lunes, 26 de mayo de 2014

Mujeres y Política Violencia institucional

Mujeres y Política
Violencia institucional

Soledad JARQUÍN EDGAR
Hay muchas y terribles historias detrás de la violencia contra las mujeres. Hay muchos esfuerzos institucionales impulsados por las feministas para contrarrestar este problema directamente relacionado con la falsa supremacía de los hombres y hay muchas iniciativas y dinero invertido sin mayores consecuencias. Las cifras son demoledoras.
Esta semana, en Oaxaca, llegamos al feminicidio 290 desde que inició el gobierno de Gabino Cué y hemos rebasado con mucho todas las expectativas de retroceder en estas cifras negras y en avanzar en la consecución de una vida libre de violencia para las mujeres.
Las comparaciones con los anteriores gobiernos dejan en estado de indefensión hasta el eslogan sexista que utiliza: “Oaxaca de todos, un Gobierno para todos”, nada más trágico que esto que hoy sucede con Gabino Cué. Oaxaca, insistimos, es un lugar peligroso, altamente peligroso para las mujeres, para vivir una vida libre de violencia de género y con los derechos humanos respectivos.
Las mujeres, las feministas, de manera colectiva o en el pequeño grupo, en el colectivo de breve espacio y largo alcance hasta las instituciones internacionales han discutido una y mil veces cuál es el meollo del asunto; las académicas han hecho investigaciones tenaces y las activistas han puesto el dedo en la vieja herida de las mujeres: la violencia y hay una conclusión más o menos general que no favorece a las mujeres, la hegemonía patriarcal sustentada en el machismo, el sexismo y la misoginia.
Y, por otro lado, otra que va de su mano porque es producto de la primera, son los hijos –varones todos- predilectos del patriarcado: los poderes económico, político, social y hasta histórico. El poder político del que se esperan cambios, transformaciones que hagan más humana esta sociedad, el poder político del pequeño pueblo hasta la gran ciudad, el poder político de un hombre generalmente sobre una ciudadanía mayoritariamente de mujeres. Un poder político que debería sustentarse en la clave fundamental, trillada, pero vigente: la voluntad política del gobernante.
Eso es más o menos, de manera somera, rápida y sin mayor ciencia –que yo cito por encima, pero con mucha conciencia- la conclusión a la que han llegado invariablemente las feministas de todos los feminismos, como el otro gran y grave meollo que no ha sido posible conquistar del todo, a veces solo en pequeñas porciones, en otras ocasiones migajas y cuando parece que vendrá todo, que por fin algo se mueve, nuevamente las promesas políticas o del político en turno se vuelven actos circunstanciales, sin profundidad, con un rumbo totalmente populista que no hace una real conciencia del significado que tiene la violencia en la vida de una, de cientos, de miles y de millones de mujeres, huellas no siempre indelebles que se quedan en la piel, en la incapacidad física o emocional, en el miedo, en el terror permanente de las sobrevivientes de la violencia y en la honda e irreparable pérdida de las víctimas del feminicidio.
Las oaxaqueñas sin duda alguna vivimos una trágica circunstancia: la falta de voluntad política, una voluntad política que transforme y que se traduzca en la reducción drástica de las estadísticas, en la vida de esas miles de mujeres y en la vida de estas casi 300 familias que hoy siguen huérfanas de sus hijas, hermanas o madres, y una sociedad que también está desamparada por la ausencia de esas mujeres que construyen, producen, crean, instruyen, educan, proveen en lo material e inmaterial, todas insustituibles.
Es esa falta de voluntad política con las ciudadanas, que se contagia o que se aprende, la que preocupa. Esta semana una llamada anónima, incluyendo a la que escribe, alertó todos los sentidos. En el Centro de Atención a Víctimas de Violencia Intrafamiliar, que se administra desde el Instituto Municipal de la Mujer del gobierno de la capital oaxaqueña, se registra lo inverosímil decía la denuncia en el sentido de que además de racionar los alimentos a las mujeres y sus hijo e hijas, se les condiciona su “estancia” y se le amenaza con que pronto, muy pronto tendrán que salir.
De esto ya les habíamos advertido. No tengo la menor idea de qué es lo que pretenda hacer el municipio de Oaxaca de Juárez, que encabeza el priista Javier Villacaña Jiménez, con el CAVI, lo cierto es que parece ser el talón de Aquiles de la preferida del otro co-gobernante de la ciudad de capital, me refiero al diputado federal y líder de tianguistas Hugo Jarquín, me refiero a la directora de la instancia de género del gobierno municipal, Eva Patricia Bravo Espinosa.
Fue por ahí donde la funcionaria hizo todo lo posible para que quedara fuera una mujer que con el timpo se había especializado en la materia, Nora García Cancino, finalmente logró su cometido y en su lugar fue nombrada María del Carmen González Tellache, quien fue presentada por el propio munícipe como “la hija de un magistrado”, así o más burdo, la funcionaria es por los otros, en este caso su padre y no por sus propios méritos.
Las denunciantes explicaron a esta reportera que desde hace poco más de un mes los alimentos son pichi cateados, incluyendo las tortillas y que si antes se compraba una despensa cada determinado tiempo, hoy cada día se tiene que ir por la ración del día hasta el otro lado de la ciudad donde se encuentran las oficinas de ese entelequia en que han convertido al Imnujeres-Oaxaca.
Este refugio, creado en aquellos buenos años de Gabino Cué como presidente municipal, a solicitud, claro, de las muchas exigencia de contar con un lugar donde las mujeres víctimas de violencia pudieran ser resguardadas, cuidadas, protegidas, curadas –incluso-, donde pudieran recibir atención psicológica, asesoría legal si fuera necesaria, pero sobre todo alejadas de las manos golpeadoras de sus agresores.
Es en este lugar donde las historias que escuché como reportera y  que no escribí porque no podía hacerlo, salvo en contadas excepciones y sin referencias verdaderas, fueron desgarradoras, casi tan terribles como las que hoy nos escandalizan y sobrecogen el corazón y que suceden en países del lejano oriente o del islam, donde ellas son lapidas, pues aquí hay casos de mutilación, violación, golpizas interminables, secuestros, trata de personas, mujeres y sus hijas e hijos que han sido víctimas de la violencia machista no sólo por una noche, sino por meses, por años, incluso.
Por eso resulta increíble que ese espacio, ese refugio para las mujeres en el estricto sentido de la palabra, sea el de la otra violencia, la violencia institucional, en aras de no sabemos qué cosa. Tal vez pretendan utilizar el refugio para otra cosa, tal vez pretendan darle un giro, pero racionar los alimentos, dejarlas por más de un mes sin terapia ocupacional y advertirles que tendrán que abandonar el lugar en breve resulta francamente inhumano y cruel, misoginia pura ejercida por políticos sin conciencia de género lo que incluye a la titular del Inmujer y había que decirlo a la nueva directora que todo parece está atrapada en una nueva red de complicidades.
Se hizo lo correcto, será la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca la que haga las investigaciones correspondientes, ya iniciaron desde el pasado miércoles las entrevistas con las usuarias, seguirán las trabajadoras y dará sus conclusiones en breve. Si las cosas no son como decía la denuncia pública qué bueno, pero sí resulta lo contrario el gobierno de la capital oaxaqueña recibirá una recomendación por violación a los derechos humanos, pero conste que las organizaciones de la sociedad civil preocupadas por los derechos de las mujeres se lo advirtieron a Villacaña, quien no tuvo el valor suficiente para poner orden en tan importante espacio.
@jarquinedgar