Diputación priistas...¿hasta cuándo? |
Mujeres y Política
Golpes a la igualdad
Soledad JARQUÍN EDGAR
Hace unos días, un amigo puso en mi correo electrónico
cuatro documentos que son un recuento de los muchos avances que las mexicanas
hemos tenido desde el aspecto legislativo en los últimos años. Me refiero a los
avances en materia federal y cómo los gobiernos estatales, a través de las
legislaturas locales, habrían tenido que modificar, lo que no siempre ha
sucedido.
Después de leer cuidadosamente cada uno de los cuatro
documentos le respondí como él esperaba. Y sí, todos esos avances: desde las
modificaciones en materia de salud, educación, electoral, la transversalización
en materia de género, igualdad y la creación de institutos desde el nacional
hasta los municipales, la legalidad del aborto hasta la doceava semana en el
Distrito Federal, la paridad del 50/50 en las candidaturas de las próximas
elecciones federales y sobre todo las que tienen que ver con la libertad y el
derecho a una vida libre de violencia para las mujeres son indiscutiblemente
avances propuestos por las mujeres, propiamente dicho, por las feministas.
Sí, también es de reconocer que sin los avances
legislativos estaríamos peor, aunque en algunos casos estamos peor, por los
retrocesos reales gestados desde las derechas: la natural del PAN, la terrible
y peligrosa del PRI y la retrógrada del PRD y sobre todo las inestables y
jodidas reacciones que muchas veces hacen los partidos rémoras, cuyos votos
inclinan la balanza a favor o en contra de las mujeres y para que los otros partidos
terminen por negociar los “asuntos” de las mujeres como si las mujeres fuéramos
moneda de cambio.
Sin embargo, lo más importante y difícil de reconocer
es que ese cúmulo de modificaciones legislativas que han dado nacimiento a
instituciones, leyes, reglamentos, acuerdos y convenciones nacionales e
internacionales, no se ha traducido en el bienestar de todas las mexicanas y
con ello en una sociedad plena en igualdad para hombres y mujeres. Un piso más
parejo para todas las personas. Y ese es el meollo del asunto.
En Oaxaca, por ejemplo, la cuenta sigue creciendo y la
deuda con las mujeres se vuelve cada vez más espeluznante. En los últimos tres
años, tres meses y 13 días, el mismo tiempo del gobierno encabezado por Gabino
Cué, la prensa local ha reportado un total 279 feminicidios. Hay quienes dicen
que son menos y hay quienes dicen que son más…pero esta es sólo la cuenta
hemerográfica, la reportada en los medios impresos, principalmente, es la cuenta
de Consorcio Oaxaca. Es decir, el mejor testimonio está dado.
En Oaxaca también son comunes las marchas y los
plantones y entre todos ellos la marcha para demandar justicia por las mujeres
desaparecidas, por la hija asesinada hace un año o por las mujeres triquis que
viven toda clase de violencias, por citar algunos ejemplos.
En Oaxaca es común que la participación política de
las mujeres aprobada en 1953 con las reformas a los artículos 115 y 34 que
reconoció la ciudadanía de las mujeres no se dé plenamente por la disposición
machista que señala que el lugar de las mujeres está en su casa y que “no se
dejarán gobernar por las viejas”.
De ahí que en los últimos meses y en los últimos años
en Oaxaca hayamos visto, una y otra vez, la “destitución” –ahora sin éxito- de
algunas regidoras y presidentas municipales, incluso desde el mismo Congreso
local, lo cual es todavía más vergonzoso. Por fortuna los mecanismos legales
son otros, así que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación
haya devuelto a las mujeres a los cargos políticos para los que han sido
elegidas y le de un palo en la cabeza al machismo político que sigue
predominando en algunos de los municipios de esta entidad.
La última semana, el TEE-Oaxaca, que preside Mireya
Santos López, ordenó al presidente municipal de Tlacolula de Matamoros que
considere el principio de equidad de género, así que la síndica municipal
–Elizabeth Sánchez González, destituida por sus calzones machines y no por
razones-, debe volver a su cargo. Les guste o no les guste a los retrógrados
perredistas de Tlacolula.
Lo mismo que pasó recientemente con el caso de Cosolapa,
dónde el Congreso local pretendió destituir a la presidenta Carmina Álvarez
García, por fortuna hubo quien los pusiera en su sitio y quietecitos, lo
vergonzante del caso es que fueron los diputados del PRI, algunos del PAN y uno
que otro despistado, quienes buscaron dar ese lamentable golpe a la democracia.
Este tipo de hechos se repite, una y otra vez en
Oaxaca. Son golpes de estado a la igualdad y a los derechos de las mujeres,
gestados por la increíble enfermedad llamada misoginia que ejercen algunos
hombres y mujeres en contra de las mujeres porque simple y sencillamente no
soportan que algunas de ellas, como ellos, puedan realizar las mismas tareas en
el área pública. Esa es nuestra realidad a estas alturas del siglo XXI.
