domingo, 20 de julio de 2014

Mujeres y Política Oaxaca, espiritualidad mexicana



Mujeres y Política
Oaxaca, espiritualidad mexicana

Soledad JARQUÍN EDGAR
Oaxaca es corazón de la espiritualidad  mexicana, dijo en una reciente conferencia el escritor Enrique Krauze. La frase me gusto y la guardé para este día en la víspera del primer lunes del cerro de 2014. Cierto, la espiritualidad de los pueblos oaxaqueños no tiene par, aún cuando nada quede de la fiesta de los lunes del cerro, conocida como la Guelaguetza, excepto el paseo con gastos pagados por el erario público de personajes populares y hechos por la televisión comercial, de los políticos invitados, la ausencia del presidente mexicano en turno desde hace mucho tiempo y, claro, la sensación de un soberano gobernante recibiendo las ofrendas de su pueblo, reminiscencias del pasado.
La de Oaxaca es una espiritualidad que conquista a quien viene de fuera y enorgullece a pesar de todas las dificultades que implica vivir en esta entidad. Espiritualidad heredara y aprendida, transmitida de generación en generación, repartida en toda clase de actividades. Espiritualidad y arte, una que alimenta a la otra.
Cuando se trata de arte y artesanas o artesanos, Oaxaca se pinta sola con los pinceles de Tamayo, de Toledo, de Nieto y de Morales, solo por citar algunos cuantos; si se trata de música tendríamos que ocupar horas enteras nombrando a cada chirimía, cada banda infantil, juvenil o de adultos que hay en, tal vez, en los 570 municipios por no decir que en las cerca de diez mil comunidades que conforman esta entidad diversas y rica.
Y tendríamos que referirnos a Macedonio Alcalá que escribió sin saberlo el vals que con el tiempo adoptamos como himno: Dios Nunca Muere, pero también tenemos que recordar a las nuevas generaciones como los hermanos Martínez Bourguet y al trompetista Faustino Díaz…bueno podría no terminar nunca.
Es la espiritualidad ancestral y viva la que permite tantos y tantas creadoras, como las artesanas de barro tan memorables como Doña Rosa Nicolasa que sorprendió a personajes tan sensibles y sabios como Alfonso Caso y a María Lombardo, cuando le dio brillo a la tierra negra. Sabemos que la pareja de sabios se sentaba sobre el piso de tierra de aquella muy humilde vivienda de San Bartolo Coyotepec para admirarla durante largas horas.
Espiritualidad sustentada en las manos e imaginación de cientos, ojalá sean miles, de mujeres cuyas manos son una prolongación de los hilos de algodón o lana que nos atrapan en sus telares de cintura, que plasman, dibujan, imaginan, juegan en sus mundos de flores, paisajes, ríos de cadenillas que se entrelazan con animales y montañas, soles y lunas en ciclos interminables de vida. Mujeres que nos transmiten mensajes en sus bordados, que nos dicen cosas por cada listón que le ponen a sus huipiles y que me recuerdan que su vestimenta es sobreviviente de la conquista española, que durante años fueron desdeñados, destruidos y forzados en muchas ocasiones a ser transformados y que hoy “esos trapos de las indias mexicanas” los lucimos orgullosas, nos dan identidad y pertenencia, nos gusta llevarlos porque en esta tierra pensamos.
Espiritualidad-magia como lo hizo la sorprendente María Sabina, la Chamana de los hongos, capaz de hablar hasta con los dioses en sus montañas de Huautla de Jiménez y consultar a las estrellas, pedir consejo, honrar a la naturaleza, como lo hicieron los antiguos griegos o romanos y otras muy ancestrales culturas en todos los confines de la tierra. Ella es el nombre, a través de ella, hablamos de las miles de mujeres, ojalá sean millones, que han reconocido sus dones curativos basados en esa condición negada por la “ciencia de los hombres”, me refiero a las curanderas y parteras que en cada pueblo siguen curando el empacho, el susto, el chaneque, la alferecía, la tiña, la tiricia y claro el embrujo de envidia o de amor, y muchas otras enfermedades para las cuales la ciencia médica no tiene competencia alguna.
Si de pócimas hablamos, Oaxaca tiene la cocina más rica y más entrañable. No terminaría de nombrar cada plato resultado de mestizaje prehispánico-colonial que nos proyecta tal y como y hoy somos. Cultura culinaria transmitida de familia en familia y sí, hay que decir, enriquecida con la fusión de las especies traídas de Europa. Conocimientos que se unieron y fortalecieron, otros que se perdieron, a pesar de todo lo que nos queda es para dejar el “plato limpio” y aunque sea de mala educación, según las costumbres adquiridas, hasta chuparnos los dedos, comer con tortilla en lugar de cubiertos o chopear el pan en el espumoso chocolate.
Oaxaca tiene la espiritualidad en esa ciudad colonial, las viejas casonas del centro histórico, muchas de ellas convertidas y por tanto modificadas para operar como tiendas de ropa, hoteles, restaurantes o centro culturales y en el peor de los casos, como decía indignado el doctor Juan I. Bustamente Vasconcelos, casas derruidas para operar cono estacionamientos. Menos mal que él y otras personas, hace unos veinte años, lograron detener la destrucción, pero ya no están para detener el acaparamiento de los edificios y documentos históricos en manos de un solo hombre. Sin duda peligrosa la apuesta del gobierno.
Oaxaca es el corazón de la espiritualidad mexicana, como dijo Krauze y no se equivocó. Aquí, donde se espera la concentración de miles de visitantes en las últimas dos semanas de julio, está una de las primeras ciudades de Mesoamérica, Monte Albán. La capital zapoteca con sus edificios llenos de ciencia, de arte y de historia: el juego de pelota, Los Danzantes, los edificios, la plataforma sur, el sistema siete venado, la tumba siete, donde Caso encontró el mayor depósito de obras de orfebrería de oro y jade, en 1932, los mismos años en que como decía antes, junto con María Lombardo visitaban a doña Rosa.
En la antigua ciudad zapoteca como en la ciudad colonial esta la espiritualidad mexicana. La “fiesta” oaxaqueña de estos días atrae por ello a miles de personas, que podrían quedar encantados al igual que la gran mayoría de quienes aquí residimos, y se irán fascinados.
La espiritualidad que concentra Oaxaca no es la que se muestra en la fiesta de Guelaguetza de la que en el afán comercial se excluyó a las y los oaxaqueños hace algunos años y se volvió elitista, se convirtió en la pasarela política de quienes tienen el poder sexenio tras sexenio.
El verdadero espíritu de Oaxaca, insisto, está en su gente. Si viene a Oaxaca disfrútela, casi nunca está así, con tantas muestras de lo que somos, que revelan su enorme riqueza. Compre los productos a las artesanas pero no se atreva a regatear sus precios, ellas han pasado días y hasta meses elaborando un huipil o un mantel, una artesanía de madera, de hoja de lata o barro. Visite las localidades cercanas, tome una taza de chocolate con pan de yema, cómase uno los moles con un buen arroz, de postre los dulces oaxaqueños que son muchos y variados, una agua de horchata o chilacayota y para el “despance” nada mejor que una copa de mezcal.
Esa es la espiritualidad de Oaxaca, reconocida por el mundo entero, por quienes vienen y se enamoran de todo lo que aquí se gesta, se crea y recrea, y que todos los días en este vendaval de conflictos políticos, económicos y de tipo social, tenemos a la mano para no morir en el intento. Esa es la verdadera fiesta de Oaxaca, la que nos recuerda quiénes somos y sobre todo de dónde venimos. Quizá lo que no sabemos las y los oaxaqueños de hoy es hacia dónde vamos. Estamos confundidos.

