desde la retaguardia o desde las aldeas y las casas amenazadas
mantenían el contacto con sus hombres, llevaban mensajes y procuraban alimentos
y ropa a las tropas en continuo desplazamiento”. (Foppa, Fem, 1979)
En torno a los antecedentes del
feminismo organizado Foppa reconoce que en México no existieron antecedentes,
por ello sostiene […] (no cabe dentro del feminismo el hecho de que algunas
mujeres hayan jugado algún papel de importancia en la historia); el movimiento
sufragista nace después del Congreso de Yucatán y será siempre débil, si se
piensa que las mexicanas obtuvieron el voto sólo en 1953 (Foppa, 1979: 55).
Foppa ubicó a las maestras yucatecas
como las primeras mujeres de clase media y de la pequeña burguesía, además
criticó que al trabajo extradoméstico se considerara como extensión natural de
las tareas maternales. Así también cuestionó el uso de los espacios y el
contenido de los discursos que las maestras emplearon previo al congreso, como
fue el uso de las escuelas de niñas, la solicitud de apoyo económico a las
autoridades educativas para sufragar los costos de organización del congreso.
Esta situación las subordinaba al poder según ella. Además, reconoce que la
participación de las maestras yucatecas en el Congreso Pedagógico fue una
experiencia y aprendizaje previo para ellas, rumbo a los trabajos del Congreso
Feminista.
Foppa cuestiona las condicionantes
en las que las maestras se incorporaron a las comisiones. Presupone que las
condiciones familiares fueron detonantes para que ellas renunciarán (de veinte
doce renuncias). Por ello sostiene que “algunas feministas se asustaron ante la
responsabilidad de emitir opiniones”, y enfrentaron la censura y regaños de
“esposos, padres y hermanos (más
señoritas que señoras participan en las comisiones), y no se hayan atrevido
a poner en juego la tranquilad doméstica” (Foppa, 1979: 56).
Uno de los temas centrales del
Congreso Feminista fue la educación científica y racional dirigida a las
mujeres para contrarrestar la influencia de la religión. A este respecto Foppa
señala que el Congreso rompió con el yugo de las tradiciones; sin embargo
demostró que hubo mujeres dispuestas a reivindicar sus derechos. Por ello uno
de los temas centrales fue la discusión en torno a la educación femenina como
medio para liberar a las mujeres de la religión.
Foppa advierte un contradiscurso en
la propuesta educativa racionalista positivista, en especial entre la postura
de Betancourt, la discusión y los resolutivos del congreso, pues estuvo
impregnada de valores morales que confinaron a las mujeres al espacio
doméstico. El tercer tema del congreso referente a la educación, sostiene ella,
fue el que estuvo dominado por el tradicionalismo.
Foppa advierte en 1979,
que el dictamen tiene un estilo romántico y cita el ejemplo en relación a la
inclusión de los saberes médicos, farmacéuticos en la educación femenina,
principalmente vinculados a las virtudes tradicionales concebidas para las
mujeres de principios del siglo XX.
El cuarto
tema del congreso se refirió a la participación de las mujeres en cargos
públicos. Las propuestas, según Foppa, fueron más concisas y también genéricas.
Foppa es muy puntual, al señalar que, las expresiones, las discusiones, los
malentendidos, las confusiones vertidas al interior del Congreso Feminista de
1916, fueron producto de la “inmadurez” de las mujeres que se lanzan a tan gran
aventura y su gran valor y decisión; las ataduras que las mantienen dentro de
una cultura esencialmente femenina y las contradicciones entre querer y no
querer romperlas” (Foppa, 1979: 59).
Foppa sostiene que el
discurso de Galindo hizo propuestas en torno a la educación sexual, a la
desigualdad con que se juzga a las mujeres débiles que ceden al instinto y a los hombres seductores que abandonan a sus
víctimas. Un reconocimiento de Foppa es el relacionado con el uso y los temas abordados
en público. Ella escribe así: Las mujeres de entonces no hablaban en público de
aborto, ni de prostitución, ni de sexualidad. La señorita Galindo, repudiada
sin duda por la “buena sociedad” de Mérida, fue también mal vista por las
feministas (Foppa, 1979: 59).
El artículo publicado en
1979 por Alaíde Foppa cierra con el epígrafe del General Salvador Alvarado,
promotor del Congreso Feminista de 1916, que se incluyó en la edición
facsimilar con motivo del año Internacional de la Mujer, en 1975.
La mujer de nuestro país, cualquiera
que sea su categoría, es más esclava que el obrero; no puede hacer ni resolver
nada. La sociedad por su parte es criminal en las sutilezas de su juicio acerca
de la mujer, y debe ser más liberal, más consecuente, más tolerante. Ella tiene
el deber de hacerse libre, de entrar en el torneo del progreso, dando a conocer
a su majestad para hacerse respetar. Si se hace así todas las inteligencias
dormidas entrarán en acción […] la mujer fuerte es la aspiración del momento.
¡Elevad a la mujer! (Foppa, 1979: 59).
[1] Una versión más amplia de este trabajo se
intitula “Alaíde entre nosotras”. La historia, las
mujeres y los antecedentes del feminismo mexicano desde la mirada de Foppa, en
prensa.
[2] Profesora Investigadora de la BUAP.
Historiadora de origen oaxaqueño. Correo electrónico: elva.rivera@gmail.com