Dea Esperanza Velasco
Biografía de una mujer de izquierda y que luchó por la clase obrera
Este sábado 16 de noviembre falleció en la ciudad de Oaxaca la licenciada Dea Esperanza Velasco, reproducimos aquí, con autorización de su sobrino el ingeniero Augusto Velasco su biografía.
Por Augusto VELASCO*
Dea Velasco nació el 14 de febrero
de 1916 y empezó sus estudios en la Escuela La amiga de la Niñas en Zaachila, a
donde terminó el primero y segundo años. En 1924 se fue a Oaxaca para estudiar
el tercer año en La Academia, el cuarto y quinto en la Benito Juárez y el sexto
en la Escuela Federal Tipo. Después por problemas económicos dejo de estudiar y
fue en 1932 cuando reinicio sus estudios entrando a cursar la Carrera de
Farmacia en el Instituto de Ciencias y Artes del Estado. Dea recuerda que
cuando se acercaban los exámenes finales que tenían lugar al término del año,
Juan, su hermano, la despertaba todos los días a las tres y media de la mañana,
para ir al zócalo a estudiar con otros compañeros bajo las luces de los faroles.
Esta costumbre, en aquél tiempo, obedecía a que en varias de las casas no había
luz eléctrica y sólo se podía disponer de la tenue, amarillenta e inquieta luz
que proporcionaban las velas y el ocote.
Alrededor de las seis de la mañana
todos los estudiantes reunidos paladeaban un sabroso café preparado por Jorge
Pérez Guerrero, en un tarrito que sacaba de su escondite en uno de los fresnos,
calentando el agua de la pila cercana, con las ramitas secas que caían de los
muchos árboles del zócalo. Después, alrededor de las seis y media, pasaba el
panadero con su gran canasta, vendiendo sus sabrosas y calientitas hojaldritas,
que alguien podía comprar para convidarles a los demás.
Al comenzar el año de 1933 Dea se inscribió
también en la preparatoria y cuando estudiaba el tercer año, la nombraron
Presidenta de la Sociedad Femenil, e intervino en el movimiento de huelga del
Instituto de Ciencias y Artes del Estado. Al terminar la huelga la alumna Dea
leyó al llegar por la mañana al instituto, un pizarrón colocado en el primer
patio que decía algo así como... y un grupo de alumnos, se avisa que se expulsa
a Dea Esperanza Velasco Jiménez por comunista y profesar ideas disolventes. Dea siendo aún estudiante, se relacionó con los sindicatos de Oaxaca, entre
ellos el de textiles, de la fábrica de Hilados y Tejidos de San José, Vista Hermosa;
el de los Electricistas, de los Panaderos, los de Industrias Varias; en
Tuxtepec, con el de los Cargadores, y Estibadores; y en Loma Bonita, con el Sindicato
de Piñeros, llegando a ser la Secretaria de Finanzas y Acción Femenil de la
Federación de Trabajadores del Estado de Oaxaca. El éxito que tuvo Dea con los
sindicatos, siendo jovencita, fue grande gracias a su dedicación y entusiasmo.
Dea conoció a varios compañeros mayores que ella, como el profesor César Elías
Sosa, Manuel Zárate Aquino, Juan Robles, Pedro Palacios y otros, que la
orientaron mucho. Entre los asuntos laborales de la época destacó la defensa de
los veintidós trabajadores despedidos de la Fábrica de Hilados y Tejidos de San
José Vista Hermosa, propiedad de Don Mateo Solana. Así fue que promovieron su
reinstalación en la Junta Federal de Conciliación, terminando por ganar el
juicio definitivo ante la Junta Federal en la Ciudad de México. En ese entonces
Dea ya estudiaba en la Universidad Nacional de México y cuenta que, con el
compañero Bartolo Ramos apoderado de los trabajadores de la fábrica, fue a la
Junta Federal de Conciliación de la que era titular el licenciado oaxaqueño
Manuel R Palacios. El Lic. Palacios atendió muy bien a Dea y le consiguió una
audiencia con el Secretario del Trabajo que era el licenciado Ignacio García
Téllez, el cual después de leer el laudo le pareció muy bueno, aunque remarcó
que lo difícil era que se ejecutara, pues el Sr. Solana era poderoso y
acostumbraba sobornar a los funcionarios que le significaban algún problema,
era pues, dijo, fundamental que el laudo lo ejecutara una persona honrada.
Entonces fue cuando llamó a Manuel García Ledesma que era maestro rural y a un
abogado especialista en derecho del trabajo, al que le dio el expediente y le
dijo refiriéndose a García Ledesma: te llevas a este muchacho y lo instruyes en
la forma en que debe ejecutar este laudo.
