¿Yo feminista?
Erika Lili Díaz Cruz:
Las mujeres debemos tomar la libertad
de decidir
* Falta mucho y no hemos avanzado
tanto como quisiéramos
Soledad
JARQUÍN EDGAR
“El hecho de
que las mujeres hayamos logrado uno que otro derecho no significa que alcanzáramos
la igualdad, las mujeres debemos tomar la libertad de decidir y explica que es
necesario conocer quién está detrás de bambalinas, la frase expuesta por Erika
Lili Díaz Cruz suena retadora.
Coordinadora
del Diplomado Estudios de las Mujeres, Género, Feminismos y Descolonización,
que se imparte en la Facultad de Derecho de la UABJO, bajo el auspicio de la
Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, Díaz Cruz ha
recorrido los peldaños del feminismo académico, por ahí entró y se volvió
irremediablemente feminista.
Es licenciada
en Derecho. Becada por la Unión Europea cursó un Master en la Universidad de
Huelva, España, en Género, Identidad y
Ciudadanía, y un postgrado en la Universidad de Chile, en Derechos Humanos de
las Mujeres.
Nació cuando
las nuevas tecnologías de la comunicación eran un sueño, en los tiempos de la
“guerra sucia” y cuando feminismo entraba en la “tercera ola”, justo poco antes
de la Primera Conferencia Mundial de la Mujer que se celebró en México.
Alcanzamos el
sufragio (en 1953) “pero la igualdad en el voto no significa -sesenta años
después- la igualdad en el ejercicio de voto, porque la gran mayoría de las
mujeres no están en condiciones de determinar sobre sus libertades
fundamentales”, apunta para ejemplificar su idea inicial.
Erika Lili
Díaz Cruz nació en Oaxaca de Juárez, hija de Jorge Bulmaro Díaz Gómez y Rafaela
Isabel Cruz González. Es la séptima hija de un total de ocho. Siete de ellas
mujeres y un varón. Creció en medio de
la libertad de elegir en su casa, sus hermanas mayores fueron su ejemplo de
vida: en total en la familia hay tres abogadas, dos ingenieras, una
administradora y una médica. Entre sus pasiones destaca el softbol y a ella y a
su equipo se debe que en Oaxaca exista una liga femenil en esa disciplina
deportiva.
En la
infancia, dice Erika Lili Díaz Cruz no entendía por qué debía ocupar un lugar
diferente al que tenían los niños de su escuela. No comprendía por qué ellas
tenían que “comportarse” de una forma menos libre en los juegos o al hablar y
ellos podían actuar sin límite alguno. Incluso llegó a creer que era “machorra”
–como le habían dicho- porque a ella le gustaba hacer lo que decían era cosa de
hombres, como subirse a los árboles y con los años un profesor de la
preparatoria le dijo que debía sentarse correctamente “porque no estaba en la
cantina”. “Eso me pareció siempre muy injusto, entonces mi posición fue como de
justiciera, rebelde, me dedique a romper esas reglas y entendí todo cuando
empecé a estudiar los feminismos y me hice feminista”.
Muy seria
sostiene que según el mandato de género, “las mujeres sólo servimos para
procrear y para satisfacer sexualmente a los hombres, resultado del machismo
histórico que no cambia”. El problema fundamental es el ejercicio de la
libertad de las mujeres, sobre todo para los intereses internacionales.
Explica que
hoy México enfrenta una “guerra de baja intensidad, donde se privilegia la
adquisición de armamento, el fortalecimiento del ejército, los cuerpos de
seguridad pública y, por otro lado, una política de eugenesia y exterminio por
parte de los Estados Unidos de Norteamérica, “suena grave pero lo cierto es que
a los gobernantes locales no les interesa que la situación de las mujeres
cambie”.
Con un
presupuesto público desfigurado ante las demandas de las y los mexicanos,
resulta fundamental la contribución que las mujeres hacemos a través del
trabajo gratuito, “como bien lo contempla Silvia Federici, en la Revolución Feminista
Inacabada” y sostiene que desde la perspectiva del sistema económico no es
conveniente que las mujeres se vuelvan autónomas o libres, porque seguramente
sus decisiones no serán las esperadas que son: procrear, atender, cuidar y servir.
En suma,
añade, las mujeres no hemos tenido las condiciones para elegir en libertad,
estamos hablando de más del 50 por ciento de la población, más el porcentaje de
hombres indígenas o pobres que tampoco toman decisiones, entonces quien decide
es una minoría y por ese hecho este país no puede considerarse democrático a
ningún gobierno.
