A Reserva
La Educación y sus
vericuetos
Bárbara GARCÍA CHÁVEZ
La educación es el sistema de formación
(enseñanza-aprendizaje) destinado a conseguir el desarrollo de las capacidades
intelectuales de las personas.
La calidad educativa es un derecho fundamental, que además
de ser eficaz y eficiente, debe respetar los derechos de todas las personas,
ser relevante, pertinente y equitativa.
Ejercer el derecho a la educación es esencial para
desarrollar la personalidad e implementar los otros derechos humanos, por lo
que nadie puede ser excluida de ella. El derecho a la educación está fundado en
los principios de obligatoriedad y gratuidad, y en el derecho a la no
discriminación.
La obligación del sistema educativo en un estado
democrático, es proporcionar a las y los educandos la posibilidad de acceder al
conocimiento y de prepararse intelectualmente para su propia superación y crear
una sociedad más justa con oportunidades en igualdad de condiciones. Una
educación de calidad es la herramienta por excelencia para la movilidad social
y para el desarrollo del país.
Claro es que el proceso educativo requiere para su
desarrollo de un gran número de condicionantes de diversa índole –económica,
política, didáctica- que van a permitir alcanzar resultados mediante los cuales
estaremos en posibilidad de evaluar su propio desarrollo y su nivel de calidad
con respecto a lo que la sociedad está exigiendo del propio sistema educativo.
También debe considerarse que el contexto es cambiante y las nuevas demandas
exigen que todos los niveles educativos se adecuen y ajusten a nuevos
escenarios.
En la actualidad una de las grandes preocupaciones de la
ciudadanía e incluso de algunos gobiernos en estrecha relación con la sociedad
es el relacionado con la calidad en la educación. Desasosiego que esencialmente se debe a los obtusos
rendimientos académicos, muy por debajo de lo mínimo.
El bajo rendimiento académico en México considera al país
como una sociedad de reprobados, en el sector de la educación primaria tres de
cada 10 estudiantes que ingresan no la terminan. Los exámenes de admisión en
los niveles de secundaria y educación superior confirman lo anterior, la
mayoría de aspirantes reprueban o en el mejor de los casos obtienen muy pobres calificaciones.
Si las proporciones cuantitativas son alarmantes, las
cualitativas son devastadoras. México tiene prácticamente cubierta la educación
básica, es decir, primaria y secundaria; datos de la SEP informan que la terminan
73 de cada cien estudiantes; la pérdida aumenta a más de 50 estudiantes que
abandona la escuela en media superior, situación que se agrava de forma que
apenas llegan 40 de cada cien a las universidades, y aún menos estudiantes
concluyen sus estudios superiores. Así, en México menos de 30 estudiantes por
cada 100 que comenzaron la primaria llegan al término de sus estudios
profesionales.
Aquí está el problema ¿por qué no terminan la prepa o el
bachillerato? ¿Por qué no ingresan a los niveles superiores? Habrá, claro,
quien refuerce la idea de que es por razones estrictamente económicas; sin
embargo, no podemos obviar los miles de estudiantes que son rechazados de las
universidades y tecnológicos de carácter público; entonces hay algo que tiene
que ver con la pésima calidad de los estudios básicos y medios ¿No es cierto?
El problema educativo en el país no es de cobertura sino de
calidad. Un sistema educativo que desee elevar sus parámetros de calidad debe
comenzar por admitir que su funcionamiento presenta deficiencias serias que requieren
de su atención inmediata si en realidad está buscando desarrollar un sistema de
enseñanza con miras a elevar su calidad.
Hace unos días el Secretario de Educación Pública, Emilio
Chuayffet, afirmó contundente que la rectoría de la educación es una decisión
presidencial y refrendó que la política en la materia la dicta el Estado. Sin
duda así es o así debería ser, pero hace muchos años que el Estado lo hace mal,
que los gobiernos tanto del PRI como del PAN y del PRD han solapado
perversamente la violación permanente al derecho a una educación de calidad,
sentenciando al pueblo a una vida a medias, ignorante y desinformada que
promueve la desigualdad y por ende la pobreza.
