Palabra de Antígona
La Tele-Basura
Por Sara Lovera
Existe un adagio muy popular, no sé si es
universal, que dice “los viajes ilustran” y es verdad. Unos días en Nueva York
con un frío amenazante para andar en las calles nos lanzó a las salas de
algunos de los museos espectaculares como el de Arte Moderno (MOMA), el
Guggenheim y al Metropolitano. Días para callejear imposibles que
me llevaron todas las tardes muy temprano de vuelta al hotel. El
frío era demasiado y a ratos el viento me pegaba tan fuerte en la cara que lo
mejor era tratar de ver algo en la televisión.
Hace algunas semanas también viví una
experiencia semejante en San Francisco. El refugio era la casa de mi sobrina.
Y no doy crédito. La única televisión en
español que podría disfrutar es la que trasmite en toda la Unión Americana el
canal televiso que se llama Univisión. La programación esta formada únicamente
por telenovelas, bueno no me quejé. Había disfrutado una selección increíble de
Matisse en el museo Metropolitano y eso lo compensaba. Me di cuenta de que los
anuncios, entre un capítulo y otro de telenovelas, que por cierto ya fueron
transmitidas en México, eran anuncios largos y tediosos y descubrí entre ellos
la venta de una crema Venus que fabrican en Veracruz, de concha nácar y otras
hierbas que prometen desaparecer las manchas de la cara. Bueno, no está mal,
porque además la envían a casa.
Esa especie de invasión conformada por unos
20 millones latinos y latinas seguro que hacen de este canal uno muy visto.
Pero el horror viene por la noche, como todo cuento de terror. ¿Qué creen? Que
televisa va con todo, concursos para aficionados, música grupera y algo que ya
no se ve en México el concurso de señoritas modelo. Tremendo.
Y ahí están para divertimento de bajísimo
nivel, cubanas, colombianas, portorriqueñas, méxico-norteamericanas,
ecuatorianas, venezolanas, afroamericanas, todas súper jovencitas presentadas
con el mínimo de ropa, tocadas y apretujadas por el presentador (el famoso Don
Francisco) y puestas a cantar o actuar de improviso, enseñando ante todo sus
largas piernas y cuerpos pequeñitos y delgados, acaban siendo el menú de
dos o tres horas eternas en que se les pide de todo, que sonrían, que bailen,
que muestren toda clase de habilidades.
Una sucesión de tremenda explosión de
“encantos” con comentarios del público en el estudio que aplaude, grita, opina
y vota. El premio tras largas representaciones –tal vez semanas- es de 5 mil
dólares y la idea persistente de que las latinas son portentos para animar al
público, supongo que principalmente masculino, aunque también femenino. Se
trata de una reafirmación, me dije, de mujer/objeto sexual, abusando de su
condición y probablemente la entrada de mecanismos que favorecen la trata y la
prostitución.
Para las latinas, lo sabemos, el sueño
americano es conseguir un empleo permanente como camareras, cocineras,
recepcionistas en los hoteles que como en Nueva York reciben constantemente
visitantes de toda la Unión y también de otros países, latinos, europeos y
asiáticos. Bueno al grado de que el director de cine Wayne Wang hizo la
película Sueño de Amor, donde una camarera (Cenicienta) que se enamora de un
rico empresario (príncipe azul) hospedado en uno de estos hoteles de Nueva
York.
Pero sigamos con la telebasura que
patrocina el consorcio Televisa también incluye pasarelas para promover los
vestidos de novia; consultas sobre la importancia de la virginidad. Ni un
rastro de noticias, ni de programas “educativos” o relativos por ejemplo a las
zonas arqueológicas de América Latina o sobre procesos políticos como las
elecciones en Ecuador. Nada de eso sino solo este tipo de divertimento situado
en los cuerpos de las mujeres, las costumbres que acá empiezan a desaparecer y
promoción, eso sí, como en México en las horas nocturnas, de la venta de toda
clase de productos para bajar de peso, cremas para la cara y artículos del
hogar.
Increíble. Televisa sabe que, por ejemplo,
los 400 mil migrantes mexicanos que viven en la ciudad de Nueva York, las
más cosmopolita de Estados Unidos, líder de la economía, la guerra y las
grandes empresas, va más allá de los corredores de las tiendas de marcas
internacionales, los espectáculos de teatro y musicales únicos, nunca
promovidos en español.