No hay
cambios sustanciales aunque han pasado casi 30 años desde que México empezó a
firmar cuantos tratados, acuerdos y plataformas de acción para el desarrollo de
las mujeres, porque la idea no es otra que sostener que el nuestro es un país democrático
y progresista.
Erika Lili
Díaz Cruz se muestra preocupada y se considera ocupada en señalar lo que está
ocurriendo a través de un ejercicio único y primigenio en su tipo, dice en
referencia al Diplomado al que asisten 70 mujeres que desarrollan trabajo
comunitario a favor de los derechos humanos de las mujeres.
Políticas públicas, una pantomima
Para esta
especialista en género y derecho humanos de las mujeres, el resultado es lo que
hoy podemos mirar como un secreto a voces: políticas públicas que son una
pantomima, una falacia, una mascara que se coloca el gobierno para decir que
las mujeres estamos progresando, eso es totalmente falso, en el fondo quieren
que las mujeres sigamos teniendo esa condición de subordinación, porque de otra
manera tendrían que hacer un gasto para ver quién les lava su ropa, sólo por
mostrar un hecho concreto mediante un ejemplo simple, dice.
Díaz Cruz, quien junto con otras académicas de la UABJO es también fundadora del Centro
de Estudios de la Mujer de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, agrega
que la trasterritorialización de los roles tradicionales de género pasan de lo
privado a lo público. En lo privado eres ama de casa, en lo público eres ama de
las instituciones en el sentido de guardarlas, cuidarlas, protegerlas.
Por ello,
añade que las pocas mujeres que toman decisiones en la política tienen dos
opciones: una en la que se subsumen a la política predominante que es la patriarcal,
machista o violenta, y otra en la que se establece un proceso de resistencia,
transgresor dentro de las instituciones. La primera es más viable, la otra es
la más difícil, le puede costar la vida, la salud, de ahí que la mayoría de
ellas opten por la opción de subsumirse a las reglas del patriarcado, “hay
quienes consideran que es válido, yo no, porque le restan esperanza a muchas
mujeres, en especial a aquellas que todavía confían en la posibilidad de que
otras mujeres al llegar al poder puedan hacer cambios verdaderos”.
Y en ese
sentido, la fundadora de la Asociación Civil Luna del Sur explica: “Lo peor que
puede pasar es romper esa esperanza, es mejor la utopía, porque para mi la
obediencia al patriarcado es lo mismo que ves cuando a tu amiga la golpea su
novio. Eso ha generado un atraso en el avance de las mujeres”, aunque también
considera que no todo es responsabilidad de esas mujeres porque somos parte de
un sistema complejo, con intereses de los grupos de poder.
Sin embargo,
reitera que quien se sostiene en privilegios lo hará siempre a costa de la
pérdida de derechos de una buena parte de la población, una población
invisilizada por el dominio patriarcal.
Aunque nació
en los tiempos de la “guerra de las galaxias”, dice en referencia a la película
de George Lucas, Erika Lili Díaz Cruz considera como fundamental el
reconocimiento a las mujeres que abrieron camino a través de los feminismos
para que las más jóvenes puedan entender la realidad de las mujeres. Y en
aquellos inicios, hace menos de una década, quienes la llevaron por ese camino
fueron sus compañeras de trabajo en la Dirección General de Población, Esperanza
Aguilar Rodríguez y Teresa Ibarra.
Proceso de
concientización que le ha costado entre sudor y lágrimas, un poco de salud, la enemistad
de colegas, el rechazo de compañeros y compañeras de trabajo que pretendieron
restarle credibilidad o boicotear su labor por eso recuerda a Bety Cariño
-directora del Centro de Apoyo Comunitario Trabajando Unidos, asesinada en
2010- quien decía “esos poderosos nos tienen medio porque saben que no tenemos
miedo”.
A pesar del
desgaste y el cansancio que le puedo provocar trabajar sin el material
solicitado, con retraso en el pago de su salario o la imposición de cargas de
trabajo como condición indispensable para permitir su trabajo feminista, Erika
Lili Díaz Cruz afirma que sigue obteniendo más satisfactores por trasgredir la
norma, por ser la rebelde y hasta justiciera, condiciones que hoy le permiten
mirarse como una feminista, como una mujer autónoma y libre.
El caso de Oaxaca
La escasa
presencia de mujeres en el gobierno estatal (una en el gabinete legal y tres
más en “los asuntos de las mujeres”), responden al mandato de un hombre, un
patriarca, que si quiere otorga recursos, es una distorsión en la que buscan
ser observados como progresistas, aunque en realidad las mujeres tomen
posiciones de subordinación y de obediencia a lo que disponga el ejecutivo.
