Palabra de Antígona
Igualdad y Poder
Sara Lovera
La desigualdad entre mujeres
y hombres es uno de los grandes desafíos de nuestro tiempo. Hace algunos meses
en México se anunció que uno de los ejes rectores del Plan Nacional de
Desarrollo del gobierno de Enrique Peña Nieto es el de género, esto es, que ese
plan no podrá avanzar si no existen políticas inductivas, bien planeadas, sin
simulación, para conseguir que de una vez por todas, sean las instancias
rectoras del país, las que propicien, vía políticas públicas, la igualdad
sustantiva.
Según la definición de
Naciones Unidas y de expertas en el tema, como la prestigiada Paz López, se
trata de razonar y entender que no basta con la igualdad formal o de derecho,
como señalan en el país una docena de normas y leyes, sino que la igualdad sea
de hecho, que pueda medirse por sus resultados. Aclara esta definición que no
es suficiente con que las leyes, los planes, algunas políticas públicas y
algunas acciones, pretendan asegurar la igualdad entre mujeres y hombres con
contenidos muchas veces “neutrales” o discursivos, si en la práctica cotidiana
se trata a las mujeres con desigualdad, expresada en su condición, en todos los
rubros de la vida.
La tarea es gigante. Con
frecuencia confusa y los resultados son tremendos. Es la desigualdad el signo
de este país, que según el análisis de Porfirio Muñoz Ledo, ahora encargado de
la reforma política en el Distrito Federal, estamos viviendo una situación
extraviada, con una nación fragmentada que nos ha dividido y desposeído de un
consenso básico que nos permita avanzar. Un escenario ausente de valores que
prevalezcan en la conciencia ciudadana. Incluso con barruntos de degradación interna.
Muñoz Ledo es uno de esos
raros especímenes que comprende claramente que no podría accederse a la
democracia sin la igualdad entre hombres y mujeres, postura de toda su vida, en
todas las épocas en que ha tenido poder, pero como cantidad de personas, no ha
conseguido comunicar esta emergencia, que en resultados es descomunal: si sólo
habláramos de violencia o si nos refiriéramos únicamente al trato que recibimos
las mujeres en nuestro día a día, se vería que no somos tratadas como personas
en igualdad, sino generalmente como excluidas y discriminadas. Como no
personas.
Estamos en una crisis de
Estado desde hace algunas décadas. Lo peor. Hemos perdido el sentido ético del
colectivismo. Hoy podríamos recuperar buena parte del desperdicio humano – las
mujeres- si nos sentamos a reflexionar en la necesidad de hacer un cambio
profundo, cada persona, cada comunidad, cada ciudad, en todo el país, para
propiciar el desarrollo de una nueva nación.
Hay violencia contra las
mujeres en su vida cotidiana, (7 de cada 10), pero hay discriminación
femenina cuando se acercan a las instituciones, cuando pretenden hacer
reales sus derechos, cuando participan en la vida pública, cuando hablan,
cuando se organizan y ahora, en todos los espacios de la vida pública en los que
aparecemos o concursamos o accedemos.
Es por ello quizá muy
trascendente el mensaje que nos envían, uno: el Plan Nacional de Desarrollo,
cuya posibilidad entrará en una primera evaluación el próximo 1 de septiembre,
en que Peña Nieto nos contará que ha hecho en estos meses él y su equipo, a ver
qué dice de la exclusión de las mujeres y también a ver que dicen los
legisladores que tienen tan abultada agenda y se resisten a entender que por
ley, y por decoro, ya es hora que consideren a las mujeres como ciudadanas,
estos no atinan a jerarquizar reformas y políticas.
Una segunda cuestión son
esos resultados que dan las elecciones recientes, donde las mujeres no
obtuvieron los puestos de representación esperados, sobre todo en las
elecciones municipales. Y donde todavía alegan y ponen obstáculos a cumplir con
la ley y sus principios partidarios.
