Imágenes materna y paterna en las
relaciones de violencia
* Las y los adolescentes se
sienten incapaces de enfrentar su realidad, por lo que minimizan su capacidad
de autoprotección
La familia continúa siendo el
principal generador de la violencia, al repetir patrones de comportamiento
violento, generando síntomas de indefensión, es decir, que la persona
violentada se siente abandonada, desamparada, incapaz de soportarlo desde su
interior y realidad psíquica.
Así lo estableció la
investigación titulada La percepción de las imágenes materna y paterna en
relaciones de violencia y su identificación con modelos de víctima y victimario
en adolescentes, realizada por la Psicóloga de la Preparatoria No. 7 de la
Universidad Autónoma Benito Juárez de
Oaxaca, María Antonieta Canseco Cervantes, y la Maestra Rosa Ivonne Torres
Castillo, Profesora-investigadora de la Facultad de Psicología de la
Universidad Regional del Sureste (URSE).
Auspiciada por el Instituto
Municipal de la Mujer de Oaxaca de Juárez la investigación tuvo el objetivo de
indagar sobre la dinámica familiar en un contexto a partir de las unidades de
selección contempladas en dos escuelas secundarias públicas, la Gregorio Torres Quintero y la Moisés Sáenz
Garza.
La investigación también arrojó
que la estructura psíquica que presentan las y los adolescentes ya poseen
condiciones emocionales que los preparan para repetir patrones de violencia,
con los cuales han estado en contacto, ya sea de manera activa o pasiva, siendo
víctimas y/o victimarios, pudiendo estar propensos a repetir patrones de
comportamiento que forman parte de “un modo de ser”, ya sea como parte de un
proceso de aprendizaje socio-cultural, o bien como un proceso individual de
identificación de la niñez y la juventud con los modelos que están presentes en
sus hogares.
Para obtener los resultados, las
investigadoras aplicaron un cuestionario estructura a 278 estudiantes, hombres
y mujeres, de 14 a 15 años de edad, de los cuales fueron seleccionados 32
cuestionarios, luego que las y los estudiantes señalaron tener dificultades con
alguno o algunos miembros de su familia.
A la primera escuela de referencia correspondieron 10 que representan el 7.8 por
ciento del total de cuestionarios aplicados
y a la segunda 22 que representan el 14.5 por ciento. A estos
estudiantes se les aplicaron las pruebas proyectivas gráficas: Test de la
figura humana de Karen Machover y el Test de una persona bajo la lluvia.
La composición por sexo de los
estudiantes investigados fue de 44 por ciento hombres y 56 por ciento mujeres.
En cuanto al grado escolar de las y los adolescentes investigados, el 53 por
ciento se encuentra cursando el tercer grado y 47 por ciento segundo grado. La
edad comprendida fue de 14 años (84 por ciento) y 15 años (16 por ciento).
En ambas escuelas, los hogares
familiares son en su mayoría extensos (18 casos), seguidos de los hogares
nucleares conyugales que son 14. En números porcentuales los hogares extensos
constituyen el 56.25 por ciento.
Refiriéndonos al número de
integrantes de la familia, el puntaje más alto fue de 12 casos de familias conformadas por cinco
integrantes seguidos de nueve casos de 10 o más integrantes y siete casos de
cuatro integrantes de la familia. Si consideramos el promedio de integrantes es
de 6.3 hijos. Este número es diferente según la clase: en el hogar nuclear hay
en promedio 4.7 hijos mientras que en los extensos el promedio es de 7.5. Los
hogares nucleares (14) representan el 43.75 por ciento de los hogares
estudiados, ocho fueron biparentales y seis monoparentales con jefatura
femenina.
Por la ausencia de algún miembro
en estas unidades familiares, se encontró que de los 18 casos referidos
previamente, 12 de ellos que representan el 67 por ciento no cuentan con el padre o madre (11 casos sin
padre y uno sin la madre).
Se puede constatar que la figura
del padre es una figura ausente, en el mejor de los casos es eventual o
transitoria. En ocasiones, cuando aparece en el hogar, es para ser atendido y
obedecido.
En los test se encontraron
indicadores de baja autoestima y pobre autoconcepto; ambos son referentes de la
percepción que los demás tienen de “uno mismo”. Las figuras aparecen
distorsionadas, indicativo de una percepción distorsionada de sí mismo. Cabe
hacer mención que la literatura especializada señala que esto puede deberse a
estados recurrentes de ansiedad elevada.
En los hombres sobresale una
tendencia a actuar de manera impulsiva y agresiva debido a la frustración y
resentimiento, ante situaciones de estrés provenientes del ambiente exterior.
Otros indicadores detectados
sugieren estados de ansiedad y angustia significativos, ya que surgen ante las
experiencias traumáticas. La
preocupación por los problemas emocionales se ven reflejados en el cuerpo
(alteraciones psicosomáticas), generando en los individuos sometidos a estrés
continuo, sentimientos de inferioridad, inmadurez emocional y dependencia a la
figura materna.
En ambos sexos se observó
retraimiento emocional, que afecta en las relaciones sociales que establecen.
Otros más proyectan impulsividad y ausencia de control de impulsos o en su
caso, poco control.
De igual manera pueden apreciarse
rasgos obsesivos, en ambos géneros que predominan en los hombres, como una
necesidad compulsiva de defenderse de los impulsos agresivos que recibe del exterior,
por la angustia de la amenaza real o fantaseada.
Se puede destacar que las y los
adolescentes se sienten incapaces de enfrentar su realidad, por lo que
minimizan su capacidad de autoprotección, proyectando indefensión yoica,
sensación de debilidad y falta de ayuda. Las y los adolescentes además
manifiestan en sus dibujos, rasgos depresivos, con fases de júbilo (defensas
maníacas), interpretándose como señal de sufrimiento.