Mujeres y Política
Violencia institucional
Soledad JARQUÍN EDGAR
Hay muchas y terribles historias detrás de la
violencia contra las mujeres. Hay muchos esfuerzos institucionales impulsados
por las feministas para contrarrestar este problema directamente relacionado
con la falsa supremacía de los hombres y hay muchas iniciativas y dinero
invertido sin mayores consecuencias. Las cifras son demoledoras.
Esta semana, en Oaxaca, llegamos al feminicidio 290
desde que inició el gobierno de Gabino Cué y hemos rebasado con mucho todas las
expectativas de retroceder en estas cifras negras y en avanzar en la
consecución de una vida libre de violencia para las mujeres.
Las comparaciones con los anteriores gobiernos dejan
en estado de indefensión hasta el eslogan sexista que utiliza: “Oaxaca de todos, un Gobierno para todos”,
nada más trágico que esto que hoy sucede con Gabino Cué. Oaxaca, insistimos, es
un lugar peligroso, altamente peligroso para las mujeres, para vivir una vida
libre de violencia de género y con los derechos humanos respectivos.
Las mujeres, las feministas, de manera colectiva o en
el pequeño grupo, en el colectivo de breve espacio y largo alcance hasta las
instituciones internacionales han discutido una y mil veces cuál es el meollo
del asunto; las académicas han hecho investigaciones tenaces y las activistas
han puesto el dedo en la vieja herida de las mujeres: la violencia y hay una
conclusión más o menos general que no favorece a las mujeres, la hegemonía
patriarcal sustentada en el machismo, el sexismo y la misoginia.
Y, por otro lado, otra que va de su mano porque es
producto de la primera, son los hijos –varones todos- predilectos del
patriarcado: los poderes económico, político, social y hasta histórico. El
poder político del que se esperan cambios, transformaciones que hagan más
humana esta sociedad, el poder político del pequeño pueblo hasta la gran
ciudad, el poder político de un hombre generalmente sobre una ciudadanía
mayoritariamente de mujeres. Un poder político que debería sustentarse en la
clave fundamental, trillada, pero vigente: la voluntad política del gobernante.
Eso es más o menos, de manera somera, rápida y sin mayor
ciencia –que yo cito por encima, pero con mucha conciencia- la conclusión a la
que han llegado invariablemente las feministas de todos los feminismos, como el
otro gran y grave meollo que no ha sido posible conquistar del todo, a veces
solo en pequeñas porciones, en otras ocasiones migajas y cuando parece que
vendrá todo, que por fin algo se mueve, nuevamente las promesas políticas o del
político en turno se vuelven actos circunstanciales, sin profundidad, con un
rumbo totalmente populista que no hace una real conciencia del significado que
tiene la violencia en la vida de una, de cientos, de miles y de millones de
mujeres, huellas no siempre indelebles que se quedan en la piel, en la
incapacidad física o emocional, en el miedo, en el terror permanente de las
sobrevivientes de la violencia y en la honda e irreparable pérdida de las
víctimas del feminicidio.
Las oaxaqueñas sin duda alguna vivimos una trágica
circunstancia: la falta de voluntad política, una voluntad política que
transforme y que se traduzca en la reducción drástica de las estadísticas, en
la vida de esas miles de mujeres y en la vida de estas casi 300 familias que
hoy siguen huérfanas de sus hijas, hermanas o madres, y una sociedad que
también está desamparada por la ausencia de esas mujeres que construyen,
producen, crean, instruyen, educan, proveen en lo material e inmaterial, todas
insustituibles.
Es esa falta de voluntad política con las ciudadanas,
que se contagia o que se aprende, la que preocupa. Esta semana una llamada
anónima, incluyendo a la que escribe, alertó todos los sentidos. En el Centro
de Atención a Víctimas de Violencia Intrafamiliar, que se administra desde el
Instituto Municipal de la Mujer del gobierno de la capital oaxaqueña, se
registra lo inverosímil decía la denuncia en el sentido de que además de
racionar los alimentos a las mujeres y sus hijo e hijas, se les condiciona su
“estancia” y se le amenaza con que pronto, muy pronto tendrán que salir.