En alguna
ocasión me tocó escuchar al gobernador (Gabino Cué) que dijo: “Bueno todavía no
estamos como en ciudad Juárez con todos estos asesinatos…” y en la misma
reunión comentó que “…a esta chava que asesinaron me dijeron que tenía muchos
novios…”.
Sus comentarios
indican que las mujeres son vistas como objetos sexuales, para disfrute de los
hombres o como objetos serviciales y mentiras exista ese posicionamiento de género
donde ellos dominan y deciden no puede hablarse de políticas públicas reales
para erradicar la violencia.
Pero no es
sólo lo que dicen. Si revisas el presupuesto destinado a “los asuntos de las
mujeres”, ves que es ínfimo comparado con lo que se otorga al turismo y gastan
millones de pesos en otras cosas superfluas y las mujeres seguimos sin acceso a
la salud ni a la educación, pero siguen utilizando a las mujeres como adornos
en los eventos, como edecanes, mujeres que por cierto son de la misma edad y
tienen físicamente el prototipo de las jóvenes asesinadas, mientras en
impartición de justicia no haya resultados y sí impunidad.
Hoy en
Oaxaca, las mujeres no tenemos garantía de que no va a ocurrirnos nada malo y
en cambio siguen peregrinando por ayuda. Las mujeres no hemos dado una
respuesta sólida y no hemos hecho un pacto sórico, que no es una reunión de
amigas, sino cuidarnos las espaldas y buscar el beneficio para todas las
mujeres no sólo para mi grupo de amigas, como ocurre hoy.
Sin embargo,
indica sin que se le pregunte, que no podría criticar a las titulares del
Instituto de la Mujer Oaxaqueña, del Centro de Justicia para las Mujeres o de
la Subprocuraduría de Delitos contra las Mujeres por razón de Género, “porque
ellas no toman las decisiones, no confeccionan las políticas públicas”.
A quien
tenemos que cuestionar, dice, es a quien toma la decisiones, el gobernador y
sus colaboradores cercanos, a la diputación porque son ellos los que crean los
presupuestos o quienes deciden que no haya una Secretaría de la Mujer; es al
poder Judicial a quien tenemos que cuestionar por cada feminicida que hoy está
libre y es a Seguridad Pública a quien tenemos que cuestionar por cada agresión
que una mujer sufre en la calle.
A pesar de
todo considera que las funcionarias públicas deberían preguntarse si éticamente
están haciendo lo correcto y recordar que ellas están ahí por ser mujeres y
porque el sistema política patriarcal ha determinado que “los asuntos de las
mujeres los deben atender las mujeres”.
El problema,
añade, es cómo actúan ellas, explica esta vez refiriéndose a la titular del
IMO, Anabel López, y la subprocuradora Ileana Hernández, a quienes en alguna
ocasión con motivo de un programa de televisión les preguntó por qué aceptaban
que no les permitieran tomar decisiones, “sus respuestas fueron las mismas que
expresa una mujer que ha sido golpeada por su esposo y que no tiene conciencia
de género, es decir, se justificaban y justificaban la violencia
institucional”.
Cruz Díaz es
crítica y sostiene que las políticas públicas no responden a las demandas de
las mujeres y menos aún frente al feminicidio. Un ejemplo de su afirmación es
el CEJUM y explica que ese centro es una respuesta ante el problema de la
violencia feminicida y el feminicidio, sin embargo, está lejos de cumplir su
objetivo, “ a este centro sólo podrán acceder las mujeres que viven en el
centro (de Oaxaca) y quienes lo hagan encontrarán ahí un kiosco de servicios,
nada de justicia, nada de atención personalizada, la contratación del personal
se hizo en forma no transparente y el acuerdo firmado con las organizaciones
–entre ellas Luna del Sur- no se tomó en cuenta.
Lo que hay
son privilegios para algunas mujeres, algunas de ellas verdaderos objetos
decorativos”, apunta esta feminista académica que admite que el gobierno de
Gabino Cué (que recién cumplió su tercer año de ejercicio) creó muchas
expectativas, pero que sin embargo en las políticas para las mujeres no ha
cumplido, de ahí que seamos duras y muy críticas.
Erika Lili
Díaz Cruz ya no es una niña inquieta haciendo cosas que solo les permitían a
sus compañeritos varones, es una mujer rebelde ante la injusticia, es una
feminista convencida que el trecho para avanzar es muy grande y que serán las
mujeres quienes tomen la última palabra.