martes, 22 de julio de 2014

Imágenes materna y paterna en las relaciones de violencia


Imágenes materna y paterna en las relaciones de violencia

* Las y los adolescentes se sienten incapaces de enfrentar su realidad, por lo que minimizan su capacidad de autoprotección

La familia continúa siendo el principal generador de la violencia, al repetir patrones de comportamiento violento, generando síntomas de indefensión, es decir, que la persona violentada se siente abandonada, desamparada, incapaz de soportarlo desde su interior y realidad psíquica.
Así lo estableció la investigación titulada La percepción de las imágenes materna y paterna en relaciones de violencia y su identificación con modelos de víctima y victimario en adolescentes, realizada por la Psicóloga de la Preparatoria No. 7 de la Universidad  Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, María Antonieta Canseco Cervantes, y la Maestra Rosa Ivonne Torres Castillo, Profesora-investigadora de la Facultad de Psicología de la Universidad Regional del Sureste (URSE).
Auspiciada por el Instituto Municipal de la Mujer de Oaxaca de Juárez la investigación tuvo el objetivo de indagar sobre la dinámica familiar en un contexto a partir de las unidades de selección contempladas en dos escuelas secundarias públicas,  la Gregorio Torres Quintero y la Moisés Sáenz Garza.
La investigación también arrojó que la estructura psíquica que presentan las y los adolescentes ya poseen condiciones emocionales que los preparan para repetir patrones de violencia, con los cuales han estado en contacto, ya sea de manera activa o pasiva, siendo víctimas y/o victimarios, pudiendo estar propensos a repetir patrones de comportamiento que forman parte de “un modo de ser”, ya sea como parte de un proceso de aprendizaje socio-cultural, o bien como un proceso individual de identificación de la niñez y la juventud con los modelos que están presentes en sus hogares.
Para obtener los resultados, las investigadoras aplicaron un cuestionario estructura a 278 estudiantes, hombres y mujeres, de 14 a 15 años de edad, de los cuales fueron seleccionados 32 cuestionarios, luego que las y los estudiantes señalaron tener dificultades con alguno o algunos miembros de su familia.
A la primera  escuela de referencia  correspondieron 10 que representan el 7.8 por ciento del total de cuestionarios aplicados  y a la segunda 22 que representan el 14.5 por ciento. A estos estudiantes se les aplicaron las pruebas proyectivas gráficas: Test de la figura humana de Karen Machover y el Test de una persona bajo la lluvia.
La composición por sexo de los estudiantes investigados fue de 44 por ciento hombres y 56 por ciento mujeres. En cuanto al grado escolar de las y los adolescentes investigados, el 53 por ciento se encuentra cursando el tercer grado y 47 por ciento segundo grado. La edad comprendida fue de 14 años (84 por ciento) y 15 años (16 por ciento).
En ambas escuelas, los hogares familiares son en su mayoría extensos (18 casos), seguidos de los hogares nucleares conyugales que son 14. En números porcentuales los hogares extensos constituyen el 56.25 por ciento.
Refiriéndonos al número de integrantes de la familia, el puntaje más alto fue de 12  casos de familias conformadas por cinco integrantes seguidos de nueve casos de 10 o más integrantes y siete casos de cuatro integrantes de la familia. Si consideramos el promedio de integrantes es de 6.3 hijos. Este número es diferente según la clase: en el hogar nuclear hay en promedio 4.7 hijos mientras que en los extensos el promedio es de 7.5. Los hogares nucleares (14) representan el 43.75 por ciento de los hogares estudiados, ocho fueron biparentales y seis monoparentales con jefatura femenina.
Por la ausencia de algún miembro en estas unidades familiares, se encontró que de los 18 casos referidos previamente, 12 de ellos que representan el 67 por ciento  no cuentan con el padre o madre (11 casos sin padre y uno sin la madre).
Se puede constatar que la figura del padre es una figura ausente, en el mejor de los casos es eventual o transitoria. En ocasiones, cuando aparece en el hogar, es para ser atendido y obedecido.
En los test se encontraron indicadores de baja autoestima y pobre autoconcepto; ambos son referentes de la percepción que los demás tienen de “uno mismo”. Las figuras aparecen distorsionadas, indicativo de una percepción distorsionada de sí mismo. Cabe hacer mención que la literatura especializada señala que esto puede deberse a estados recurrentes de ansiedad elevada.
En los hombres sobresale una tendencia a actuar de manera impulsiva y agresiva debido a la frustración y resentimiento, ante situaciones de estrés provenientes del ambiente exterior.
Otros indicadores detectados sugieren estados de ansiedad y angustia significativos, ya que surgen ante las experiencias traumáticas.  La preocupación por los problemas emocionales se ven reflejados en el cuerpo (alteraciones psicosomáticas), generando en los individuos sometidos a estrés continuo, sentimientos de inferioridad, inmadurez emocional y dependencia a la figura materna.
En ambos sexos se observó retraimiento emocional, que afecta en las relaciones sociales que establecen. Otros más proyectan impulsividad y ausencia de control de impulsos o en su caso, poco control.
De igual manera pueden apreciarse rasgos obsesivos, en ambos géneros que predominan en los hombres, como una necesidad compulsiva de defenderse de los impulsos agresivos que recibe del exterior, por la angustia de la amenaza real o fantaseada.
Se puede destacar que las y los adolescentes se sienten incapaces de enfrentar su realidad, por lo que minimizan su capacidad de autoprotección, proyectando indefensión yoica, sensación de debilidad y falta de ayuda. Las y los adolescentes además manifiestan en sus dibujos, rasgos depresivos, con fases de júbilo (defensas maníacas), interpretándose como señal de sufrimiento.