Los bajos sueldos y la permanente alza de los productos de consumo diario, las altas tarifas de servicios de telefonía y los gasolinazos, tienen efectos negativos en la vida de la población mexicana que empieza a mirar cómo se estira la cuerda y se vuelve cada vez más delgada. Hay, sin duda, una parálisis financiera en México y una inacción económica en entidades ya lastimadas por la pobreza como Oaxaca.
Hace justamente un año, Felipe Calderón aseguraba en Bahía de Banderas, Nayarit, que el país “le está dando la vuelta a la adversidad económica, que dicha circunstancia no ha derrotado a los habitantes y que México saldrá adelante a pesar de que le ha tocado navegar con el viento en contra”. (LA JORNADA/marzo 2010)
Sin embargo, la percepción de la ciudadanía que trabaja todos los días y que recibe su sueldo cada quincena, empieza a mirar que “esa vuelta” no es precisamente para salir de la crisis sino para volver a ella y en una condición cada vez más adversa. No se necesita ser economista para observar los efectos de la falta de liquidez en el país.
La conversación se ha vuelto cotidiana, “el dinero ya no alcanza”. Ir al súper, me decía una amiga, es como un asalto en despoblado, cada día compro menos con la misma cantidad de dinero y existe la sensación incluso que por menos productos se paga más. Otra persona comentaba que el dinero que antes destinaba para adquirir gasolina ya no es suficiente, pues es cada vez menor la cantidad del combustible y por tanto es necesario aumentar el dinero que se destina a ello. La opción sería detener el coche, pero resulta que el trabajo está muy lejos de sus casas.
A la declaración de Calderón habría que agregar la pifia del secretario de Hacienda, Ernesto Cordero Arroyo, quien sin mirar la realidad de las familias mexicanas que es otra a la suya, por supuesto, señaló que este país se ha recuperado rápido, que se han generado empleos y que México estaba mejor que muchos otros países del mundo. Eso como decía mi abuelita es mal de muchos consuelo de tontos.
En economía, tal parece que los funcionarios no dan una, de ahí que los jóvenes de una universidad poblana abuchearan al gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, quien negó que este país esté en crisis: “el gobierno no está quebrado, su banca no está quebrada y eso nos da fortaleza y una buena plataforma para salir adelante”. La pregunta inmediata es ¿a quiénes señor ex secretario de Hacienda?
Pregunto ¿a quiénes? porque para un importante sector de la población que nada tienen que ver con las funciones gubernamentales, es decir, que no pertenecen a la clase política gobernante, la quiebra ya llegó, está en sus hogares, donde el dinero quincenal, ya no alcanza y las restricciones empiezan a medrar las relaciones. Ahora imagínense qué pasa en los hogares donde no hay un sueldo fijo, donde se depende de la (im)producción del campo mexicano, de todo tipo de ventas o son beneficiarios secundarios de las inversiones que no llegan.
Esa parálisis, me explicaba un amigo, tiene su razón en la falta de liquidez y me dijo una verdad que por supuesto no es difícil de creer, la economía mexicana que estaba atravesada de norte a sur y de este a oeste por el narcotráfico, gracias a la narcopolítica, tiene las puertas cerradas, por los muchos candados que se han impuesto para el llamado “lavado de dinero”.
Entonces si no hay dinero no hay inversiones y si no hay inversiones, no sólo no hay trabajo y cuando lo hay resulta que anticonstitucionalmente les bajan los sueldos, como le sucedió a la burocracia de élite oaxaqueña, no así a la de súper élite. Peor aún, para nadie es un secreto que la desesperación tocó fondo, los pagos menguados se están retrasando sin que nadie obtenga una explicación real, excepto tal vez la inexperiencia o la ineficiencia.
Por otra parte, me explicaba un empresario, en Oaxaca la promesa de una tierra fértil para la inversión se ha desvanecido, no existen condiciones para aplicar dinero en proyectos importantes (visión amplia, verdadera y no esa del empresario responsable de la Economía local, José Zorrilla, que cree que todo se resuelve con el concurso Nuestra Belleza o violentando la ley con las corridas de toros, sólo para darse gusto con y creer que Oaxaca es la Madre Patria).
Las “facilidades prometidas” están hechas nudo y los empresarios empiezan a mirar con recelo la posibilidad de invertir en Oaxaca, crear fuentes de empleo y aprovechar, por supuesto, la mano de obra barata, ya que ante el nivel de escolaridad (el segundo más bajo del país, con 6.9 años/INEGI 2010). Aunado a ello, señalaba todavía persiste la corrupción y las componendas.
Y ven con recelo estas posibilidades de inversión, no sólo por la falta de facilidades -tal vez terrenos baratos y cancelación en el pago de impuestos- sino porque los problemas políticos no terminan en Oaxaca. Decía este amigo que el pasado jueves viajó a Huatulco para encontrarse con otros inversionistas y lo hizo por carretera. Salió a buena hora para alcanzar a sus invitados en el aeropuerto de Huatulco, pero un bloqueo carretero de habitantes de Candelaria Loxicha, simple y sencillamente le cambió todos los planes.
Esa es la realidad.
Ante cuestionamientos de los jóvenes sobre la situación del país, respondió que 'México no está en crisis y eso no quiere decir que no se tengan problemas'.
Enfatizó que desde el punto de vista macro, el país no se encuentra en quebranto, en donde es necesario el buscar fuentes de crecimiento, esto con el objetivo de mejorar la economía.
Agustín Guillermo Carstens Carstens, gobernador del Banco de México y exsecretario de Hacienda federal, fue abucheado por más de 3 mil jóvenes que se dieron cita a la conferencia que dictó en la inauguración de Espacio 2011 “Ola digital”, pues aseguró que en el país no hay ninguna crisis económica: “México no está en crisis, el gobierno no está quebrado, su banca no está quebrada y eso nos da fortaleza y una buena plataforma para salir adelante”.
En este sentido, apuntó que el hecho de no tener crisis económica no quiere decir que México no tenga retos que enfrentar; el principal, insertar a todos los mexicanos a la modernidad de la educación y oportunidades para así combatir la pobreza.