De esto ya les habíamos advertido. No tengo la menor
idea de qué es lo que pretenda hacer el municipio de Oaxaca de Juárez, que
encabeza el priista Javier Villacaña Jiménez, con el CAVI, lo cierto es que
parece ser el talón de Aquiles de la preferida del otro co-gobernante de la
ciudad de capital, me refiero al diputado federal y líder de tianguistas Hugo
Jarquín, me refiero a la directora de la instancia de género del gobierno municipal,
Eva Patricia Bravo Espinosa.
Fue por ahí donde la funcionaria hizo todo lo posible
para que quedara fuera una mujer que con el timpo se había especializado en la
materia, Nora García Cancino, finalmente logró su cometido y en su lugar fue
nombrada María del Carmen González Tellache, quien fue presentada por el propio
munícipe como “la hija de un magistrado”, así o más burdo, la funcionaria es
por los otros, en este caso su padre y no por sus propios méritos.
Las denunciantes explicaron a esta reportera que desde
hace poco más de un mes los alimentos son pichi cateados, incluyendo las
tortillas y que si antes se compraba una despensa cada determinado tiempo, hoy
cada día se tiene que ir por la ración del día hasta el otro lado de la ciudad
donde se encuentran las oficinas de ese entelequia en que han convertido al
Imnujeres-Oaxaca.
Este refugio, creado en aquellos buenos años de Gabino
Cué como presidente municipal, a solicitud, claro, de las muchas exigencia de
contar con un lugar donde las mujeres víctimas de violencia pudieran ser
resguardadas, cuidadas, protegidas, curadas –incluso-, donde pudieran recibir
atención psicológica, asesoría legal si fuera necesaria, pero sobre todo
alejadas de las manos golpeadoras de sus agresores.
Es en este lugar donde las historias que escuché como
reportera y que no escribí porque no
podía hacerlo, salvo en contadas excepciones y sin referencias verdaderas,
fueron desgarradoras, casi tan terribles como las que hoy nos escandalizan y
sobrecogen el corazón y que suceden en países del lejano oriente o del islam,
donde ellas son lapidas, pues aquí hay casos de mutilación, violación, golpizas
interminables, secuestros, trata de personas, mujeres y sus hijas e hijos que
han sido víctimas de la violencia machista no sólo por una noche, sino por
meses, por años, incluso.
Por eso resulta increíble que ese espacio, ese refugio
para las mujeres en el estricto sentido de la palabra, sea el de la otra
violencia, la violencia institucional, en aras de no sabemos qué cosa. Tal vez
pretendan utilizar el refugio para otra cosa, tal vez pretendan darle un giro,
pero racionar los alimentos, dejarlas por más de un mes sin terapia ocupacional
y advertirles que tendrán que abandonar el lugar en breve resulta francamente
inhumano y cruel, misoginia pura ejercida por políticos sin conciencia de
género lo que incluye a la titular del Inmujer y había que decirlo a la nueva
directora que todo parece está atrapada en una nueva red de complicidades.
Se hizo lo correcto, será la Defensoría de los
Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca la que haga las investigaciones
correspondientes, ya iniciaron desde el pasado miércoles las entrevistas con
las usuarias, seguirán las trabajadoras y dará sus conclusiones en breve. Si
las cosas no son como decía la denuncia pública qué bueno, pero sí resulta lo
contrario el gobierno de la capital oaxaqueña recibirá una recomendación por
violación a los derechos humanos, pero conste que las organizaciones de la
sociedad civil preocupadas por los derechos de las mujeres se lo advirtieron a
Villacaña, quien no tuvo el valor suficiente para poner orden en tan importante
espacio.
@jarquinedgar