Hay muchas cosas que decir de la educación en México, mil
calificativos denigrantes que seguramente son imputables a la pésima acción
gubernamental y aún más a las criminales omisiones y complicidades que han
permitido que la educación sea rehén de una camarilla sindical, cuyo único
objeto es mantener sus posiciones de poder político y económico inmutables. Esa
camarilla enorme -se dice que es el sindicato más grande y poderoso de
Latinoamérica- es a la vez la docencia inepta e ineficaz que rompe, en
principio, el postulado de “calidad educativa”, ya que no puede haber educación
de calidad si quienes la imparten distan con mucho de ella.
A mayor ignorancia, la pobreza y la marginación está
presente y tal vez podamos entonces comprender por qué las escuelas públicas de
educación superior en México presentan, por un lado, signos ineludibles de la
pauperización compleja con altos grados de resentimiento social producto de una
larga crisis que permea la vida de estos jóvenes desde que nacieron,
agravándose por la descomposición socioeconómica y sus efectos.
Y, por otra parte, tenemos una segunda dimensión del
aprendizaje que impacta en la calidad de la educación y tiene que ver con la
cuestión ético-política. Habrá entonces que poner más atención en la relación
enseñanza-aprendizaje, es decir, qué aprende la niñez y la juventud del
profesorado en las escuelas. Lo preeminente durante los procesos educativos
básicos y medios como valores que predominan paralelamente a la curricula
escolar y que incluso hay casos en los que la superan. Me refiero al
“movimiento magisterial” que no educa y
prioriza el posicionamiento político, la protesta, el abandono irresponsable de
aulas y el uso indiscriminado de la violencia como mecanismo de chantaje. Las
alternativas del desarrollo social siempre giran alrededor de las opciones
clásicas entre democracia o autoritarismo, equidad o desigualdad, libertad o
dominación.
La expansión de las nuevas tecnologías, para algunos es
promesa de todas las utopías democráticas, mientras que para otros constituye
una amenaza destinada a reforzar las desigualdades y los controles sobre la
ciudadanía.
Estas dos dimensiones que acompañan a la “educación”
escolarizada, omitiendo los estándares de calidad educativa redefinen en la
praxis los objetivos mediante discusiones, compromisos y acuerdos de carácter
político, radical, normalmente sin justificación en los procesos de
aprendizaje, implicando muchas veces la organización cuasi clandestina, la
reivindicación de supuestos derechos sociales,
declarando la integración de nuevos grupos de “poder político interno o
el reforzamiento político de otros grupos externos o ambos; la constante es la
intervención ideologizante sin atribuir ninguna reconstrucción del conocimiento
propia de una escuela.
El conocimiento y la información científica y humanista
queda de lado frente a los resabios sociales que no cambian porque no se
modifican los cánones educativos.
Oaxaca se cocina aparte, la educación y los
procesos educativos no los define ni el gobierno ni las y los maestros, es más
perverso aún. Ni la educación como tal es un eje fundamental para el desarrollo
social, ni mucho menos el gobierno la garantiza como derecho fundamental; la
sección 22 del SNTE, como ente omnipotente fuera del alcance humano, decide sus
acciones no para transmitir conocimiento en procesos de aprendizaje, como
herramienta democratizadora para la igualdad. No, de ninguna manera, el
alumnado solo es su instrumento de
negociación, la carne de cañón que utilizan 10 o 20 sujetos para conservar el
poder insólito que le ha obsequiado el gobierno estatal, los de antes y el de
ahora, que se traduce en la manipulación de 70 mil docentes para apoderarse de
las calles y carreteras, tomar a la población de rehén impunemente y despojar
las arcas públicas cada que lo requieren
con complacencia de grupos políticos que a su vez convienen con “el magisterio
oaxaqueño” quienes actúan como mercenarios, aves de rapiña en pos de prebendas
económicas y políticas.
Indignante resulta que sea precisamente el magisterio quien
someta al pueblo a la dictadura más infame: la ignorancia.
Sin educación de calidad no hay desarrollo, sin desarrollo
difícilmente se vive en paz y con dignidad.
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