Mujeres en riesgo
Por Sara Lovera
En México casi el 50 por ciento
de quienes laboran en la tarea de informar son mujeres. Estamos frente a la
incorporación masiva de las mujeres en todos los sectores de la actividad
humana, un hecho que contrasta comparado con lo que sucedía hace apenas 20
años. Hoy, la mitad de las periodistas son mujeres. ¿Avances? No
necesariamente.
Según los reportes de la Casa
de los Derechos de Periodistas las mujeres vivimos los mismos riesgos que
nuestros compañeros, en el primer semestre de 2014, 52 informadoras a lo largo
ancho del país han sufrido restricciones a su trabajo profesional, amenazas,
intimidaciones, agravios a su integridad personal y persecución, aunado a
advertencias telefónicas y a través de las redes sociales.
Hace unos días mientras Janeth
Alva Villegas, reportera de la revista Contralínea dormía en su departamento,
recibió la “visita” de unos encapuchados que no tenían otra razón más que
atemorizarla; el 18 de agosto la periodista veracruzana Hylcia Trujano,
reportera del periódico El Portal y de grupo radiofónico Oliva Radio, junto con
su madre, fueron apuñaladas por dos sujetos cuando presuntamente intentaban
robar al interior de su casa en Xalapa, Veracruz. Por suerte salvaron la vida.
Algunas informadoras son
repentinamente detenidas por policías, sin razón aparente; en
tanto, medios dirigidos por las periodistas son irrumpidos por facinerosos,
encapuchados o a las puertas de sus instalaciones se encuentran con una bomba,
que muchas veces explota. Ellas y sus trabajadoras huyen. Así es como en algunos
municipios de Hidalgo parecen muy peligrosos; por no hablar de la angustia
cotidiana que significa ser periodista y mujer, y vivir y trabajar en Veracruz,
Durango y Tamaulipas.
La lista de agresiones contra
hombres y mujeres llegó a 483, en el corte del primer semestre de 2014, el
pasado 31 de julio. Según los análisis de la Casa de los Derechos de
Periodistas, el 60 por ciento de estas agresiones provienen de
funcionarios públicos de todos los niveles. Todavía hay compañeras, como Ana
Lilia Pérez, que viven en el extranjero ante las amenazas por la denuncia de
corrupción de los panistas en Oceonografía, la célebre empresa que se descubrió
defraudó a Pemex.
La peligrosidad del trabajo
periodístico, tan bien contabilizado por numerosas organizaciones civiles y
bien documentado por organismos internacionales como la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos (CIDH) no parece preocupar a las autoridades.
El caso sobresaliente, del que
Janeth Alva Villegas es víctima, es el mismo que en los últimos cuatro años ha
sufrido la revista Contralínea -de acoso, demandas civiles, judiciales,
allanamientos a casas particulares y a sus instalaciones-, una revista de
periodismo de investigación que según las autoridades sólo tiene un riesgo
considerado “bajo”, ahora que se acostumbra medir el hambre, también se miden
así las violaciones a la libertad de expresión.
Lo que ahora preocupa es que
con la parafernalia de leyes de protección, respeto a las fuentes de las y los
periodistas, los mecanismos de protección por leyes locales y federales; las
mesas de trabajo múltiples para analizar los riesgos de quienes aseguran que la
población mexicana esté informada por lo visto no funcionan.
Preocupa más la demagogia, los
golpes de pecho, las declaraciones irresponsables. El funcionariado de la
Secretaría de Gobernación no han explicado qué hacen con los fondos para
proteger a las y los informadores; el señor jefe de Gobierno, Miguel Ángel
Mancera, ha evitado cumplir con el compromiso de su antecesor de abrir un
Refugio en la Ciudad de México para las y los periodistas que huyen de sus
lugares de origen para encontrar protección, por ejemplo, en esta capital de
las libertades.
La simulación es bárbara. Pero
además, en tiempos de anuncios pomposos sobre la política pública a favor de
las mujeres, la crítica situación del feminicidio que alcanza a las
periodistas, obliga a repensar qué significa la igualdad y las oportunidades,
para las periodistas: no significa nada.
No solamente somos mujeres en
riesgo, muchas veces acosadas por nuestros maridos y nuestros conocidos, sino
porque usamos la pluma. La periodista Citlalli López en Oaxaca ha sido
intimidada por cubrir asuntos de la condición social de las mujeres y por la
participación política de esta. La intimidación que recibió la reportera
es resultado de la cobertura periodística alrededor del caso de Elizabeth
Sánchez González, quien obtuvo el fallo del Tribunal Estatal Electoral del
Poder Judicial de Oaxaca para ocupar el cargo de Síndica en el Municipio de
Tlacolula de Matamoros para el que había sido electa.
Es claro que el riesgo es ser
mujer. La violencia contra la tarea periodística ya es un reflejo de la que se
desatará por la reforma política que obliga a los partidos políticos a
presentar en sus listas electorales en las elecciones federales de 2015 a 50
por ciento mujeres. Es decir la furia aumentará.
Según el director de Asuntos
Jurídicos del Instituto Nacional de las Mujeres, Pablo Navarrete, la reacción
social, las medidas jurídicas y los trabajos de protección a las mujeres, son
los elementos generadores que han hecho aumentar el feminicidio en el país. Las
estadísticas señalan que en la actualidad son asesinadas ocho mujeres todos los
días. Navarrete lo atribuye también al aumento de la denuncia organizada.
Lo que sucede es que no ha
habido una acción del Estado y de la sociedad para enfrentar la violación a los
derechos humanos. Lo que campea es una espiral de violencia, de la que no
únicamente nos podemos hacer cargo, contándola haciendo estadísticas y dándonos
golpes de pecho, frente a esa violencia lo que no hay es justicia, el aparato
judicial de este país está rebasado.
Los innumerables y oprobiosos
agravios a periodistas no tienen una respuesta judicial, ministerios públicos,
jueces, tribunales, ministros de la Corte, no han podido frenar la espiral de
esa violencia que enluta hogares, envía mensajes de miedo, angustia e
inseguridad. La omisión y la desvergüenza llegan a niveles increíbles. A
Contralínea las autoridades le responden que su riesgo es bajo; a las denuncias
cotidianas de feminicidio se responde con vaguedades y no se actúa. Las
peticiones de las organizaciones simplemente se eluden.
Me pregunto que nos irá a decir
el presidente Enrique Peña Nieto, ahora eufórico por el record que significan
sus reformas estructurales, hechas en 20 meses, cuando la población mexicana,
pobre, sin empleo, sigue viviendo esta tremenda realidad violenta y sin
justicia.
No sé que van hacer los
funcionarios, que se pavonean con planes y programas, con discursos, cuando en
lugar de contar las desgracias y hacer estadísticas meticulosas, se diría de
gran diagnóstico, decidan actuar. Veremos.