Sobre feminismos, las mujeres
indígenas tienen la palabra
* Francesca Gargallo y los
feminismos desde Abya Yala
Aline CASTELLANOS
El libro Feminismos desde Abya Yala. Ideas y
Proposiciones de las mujeres de 607 pueblos en Nuestra América, de
Francesca Gargallo, que presentó el pasado mes de marzo en Oaxaca, es un libro indispensable
y necesario. Es propositivo y revulsivo.
Indispensable
y necesario para las mujeres indígenas, para las feministas, para cualquiera
que se precie de buscar el mejoramiento social desde cualquier trinchera, porque
nos convoca a repensar nuestras ideas-creencias sobre las mujeres indígenas,
sobre nuestro bagaje feminista –las que nos asumimos como tales-; nos convoca a
cuestionarnos nuestros parámetros de “verdad”. Es una invitación a poner bajo
la lupa nuestros atavismos patriarcales y colonialistas. Es un espejo que nos
invita a mirarnos y a reconocernos. En las otras, que soy también yo misma.
Es un libro
que apela a cada una de manera directa. ¿Quién en Oaxaca no tiene una raíz
indígena o negra? Todas la tenemos, provenimos de alguna de las 607 naciones
indias de este continente, o de alguno de los 16 pueblos indígenas del estado o
del pueblo negro. O de ambos. Aunque no hablemos ya zapoteco o mixe o mixteco,
aunque vistamos con otras ropas que no sean las tradicionales indígenas, en
nuestra sangre corre un poco o un mucho de la sangre india que inundaba el
continente antes de la invasión española, de la sangre negra de los miles de
personas extraídas de sus tierras africanas.
Pero eso
que somos generalmente no es traído en la memoria y en la consciencia. Lo que
sí recordamos es al, o a la tatarabuela blanca de ojos claros, nuestra ancestra
española. Es a la que presumimos, la que dio los ojos claros a alguno de
nuestros 200 parientes. Toda la demás parentela, morena, de ojos negros, no
tuvo la “suerte” de heredarla. Francesca, en este libro, plantea que somos una
sociedad “blanquizada”, es decir, que nuestro referente de identidad colectiva
privilegia el lado europeo, “lo indígena es “lo otro”, lo que no soy yo.
Y así como
individualmente borramos de nuestro ser, de nuestra apariencia, de nuestra
lengua esas raíces, también lo hace la academia, también lo hace la política y
la cultura, la sociedad toda.
Lo indígena
y lo negro han sido invisibles, o sólo visibles en términos de folklor. En
términos políticos, los pueblos indígenas no son sujetos políticos capaces de
aportar al cambio social, sino sujetos de asistencia social, sujetos a los que
hay que rescatar del “atraso”. Francesca coloca el tema del colonialismo
nuestro de cada día, el personal y el institucional.
En términos
académicos, los pueblos y particularmente las mujeres indígenas no son
portadoras y generadoras de conocimiento. Su pensamiento es percibido como
inferior al pensamiento reconocido como “científico”. Su palabra no es
conocimiento, dice críticamente Francesca, es testimonio; las mujeres
indígenas, para la academia, son informantes u objetos de estudio, no
interlocutoras. Así, Francesca cuestiona el modelo hegemónico en el que el
discurso de la generación de conocimiento es eurocéntrico y gringo céntrico; es
decir, lo que llamamos occidente.
Este es un
libro que, como su nombre lo indica, recoge ideas y proposiciones de mujeres
indígenas de todo el continente. Pero es más que solamente una recopilación de
las palabras de cientos de paisanas de estas tierras nuestroamericanas. El
libro coloca el pensamiento feminista de las mujeres indígenas en la categoría,
justamente, de pensamiento que genera conocimiento y que tendría que ser referente
obligado de nuestro conocimiento del mundo y referente obligado para nuestras
luchas feministas, de mejoramiento de las mujeres y de mejoramiento social.
Es un libro
que me y que nos convoca a desoccidentalizarnos, a descolonizarnos. Porque
aunque oficialmente la Colonia se acabó hace 200 años, nuestra mente y nuestras
prácticas sociales y políticas siguen estando colonizadas. Nuestros referentes
de desarrollo, de civilización, de crecimiento están mirando permanentemente a
Europa y Estados Unidos como modelos a seguir; nuestras aspiraciones
individuales y colectivas, secreta o abiertamente, consciente o
inconscientemente son la de parecernos lo más posible a los del otro lado de la
frontera norte o los del otro lado del mar (Atlántico).