Después de esta reunión se
regresaron todos a Oaxaca, quedando previamente de acuerdo en que ninguno
debería establecer contacto con el funcionario que enviaría la Secretaría del Trabajo.
Cuando García Ledesma se instaló en el hotel, los enviados de Solana lo
trataron de comprar, pero todos sus esfuerzos fueron inútiles y cuando Solana
se convenció de ello, a regaña dientes convino en reinstalar a los obreros
despedidos.
Cuando se involucró Dea en el
movimiento obrero tenía de quince a dieciséis años de edad, era pues muy jovencita
cuando asistía a las reuniones de trabajadores. Aquellos eran tiempos en los
que a la mujer se le relegaba mucho, así que fue excepcional y hasta cierto
punto extraño para parte de la sociedad oaxaqueña, que Dea asistiera a las
asambleas por la tarde y noche, aunque siempre acompañada de su pequeño
sobrino. La actitud de Dea le fue ganando cierta animadversión en el Instituto,
hasta que se decidió a irse a estudiar al Distrito Federal.
En el DF trabajó como farmacéutica,
hasta que finalmente se acercó a la Universidad Obrera de México, donde trabajó
corrigiendo las publicaciones y ayudando en la hemeroteca. Ganaba ochenta pesos
al mes.
Prosiguiendo con el relato de la
reinstalación de los obreros, dice Dea que el día de la ejecución del laudo
para reintegrarlos a sus puestos en la fábrica, fue de fiesta, estuvieron
presentes los líderes obreros oaxaqueños. Dea no pudo asistir pues en esas
fechas ya estudiaba y trabajaba en el D.F. Llegaron a la fábrica muchos
camiones repletos de obreros y campesinos, hubo varias bandas de música, se
quemaron muchos cohetes, cámaras, ruedas catarinas y se cantó el Himno Nacional
además de muchas canciones revolucionarias, y se repartieron tamales,
chocolate, pan, tortillas que aparecieron al momento como por encanto. Todos
cooperaron dentro de su miseria pero con alegría y finalmente, organizaron una
guardia para que acompañara día y noche a los obreros reinstalados para
prevenir cualquier intento de que fueran despedidos. Ese día dice Dea
emocionada, fue memorable para el novel movimiento obrero, que en sus inicios
tuvo líderes honestos y verdaderamente comprometidos.
También comentó Dea que a raíz de la
formación de sindicatos obreros en el Estado, florecieron algunos en la región
de Tuxtepec, elevando el nivel económico y social de sus agremiados.
En Tuxtepec los cargadores de
comercio que eran un pequeño grupo de once personas, ganaban apenas lo
necesario para sostener a sus familias, hasta que formaron una cooperativa y
así, aportando cada semana parte de su salario, lograron adquirir su primer
camión que les ayudó a transportar la mercancía pesada con mayor facilidad. La
cooperativa creció hasta tener en servicio 7 camiones de carga. En lo personal
cada obrero mejoró su vivienda y a su familia, pues hasta pudieron enviar a sus
hijos a estudiar al D.F. La cooperativa logró, tiempo después, tener una panga
para atravesar el río Papaloapan transportando carga, así como una lancha de
motor para pasaje. La panga la compraron de oportunidad pues estaba fuera de
servicio y la reconstruyeron, sin saber que la obtención del permiso para
operarla sería difícil.
Cuando los compañeros fueron al DF a
la Secretaría de Marina y comenzaron a tener serias dificultades me contactaron
dice Dea, y les hice algunos oficios y la solicitud para la operación de la
panga, adjuntado todos los documentos para completar el expediente. Al volver a
la Secretaría por informes, comprobaron que el permiso sería muy caro, pues los
depósitos que había que hacer eran muy altos, por lo que solo los conseguían
las empresas de fuerte economía. Fui entonces con los obreros a consultar el
problema con mi maestro de la Facultad de Derecho, el Licenciado Carlos Franco
Sodi que era oaxaqueño y en aquel entonces Procurador Federal de Justicia.
