Mujeres y Política
La soledad y la desolación
Soledad
JARQUÍN EDGAR
Luis
Ugartechea Begué es como esos empresarios que un día deciden meterse a
políticos, cansados de los políticos de siempre. La espiral de su llegada fue
el último soplo del efecto producido por las malas decisiones del sexenio
fallido del priismo oaxaqueño, es decir, el gobierno de Ulises Ruiz,
considerando todas sus catastróficas e impías consecuencias.
Además, quedó
claro, el aún presidente municipal de Oaxaca de Juárez, es de esos empresarios
empecinados en creer que es lo mismo dirigir “una empresa”, “un changarro”, “un
negocio” o “una industria” que estar en la administración pública (aquí, hay
que aclarar, salvo contadas excepciones, son pocos los que saben cómo se mueve
el abanico, aún cuando lleven sangre vasca en las venas como es el caso).
La
alternancia es deseable, más no aquella cuyos costos se reflejan en los
resultados, primero, consecuencia de la improvisación y el desconocimiento,
insisto. La actitud asumida por Ugartechea denota demasiado pronto el aburrimiento
del juguete que la ciudadanía le regaló al joven empresario en las elecciones
de 2010.
Él
acostumbrado a disfrutar de las mieles de sus ganancias, habituado a tomar
largas vacaciones en la tierra de sus ancestros en el viejo mundo, pronto se
desilusionó frente a la realidad que significa gobernar Oaxaca, se desinfló más
rápido que un globo de cantoya en pleno vuelo y a pesar de todo, soportará
hasta el último día. Mala suerte la nuestra.
Las burbujas de la alternancia.
Poco después
de la mitad de la década de los noventa, el último tramo del siglo XX, comienza
a escribirse la historia de la alternancia en Oaxaca y eso tendrá costos
irreversibles, imperdonables e incuestionables, que se sumarán a todas las
barbaridades que por años cometieron los otros, los de siempre y a quienes la
ciudadanía no estaba dispuesta a darles más oportunidades, no, al menos en los
siguientes nueve años.
Así llegó el
PAN al poder municipal en la capital oaxaqueña, Pablo Arnaud, “tendero de
telas”, como le llamó entonces Porfirio Muñoz Ledo lo que causó toda clase de
monerías en los corrillos políticos. Y para sorpresa de todos ganó las
elecciones, arrebatándole el triunfo nada más ni nada menos que a David
Palacios, tío del entonces gobernador de Oaxaca, el priista Diódoro Carrasco
Altamirano, quien había puesto algo más que al tío en ese camino.
Y como no se
aprendió la lección, la ciudadanía que apenas sufragaba en los comicios
municipales, le dio su voto de confianza al locutor Alberto Rodríguez, el
“Güero Chepete” quien hizo campaña política desde un micrófono y se sumó el
segundo trienio para el olvido, entre yerros y novatadas.
El tercer
periodo, que pasó de azul a naranja fue para Gabino Cué, el actual gobernador
de Oaxaca, quien a jalones y estirones hizo poco más que los otros, habría que
reconocer, pero que ejerció un último año de ese trienio en una especie de
gobierno intermitente que también dejó efectos graves. Ahora como gobernador
sufre por la deformación del espectro que tiene enfrente y, como dice la frase
común, no le encuentra la cuadratura al círculo ni la “o” por lo redondo. Es
decir, no es lo mismo que lo mesmo.
El principal
efecto grave tras el trienio gabinista fue dejar el poder municipal en manos del
compadre de su “enemigo acérrimo”, Ulises Ruiz. Esta vez en la persona de un
funcionario de medio pelo que supo acomodarse, Jesús Ángel Díaz Ortega, cuyo
sonoro apodo no me gusta repetir. Con él y con José Antonio Hernández Fraguas sumaría
el PRI otros dos trienios en la ciudad de Oaxaca, indiscutiblemente más años a
los muchos ya perdidos en esa inacción inobjetable que se refleja hacia donde
usted ponga la vista. Trienios de flojera, de aburrimiento, de inconsistencia,
de incapacidad, de apatía, de vicios, de corrupción y por supuesto de promesas
que no se cumplieron jamás.
Ya lo decíamos,
el efecto 2006, el hartazgo de las burbujas de los mandos de gobierno priista,
hicieron posible de nueva cuenta la alternancia. Y otra vez la corta memoria no
operó. Nadie se acordó de los resultados entregados por los gobiernos de los
Partidos Acción Nacional y Convergencia, hoy Movimiento Ciudadano. Una especie
de amnesia se apoderó del electorado que repitió la historia de llevar al poder
municipal a un empresario que gustaba de la buena vida, el bonachón Luis
Ugartechea Buegué que al aproximarse su final como gobernante no se relaja sino
por el contrario se perfila hacia la amargura y la frustración y se nota en lo
público. Ya empezaron los despidos, más gente a las calles de un Oaxaca
abrumado por la inestabilidad social de una entidad que se nota en toda su
expresión en la capital para castigo, incluso, de quienes aquí “viven”.