Y digo que los avances no se ven ni se verán mientras
la misoginia y una buena dosis de ignorancia sigan acompañando las decisiones
que toman algunos políticos y tomadores de decisiones que insisten en anteponer
sus acuerdos políticos sobre los derechos humanos de las mujeres. Y son tan
misóginos e ignorantes que nada les importa ser exhibidos como tales.
El más reciente episodio fue el golpe de estado a la
igualdad gestado por la bancada del PRI que encabeza, eso parece, Alejandro
Avilés, un joven maduro que responde a toda clase de intereses políticos
excepto a los intereses del pueblo, incluyendo los intereses de su propio
partido. No sabemos con exactitud a quien le rezan todos los días los priistas,
a quién le piden opinión todos los días, tampoco nadie sabe a quién sirven,
pero es claro que se sirven a ellos mismos y a los intereses de grupúsculos
oscuros y perversos.
Bien le decía a mi amigo, cuando le comenté sobre los
documentos, de nada nos sirven los avances, si seguimos atorados en la forma en
que somos educados hombres y mujeres y no por las madres, como luego dicen,
sino por las familias, las iglesias, los medios de comunicación y por la
educación institucionalizada. Así que saque usted sus propias conclusiones.
Si eso no cambia, nada puede cambiar. Porque mientras
en los hogares las mujeres seguimos siendo educadas para pertenecer y obedecer,
rechazar la independencia y ser dependientes; en los medios somos objetos que
se comercian, cosas, estampas sexistas cuyos cuerpos se comercian; en la
iglesia solo respondemos a dos estereotipos: las santas y las que no lo son, y
en la escuela ¿la escuela? Simplemente somos invisibilizadas en todos los
contextos, no existimos, lo anterior porque el lenguaje es producto de la
cultura que de manera general es androcéntrica, patriarcal y sexista.
Por eso resulta preocupante que de nueva cuenta, como
pasó con el caso Cosolapa, que el PRI se haya mostrado renuente a no dejar
pasar un punto acuerdo que planteaba el uso de lenguaje sin sexismo en sus
actividades y documentos. Me pregunto ¿qué pensarían que era? ¿acaso creían que
les iban a introducir algo por su sexo? Digo, porque de otra manera me resulta
inexplicable el tamaño de su terror a este tipo de propuestas, tal vez fue una
proyección, por aquello de los trapos sucios que les han sacado recientemente
en el marranero de Cuauhtémoc Gutiérrez, del PRI del D.F.
No en realidad no se trataba de eso. Hay mucha
literatura, estudios, manuales y libros realizados por expertas sobre el tema. El
Instituto de la Mujer Oaxaqueña editó un libro se llama Manuel de Comunicación
no Sexista que les podría dar una idea de lo que se trata, que por cierto se
hizo en tiempos del jefe de Alejandro Avilés, es decir de Ulises Ruiz. Incluso
los pueden consultar vía internet desde la página de ese organismo. Así sabrán
de qué se trataba la propuesta que primero firmaron algunas diputadas priistas
como Martha Escamilla, que piensa que todo lo que se toca debe volverse oro
porque de otra forma no vale la pena.
Lo único que podemos decir es que de nueva cuenta y en
menos de unos cuantos meses, la bancada del PRI en el congreso de Oaxaca cayó
en un acto de discriminación y exclusión contra las mujeres, porque el uso de
lenguaje sexista o no incluyente, mandatado de alguna forma en los muchos
artículos que en la constitución política mexicana apelan a la igualdad y
porque no hay peor discriminación que la invisibilización que de las mujeres y
todas sus contribuciones se hace desde el propio lenguaje neutro que no es sino
el lenguaje masculino con el que hoy por hoy se escribe y habla en las
instituciones públicas, las iglesias, las escuelas y los medios de comunicación
y que tendrá que cambiar y cambia de forma paulatina, porque revela adelantos
para las mujeres, pero sobre todo, revelaría a una sociedad y gobiernos más
igualitaria y consciente de los derechos humanos de las mujeres.
Para eso hay que cambiar y tenemos que empezar por
cambiar a quienes hoy por hoy nos gobiernan, tanto en el ejecutivo, como en el
legislativo y en el judicial, y en los gobiernos municipales, como el de Oaxaca
de Juárez, donde lo que se ve no se juzga, se denuncia y lo que se ve es un
enorme grado de machismo y misoginia. Así de simple. Alguna vez, quienes hoy
opinan que no es cierto lo verán desde otra perspectiva. Pero mucho ayudarían a
crear una mejor sociedad y mejores gobiernos si nos diéramos cuenta hoy de lo
que está sucediendo.
Un poco más de lectura, algunos cursos no les vendrían
mal a las y los diputados para que entiendan de qué se trata eso del lenguaje
incluyente, no sexista o las nuevas políticas del lenguaje, que son lo mismo
que tienen como finalidad nombrar a las mujeres, porque como dice el principio
feminista: lo que no se nombra no existe, así de simple.
@jarquinedgar