Mi maestro nos recibió con gusto,
cuenta la licenciada, y nos dijo que por coincidencia estaba citado al día
siguiente con el Secretario de Marina para comer y me llevó con él. Antes de la
comida lo espere en la puerta del Restaurante Manolo y cuando llegaron le
planteé al Almirante nuestro problema. El Secretario me oyó con paciencia y me
dijo que al otro día fuera a su oficina a entregarle la documentación, pero
entonces, aprovechando la oportunidad, le dije: aquí traigo los papeles
Almirante y le enseñé los documentos que llevaba y que él amablemente recibió,
citándome para el día siguiente en sus oficinas con los obreros. Así de fácil
conseguimos la concesión. Algunas semanas más tarde los compañeros me invitaron
a la inauguración del servicio con la panga y con gran sorpresa vi que a la
panga le habían puesto mi nombre: Panga Dea, por lo que avergonzada agradecí la
atención. La operación de la panga les trajo grandes beneficios económicos. Las
veces que fui a Tuxtepec por algún problema de los compañeros, siempre tuve
casa y comida, ya que por la venturosa gestión no había cobrado un solo
centavo.
La Señora Dea comenta que estando en
la zona del Papaloapan tuvo la oportunidad de contactar en alguna ocasión a los
compañeros de Loma Bonita, los que le contaron que tenían perdidas en la venta
de la piña al competir contra la de Hawái, pues la piña local era muy dulce y
la de Hawái es agridulce y por eso gustaba más. En ese momento se me ocurrió,
pues fui farmacéutica, dice Dea, mediar el jugo con ácido cítrico, por lo que
los compañeros llamaron de inmediato al químico que hizo la composición ante la
mirada de todos, después al probarla gustó mucho. Desde entonces al jugo de
piña de Loma Bonita se le adiciona el ácido cítrico.
La industria de la piña
lamentablemente se vino abajo por culpa del Gobierno del Estado que impuso
fuertes aranceles. Igual sucedió con la producción del chile jalapeño que se
cultivaba en la zona y que había alcanzado un buen nivel de ventas. El chile
decayó más aún al cierre de la fábrica de conservas de Clemente Jackes. Años
más tarde operó en la zona la Fábrica de Papel de Tuxtepec, que originó la tala
desmedida de bosques, lo que ocasionó que el río Papaloapan y sus afluentes
hubieran disminuido en forma excesiva su volumen de agua. La disminución del
agua en la zona ha afectado también la producción de las jugosas frutas, que
por el clima eran abundantes, como:
el aguacate, chicozapote, mamey, y los cítricos como la naranja, toronja y el
limón.
El plátano también se vendía en el
mercado internacional con mucho éxito, pues al principio de la década de los
años veinte, un huracán destruyó los cultivos de plátano en Brasil, Santo
Domingo, Nicaragua y Costa Rica, así que la compañía Standard Fruit comenzó a
comprar en Tabasco, Campeche y parte de Oaxaca, miles de toneladas de plátano
roatán que se exportaban principalmente a Europa. Mientras tanto, en América
Central se recuperaron los cultivos de plátano y sin conocer esta situación,
los tabasqueños y oaxaqueños demandaron alzas de precios y declararon una
huelga general contra los Standard Fruit. Esta empresa monopólica se vengó
suspendiendo de improviso la compra, y así diariamente miles de toneladas de
plátano se echaban a perder. No contentos con ese daño, introdujeron en los
cultivos el mal de Panamá que atacaba los troncos de las plataneras.
También propiciaron el chamusco, el
cual ya floreando la mata invade todo el tronco secándolo. Como consecuencia de
esto, la depresión económica se hizo sentir y solamente los cargadores y
estibadores sobrevivieron con sus cooperativas, las que finalmente se
liquidaron cuando se construyó el puente sobre el río Papaloapan.
En ese tiempo se creó en el DF la
Comisión Nacional del Maíz dirigida por el Lic. Ramos Millán, que entre otras
actividades tenía la de perforación de pozos profundos. A esta institución entré
a trabajar sin sueldo para esperar alguna oportunidad de contratación. En
cierta ocasión al entrar al despacho del licenciado para comentarle un oficio,
entro conmigo el Jefe de Perforación, que le aviso a Ramos Millán que había
terminado el trabajo encomendado. El Sr. Ramos le contesto que siguiera con las
demás perforaciones en esa misma zona de Guanajuato.
Al salir del despacho el perforador,
le dije a mi jefe ¿y porque no envía usted la perforadora a mi tierra, Zaachila
en Oaxaca, allí la gente tiene muchos problemas para conseguir agua, y proseguí
con un discurso apoyando mi solicitud. Ramos Millán me oyó, pero terminó diciendo
autoritario que posteriormente veríamos ese asunto. Dea cuenta que se sintió
ofendida, le rodó alguna lágrima por la mejilla y salió del privado con el
propósito de renunciar.