Y una tercera será cómo se
construye de manera efectiva y sustantiva el Plan Nacional de Igualdad que está
elaborando el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), el órgano rector
de la política de género, fundado por la voluntad de las feministas y con una
ley general indicativa para todos los niveles del Estado y todos los del
gobierno. Lorena Cruz Sánchez, que preside esa institución llamó a discutir el
Plan, habrá que ver si estamos o no haciendo uso de ese derecho a incluirnos
positivamente. Por lo pronto en Inmujeres se desentraña la mejor forma de
enfrentar la violencia contra las mujeres, el principal obstáculo para nuestro
desarrollo.
El mensaje es claro. Hay una
preocupación global, si vemos a Naciones Unidas por empujar sin simulaciones y
palabras, a las mujeres para que lleguen a puestos de poder y pongan en juego
su experiencia, su capacidad, su imaginación, para contribuir a resolver esta
crisis económica global y nacional, que mantiene, principalmente a las mujeres,
en graves condiciones de pobreza, de discriminación y lejos de una vida libre y
feliz.
De ahí la importancia de la
nueva Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, la señora Phumzile Mlambo-Ngcuka, de
Sudáfrica. Ella dirigirá el trabajo de la ONU en favor de la igualdad de género
y los derechos de las mujeres. Una mujer política, que sabe los entresijos de
cómo gobernar.
Su hoja de vida es
indiscutible: fue la primera mujer en ocupar el puesto de Vicepresidenta de
Sudáfrica de 2005 a 2008. Integrante del parlamento en 1994 con el cargo de
Presidenta del Comité de Servicios Públicos. Viceministra en el
Departamento de Comercio e Industria (1996-1999), Ministra de Minerales y
Energía (1999-2005) y trabajó brevemente como Ministra interina de Artes,
Cultura, Ciencia y Tecnología en 2004. También ocupó el puesto de Coordinadora
de la Asociación Cristiana de Mujeres Jóvenes (1984-1986) y fue la primera
Presidenta de la Organización de Mujeres de Natal, afiliada al Frente
Democrático Unido, cuando se fundó en diciembre de 1983.
Ella es una exponente de la
mujer moderna del mundo, una de quienes desean y pueden, con capacidad y
experiencia, estar en el frente político de un país, sabe todo lo que una
persona democrática y empoderada tiene que saber: creó la Fundación Umlambo en
2008 para prestar apoyo a las escuelas de áreas desfavorecidas en Sudáfrica
mediante servicios de mentoría y asesoramiento para docentes y en Malawi mediante
mejoras escolares con socios locales.
Además, para quien piensa
que las mujeres no tienen esa carta de navegación que se exige, tiene un Máster
de Filosofía en Planificación y Políticas Educativas por la Universidad de
Ciudad del Cabo (2003) y una licenciatura en Educación por la Universidad de
Lesotho (1980). En 2003, se le otorgó un Doctorado Honorífico de la Universidad
de Western Cape. A sus 58 años, tendría que ser una aliada en la reforma
educativa de México y sus efectos en las niñas; en la economía de nuestros
países donde las mujeres somos relegadas; en la vida diaria de millones de
mujeres de los países pobres que mueren por asalto, por violencia de pareja,
por dar a luz, por falta de alimentos, por hambre todo lo cual nos impide
crecer y ejercer derechos. Esta es una buena noticia, se hizo cargo de ONU
mujeres el pasado 20 de agosto.
Ojalá que en México y todas
sus anunciadas reformas, las mujeres estuviéramos realmente consideradas. Para
eso, y ahora que está en su fase más estridente, el cambio democrático de los
medios de comunicación como dice la Constitución, realmente y no formal, sino
de hecho, estas reformas pudieran tocar tierra y que los medios contribuyeran a
la cultura de la igualdad y el respeto a las mujeres. Claro, me dirán, es una
utopía, yo creo que se puede. Veremos.