Cómo no espantar a las
nuevas feministas
SEMlac
El feminismo no sólo consiste en ampliar y cuidar la
lista de derechos que durante años se han negado a las mujeres por el hecho de
serlo. Quiere poner todo patas arriba para mejorar el mundo. Quiere otra ciencia,
otra economía, otra política, otras palabras, otros gestos, otra visión del
mundo…
"Puestas a luchar, lo luchamos todo", advierte
la filóloga y feminista Rosario Hernández Catalán (La Felguera, Asturias,
1979), habitual en ponencias y conferencias relacionadas con este tema y autora
de 'Feminismo para no feministas', una obra que escribió para desterrar la
imagen de "paranoicas, ridículas, excesivas, cursis, pesadas, poco
objetivas, etcétera", que muchas personas tienen de las mujeres que
militan en la causa feminista y para aquellas a las que les da "algo de
grima vernos a las feministas en las manifestaciones".
"Todo, lo queremos todo porque hay que planear
veinte para conseguir al menos diez. Es un activismo total, aunque luego cada
feminista se centre en lo que más le duela y en lo que más le haga
bailar", añade parafraseando a la anarquista Emma Goldman.
"Las feministas nunca estamos solas y establecemos
con otras mujeres relaciones de apoyo mutuo y de comprensión, relaciones con
unas raíces profundas que sólo prosperan así, con ese duende, cuando estamos
vertebradas por la 'idea lila'”.
Es algo difícil de expresar, pero sentimos la amistad
entre mujeres como algo casi sagrado, hacemos círculo, hacemos aquelarre,
hacemos sabbat, hacemos fiesta. Y eso nos mantiene fuertes".
No obstante, en sus años de militancia y voluntariado,
Rosario Hernández apreció algunas deficiencias entre las mujeres que hacen gala
de ser feministas de los pies a la cabeza. "De la ideología no se deriva
automáticamente un comportamiento ejemplar. A veces las ideologías son sólo
ideas que anidan en nuestra mente pero de las cuales no se acaba de derivar
buenos comportamientos", indica. Con esta convicción en mente, esta
docente de la Universidad de Oviedo redactó una serie de recomendaciones para
las feministas convencidas, para aquellas que militan en asociaciones no
gubernamentales o colectivos autogestionados.
"Consejillos para vivificar, prolongar y
diversificar el movimiento feminista. Para atraer y no espantar a las nuevas",
ya que, en su opinión, muchas caen en lo que denomina "el examen a las
compañeras. 'Huy, ésta ha dicho consolador en vez de dildo... qué
cutrefeminista. Huy, ésta no ha oído hablar en su vida de Sayak Valencia o del
postporno. Huy, ésta habla siempre en masculino. Aquélla no se ha leído ni por
asomo ‘El segundo sexo’…' Es muy humano, pero muy peligroso porque puede
espantar a las que se acercan al feminismo por primera vez".
Primera lección:
Ni explicar ni
escribir para el ombligo.
Rosario Hernández aconseja expresar las ideas de manera
sencilla. En pocas palabras, demostrada la solvencia teórica a través de los
estudios de género o del feminismo académico, hay que convertir todo ello en
divulgación. "Incluso algunos manifiestos redactados por algunos
colectivos resultan oscuros y sólo aptos para las listas que ya se saben la
lección".
Por otra parte, aconseja "no visibilizar más de la
cuenta los moratones". En su opinión, entre la denuncia y la obscenidad
hay una delgada línea fácil de traspasar. "Somos víctimas, no lo vamos a
negar, pero también verdugas y también alegres y afortunadas. Mostrarnos las
mujeres como débiles, humilladas, maltratadas o enfermas da una imagen del
feminismo que a muchas, con razón, repele".
En resumen, más elegancia, más tacto, más ecología
visual, menos sensacionalismo. Como ejemplo, la autora de 'Feminismo para no
feministas' recurre a lo que sucede cada año en la conmemoración de una fecha
clave: el 25 de noviembre, día Internacional contra la Violencia hacia la Mujer.
"Cree que ese día hay que hacer carteles que
muestren a mujeres fuertes y libres. Permanecer en la imagen fija de la mujer
llena de moratones resulta obsceno e incluso para algunos, morboso",
advierte.