Pasando no más de una hora, la fue a
ver el paisano Ing. Norberto Aguirre Palancares, quien mostrándole un oficio le
dijo: lea usted. Ya no trabajo aquí, le contesto Dea, por lo que el Ing. Aguirre
le leyó el contenido, que era la orden para que la perforadora se trasladara a
Zaachila, Oaxaca, a perforar el primer pozo de la región.
Un día domingo por la tarde asistió
Dea acompañada de su hermano César a la primera Feria del Libro que se celebró
en el Monumento a la Revolución, adonde visitaron todos los stands,
deteniéndose finalmente en el que vendían las obras del Lic. José Vasconcelos,
allí hojearon el Ulises Criollo con detenimiento, el dependiente al notar su
interés les mostró otros libros del mismo autor. Finalmente los hermanos
vaciaron sus bolsillos para ver que podían comprar en presencia de un señor que
sentado los observaba. Finalmente al discutir los jóvenes sobre que título
comprar, el desconocido intervino sugiriéndoles que compraran la colección, a
lo que los jóvenes respondieron que como eran estudiantes llegados de Oaxaca ya
habían leído algunos en la biblioteca del Instituto. Después, cuando Cesar se
acercó a la caja a pagar su compra, el cajero les entregó regalada una
colección completa de José Vasconcelos, que era aquel señor que había platicado
con ellos, Vasconcelos era como se ve, un hombre humilde y humano.
En ese tiempo Dea terminó la carrera
en la UNAM y preparo su tesis de examen profesional, con el tema El Derecho del
Trabajo en la América Latina y su Reflejo sobre la Clase Obrera. El día del
examen el licenciado Vicente Lombardo Toledano, Director de la Universidad Obrera
donde Dea trabajaba, le firmó por la mañana algunos papeles y le dijo que en la
tarde le encargaría otro trabajo urgente; entonces Dea le dijo que no iba a
poder ayudarlo pues tenía planeado pedirle permiso para atender un asunto
inaplazable. Lombardo Toledano le preguntó qué asunto era y Dea, rápidamente,
le contestó que un compañero la había invitado al cine. Lombardo, que era muy
comprensivo, le concedió el permiso, así que Dea después de comer se fue a la
Facultad de Derecho de la UNAM. El presidente del jurado fue el rector, Lic. Mario
de la Cueva; el secretario, el Lic. Manuel R. Palacios. De la Cueva era además
profesor de Derecho del Trabajo y le había dirigido la tesis. Dea pasó el
examen y entre sus amigos presentes estaba Antonio Acevedo Gutiérrez, reportero
de El Popular, periódico de la Universidad Obrera de amplia difusión. Islas, un
impresor y líder de la colonia Cosmopolita le llevó un ramo de rosas y Dea se
excusó de que no habría festejo y mucho menos la acostumbrada cena con el
jurado, pues no contaba con nada de dinero, así que sólo algunos compañeros
fueron a la casa y compraron, en la panadería Sol de la esquina, una bolsa de
bolillos y una caja de chocolate Morelia Presidencial para festejar.
Al otro día Dea llegó temprano al
trabajo y al presentarse en la oficina Lombardo la llamó y le preguntó: “¿cómo
estuvo la película?, ¿cómo se llamó?” Al oír las contestaciones inventadas por
Dea le espetó: “¡No es cierto!, ¡miente usted! ¡Mire!” y le enseñó el periódico
El Popular con la fotografía de Dea que decía: “Brillante examen profesional”.
Dea, apenadísima y con una humildad sincera, le dijo que había tenido miedo de
avisarle por no saber si sería aprobada. Dea nos contó después que Lombardo le
habló muy bonito y le dijo, entre otras cosas, que no debía ser tan humilde. Al
medio día Lombardo tocó el timbre de reunión de emergencia a todo el personal
y, al llegar todos al salón de juntas, vieron con sorpresa que había una mesa
puesta con mantel blanco y tarjetas señalando el lugar de cada uno. Al llegar
Lombardo invitó a todos a sentarse y explicó que esa comida era en honor a Dea
y habló y habló, tan bonito como sabía hacerlo, terminando Dea por llorar ante
el aplauso de todos. Dea siguió trabajando en la Universidad Obrera dando
apoyos por órdenes de Lombardo, entre otros a los compañeros del Sindicato de
Cinematografistas. Pero al poco tiempo le suspendieron el subsidio a la
Universidad Obrera, pues Lombardo se había peleado con Fidel Velásquez, el
famoso líder corrupto de la CTM. La situación hizo crisis y Dea comenzó a dar
clases en una escuela secundaria. En ese tiempo Dea vino a Oaxaca con los ex
alumnos del Instituto y a su regreso el doctor Francisco Cid Fierro le propuso
matrimonio. Tuvo una niña, María, que le volvió a encender su semblante de
alegría.
