Mujeres y Política
Oaxaca, espiritualidad mexicana
Soledad JARQUÍN EDGAR
Oaxaca es corazón de la espiritualidad mexicana, dijo en una reciente conferencia el
escritor Enrique Krauze. La frase me gusto y la guardé para este día en la
víspera del primer lunes del cerro de 2014. Cierto, la espiritualidad de los
pueblos oaxaqueños no tiene par, aún cuando nada quede de la fiesta de los
lunes del cerro, conocida como la Guelaguetza, excepto el paseo con gastos
pagados por el erario público de personajes populares y hechos por la
televisión comercial, de los políticos invitados, la ausencia del presidente
mexicano en turno desde hace mucho tiempo y, claro, la sensación de un soberano
gobernante recibiendo las ofrendas de su pueblo, reminiscencias del pasado.
La de Oaxaca es una espiritualidad que conquista a
quien viene de fuera y enorgullece a pesar de todas las dificultades que
implica vivir en esta entidad. Espiritualidad heredara y aprendida, transmitida
de generación en generación, repartida en toda clase de actividades.
Espiritualidad y arte, una que alimenta a la otra.
Cuando se trata de arte y artesanas o artesanos,
Oaxaca se pinta sola con los pinceles de Tamayo, de Toledo, de Nieto y de
Morales, solo por citar algunos cuantos; si se trata de música tendríamos que
ocupar horas enteras nombrando a cada chirimía, cada banda infantil, juvenil o
de adultos que hay en, tal vez, en los 570 municipios por no decir que en las
cerca de diez mil comunidades que conforman esta entidad diversas y rica.
Y tendríamos que referirnos a Macedonio Alcalá que
escribió sin saberlo el vals que con el tiempo adoptamos como himno: Dios Nunca
Muere, pero también tenemos que recordar a las nuevas generaciones como los
hermanos Martínez Bourguet y al trompetista Faustino Díaz…bueno podría no
terminar nunca.
Es la espiritualidad ancestral y viva la que permite
tantos y tantas creadoras, como las artesanas de barro tan memorables como Doña
Rosa Nicolasa que sorprendió a personajes tan sensibles y sabios como Alfonso
Caso y a María Lombardo, cuando le dio brillo a la tierra negra. Sabemos que la
pareja de sabios se sentaba sobre el piso de tierra de aquella muy humilde
vivienda de San Bartolo Coyotepec para admirarla durante largas horas.
Espiritualidad sustentada en las manos e imaginación
de cientos, ojalá sean miles, de mujeres cuyas manos son una prolongación de
los hilos de algodón o lana que nos atrapan en sus telares de cintura, que
plasman, dibujan, imaginan, juegan en sus mundos de flores, paisajes, ríos de
cadenillas que se entrelazan con animales y montañas, soles y lunas en ciclos
interminables de vida. Mujeres que nos transmiten mensajes en sus bordados, que
nos dicen cosas por cada listón que le ponen a sus huipiles y que me recuerdan
que su vestimenta es sobreviviente de la conquista española, que durante años
fueron desdeñados, destruidos y forzados en muchas ocasiones a ser
transformados y que hoy “esos trapos de las indias mexicanas” los lucimos
orgullosas, nos dan identidad y pertenencia, nos gusta llevarlos porque en esta
tierra pensamos.
Espiritualidad-magia como lo hizo la sorprendente
María Sabina, la Chamana de los hongos, capaz de hablar hasta con los dioses en
sus montañas de Huautla de Jiménez y consultar a las estrellas, pedir consejo,
honrar a la naturaleza, como lo hicieron los antiguos griegos o romanos y otras
muy ancestrales culturas en todos los confines de la tierra. Ella es el nombre,
a través de ella, hablamos de las miles de mujeres, ojalá sean millones, que
han reconocido sus dones curativos basados en esa condición negada por la
“ciencia de los hombres”, me refiero a las curanderas y parteras que en cada
pueblo siguen curando el empacho, el susto, el chaneque, la alferecía, la tiña,
la tiricia y claro el embrujo de envidia o de amor, y muchas otras enfermedades
para las cuales la ciencia médica no tiene competencia alguna.
Si de pócimas hablamos, Oaxaca tiene la cocina más
rica y más entrañable. No terminaría de nombrar cada plato resultado de
mestizaje prehispánico-colonial que nos proyecta tal y como y hoy somos.
Cultura culinaria transmitida de familia en familia y sí, hay que decir,
enriquecida con la fusión de las especies traídas de Europa. Conocimientos que
se unieron y fortalecieron, otros que se perdieron, a pesar de todo lo que nos
queda es para dejar el “plato limpio” y aunque sea de mala educación, según las
costumbres adquiridas, hasta chuparnos los dedos, comer con tortilla en lugar
de cubiertos o chopear el pan en el espumoso chocolate.
Oaxaca tiene la espiritualidad en esa ciudad colonial,
las viejas casonas del centro histórico, muchas de ellas convertidas y por
tanto modificadas para operar como tiendas de ropa, hoteles, restaurantes o
centro culturales y en el peor de los casos, como decía indignado el doctor
Juan I. Bustamente Vasconcelos, casas derruidas para operar cono
estacionamientos. Menos mal que él y otras personas, hace unos veinte años,
lograron detener la destrucción, pero ya no están para detener el acaparamiento
de los edificios y documentos históricos en manos de un solo hombre. Sin duda
peligrosa la apuesta del gobierno.