Televisa sabe que las y los mexicanos y
población latina, también asiática y africana, son personas sencillas en busca
de un mejor vivir. En Chicago o Miami, es igual, para ellos y ellas, sólo
telebasura a rabiar.
De sus protestas, como la de Wall Street o
una petición en pleno Times Square para que los medios cuenten la verdad, solo
a media calle del imponente edificio de New York Times, ¡nada!. Nada vale una
nota en castellano. No, nada de eso. Los estrategas de la comunicación de
televisa lo que buscan es hablar y promover todas aquellas cosas que
reafirmen la familia latina, el cuidado de los niños y niñas, los tremendos
culebrones de amores imposibles e intrigas en donde, como todas las
telenovelas, las mujeres se enfrentan con otras mujeres y/o son ambiciosas pero
muy bellas. El horror.
Me pregunto si Televisa desconoce el cambio
que ocurre entre migrantes, ahora que nos aprestamos a la espera de la
propuesta que Barack Obama hará tras el comienzo de su segundo periodo
presidencial; si ha considerado que hay miles de jóvenes que van a estudiar y
supone que todos ellos y ellas prefieren practicar solamente el inglés.
No cabe duda. Los viajes ilustran. Nueva
York es una ciudad imponente, por donde quiera que una lo piense. Además de sus
museos, sus iglesias, la más gigante y antigua ortodoxa, la catedral de San
Patricio, la inmensa y antigua estructura de San Thomas o la Sinagoga de la
Quinta Avenida, además de sus restaurantes de comida vietnamita o coreana,
india, italiana o mexicana.
Es posible que Televisa esté apostando a
mantener a una inmensa masa de nuestros coterráneos que deben pensar que México
no cambia para nada, que lo que dejaron se quedó ahí, entre charros, mujeres
dóciles y bellas matronas. Que la cosa es la música grupera, la antipolítica y
el renacimiento del valor de la piel brillante y morena, de largas piernas,
torsos delgados y “apetecibles”.
Se dirá que tengo unos lentes conservadores
al no considerar que se trata de una inocente programación televisiva fundada
en el divertimento, porque ¿quién va en busca en plenas vacaciones de un
programa de análisis sobre el regreso del presidente Hugo Chávez, o la
ratificación de otro periodo presidencial de Raúl Castro?¿Por qué pensar que
mantener una liga con nuestro país podría incluir algo de las culturas
mesoamericanas, de los pueblos orfebres o los paisajes turísticos que en México
son imponentes y bellos?
No para nada. Telebasura que se ha ido poco
a poco arrinconando en el canal 2 de México; los concursos que ridiculizan a la
población los domingos aquí en nuestra televisión abierta o encubiertos de un
discurso lastimero que promueve la “solidaridad” con los que menos tienen.
La televisión norteamericana tiene también
harta basura, pero se pueden ver cosas. Como una interesantísima historia del
cine mundial a propósito del Oscar, las increíbles y bien hechas series
policiacas, las mesas de discusión desde la CNN que se ubica en Miami, claro
que contrastan sin duda con esa corriente de numerosos programas que siguen encerrando
a las mujeres en el concepto de la buena mujer: madre-esposa, preparativos de
bodas, cuidado y educación de los hijos de todas las edades y hasta uno sobre
la poligamia, entre otros.
Nueva York es siempre eso, Nueva York y sus
barrios, como Greenwich Village donde fui a comer con una mexicana que lucha
por la vida y se dedica al arte y el feminismo; o aquellas latinas que son o
han sido funcionarias de Naciones Unidas, promotoras de los derechos civiles y
sociales de todas las mujeres, las miles de mexicanas que aprenden las
mil entradas y salidas del subway (metro) de finales del siglo XIX; la
maravilla de sus edificios art déco o las miles de piezas de la cultura
occidental que se fueron acumulando en el Museo Metropolitano; la renovación
constante de la llamada zona cero, a propósito de los ataques terroristas del 11-S en
el World Trade Center donde fueron derribadas las torres gemelas; en fin, muchas
cosas que ver, calles que caminar, lugares donde comer, rostros qué apreciar,
moles de concreto y el frío de estos días.