¿Cuáles son
entonces las consecuencias del desgano, de la pérdida de interés frente al
juguete que las y los votantes le dieron a Ugartechea? Ahí están al frente de
cada vivienda, al abrir la puerta, en las banquetas rotas que rompen tobillos o
que simple y sencillamente son imposibles de caminar sin tropiezos.
Se nota la
pereza de las autoridades en la tala inmoderada de árboles y en su nula
inventiva para emprender acciones de educación ambiental eficientes y eficaces,
eso no existe. De recordar que Ugartechea autorizó la apertura de una tienda en
un predio devastado, un ecocidio en la colonia Reforma, la misma que por la
presión social había llevado al anterior gobierno municipal a no autorizar.
Se refleja en
la odiosa anarquía vial, no sólo por la construcción de obras como el paso a
desnivel del puente 2000-12, como se le conoce popularmente, o lo que sigue
cocinándose ahí, sino también por todo lo que se sufre cuando queremos llegar
de un lugar a otro, unos sobre otros, porque a las autoridades se les olvida
que la educación vial es permanente. Y cuando en educación no se invierte el
proceso se revierte. El mayor ejemplo está en la educación pública en los
niveles básicos.
Se nota la
negligente actitud de las autoridades que se volvieron ciegas ante problemas
tan sencillos y tan cotidianos, también por ausencia de educación vial, como el
apartado ilegal de lugares para estacionarse que lo mismo se aplica para el
presidente, para un funcionario que para un comercio, lo que es arbitrario e
ilegal por la forma en que se hace: cubetas, cajas de madera, sillas viejas, banderolas
y cadenas; pero cuando una o un ciudadano lo solicita por todas las de la ley,
el gobierno de la ciudad responde por escrito que eso no está permitido en
Oaxaca de Juárez. Vivir para contarlo, digo, parafraseando a don Gabriel García
Márquez.
La
incapacidad se nota en un gobierno cuando lo que hay es el crecimiento
desmedido del ambulantaje, la forma en que los líderes vivales le ganaron la
calle a la ciudadanía, al transeúnte, a las personas con alguna discapacidad
física; reflejo sólo y únicamente de la falta de oficio político y, otra vez,
quienes perdimos fuimos la clase gobernada. Consecuencias más graves, profundas
e irreversibles para Oaxaca. Ya está, no es lo mismo hacer comida y venderla,
que tener un gobierno y gobernar.
Oaxaca no es
una postal que oferta iglesias y museos, ferias del mezcal o guelaguetzas al
turismo. No, Oaxaca de Juárez es la ciudad donde habitan miles de personas
donde su autoridad no se inmuta ante los hoyancos, las alcantarillas
pestilentes y la fauna nociva que prolifera por todos lados y de la que nadie
habla.
Se llama
incompetente a quien carece de capacidad para resolver con eficacia algo…y eso
le pasó a Luis Ugartechea Begué y a gran parte de su equipo, y peor aún se
llama corrupción cuando la ciudadana no tiene voz frente a un problema donde se
privilegia al que tiene poder y dinero, como la apertura de un comercio sin
permiso de cambio de uso de suelo y consentir arbitrariedades, aún a pesar de
las protestas del vecindario, sin que la autoridad se moleste en molestar
(valga la redundancia) a quien ha infringido la ley a todas luces y con su
silencio e inoperancia le da un portazo a las ciudadanía.
En cuatro
meses termina el gobierno de Luis Ugartechea, uno más en la suma, reitero, al
paso del tiempo, y con ello son menos años para conseguir una ciudad “digna de
vivirse”, porque detrás de la postal y de todo lo que implica ser patrimonio
cultural de la humanidad, lo que se ve es sólo la soledad de las personas y la
desolación de la ciudadanía, parafraseando con esto a la doctora Marcela
Lagarde.
Queda claro,
totalmente claro, Luis Ugartechea Begué aprendió la lección no es lo mismo un
restaurante que un gobierno, quienes habitamos Oaxaca seguiremos pagando con
creces la osadía de algunas personas y seguiremos siendo el blanco de su
corrupción, no porque se haya robado dinero (eso todavía no lo sabemos), no
porque haya desviado ese dinero (tampoco se sabe), sino porque simplemente dejó
de hacer y de ejercer, se volvió una postal, un membrete, un ilusión.
Y ya que
estamos hablando de la ciudad, me pregunto si el titular de Adosapaco, Sergio
Pablo Ríos Aquino, estará dispuesto a tomarse unos buenos tragos del agua color
tamarindo y fondo lodoso que cada semana (cuando bien nos va) envían a los
hogares de esta ciudad, pomposamente llamada Patrimonio Cultural de la
Humanidad y creo que en eso estriba la confusión, porque esta no es una ciudad
museo es una ciudad habitada, ciertamente por humanos y humanas.
Esta visto y
tenemos infinidad de ejemplos para demostrarlo: gobernar no es un oficio de
tontos ni de personas aburridas, requiere cierta pasión y mejor propensión para
cumplir, sólo y únicamente, con lo que la ley les mandata. No pedimos mas.
@jarquinedgar