Por esos meses el licenciado Carlos
Franco Sodi la nombro Agente del Ministerio Público del Juzgado Octavo de lo
Penal. Más tarde, el Presidente Díaz Ordaz la nombró Juez Segundo Familiar.
Antes de cumplir los 88 años de
edad, la Señora Dea fue a Zaachila con Marcelina, su ayudante,
a comprar lo necesario para adornar
el altar de la tradicional festividad de los muertos. Con las compras, dijo, se
llenaron los canastos que dejamos en la tienda de Oliva, mi sobrina, para ir al
Solar de la Nogalera a recoger nueces. Cuenta Dea que en el solar, que es extenso,
habían perforado un pozo de 8 mts. de profundidad al que le había puesto un
brocal muy bajo de piedra y troncos y se habían sembrado unos arbolitos a su
alrededor. El mediero Nato, sin mi autorización, sembró milpa que en esos días
tenía ya elotes, así que al caminar entre la milpa cortando algunos de ellos me
resbale hacia el pozo que no se veía, pues estaba cubierto de hierba.
Al caer, dice, me sumí hasta el
fondo, me impulsé hacia arriba y al subir no encontré de dónde agarrarme
firmemente, así que grité muchas veces lo más fuerte que pude, pero Marcelina no
me oyó pues se había alejado para levantar las nueces que habían caído de los
nogales lejanos. Seguí luchando por salir, me sumía, llegaba al fondo del pozo
y me impulsaba de nuevo hacía la superficie. Todo el esfuerzo era inútil pues
el brocal no tenía ninguna hendidura de donde me pudiera agarrar. La situación
era desesperante pues las fuerzas se me habían agotado, sin embargo no entré en
pánico y solo le pedí a Dios, por última vez, que me diera la fuerza suficiente
en mi último intento para alcanzar la orilla del brocal, entonces, me impulsé con
todas mis fuerzas y al llegar a la superficie grité lo más fuerte que pude
varias veces.
Afortunadamente Marcelina me escuchó
y al llegar me ofreció su mano para que saliera pero al jalarme no me pudo
aguantar. Viendo esto le dije, ve a la casita y tráeme una reata grande y un
horcón, pero apúrate, pues ya me faltan las fuerzas y los dedos me duelen
mucho, pues con las uñas me había prendido en el brocal y pared del pozo. Al
regresar Marcelina me dijo que no había nada pues se habían robado las reatas y
que además no había horcones
por ninguna parte. Entonces le dije,
ya desfalleciente, ve al camino y llama a algún hombre que vaya pasando para
que me ayude. Ya para entonces los dedos de las manos me estaban sangrando. Afortunadamente
al poco rato vino un muchacho joven que había detenido su tractor y que me jaló
de los brazos y me sacó del pozo. Le di las gracias y él se despidió y se fue
para avisarle a Oliva para que enviara un taxi a recogerme. Después de un rato,
aún con dolencias me levanté, caminé a la casa, le pedí a Marcelina que me trajera
agua limpia y me bañé para limpiarme la basura y el lodo, también le pedí que
me trajera ropa limpia del ropero y cuando me amarraba las cintas de los
zapatos, llegó el taxi con una enfermera que había mandado Oliva, que me ayudó
a trasladarme al centro de la población. Oliva me esperaba en la puerta de su
casa y me dijo que subiera a la recamara pues la cama estaba preparada. Le
agradecí su atención y le pedí que
ordenara al chofer que me llevara a mi casa en Oaxaca para saber si era
necesario que me atendiera un médico. Me llevé mi bolsa de mano con boletos y
billetes que se mojaron haciéndose una sopa. Llegué a mi casa y lo primero que
hice fue volverme a bañar para limpiarme completamente. Bien seca y vestida de
limpio fui a la cocina y me tomé una copita pequeña de mezcal, pues tenía mucho
frío, me metí a la cama y pasado un rato oí que llegaban mi hija y su esposo a
comer, me levanté y me presenté a la mesa sin contar lo sucedido. Al rato sonó
el teléfono y era Oliva que preguntaba el tratamiento médico que me habían dado
y si tenía fracturas. En ese momento todos se sorprendieron y mi hija María y
su esposo me revisaron, pero afortunadamente no tenía nada más que moretones y
dolor en los dedos de las manos.
Así pasó este capítulo de la vida de
la Señora Dea. Ella siguió viviendo como si no hubiera pasado nada.