En soledad

En Oaxaca las cosas de la política parecen decidirse en un juego de tiritos con cuicas, el que escupa más lejos empieza. Desde hace mucho tiempo el magisterio nos trae a tontas y locas, amagos y advertencias, bloqueos y marchas…eso no nos asusta, es lo que como sociedad hemos naturalizado o normalizado, dijéramos están en su papel. El que no está en su papel es Gabino Cué Monteagudo, ya le ganaron varias canicas.
Es visible que está solo, que gobierna en soledad, contrario a lo que sucedió en 2010 cuando llegó arropado por los partidos políticos que conformaban la Coalición Unidos por la Paz y el Progreso (PAN, PRD y Convergencia) e, incluso, días antes recibió el respaldo de Nueva Alianza cuando la candidata, Irma Piñeyro, fue obligada a declinar a su favor nada más ni nada menos que por la hoy huésped del reclusorio femenil, la ex dirigente magisterial Elba Esther Gordillo. O sea no eran tres sino cuatro los partidos políticos y sus militancias las que se sumaban al nuevo proyecto que expulsaría al PRI del gobierno.
Gabino estaba más que arropado, porque también tenía la esperanza de miles de ciudadanas y ciudadanos que veían posible el cambio, la frase más repetida entonces era ¡Basta del PRI, fuera el PRI!, sólo superada por aquella del ¡Ya cayó, ya cayó! En ambas consignas algo pasa, ¿será un maleficio? Porque ni el PRI está lejos del gobierno de la Paz y del Progreso ni el que tenía que caer, cayó.
Hoy, muy cerca de cuatro años de mandato y por ende muy cerca del final, el sexenio de la esperanza del cambio se diluye. Las fuerzas vivas como las partidistas lo han dejado solo. Los maestros juegan sus canicas y le echan montón. No habrá boicot a la guelaguetza este lunes, lo cual significa un respiro, de todos modos Alberto Esteva, secretario de Seguridad Pública, ya estaba listo para arriarlos a macanazos, anunció esta semana.
En ese estire y afloje, las y los oaxaqueños perdemos, amén de lo que signifique de fondo o han significado los muchos años de conflicto magisterial. El juego de canicas continúa, solo que Gabino a veces se equivoca y dispara a un profundo hoyo que resulta ser un hormiguero, del que sale totalmente picoteado y no hay quien le advierta sobre los peligros que corre, sobre las malas decisiones que toma y sobre lo solo, solo, solo que empieza a ser visto, demasiado pronto se dibuja su final.
@jarquinedgar