Oaxaca es el corazón de la espiritualidad mexicana,
como dijo Krauze y no se equivocó. Aquí, donde se espera la concentración de
miles de visitantes en las últimas dos semanas de julio, está una de las primeras
ciudades de Mesoamérica, Monte Albán. La capital zapoteca con sus edificios
llenos de ciencia, de arte y de historia: el juego de pelota, Los Danzantes,
los edificios, la plataforma sur, el sistema siete venado, la tumba siete,
donde Caso encontró el mayor depósito de obras de orfebrería de oro y jade, en
1932, los mismos años en que como decía antes, junto con María Lombardo visitaban
a doña Rosa.
En la antigua ciudad zapoteca como en la ciudad
colonial esta la espiritualidad mexicana. La “fiesta” oaxaqueña de estos días
atrae por ello a miles de personas, que podrían quedar encantados al igual que
la gran mayoría de quienes aquí residimos, y se irán fascinados.
La espiritualidad que concentra Oaxaca no es la que se
muestra en la fiesta de Guelaguetza de la que en el afán comercial se excluyó a
las y los oaxaqueños hace algunos años y se volvió elitista, se convirtió en la
pasarela política de quienes tienen el poder sexenio tras sexenio.
El verdadero espíritu de Oaxaca, insisto, está en su
gente. Si viene a Oaxaca disfrútela, casi nunca está así, con tantas muestras
de lo que somos, que revelan su enorme riqueza. Compre los productos a las
artesanas pero no se atreva a regatear sus precios, ellas han pasado días y
hasta meses elaborando un huipil o un mantel, una artesanía de madera, de hoja
de lata o barro. Visite las localidades cercanas, tome una taza de chocolate
con pan de yema, cómase uno los moles con un buen arroz, de postre los dulces
oaxaqueños que son muchos y variados, una agua de horchata o chilacayota y para
el “despance” nada mejor que una copa de mezcal.
Esa es la espiritualidad de Oaxaca, reconocida por el
mundo entero, por quienes vienen y se enamoran de todo lo que aquí se gesta, se
crea y recrea, y que todos los días en este vendaval de conflictos políticos,
económicos y de tipo social, tenemos a la mano para no morir en el intento. Esa
es la verdadera fiesta de Oaxaca, la que nos recuerda quiénes somos y sobre
todo de dónde venimos. Quizá lo que no sabemos las y los oaxaqueños de hoy es
hacia dónde vamos. Estamos confundidos.
En soledad
En Oaxaca las cosas de la política parecen decidirse en
un juego de tiritos con cuicas, el que escupa más lejos empieza. Desde hace
mucho tiempo el magisterio nos trae a tontas y locas, amagos y advertencias,
bloqueos y marchas…eso no nos asusta, es lo que como sociedad hemos
naturalizado o normalizado, dijéramos están en su papel. El que no está en su
papel es Gabino Cué Monteagudo, ya le ganaron varias canicas.
Es visible que está solo, que gobierna en soledad,
contrario a lo que sucedió en 2010 cuando llegó arropado por los partidos
políticos que conformaban la Coalición Unidos por la Paz y el Progreso (PAN,
PRD y Convergencia) e, incluso, días antes recibió el respaldo de Nueva Alianza
cuando la candidata, Irma Piñeyro, fue obligada a declinar a su favor nada más
ni nada menos que por la hoy huésped del reclusorio femenil, la ex dirigente
magisterial Elba Esther Gordillo. O sea no eran tres sino cuatro los partidos
políticos y sus militancias las que se sumaban al nuevo proyecto que expulsaría
al PRI del gobierno.
Gabino estaba más que arropado, porque también tenía
la esperanza de miles de ciudadanas y ciudadanos que veían posible el cambio,
la frase más repetida entonces era ¡Basta del PRI, fuera el PRI!, sólo superada
por aquella del ¡Ya cayó, ya cayó! En ambas consignas algo pasa, ¿será un
maleficio? Porque ni el PRI está lejos del gobierno de la Paz y del Progreso ni
el que tenía que caer, cayó.
Hoy, muy cerca de cuatro años de mandato y por ende
muy cerca del final, el sexenio de la esperanza del cambio se diluye. Las
fuerzas vivas como las partidistas lo han dejado solo. Los maestros juegan sus
canicas y le echan montón. No habrá boicot a la guelaguetza este lunes, lo cual
significa un respiro, de todos modos Alberto Esteva, secretario de Seguridad
Pública, ya estaba listo para arriarlos a macanazos, anunció esta semana.
En ese estire y afloje, las y los oaxaqueños perdemos,
amén de lo que signifique de fondo o han significado los muchos años de conflicto
magisterial. El juego de canicas continúa, solo que Gabino a veces se equivoca
y dispara a un profundo hoyo que resulta ser un hormiguero, del que sale
totalmente picoteado y no hay quien le advierta sobre los peligros que corre,
sobre las malas decisiones que toma y sobre lo solo, solo, solo que empieza a
ser visto, demasiado pronto se dibuja su final.
@jarquinedgar