Digo que es
un libro revulsivo porque es rompe- esquemas.
Aprender y
conocer el pensamiento feminista de las mujeres indígenas de Abya Yala es
reconocernos en ellas y es replantearnos, como feministas, nuestros modelos de
referencia y nuestros supuestos de universalidad. A lo que Francesca invita es a
la posibilidad de colocarnos en una posición de iguales, de interlocutoras con
las mujeres indígenas, con sus conocimientos y con sus luchas, sus procesos,
sus propias construcciones. Es decir, nos plantea reconocer que la universalidad
no existe y eso nos puede romper la representación, porque si en nuestro esquema
blanquizado lo indio es “lo otro” y lo indio es lo inferior, el tratamiento que
podemos tener en nuestras prácticas feministas puede ser, o acercarse al
colonialismo. Y ese planteamiento puede romper muchos de nuestros esquemas,
conceptos y prácticas. Yo digo que para bien, porque abrirnos a la posibilidad
de lo múltiple es siempre más que el reduccionismo de la representación social
unívoca.
Las mujeres
indígenas dicen que “toda acción organizada por las mujeres indígenas en
beneficio de una buena vida para todas las mujeres, se traduce al castellano
como feminismo”.
Este
concepto de feminismo abre la puerta para pensar en contextos, en realidades y
posibilidades diversas en la que las propias mujeres configuran y determinan el
significado de “buena vida”. Porque para lo que algunas es bienestar para otras
puede significar malestar, y ello tiene que ver con las individuas en
particular, en sus contextos en particular.
Y no se
trata de un esencialismo, una idealización de los pueblos indígenas, porque las
mujeres indígenas que aquí articulan su pensamiento hablan de un entronque
patriarcal. Un patriarcado refuncionalizado a partir de un patriarcado
ancestral, previo a la invasión, y el patriarcado católico colonial traído de
allende los mares. La complementariedad de las mujeres y los hombres en los
pueblos indígenas desde un plano de igualdad no es tal, dicen las mujeres
indígenas consultadas. Como en toda sociedad patriarcal, los roles están
sexualizados y jerarquizados; es decir, hay un plano de desigualdad sobre el
cual sí, se complementan los roles y los estereotipos adjudicados a las mujeres
y los hombres, pero las mujeres se encuentran en el plano de lo inferior. Dice
Francesca que esta teoría de la complementariedad enmascara relaciones de
dominación.
Las mujeres
indígenas del continente tienen planteamientos políticos para conseguir esta
buena vida, y como pensadoras y sujetas sociales, se encuentran inmersas en procesos
de resistencia cultural, política, en defensa del territorio-tierra, y en
defensa del territorio cuerpo. Porque ellas plantean que el territorio no es
sólo la tierra en la que vivimos, sino el propio cuerpo, el cuerpo de las
mujeres, es el primer territorio sagrado a defender.
Esta noción
filosófica y política de la naturaleza, radicalmente diferente a la concepción
de la naturaleza que tiene occidente y su modelo capitalista ha derivado en que
no casualmente –dice el libro- las mayores reservas de biodiversidad de este
continente, sean los territorios en
donde se encuentran los pueblos indígenas.
Otro
planteamiento del libro que me parece importante es el de los pueblos indígenas
como sujetos colectivos, sí integrados por mujeres y hombres concretos, pero
imbricados de tal forma entre sí y con el territorio, que la buena vida a
conseguir no se trata de un logro individual de cada mujer sino, precisamente,
un proceso en el que lo colectivo es central.
Aprender y
aprehender del pensamiento feminista de las mujeres indígenas, en fin, me
parece que es una tarea ineludible, en tanto feministas, en tanto indígenas y
mestizas, en tanto queremos también una buena vida para las mujeres. Este libro
se inscribe como un texto indispensable para documentar nuestro colonialismo
(parafraseando a Monsiváis) y más, es un texto que se debe inscribir en
nuestros referentes teóricos que alimenten procesos de luchas anti patriarcales
y de liberación de las mujeres.